A punto de estrenar una nueva temporada de Debo decir por América, reflexiona sobre el país, su experiencia con Cristina Kirchner y la vida junto a su novio
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“Hacer televisión me pone muy ansioso, nervioso, siempre me implica una gran cuota de adrenalina. Es un medio lo suficientemente difícil como para que no me pase nada”. Luis Novaresio se dispone a conversar con LA NACION a bordo del auto que lo traslada desde Rosario hacia Buenos Aires, una ruta que conoce en detalle luego de la infinidad de viajes entre su ciudad natal a orillas del Paraná y la urbe porteña en la que desarrolla su actividad periodística. El traveling por la ruta 9 le permite una breve pausa a su vorágine diaria y todo lo que implica el estreno de una nueva temporada de Debo decir, el ciclo de charlas que conduce por América y que volverá a recibir a sus invitados desde este domingo a las 21. “Creo que es, probablemente, el programa que más me ha representado entre todas las experiencias que hice en Buenos Aires. Estoy muy contento, pero muy estresado”.
–El mundo atraviesa un momento bisagra en el que el debate de ideas es esencial. Debo decir es un espacio de intercambio, ¿cómo lo atravesará el contexto pandémico actual?
–El nudo del programa seguirá siendo el mismo, aunque, esta vez, tendrá el marco de una puesta que simulará ser mi casa. Seré un anfitrión amable para compartir esas conversaciones con los invitados. Entiendo la charla como un modo de reflexión y, aún más, entre personas que piensan muy distinto.
Esta nueva temporada del formato será producida por Endemol y contará con nuevas secciones y espacios dentro de ese set que emulará la casa del periodista. “Algunos de esos rincones permitirán tener un mano a mano más íntimo con algunos de los entrevistados. Apelaremos al archivo de quienes nos visitan y seguiremos planteando el objetivo de juntar a personajes que, quizás, jamás se hubiesen cruzado. Hay un trabajo de preproducción que me tiene muy entusiasmado”. La disposición de la flamante escenografía permitirá que los invitados no solo permanezcan en el espacio del living, sino que podrán recorrer otros lugares con posibilidad de que potencien esa confesión esperada por los televidentes. Por razones sanitarias, solo cuatro personas visitarán el programa cada domingo. “La agenda de invitados será muy heterodoxa para poder encontrar personajes bien distintos”, se entusiasma el conductor.
–En gran medida se ha perdido en nuestro país la posibilidad del encuentro entre personas que se paran en puntos de pensamiento diferente. Sucede en el ámbito público y en lo privado.
–Durante mucho tiempo sentía que pesaba sobre mí una especie de acusación, no me gusta esa palabra, pero no encuentro otra mejor.
–¿De qué te acusaban?
–De ser una persona que se sentaba a escuchar a los entrevistados, sobre todo cuando hice el ciclo de entrevistas en A24, también lo han dicho por Debo decir.
–¿Qué te pasaba ante eso?
–Sentía que más que una acusación, debería ser un elogio. Me parece que debo escuchar al que llega y no invitarlo para hacerle saber lo que yo pienso. Ese es el espíritu que vamos a tratar de recuperar en el programa, la idea es sentarse con el otro de buena fe a acordar o disentir.
Aníbal Fernández, Charlotte Caniggia, Analía Franchín y Pamela David ingresarán, este domingo, a ese hogar simulado de Novaresio frente a las cámaras. En el momento de enumerar a sus invitados, olvida a uno de ellos (seremos discretos y no diremos de quién se trata): “Mirtha Legrand me dijo que también se olvida el nombre de los invitados que recibirá, que es algo que sucede siempre”, se disculpa apelando a los argumentos de la diva, la histórica anfitriona de la televisión nacional.
La presencia de Aníbal Fernández deparará momentos álgidos, miradas encontradas sobre la realidad nacional y, vale decirlo, una buena cuota de espectacularidad en la mise en scène de ambas partes: “No recuerdo entrevistado con el que más haya discutido tan acaloradamente, pero jamás he dejado de reconocer su generosidad al venir a los programas y, por otra parte, nunca ha levantado un teléfono para plantear una queja a los dueños de los medios donde yo trabajaba. Eso no es común en la política argentina”.
–¿Los políticos suelen levantar el teléfono para quejarse o pedir tu cabeza?
–Sí, claro, por supuesto. Es más común de lo que todo el mundo cree.
–¿Intentaste tener a Cristina Fernández de Kirchner como invitada?
–Siempre lo hago, tanto en la radio como en la televisión. Salvo aquella vez que la entrevisté en 2017, a partir de una gestión de Daniel Hadad, jamás la pude entrevistar. En aquel momento, ella se presentaba como candidata a senadora.
–A partir de esa extensa conversación con la actual vicepresidenta, ¿qué sentís que se modificó en vos en la mirada que tenías sobre ella?
–En lo personal, aquella entrevista modificó una cuota de notoriedad impactante, hizo que mucha gente que jamás había visto mi trabajo reparara en mí. Eso debo agradecérselo a la nota. Más que cambiarme la opinión sobre ella, una visión que tuve en ese momento tenía que ver en cómo se manejaba, incluso en lo que rodeaba a aquella charla, en su relación y el trato con la gente que la acompañaba.
–¿A qué te referís?
–Encontré a una persona que no reconocía ningún par. Ni siquiera en su equipo había alguien donde ella descansara en la confianza absoluta. Siento que eso marca, también, la gestión política de Cristina Fernández. Confirmé, como dice Beatriz Sarlo, que es una mujer muy locuaz y que utiliza eso para evadir las preguntas concretas que se le formulan cuando no tiene ganas de contestar.
–No se puede desconocer su inteligencia.
–Cristina Kirchner es una mujer muy inteligente, de enorme estrategia política. Su mayor mérito es observar la política dos pasos adelante de la mayoría de los dirigentes argentinos. Ella ejerce y hace saber que tiene poder, no lo disimula, está muy cómoda en esa situación.
–En tu caso, ¿qué grado de poder conlleva el ejercicio de tu rol?
–Siento que tengo un grado de notoriedad interesante. Suelo distinguir entre los “famosos” y los “notorios”. Famosos son Mirtha Legrand, Susana Giménez, Marcelo Tinelli y Moria Casán. No sé cuántos más. Son personas que han visto hipotecada para siempre la posibilidad de tener una vida privada. Después estamos los notorios. En mi caso, tengo un grado de notoriedad importante, no lo voy a desmerecer. Siento que hay una mirada de consideración, porque lo que digo está pensado y porque puedo sentarme a conversar con cualquiera, lo que no es poco en Argentina.
Público y privado
–Hablabas de notoriedad y, en ese sentido, eso te aparejó cierta pérdida de intimidad o de algunas libertades. Además, vos has acompañado esa visibilidad de parte de tu vida privada.
–Te puedo poner una fecha del cambio de posicionamiento sobre mi vida personal: fue hace dos años, desde que estoy de novio con Braulio.
El periodista se refiere a Braulio Bauab, empresario del ámbito de los bienes raíces, con quien está comprometido, aunque con boda postergada debido a la pandemia del coronavirus. “No he perdido ningún grado de libertad por hablar sobre mi vida personal, todo lo contrario, he ganado una enorme cuota de estar relajado sobre este tema. Jamás oculté mi elección sexual a los míos, a quienes trabajaban conmigo, a mis conocidos, pero hacerlo tan público me permite estar mucho más relajado sobre algunas cuestiones. Además, siempre digo que ha sido de un enorme beneficio personal el cariño, el afecto, la buena onda que he recibido por este tema”.
–Abrir el ser verdadero siempre tiene todo a favor, no hay nada negativo.
–Siempre hay algo negativo.
–¿Por qué?
–Uno está preparado para que, en medio de una discusión, alguien te tire por la cabeza un “puto de mierda”, pero aprendí, con el paso del tiempo, que el insulto califica al que insulta y no al insultado. Cuando alguien recurre a ese insulto es porque se le terminaron los argumentos sobre lo que estaba discutiendo.
–¿Te ha sucedido en el aire o en conversaciones privadas?
–En redes, por supuesto. En una entrevista, solo una vez me pasó en una radio en Rosario donde trabajaba, allá lejos y hace tiempo. Al aire, nunca nadie más me ha corrido por ese lado. El que pierde siempre es el que insulta, que es quien pierde el respeto del otro.
Aquella vez que Braulio Bauab publicó en sus redes sociales una foto junto al periodista, se visibilizó la relación que ambos mantenían. “Braulio es un empresario sólido, es un papá de una niña de tres años que tiene con su amiga Virginia Laino, que es una persona estupenda. Tenemos mucha gente que nos quiere, en honor a eso no podíamos manejarnos como si se tratase de una relación clandestina, sino como lo que es, un hecho de amor. De todos modos, estoy convencido que uno puede mantener la privacidad. Hablo de los notorios, a los famosos se les complica. De hecho, en enero, nosotros estuvimos enfermos de Covid y decidimos contarlo cuando ya nos habíamos recuperado para poder transitarlo de la mejor manera posible. Nadie, absolutamente nadie, se enteró ni se publicó. Con esto te quiero decir que la privacidad se puede sostener hasta donde uno decide sostenerla”.
Además del inminente debut de la nueva temporada de Debo decir, conduce Novaresio 910 en las mañanas de radio La Red y Dicho esto en las noches del canal A24. En el escaso tiempo que le queda en su agenda, se ocupa de la vida familiar y de una de sus pasiones: la lectura. “Mi mesa de luz está bastante desordenada porque me acabo de mudar, pero me gusta tener el libro de Bioy Casares sobre Jorge Luis Borges, porque uno lo puede tomar cada noche como si fuese un breviario religioso. También tengo a mano el último libro de Alan Pauls y Corazón tan blanco de Javier Marías”.
–El escritor japonés Haruki Murakami plantea en un ensayo De qué hablamos cuando hablamos de escribir. En tu caso, ¿de qué hablamos cuando hablamos de leer? ¿Qué géneros y autores son los más transitados por vos?
–He sido un lector curioso y poco sistemático. Mi género preferido definitivamente es la ficción y la novela. Desde ya, Borges, Cortázar, Abelardo Castillo; Patricio Pron entre los jóvenes. Más allá de los argentinos, me interesan Virginia Woolf, Luigi Pirandello, Milan Kundera y la enorme Marguerite Yourcenar, su Memorias de Adriano es casi “mi” libro.
En su Rosario natal nació el germen por la lectura, por esos autores que hoy lo abrigan en los momentos de silencio, dedicados a cuestiones más esenciales que el abordaje de la realidad. En aquella ciudad, su ciudad, a la que regresa una y otra vez, sobreviven los empedrados transitados con sus padres, los aromas de esa casa natal. Hoy, el recuerdo mantiene viva la presencia de ellos. “A mi viejo lo recuerdo como una persona íntegra, justa, inteligente y culta. La vida no le permitió la academia, pero él mismo se concedió la posibilidad de ser un gran erudito. Un ser humano fenomenal, me da mucho orgullo cuando me preguntan si soy hijo de Luciano, porque era un gran tipo. Mi vieja era una persona de una tenacidad fascinante, distinta para su época. También siento gran orgullo por ella”.
–En algún posteo referido a tu padre hablabas de heredar sus virtudes y hasta la posibilidad de la paternidad ¿sigue en pie esa aspiración?
–Durante años dije que jamás haría pública mi orientación sexual y mirá dónde estoy. Así que no voy a decir más si quiero o no ser padre, por las dudas que la vida me lleve la contra.
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