Los vengadores, la serie que arremetió contra la mentalidad conservadora de su época
Década del 60. El policial en su acepción más genérica (detectives, espías, agentes del orden) estaba en su apogeo y rebosante de testosterona. Sea en soledad como Mike Hammer, El santo y el teniente Ballinger, o de a varios como los muchachos de Sunset Strip 77, los hombres llevaban las armas y el pulso de la narrativa televisiva. El cine se disponía a reforzar el concepto adoptando desde 1962 al misógino e implacable James Bond, cuyas aventuras literarias ya eran seguidas por millones.
Pero llegaría desde Inglaterra -también hogar del agente 007- una serie que pondría las cosas patas para arriba, arremetería contra la mentalidad conservadora de la época, y desafiaría no solo a la televisión, sino también a su tiempo: The Avengers, o como se los conoció de este lado del mundo, Los vengadores.
El hombre con bombín y la chica en ajustado cuero. O John Steed y Emma Peel. O Patrick MacNee y Diana Rigg. Estos recuerdos icónicos que perduraron en el imaginario y trascendieron formatos y plataformas no nacieron de un día para otro, fueron parte de un complicado proceso que llevó años y que, curiosamente comenzó en las antípodas de su leyenda. Tenía todos los números para ser una más del montón, pero con los años se transformó en una serie de culto.
¿Seguir la moda o ser la moda?
En 1960, el director de la cadena ABC (Associated British Corporation), Howard Thomas, le pidió al productor Sydney Newman una idea para una serie policial "en la línea de las películas de Alfred Hitchcock o los libros de James Bond, pero más pasatista". Así, el 10 de septiembre se estrenó Police Surgeon, con Ian Hendry en el rol de un médico que trabaja para la policía metropolitana. Fueron trece capítulos que no entusiasmaron a nadie.
Tres meses después la serie fue cancelada, pero Newman insistió con otra idea, parecida pero no tanto: otro médico (nuevamente a cargo de Hendry) pero acompañado de un agente secreto interpretado por Patrick Macnee. Ambos hombres trabajarían encubiertos, resolverían casos juntos, y se vestirían con unos pilotos muy de la época. El nuevo compañero se llamaría John Steed; y la serie, The Avengers.
Una anécdota, que de ser cierta profetizaría el espíritu de la serie, se dio en la primera reunión entre Macnee y Newman. Se dice que mientras el productor le contaba entusiasmado los detalles, el actor le preguntó porque había decidido llamarla Los vengadores, a lo que su interlocutor y creador del nombre respondió: "La verdad que no sé, pero no me vas a decir que no es un gran título".
Bueno era, pero así y todo Macnee no estaba muy convencido. Primero porque se tenía que dejar el bigote (cosa a la que se negó desde el vamos), y segundo porque la propuesta llegaba justo cuando estaba decidido a darse por vencido, dejar la actuación y dedicarse a producir. El intérprete ya tenía 38 años, quince de los cuales los dedicó a trajinar castings y papeles menores sin mayor suerte.
Macnee decidió dejarle la decisión al destino, pidió 250 libras por episodio (una fortuna para un actor con su magro currículum) y se sentó a esperar a que sonara el teléfono y le dijeran que no. Pero no siempre es tan fácil adivinarle la mano al destino, porque Newman entendió (o quiso entender) 250 libras por mes, y chocho le dijo que sí. Cuando se descubrió el error ya era tarde. El 21 de noviembre de 1960, la dupla protagónica de Los vengadores estaba confirmada.
"Lo que me entusiasmó -contaría Patrick Macnee años después- es que Steed era solamente un nombre, un agente secreto que vivía una vida de fantasía. Ellos me dejaron trabajar mi personaje como yo quisiera, así que me inspiré un poco en mi padre, también en el protagonista de la novela Pimpinela Escarlata, o incluso en el porte de actores como George Sanders. Tenía que ser un hombre muy particular, basta con decir que su arma mortal era un paraguas".
En la descripción el actor se refiere a la imagen refinada que adoptaría años después, porque en su primera etapa John Steed era bastante más rústico y violento, en la línea del James Bond de las novelas de Ian Fleming.
Aunque la primera temporada de Los vengadores tuvo 26 capítulos, hoy solo se conservan dos completos (Steed solo aparece en uno) y los primeros 15 minutos de un tercero, los demás se borraron para poder reutilizar las cintas en las que estaban grabados. Muy superior a Police surgeon, el producto generó el suficiente interés como para que ABC decidiera hacer 13 episodios más, pero problemas con el sindicato de actores demoraron la producción, y en el medio Ian Hendry decidió bajarse para probar suerte en el cine.
El problema era grave pero no tanto, porque con el correr de los capítulos John Steed había ganado protagonismo y el beneplácito de la audiencia. En otras palabras, Los vengadores podía seguir sin problemas, aun sin su primer protagonista.
La partida de Hendry fue la oportunidad para que los productores probaran una idea que les venía dando vueltas en la cabeza: sumar una presencia femenina al grupo. Y no como la típica "chica en problemas" del resto de los policiales, sino como una par de John Steed. La propuesta no solo no fue bien recibida por ABC, sino que casi termina con Los vengadores, justo cuando estaba a punto de despegar.
Rompiendo estereotipos
Para los directivos de ABC, romper el estereotipo de la pareja masculina incorporando a una actriz iba a significar tres cosas, todas indeseables: "Perder al público femenino, enfurecer a los hombres e incorporar un componente sexual no apropiado para un producto pasatista". Incluso llegaron a proponer que la chica en cuestión tuviera alguna discapacidad.
Nada de eso sucedió. La nueva compañera del agente secreto, Cathy Gale, resultó ser antropóloga y fotógrafa, experta en judo, compañera de Fidel Castro en la revolución cubana, y con un gusto particular por vestirse con cuero negro de pies a cabeza.
La actriz que la interpretó fue Honor Blackman: "Fue la primera mujer de la televisión inglesa en ser intelectualmente igual al hombre, y también la primera en defenderse de manera física. Al principio tuve problemas con los guionistas, hacerles entender que no era una mujer como las que estaban acostumbrados a describir, de las que esperaban al hombre para tomar una decisión, que no pensaba por sí misma ni podía seguir un proceso lógico. Me enfurecía. Entonces les dije que lo pensaran como un personaje masculino y yo después lo adaptaba". Blackman firmó por seis capítulos y se quedó dos años.
Para 1963 Los vengadores ya era un éxito en su país. Incluso había interesados en hacer un musical sobre ella, y también un guion para cine que se titularía The Avengers: The Pursuit Of Evil. Pero el 19 de septiembre, Honor Blackman les dijo a sus compañeros que dejaba la serie porque los productores Albert Broccoli y Harry Saltzman le habían ofrecido ser la contrafigura de Sean Connery en la tercera película de 007: Dedos de oro (Goldfinger, 1964).
"Me sentí muy mal porque su decisión fue repentina -contaba Patrick Macnee entonces-, pero enseguida entendí que si a alguien le ofrecen un papel importante en una película de James Bond, difícilmente quiera seguir haciendo televisión. Yo la voy a extrañar mucho, el programa la va a extrañar mucho. Ella es única".
La actriz también dio sus razones: "Ellos no se imaginaban que la iba a dejar porque la serie tenía un éxito enorme, pero ya habían pasado dos años y es muy difícil mantener la calidad de algo así. Al principio se molestaron porque al irme yo también se suspendía la película, algo que Patrick tenía muchas ganas de hacer. Fue muy duro para mí tomar la decisión porque nos divertíamos mucho haciendo Los vengadores".
Sin película y sin coestrella, Los vengadores tomaba un destino incierto. Nadie sabía en ese momento, que meses después estarían filmando el primer capítulo de la cuarta temporada, con John Steed en el umbral de la casa de su nueva compañera; y la serie, en el umbral del despegue internacional.
Mi nombre es Peel, Emma Peel
Marie Donaldson, colaboradora de la cadena ABC y fan de Los vengadores, estaba convencida de que la futura coprotagonista de la serie no solo debía seguir las características del personaje impuestas por Honor Blackman, sino que también tenía que tener mucho "man appeal" (ser atractiva para el público masculino). Este concepto le daba vueltas y vueltas en la cabeza, y de "man appeal" pasó a "M-Appeal", y de ahí a un nombre que quedaría en la historia: Emma Peel.
Decenas de actrices audicionaron para el rol. La primera elegida fue Elizabeth Shepherd, que llegó a grabar dos episodios nunca emitidos, porque antes los productores se dieron cuenta de que habían cometido un gran error: era hermosa pero no tenía química con Steed. Así que le dieron las gracias, la mandaron a su casa y fueron por el Plan B, una actriz llamada Diana Rigg, que casting tras casting los convenció de que no había otra como ella. Y tenía razón.
Según Macnee: "Cuando Diana llegó al programa tenía solo 28 años, pero ya demostraba un sentido de la comedia increíble. Tanto así que me llevó a cambiar mi propio estilo. La cuarta temporada de Los vengadores fue la primera que grabábamos en soporte fílmico, así que necesitábamos un nuevo enfoque, y ella tuvo mucho que ver con eso. Con la autorización de los autores, sumábamos nuestras ideas a las escenas para potenciar ese estilo absurdo de comedia que tanto disfrutábamos. Incluso había veces que nos intercambiábamos los diálogos para que el resultado fuera más efectivo".
Con el equilibrio justo entre fuerza, personalidad y sensualidad, Emma Peel se convirtió en un ícono de la cultura popular por su estilo, por su simpatía, por sus catsuits, y por un inocente juego de seducción con su compañero que nunca terminaba de concretarse pero fascinaba a la audiencia.
Al equipo creativo se habían sumado Brian Clemens y Albert Fennell, que llevaron las historias a un terreno más bizarro, absurdo y de comedia, que iba de maravillas con el perfil de los personajes. Así empezaron a aparecer científicos locos, extraterrestres, y momentos reñidos de toda lógica. Fue una apuesta arriesgada, sí, pero salió tan bien que cambió para siempre la historia del policial televisivo.
En la quinta temporada (1966-1967), llegó también el color a Los vengadores, lo que le permitió conquistar el mercado norteamericano, y consecuentemente el latinoamericano. Para entonces, el programa era visto por 30 millones de personas en 40 países. En la Argentina se emitió por primera vez en 1967, ya con el binomio Macnee-Rigg, desde este lado del mapa no se tenía registro del período de Honor Blackman.
Con el cambio de año llegó también la decisión de Diana Rigg de dejar la serie. Al igual que su predecesora, el cine la llamaba: primero con la adaptación cinematográfica de Sueño de una noche de verano (A Midsummer Night's Dream, 1968) y luego también con una película de James Bond, Al servicio secreto de Su Majestad (On Her Majesty's Secret Service, 1969).
Un nuevo cimbronazo sacudió a Los vengadores, pero este vino con bonus. Porque a pesar de los buenos números, en vista de continuar sumando mercados más conservadores, la cadena de televisión no estaba conforme con el nivel de absurdo al que había llegado, y decidió echar a Clemens y Fennell, responsables de los dos últimos y más brillantes años. Y así la serie entró en su período más oscuro.
Nada es para siempre
Buscando volver a sus orígenes, regresó a Los vengadores John Bryce, quien había estado a cargo de las tres primeras temporadas. El productor inmediatamente decidió eliminar la mayor parte del "humor kitsch" del período anterior y eligió a la debutante Linda Thorson (recomendada por el director John Huston) como nueva compañera de Macnee. Su idea para justificar el cambio fue decir que Emma Peel había sido asesinada entre una temporada y otra. Por suerte esos guiones nunca salieron a la luz, sino los fans todavía lo estarían buscando.
Se grabaron siete episodios cuando todavía la serie no estaba al aire. Y como los resultados no eran los esperados, la cadena decidió recuperar a Clemens y Fennell para que pilotearan el desastre. Nuevamente al mando, la primera decisión de los repatriados fue darle a Emma Peel la despedida que se merecía.
Brian Clemens comenzó a escribir el legendario capítulo "Forget Me Knot" un viernes, terminó un sábado y se empezó a filmar el miércoles. Se convocó nuevamente a Diana Rigg -que aceptó encantada volver por un rato-, y así nació una historia que sirvió como excusa para despedir a Emma y recibir a Tara King (Linda Thorson). En ella, la Sra. Peel descubría que su marido -Peter, un piloto de pruebas muerto en un accidente aéreo- había sido encontrado con vida en la selva amazónica, y decidía abandonar su trabajo de agente para vivir a su lado.
Dos momentos quedaron en la memoria emotiva de los fans alrededor del mundo. El primero fue descubrir que Peter Peel era prácticamente igual a John Steed, y el segundo fue la escena en la que Emma y Tara se cruzan, una saliendo de la casa y la otra entrando. Una mirada, una frase, y el mejor final de un personaje en la historia de la televisión mundial.
A pesar de la carga simbólica que había tenido Diana Rigg en Los vengadores, Linda Thorson estuvo a la altura del reemplazo, aun cuando Brian Clemens no le ponía ni media ficha: "Cuando la conocí me preocupé. Acababa de salir de la escuela de teatro, no tenía experiencia, era canadiense por lo que su sentido del humor no era el mismo que el nuestro. Y por alguna razón usaba una peluca rubia que la hacía ver como Harpo Marx".
Esa "razón" estaba muy lejos de ser un capricho de la actriz, y tenía relación directa con una de las tantas malas decisiones que había tomado John Bryce durante su breve administración: "John tenían tanto miedo de que me pareciera a Diana que hacía cualquier cosa por alejarme de su imagen. Rubia en lugar de morocha, atuendos rosas en lugar de negros. Me tiñeron tantas veces que se me cayó el pelo, por eso en los primeros capítulos aparecía con distintas pelucas. Tuve que esconderme en mi casa durante seis meses, hasta que me creció el pelo y pude mostrar mi cara en público", reveló la actriz más tarde.
Otra preocupación fue la diferencia de edad entre ambos protagonistas. En 1968, Patrick Macnee tenía 46 años, y su nueva compañera en la ficción, 21. Aquel juego de seducción que funcionaba tan bien con Honor Blackman primero y con Diana Rigg después, ahora se veía raro. "Era un problema -continúa el productor- porque ella estaba deslumbrada por él pero Steed no parecía un par de Tara sino más bien un tío; o lo que es peor, un ‘viejo verde’".
Macnee también era consciente del paso del tiempo: "Cuando se fue Diana pensé en irme yo, pero me quedé porque siempre pensé que cuando uno empieza algo siempre debe seguirlo hasta el final. Pero estoy un poco cansado y ya empiezo a parecer Matusalén. Tengo doble papada y mi estómago está cada día más grande. Entonces me pregunto, cuánto tiempo más puedo llevar adelante la serie luciendo así. Dejé de fumar y mi doctor me está dando unos medicamentos para controlar mi peso".
Sin las mismas ganas, la misma imagen y el mismo rating, no quedaba mucho por hacer. El último capítulo de Los vengadores se emitió el 14 de septiembre de 1969, con una escena final en la que John y Tara brindaban con champagne rumbo al espacio, dentro de un cohete que él mismo había construido "en el jardín de su casa". El episodio, lógicamente, se llamó "Bizarro". Una despedida muy al estilo de "avengers".
A partir de su cancelación existieron muchas ideas para reflotar la serie. Pero fue una marca francesa de champagne la que logró lo imposible.
Un poco de amor francés
En 1975, Albert Fennell y Brian Clemens recibieron la llamada de Rudolph Raffi, ejecutivo de televisión en Francia, para preguntarles si a Macnee y a Thorson les interesaría hacer la publicidad del champagne Laurent-Perrier. Acordado el guion y el cachet, ambos actores retornaron a sus roles, y la publicidad fue un éxito.
Durante las negociaciones, Raffi descubrió que la serie se había cancelado seis años antes, y les propuso a los productores financiar su regreso. The New Avengers, sin Tara King pero con John Steed estrenando a un nuevo equipo, se estrenó un año más tarde. Se emitieron 26 capítulos, pero nada fue lo mismo, y el producto pasó sin pena ni gloria.
En 1998 se hizo un nuevo intento, esta vez para la pantalla grande, con Ralph Fiennes, Uma Thurman y Sean Connery. Lo que se vio fue tan desastroso que ni responsables ni publico se acuerdan con mucho cariño del engendro. Es más, junto a Batman y Robin, Highlander 2 y Striptease, esta película figura en el ranking de las peores superproducciones de los ‘90.
Los intentos de perpetuar a los personajes continuaron también en novelas de bolsillo, guiones para radio, obras de teatro y hasta comics. El ejemplo más reciente en este terreno fue la serie de seis tomos de 2017: Batman ’66 conoce a Steed y Mrs. Peel, donde se cruza el universo de Los vengadores con el dúo dinámico de la televisión. La idea es simpática, y hasta tiene puntos de conexión con el espíritu de la serie original, pero más allá del componente nostálgico no aporta mucho más. Alan Moore, en cambio, sí se tomó en serio el homenaje, y en La liga de los hombres extraordinarios incluyó varias referencias a Los vengadores que entusiasmaron a los fans.
Otro proyecto reciente fue la edición en formato audio de los guiones de la primera temporada, como un modo de recuperar el material desaparecido. Fue una excelente noticia para los seguidores, como previamente había sido el lanzamiento de la serie restaurada en DVD y Blu Ray, o su reciente inclusión en el catálogo de Amazon Prime Video, lamentablemente, sin subtítulos en español.
Todavía hoy, a sesenta años de su estreno, Los vengadores conserva un público fiel que la recuerda, la sigue viendo y la venera. Y aunque el segmento millennial relacione su nombre a la saga de superhéroes de Marvel, John Steed siempre estará ahí, listo para tener una pelea feroz sin que se le caiga el bombín, detenerse en medio de un caso para cortar una flor, o brindar junto a su compañera con una copa del más fino champagne.
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