A lo largo de más de cinco décadas, la estrella encontró en su público a los interlocutores válidos para hacer catarsis y transitar las pérdidas de sus seres queridos; un fenómeno confesional que fideliza a sus seguidores y transforma el dolor en un hecho público
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“Les he dado mi vida”, suele repetir Mirtha Legrand, en referencia a su consecuente afición por el trabajo y al lugar que ocupa el público en su vida. Acaso esa aseveración llegue al paroxismo ante la muerte de algunos de sus seres más queridos, circunstancias en las que atravesó el dolor transitando su duelo frente a las cámaras.
Con la vuelta de La noche de Mirtha y de Almorzando con Mirtha Legrand -este último conducido por Juana Viale-, ambos por la pantalla de eltrece, han pasado ya 54 años desde que el formato debutó en el histórico Canal 9 Libertad de Alejandro Romay. En todas esas décadas, la conductora, como cualquier mortal, atravesó más de una pérdida. Sin embargo, nada la detuvo en su laboriosa tarea al frente de las mesas en la que es anfitriona de comensales famosos. La diva lloró ante sus seguidores como quien comparte las penas más profundas y desgarradas junto a sus seres queridos.
Primero fue Daniel Tinayre y, algunos años después, la partida de su hijo Daniel. Más acá en el tiempo, Chiquita perdió a su hermano José Martínez Suárez y, ya con la pandemia marcando el pulso del mundo, falleció su gemela Silvia. El pasado 1° de septiembre murió Nelly Trenti, la histórica locutora del ciclo a quien Mirtha recordó en el primer programa de este año.
Esto es la soledad
Promediaba el mes de agosto de 1994, cuando el director de cine y productor Daniel Tinayre comenzó a percibir algunas molestias. Los primeros diagnósticos no fueron claros hasta que llegó la confirmación de que se trataba de un tipo de hepatitis. Quizás porque ya había cumplido los 84 años, Tinayre tuvo la presunción que el cuadro se complicaría. Tenía razón.
“Daniel, estamos llegando al año 2000, es solo una hepatitis”, lo alentaba su mujer. La diva solía encontrar a su esposo extremadamente preocupado, aun cuando las molestias no eran demasiado importantes.
El fin de semana del 22 de octubre de 1994, y ante una descompensación, Tinayre fue trasladado en ambulancia desde el piso familiar en Avenida del Libertador hasta un reconocido centro de salud privado. Detrás, Carlos Rottemberg conducía su vehículo llevando a Mirtha Legrand.
El desenlace fue veloz. Pocas horas antes de morir, Tinayre se quitó la mascarilla que le proporcionaba oxígeno y miró hacia sus laterales. A un lado estaba su esposa de toda la vida, la mujer que creció artísticamente bajo su ala hasta convertirse en una de las personas mas famosas e incluyentes del país. Enfrentado a Mirtha, el productor Carlos Rottemberg, en ese momento socio de Tinayre en la producción de Almorzando con Mirtha Legrand, que todavía salía en tira diaria por la pantalla de Canal 9. “El lunes andá al canal”, le dijo el director a su mujer. “Cuidámela”, le suplicó a su socio y amigo.
El 23 de octubre, Tinayre exhaló por última vez. Ahora era el tiempo en el que Mirtha y Rottemberg debían cumplir su mandato. El empresario teatral siguió varios años más produciendo los almuerzos hasta que siguió la posta Nacho Viale, el nieto de la estrella. Mirtha se tomó solo quince días de recogimiento absoluto antes de volver a enfrentar las cámaras de su programa y transitar su viudez ante millones de personas.
Durante los diez programas en los que Chiquita estuvo ausente, Alejandro Romay, dueño del canal, condujo Esperando a Mirtha. Utilizó la misma escenografía del estudio de Bernardo de Irigoyen y México, totalmente diseñada por Tinayre, pero sin que se sirviera el almuerzo. En el living, recibió a populares figuras que homenajearon al director fallecido y le auguraban buenos deseos a la conductora.
“Quisiera decirles que es el momento más duro que me toca vivir en toda mi carrera artística, en toda mi vida. Esta vuelta a hacer este programa, que queríamos tanto con Daniel, es sumamente doloroso. Hace hoy quince días que le estábamos dando cristiana sepultura a mi querido, a mi amado Daniel”, fueron las primeras palabras de la estrella que se quebró en un llanto desconsolado, pidiéndole disculpas al público por la escena inusual.
“Nadie me obligó ni me apuró a regresar al programa, lo hago porque deseo hacerlo”, dijo ese mismo lunes en el que volvió al aire ante los televidentes de siempre y los que se acercaron a la pantalla de Canal 9 para observar la ceremonia del duelo televisado. El rating explotó. Mirtha le pidió a los reporteros gráficos que abandonaran las guardias en la puerta de su casa porque deseaba hacer una vida normal, incluida una postergada visita al camposanto de Pilar donde estaba enterrado su marido.
Aquel programa, que fue presentado como un “homenaje al señor Daniel Tinayre”, según la locución de Nelly Trenti, se llevó a cabo en el living de la escenografía y, entre otras figuras reconocidas, muy vinculadas al matrimonio Legrand-Tinayre, dijeron presente Delia Garcés, Enrique Pinti y Leonardo Favio.
Con el tiempo, Mirtha se apoderó mucho más de su programa y se convirtió en una mujer incisiva que ejercía el periodismo sin ser periodista y que comenzaba a marcar agenda.
Algunas semanas después, Chiquita retomó el hábito de ir a cenar los sábados por la noche con Carlos Rottemberg, Emilio Disi y sus esposas, Mercedes Carreras y Juan Carlos y Coca Calabró. “Luego de la primera cena, Calabró me acercó con su vehículo hasta mi casa. Cuando puse la llave en la cerradura, abrí la puerta y encendí la luz, hábitos que hacía con caballerosidad Daniel, me dije en voz alta: ´Chiquita, esto es la soledad´”.
Sin palabras
“Que a uno se le muera un hijo es anormal, no debiera ser así. Cuando se muere el marido, existe la viudez; se muere un padre y uno queda huérfano, pero cuando se muere un hijo no sé qué es”. Otra vez Mirtha Legrand hizo su catarsis pública frente a las cámaras de su programa. Si la muerte de Daniel Tinayre la sumió en un profundo dolor, este nuevo duelo llevaba el sello de lo antinatural que, a veces, también sucede.
A mediados de 1999, Mirtha regresó a la televisión, luego de seis meses de ausencia. El paréntesis fue inusual, ya que solía arrancar cada nueva temporada entre los meses de marzo y abril. El motivo estaba más que justificado, la diva se veía impedida de poder superar el dolor por la muerte de su hijo.
El 20 de abril de 1999, a las 11.45 de la mañana, “Dani” -como lo llamaba Mirtha- falleció en el cuarto especialmente acondicionado que su madre preparó en su piso de Palermo. Ya hacía tiempo que Legrand había suspendido su vida social y solo atendía los llamados de sus hermanos, su hija Marcela y Rottemberg.
En dos meses, un cáncer de páncreas pudo con la vida de Daniel Tinayre (h), de 51 años y de profesión veterinario, con quien la estrella tuvo altibajos en el vínculo dadas las diferencias entre sus estilos de vida. Él siempre fue un hombre reservado que detestaba el bullicio de la fama.
Cuando Mirtha Legrand regresó a conducir los almuerzos, el programa salía por la pantalla de América y la cortina musical, en lugar del clásico “Emperatriz” se había transformado en “Mirtha de América”, también compuesto por el maestro Luis María Serra. Aún el productor del ciclo era Rottemberg, mano derecha y hombre de estricta confianza de Legrand.
“Perder a un hijo es algo terrible, nadie lo imagina”, dijo en aquel programa. El estudio estaba atestado de gente. Había periodistas y reporteros gráficos, algunos amigos íntimos de la diva, su hija Marcela Tinayre y sus nietos Nacho y Juana Viale, quienes - a pedido de su abuela- se acercaron a saludarla frente a cámaras con notoria timidez, ya que eran adolescentes y aún estaban lejos de ser profesionales del medio. Paradojas de la vida, con los años, él produciría a su abuela y ella la reemplazaría en la conducción.
Tal como había sucedido cuando había muerto su marido, el programa tampoco salía desde los estudios centrales del canal, sino desde un set de Estrellas, la productora de Héctor Ricardo García, ubicado en Riobamba y Sarmiento, donde funcionaba Crónica TV y, hasta el atentado sufrido en los años setenta, el Teatro Estrellas, también propiedad del empresario de medios.
“Quiero que sepan que mi hijo Daniel fue una persona maravillosa”, dijo la diva aquel mediodía en una alocución de casi media hora, donde también reconoció: “Creo que no volveré a ser la Mirtha de antes”. Vestida íntegramente de negro reconoció que Alfredo Odorisio, autoridad de América, y Rottemberg se acercaban a su domicilio ofreciéndole volver al trabajo, pero ella, una y otra vez, sostenía que no estaba en condiciones de volver. Hasta que volvió...
“Antes de irse me dijo: ´Mamá, te quiero´, es el segundo duelo que me toca vivir en televisión”, recordó entre lágrimas y dejando en claro que habían superado diferencias de antaño. La enfermedad volvió a vincular a la madre con su hijo.
Luego del primer programa, Almorzando con Mirtha Legrand volvió a su dinámica habitual, reuniendo frente a la mesa a los comensales famosos. Ese año, la estrella también hizo La noche de Mirtha, un ciclo semanal nocturno donde visitaba la casa de candidatos políticos y famosos del espectáculo.
Adiós, hermano
“Adiós Josecito querido, adiós hermano querido”. El sábado 24 de agosto de 2019, Mirtha Legrand salió al aire en vivo, ya por la pantalla de eltrece y con la producción de StoryLab, la compañía de su nieto Nacho Viale. En la apertura, sentada en su escritorio y vestida con un luto interrumpido por unas pequeñas flores blancas, la diva leyó unas líneas en recuerdo de su hermano.
El director de cine, investigador, teórico y presidente del Festival de Cine de Mar del Plata, José Martínez Suárez, falleció el 17 de agosto del 2019, luego de varios días de internación en el que su hermana Mirtha lo visitó diariamente.
Nuevamente, la diva decidió continuar con su labor con profesionalismo y transitar el duelo ante las cámaras. “Se fue un grande”, había expresado en la puerta del velatorio y, en su ciclo, recordó que, según ella, José era “lo mejor de la familia”, una humorada que repite asiduamente.
José Martínez Suárez, mayor que sus hermanas Mirtha y Silvia, solía mantener discreción con respecto a la vida pública, aunque no se ha privado de asistir a los almuerzos de la diva. El realizador de los films El crack y Noches sin lunas ni soles era un sibarita del arte cinematográfico, un estudioso y maestro de grandes guionistas y directores como Juan José Campanella.
Mirtha lo despidió llorando, pero - quizás por la madurez de los años y porque se trataba de un hombre de 93 años- con menos dramatismo que en sus duelos anteriores, aunque eso no le restó dolor a la situación. Acaso se trató de la aceptación inteligente de la vejez.
Goldy
La pandemia ya se había instalado en el mundo y la Argentina atravesaba su momento de confinamiento más estricto. Las vacunas no estaban masificadas y el desconocimiento generaba aún más temor. En ese contexto, el 1 de mayo de 2020, murió Silvia “Goldy” Legrand, la hermana gemela de Mirtha, quien se retiró del mundo artístico siendo joven para dedicarse a la vida familiar.
Silvia Legrand falleció mientras dormía una siesta. A pesar de ser una mujer muy mayor, nada hacía suponer ese desenlace. La noche anterior había conversado, como lo hacían tantas veces por día, con Mirtha. Así como el nombre real de Mirtha es Rosa María Martínez Suárez, el de su hermana era el extenso María Aurelia Paula Martínez Suárez.
Esta vez, los programas de la diva habían comenzado a ser conducidos por Juana Viale, ante la imposibilidad de su abuela de exponerse en medio de la pandemia. Marcela Tinayre fue quien le comunicó a su madre la muerte de su hermana. Aquella tarde, la conductora del magazine televisivo Las rubias cruzó raudamente la plaza Alemania, previo pedido a Elvira, la histórica asistente de Mirtha, que no le permitiera a la diva mirar televisión o acceder a su teléfono móvil. Marcela temía por la reacción de su madre.
Mirtha acababa de despertar de una siesta cuando Marcela ingresó a su cuarto, se arrodilló a su lado y le comunicó que su hermana se había descompensado. Rápida de reflejos, la diva le susurró: “¿Murió?”.
Mirtha pidió e imploró ir a despedir a Silvia, pero los riesgos de la pandemia y las limitaciones que regían la circulación lo hacían imposible. La diva levantó la voz y fueron su hija Marcela y Rottemberg los que le explicaron las razones por las que no podría despedir en persona a su amada hermana.
Al día siguiente del fallecimiento, Juana Viale, al frente de La noche de Mirtha, despidió a Goldy. Un video la homenajeó y la conductora comentó algunos detalles familiares que caracterizaban a la hermana de su abuela.
Cada vez que Legrand apareció ocasionalmente en su programa durante la pandemia que la alejó de la regularidad del trabajo, recordó a su hermana fallecida. El sábado 19 de diciembre del 2020 reconoció que “era todo” para ella.
“No le pude dar un beso, no la pude acompañar al cementerio, es una cosa que me cuesta superar”, dijo Mirtha cuando volvió a aparecer ocasionalmente en su programa el sábado 28 de agosto del año pasado. Una vez más, la diva encontraba en su mesa televisiva la forma catártica de seguir transitando su duelo.
“Tengo una foto, donde veo gente que está llevando un ataúd y yo miro y digo ´ahí está mi hermana´”. Emocionó con su relato. Y si toda muerte es dolorosa, el golpe para una mujer que se va acercando a su centenario es implacable.
La voz
Y este año cuando Mirtha volvió a sentarse en la cabecera de su mesa, luego de casi un año de no estar frente a las cámaras, se acordó de Nelly Trenti, la locutora que le dio identidad a las presentaciones de sus programas. Aunque ya lo hizo a través de sus redes sociales, la estrella no dejó de mencionarla en el inicio de su esperado regreso a la televisión.
El “almuerzan hoy con la señora Mirtha Legrand” se convirtió en un sello de la locutora fallecida el pasado 1° de septiembre. Trenti - que fue una pionera de nuestra televisión- llevaba casi tres décadas trabajando junto a la diva.
Mirtha Legrand y su programa crecieron juntos. La diva, que el 23 de febrero cumplirá 96 años, fue fiel a su público y a su devoción por el trabajo. “Les he dado mi vida”, dijo una y otra vez. Y en esa ceremonia de la confesión pública, encontró en sus seguidores a los interlocutores válidos para transitar sus duelos y hacer la catarsis ante las pérdidas irreparables y más dolorosas. Aquello más íntimo, Mirtha lo convierte en un padecimiento público apoyándose en la fidelización de quienes la admiran.
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