Antes del final, lo mejor y lo peor de Las Estrellas
Esta noche termina Las Estrellas , la tira de Eltrece que consiguió hacerse de un público fiel y convertirse en una de las ficciones más exitosas de 2017. Para palpitar el gran final, presentamos un recuento de lo mejor y lo peor de una historia de cinco hermanas que, obligadas a convivir, fueron aprendiendo a lo largo de un año a dejar atrás sus fobias y a jugarse por lo que sienten.
LO MEJOR
Una pareja con química
Él se moría de ganas de mostrar que no solo puede prestarles su cuerpo musculoso a valientes galanes sensibles; ella quería verse, por primera vez, lejos del rol de damisela dulce y cándida. Y al fin, con Las Estrellas, les llegó esa oportunidad que esperaban.
Lejos de la tierna maestra jardinera que compuso en Señores Papis o de la rica heroína de Valientes, Marcela Kloosterboer se probó esta vez otro traje, el de la fría, fóbica y soberbia Lucía Estrella. Su composición fue uno de los grandes hallazgos de la novela. Tanto, que a pesar de ser odiosa en algunos pasajes de la trama, resultó siendo la hermana favorita del público en una votación abierta que se realizó en el canal oficial que la novela tiene en YouTube.
Pero gran parte del éxito del personaje se debe, también, a la poderosa química que la actriz supo construir con su galán, Luciano Castro . La conjunción entre Lucía y ese remisero de camisas ceñidas, lentes oscuros a toda hora y sacos de colores pastel podría haber sido poco creíble. Sin embargo, a fuerza de miradas cómplices, frases fuera de libreto y una confianza plena que trascendió la pantalla, los actores supieron convertirse en la pareja más festejada.
De hecho, Castro iba a participar de la novela tan solo unos meses para luego sumarse a las grabaciones de Simona, pero el éxito tanto del personaje como de la dupla con Kloosterboer lo “obligaron” a permanecer en la ficción hasta el final.
Gracias a Mariano, Lucía fue saliendo de ese cascarón en el que decidía esconderse. Y la llegada de las mellizas Lucía Mariana y Mariana Lucía se convirtió en el hito más esperado y a la vez fundacional de la nueva vida de la particular hermana.
La (talentosa) chica de al lado
Natalie Pérez venía desde hace tiempo pidiendo pista. Ya había demostrado con creces que podía encarnar cualquier tipo de personajes, pero, también, que era hora de hacer el pasaje de contrafigura (Guapas, Esperanza mía) a protagonista.
Carla, su personaje, es el que mejor encarna el espíritu de las hermanas Estrella: insegura, histérica, impulsiva, superficial, algo altanera, pero sensible y buena amiga. Por eso, quizás fue la hermana que más participación tuvo en las historias de las otras Estrellas: es la confidente y la voz de la conciencia de Lucía, supo construir rápidamente un vínculo con Miranda y apoyó a Florencia en cada una de sus decisiones, desde huir de la iglesia hasta aceptar sus sentimientos por Jazmín.
También es la que más intervención tuvo en los asuntos concernientes al hotel y la única que supo construir, para bien y para mal, algún tipo de relación con los empleados.
Fresca y siempre convincente, Pérez supo aprovechar cada una de sus escenas. Y aunque por capricho de los guionistas Carla se convirtió en el personaje de apoyo de sus cuatro hermanas, la actriz supo cómo transformar a esa chica ciclotímica, algo maltratadora, mentirosa y competitiva en alguien entrañable y muy reconocible.
El amor es más fuerte
Luego del estreno de la telenovela, las críticas recomendaban prestarle especial atención al personaje de Florencia. Una chica algo tímida, muy sensible y con una condición especial: padece el síndrome de Tourette. Y, esta vez, los críticos tenían razón. Su personaje fue el que más creció con el correr de la historia, pero sin perder su esencia. Supo abandonar a su novio en el altar, se hizo cargo de lo que sentía por Jazmín, se casó y adoptó a dos chicas huérfanas. Todo eso en tan solo un año.
Sí, puede parecer mucho, pero Flor es el primer personaje protagónico lésbico en una telenovela argentina, y es posible que los guionistas hayan querido mostrar, en la medida de sus posibilidades, que una chica a la que le gustan las chicas puede tener una “vida normal” como la de cualquier otro, con casamiento e hijos incluidos.
A pesar de las críticas esperables de personas que quedaron atrapadas en prejuicios de otros siglos, la pareja que conformaron en la ficción Violeta Urtizberea y Julieta Nair Calvoterminó “comiéndose” la novela. Miles y miles de fanáticos esperaron ansiosos el primer beso, la primera noche de amor y el paso de las enamoradas por el registro civil con la misma intensidad con la que odiaron a Elena ( Florencia Otero ), la ex de Jazmín que por un tiempo puso en jaque la relación.
Divas sin divismo
¿ Celeste Cid , Marcela Kloosterboer, Natalie Pérez, Violeta Urtizberea y Justina Bustos en el mismo elenco? Por prejuicio o por costumbre, muchos creyeron que la convivencia entre cinco jóvenes actrices con personalidades fuertes no iba a ser muy fácil. Sin embargo, las cinco supieron echar por la borda esa idea. Y si bien al principio la pregunta “¿Cómo se llevan?” parecía ineludible en cada una de las entrevistas, con el tiempo quedó claro que la convivencia era por demás pacífica (o que, al menos no estaban dispuestas a protagonizar ningún escándalo mediático). Además, fueron ellas las encargadas de dar a conocer un dato por demás curioso: compartieron durante todo el año conversaciones en un exclusivo grupo de WhatsApp al que más de un curioso querría haber accedido.
En Pol-ka saben que las historias de chicas rinden. Y este año supieron adelantarse a una tendencia que parece no tener techo. Ficciones como Big Litthe Lies, A Handmaid's Tale y The Sinner llevaron a las historias de mujeres a la cima. Esa tendencia también aterrizó en el cine -como quedó evidenciado en la reciente entrega de los Globos de Oro, con las premiadas Lady Bird yTres anuncios por un crimen- y fue potenciada, en gran parte, por el creciente movimiento Time's Up.
Aunque con un tono más liviano y centrándose únicamente en las desventuras de un tipo reconocible de chicas de clase media alta, Las Estrellas demostró, también, que el universo femenino puede ser fielmente relatado y que el público en general está ávido de ver historias de chicas bien contadas y mejor actuadas.
LO PEOR
La hermana errática
Las Estrellas estuvo pensado como un unitario que se emitiría luego del horario de protección al menor. Es por eso que muchas de las temáticas, al haberse transformado en un programa de formato diario y apto para todo público, se fueron dfiluyendo en la trama. Y así, el programa se terminó convirtiendo en una comedia de chicas.
Quien más perdió en ese pasaje fue Miranda. Las historias de sus hermanas tuvieron un desarrollo claro y preciso: Virginia logró zafar de la influencia del malvado Ignacio ( Rafael Ferro ) y atreverse a vivir su vida junto a Javo ( Esteban Lamothe ); Flor se jugó por lo que siente por Jazmín y cobró seguridad y cierto aplomo; Lucía dejó atrás su fobia y hoy convive junto al padre de sus hijas y Carla parece estar dejando de lado sus vueltas y atajos para entender que a veces en las opciones simples y asibles se encuentra la felicidad. La más chica de las hermanas, por el contrario, pareciera no haber tenido nunca un rumbo claro.
Su personaje, una chica que se dedica a la prostitución VIP obligada por quien resulta ser su cuñado y examante, parecía pensado para aportar un toque adulto y con cierta oscuridad a la trama. Sin embargo, con el correr de los meses los autores decidieron vaciarlo de toda complejidad.
Así, pasó primero de prostituta a estudiante de medicina. Luego, se convirtió -de la noche a la mañana- en una estrella (fugaz) de la música tropical. Después, su historia se transformó en un devaneo soso por sus romances. Pero ni siquiera la liviandad de su historia la salvó de ser la más sufrida: con la partida intempestiva de Manuel pasó a los brazos de Fede ( Nicolás Francella ), histeriqueó con su compañero Damián (Andrés Gil) y luego volvió con su gran amor solo para verlo morir.
Después de ese momento crucial, que se revelaba como uno de los más importantes de su corta vida, la chica se enteró que Manuel le había mentido y había puesto en peligro su vida. Entonces, se enjugó las lágrimas, abandonó la melancolía y siguió como si nada hubiese pasado.
Los demás no importan
Con algunos de los personajes secundarios ocurrió algo parecido. Quizás el caso más emblemático haya sido el de Ignacio (Rafael Ferro). Cínico, cruel y maquiavélico, fue presentado como el malvado de la historia. El abogado no solo manipulaba a su esposa, Virginia, sino que había obligado a la menor de las hermanas a prostituirse. Fue capaz de todo para separar a su mujer de Javo y para seguir manejando a Miranda a su antojo, pero pronto sus apariciones comenzaron a ser cada vez más esporádicas y su influjo se esfumó. Luego volvió, se enfermó, quiso redimirse y volvió a perderse con destino incierto.
La historia de Manuel fue opuesta. El chileno parecía ser el hombre soñado: comprensivo, altruista y de buen corazón; la contrafigura ideal del malvado Ignacio. Pero los vaivenes de la historia y los compromisos laborales de Gonzalo Valenzuela , el actor que le dio vida, quisieron que un día desapareciera de la peor manera: dejándole una carta a su amada Miranda y mintiéndole sobre su destino.
Varios meses después volvió, pero sólo para revelar que no era tan perfecto como parecía y protagonizar una de las muertes más anunciadas de la televisión argentina.
Pero los dos galanes no fueron los únicos personajes que de un día para el otro abandonaron la tira. Amanda (Maia Francia) -la exmujer de Javo- y su hijo Santiago (Benjamín Otero) se esfumaron por arte de magia. Lo mismo ocurrió con la hilarante Muñeca, una de las empleadas del hotel jugada magistralmente por Miriam Odorico. De distraída pasó a misteriosa y de misteriosa a alidada del malvado Ignacio, y cuando la atención del televidente estaba puesta en ella, nunca más se la vio.
Otro que perdió su historia en el camino fue Daniel ( Nazareno Casero ). Luego de que Florencia lo abandonara en el altar, pasó de empresario cárnico a remisero y quedó varado en el hotel como si fuese un viejo fantasma en el que nadie repara.
Madres ausentes
Ya desde el primer capítulo quedó claro que muchos de los padecimientos, conflictos y complejos de las protagonistas tenía que ver con la relación que mantenían con sus madres. Sin embargo, los personajes de Coqui (Patricia Viggiano), Elisa (Patricia Echechogen) y Teresa (Silvia Kutika) nunca tuvieron el protagonismo que merecían.
La elección de las actrices que les dieron vida a estas tres particulares mujeres no podía haber sido mejor. Y si bien tuvieron su momento para lucirse tanto en escenas dramáticas como de comedia, sus personajes terminaron desdibujándose tanto que en el último tramo de la historia parecieran no haber tenido ningún tipo de injerencia en las vidas de sus hijas.
Ese protagonismo que se les negó a las madres terminó teniéndolo el padre. Sin embargo, la "sorpresiva" vuelta desde el más allá de Mario Estrella ( Osvaldo Laport ) tampoco resultó muy convincente y terminó revelándose más como un golpe efectista que como un hito clave en la trama.
Los maltratados
La presencia de Leo ( Nicolás Riera ), en tanto, sólo sirvió para dejar en claro que las cinco hermanas, además de no ser muy amigas del trabajo y de haber gestionado por arte de magia un hotel, no tienen la más mínima empatía con sus empleados ni con nadie que no consideren a su altura. Lo mismo ocurrió con Lolita ( Vanesa González ), que a pesar de todos sus genuinos intentos por acercarse a las hermanas siempre terminó siendo destratada.
Estos giros y baches en la historia no fueron del todo caprichosos. En tiempos del on demand, la televisión abierta parece tomar como termómetro a las redes sociales. Ahí es donde se encuentra el "rebote" de las historias y los personajes que antes se medían en la planilla del minuto a minuto. Por eso, como el público siempre tiene la razón, Las Estrellas supo mutar hacia una comedia en el sentido más puro de la palabra, se deshizo de algunos personajes que no llegaron a cuajar del todo e hizo foco en esas líneas argumentales que más interés despertaban del otro lado de la pantalla.
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