Lo que Elegidos no muestra en pantalla
Una mirada tras bastidores a la competencia musical de Telefé
Son casi las ocho de una tarde lluviosa y fría. En las pantallas de los televisores, siempre sintonizados en Telefé, se ven todavía imágenes de ¿Qué culpa tiene Fatmagul?, la telenovela turca que emite el canal. Faltan unos quince minutos para que empiece el noticiero de la tarde y poco más de hora y media para que Marley ocupe el centro de la escena y oficie de maestro de ceremonias en una nueva emisión de Elegidos, la música en tus manos. Sin embargo en el estudio desde el que se emite en vivo el ciclo cada martes y jueves, el programa ya está en pleno desarrollo en una suerte de previa desconocida para los televidentes.
Cerca de medio millar de personas van siendo ubicadas por asistentes en las gradas del estudio 4 de Ronda, en Martínez (justo al lado del set de Susana Giménez).Entre ellos están los amigos de los participantes y otros que, sin conocerlos, sienten admiración por su talento. Un productor, micrófono en mano, da las instrucciones para que toda esta maniobra se realice lo más ordenadamente posible. "Ahora, que pasen por favor los familiares y se ubiquen en estos lugares de acá. Con documentos en mano para acreditar el parentesco y que nadie se haga el vivo para estar más cerca de la Sole", dice con una sonrisa y guiñando el ojo, a la vez que señala unos sillones ubicados al lado del escenario, junto a los lugares asignados al jurado.
El mismo productor explicará al público qué deberá hacer cuando el programa esté en el aire, prácticamente hasta el momento en que se enciendan las cámaras. Además de dar las instrucciones precisas, deberá desplegar sus mejores chistes para entretenerlos hasta entonces. Alrededor suyo, un enjambre de camarógrafos, sonidistas, iluminadores y escenógrafos, prueban, cambian, retocan, arman, trasladan, ubican, limpian los elementos necesarios para que el show comience y fascine a los miles de televidentes que lo disfrutan en directo dos veces a la semana.
Las luces están encendidas a pleno. Las pantallas de led que rodean el escenario muestran imágenes brillantes que cambian con un ritmo deslumbrante. Reflectores móviles de colores forman una suerte de danza improvisada y aleatoria sobre el brillo del piso. Los camarógrafos prueban una y otra vez aparatos de última generación que se manejan a control remoto y con los que se hace foco también a distancia. Una grúa que se maneja desde lejos y consigue imágenes en ángulos inimaginables es la estrella de todo este aparataje novedoso con que cuenta el canal. Un operador de steadycam se coloca los arneses y prueba, con la ayuda de un par de asistentes, las imágenes que genera al moverse con su cámara por los distintos lugares del estudio en los que deberá trabajar esa noche. En ese momento, a un escenógrafo se le acaba el rollo de cinta (chonflex, en la jerga televisiva) y pide en voz alta que alguien le alcance un poco más.
De repente, baja la intensidad de las luces al punto que todo queda en penumbras. Dos pantallas gigantes a los costados de las tribunas se encienden y la voz del locutor del canal se escucha a todo volumen . "¡Telefé les da la bienvenida a Elegidos, la música en tus manos! Estamos muy contentos de recibir su visita …", sostiene el discurso que se escucha de fondo. En las pantallas aparece escrito el texto de lo que dice la voz. Lo que sigue son las recomendaciones de seguridad sobre cómo actuar en casos de emergencia, como se acostumbra a hacer en un avión a punto de despegar. El productor que daba las instrucciones al público hace los gestos de una azafata para indicar con las manos la ubicación de las salidas de emergencia. Las carcajadas se generalizan, pero el mensaje queda claro para todos.
Las luces se vuelven a encender. "Ustedes conocen a este señor. Les aseguro que lo conocen", dice el productor encargado de instruir y entretener al público. Trae del brazo a un señor al que nadie reconoce y lo pone frente a un micrófono. El hombre se pone a recitar la letra de una de las promociones del canal y se produce el milagro. Es el timbre inconfundible de la voz del locutor oficial de Telefé. Diego Achaga es su nombre y la tribuna, para quien ahora es alguien reconocible, estalla en aplausos y ovaciones.
En un costado, los técnicos se reúnen alrededor del director, Fernando Emiliozzi, y junto con él repasan la pauta del día y van aclarando las dudas sobre qué hacer en cada parte del programa. Esta es una tarea técnica necesaria, pero además cumple con el hecho de ser una cábala que se repite unos 30 minutos antes de que empiece cada programa y siempre en el mismo lugar del estudio. Por otro lado, el equipo de producción, con el productor ejecutivo Diego Nuñez a la cabeza, también se junta por las mismas dos razones, a la misma hora, en una oficina del canal.
En el control se reúnen los participantes y sus coaches. No es un momento fácil para ellos. Los nervios están casi en su máximo nivel. Los entrenadores hacen lo que pueden para calmarlos. Los invitan a hacer gimnasia grupal. Algunos saltan, bailan y cantan en grupo. Otros prefieren alejarse un poco y afinar sus instrumentos. Todos tienen el cuerpo tenso y la sonrisa dibujada artificialmente en la cara. Las maquilladoras también recorren uno a uno los rostros de los concursantes y van retocándoles el maquillaje, casi como terapia. A otros les peinan los cabellos mayoritariamente de punta. De repente, alguien, sin razón aparente, se larga a llorar en un rincón. Con rapidez los asistentes le acercan agua, que ayuda a bajar las tensiones. Los casos más complicados son aquellos –que se dan a montones– en los que las victimas se quedan sin voz minutos antes de salir a escena. Allí los coaches optan por llevarlos a una habitación aparte, donde tratan de solucionarlo con ejercicios de respiración. También ayudan las infusiones con miel. Y si el caso es muy difícil, cosa que no pasa a menudo, los médicos del canal tienen que intervenir y aplicar algún tipo de corticoide que devuelva la voz de inmediato.
Mientras todo esto ocurre el reloj avanza inexorablemente. "¡Faltan 30 para el aire!", dijo hace un ratito nomás un asistente de producción. ¡"Vamos en 6!", anuncia ahora y todo se acelera. "¡Aire en tres minutos!", grita finalmente cuando ya Marley ocupa el centro del estudio con los jurados a su alrededor. La luz del estudio ya está en su nivel adecuado. Una tensión creciente se percibe en el rumor sordo que satura el ambiente. Hasta que el jefe de piso grita: "¡Aire!", y todo se pone en marcha. El grito de las tribunas en el estudio es ensordecedor, al punto que allí no se escucha la presentación que hace Marley. Obviamente, gracias al trabajo de los técnicos de sonido en las casa se escucha perfectamente todo.
Los primeros videos de los participantes se ponen al aire y en el estudio, cuyas imágenes no se ven en las casas, los jurados ocupan sus sitios y entre ellos y Marley con los participantes baja y se interpone una pared negra, que no es otra cosa que una pantalla circular enorme de Led. Allí, del lado en que están el conductor y los concursantes, iran apareciendo las caritas de quienes votan con sus teléfonos inteligentes. Los jurados no tienen ese dato y deberán decidir ajenos a esas cifras. El nerviosismo, la emoción y la belleza del talento se hacen presentes en el estudio durante el turno de cada concursante. Entre una participación y otra, un ejército de operarios de limpieza pone en condiciones el escenario. Detrás de él, en un rinconcito que está armado como la barra de un bar, trabaja la gente de AM –el programa matutino de Telefé–, entrevistando a cada participante luego de su actuación y los técnicos del sitio web del canal trabajan a contra reloj para editar fragmentos del programa que suben a la web. Toda una actividad que es parte de un ciclo que abarca mucho más de lo que sale al aire en vivo.
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