100 días para enamorarse: el adiós a una ficción que deja su huella en la TV
Sin dudas, la tira 100 días para enamorarse de Urderground dejará huella y no será tan simple olvidarla. Mientras los televidentes hacen catarsis por redes sociales, arriesgan posibles finales y hasta piden una segunda temporada, la tira vivirá hoy su capítulo final. Por eso, horas antes que se lea el cartel de "Fin", hacemos un repaso de lo que la serie más vista del año nos dejó y por qué fue distinta a otras de su especie.
A un clic de distancia
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Las redes se convirtieron en punto de encuentro entre ficción y realidad y pronto fueron una de las claves del éxito de esta ficción. Los propios actores le pusieron el cuerpo cada uno desde sus cuentas, compartiendo la intimidad de las grabaciones, chistes internos y el día a día de sus personajes. Esa fuerte presencia y la interacción inmediata con sus seguidores logró que apenas culminaba un capítulo, los espectadores se sumergieran en Instagram para saber algo más, para descubrir entre líneas qué pasaría, para comentar el capítulo o para adivinar si Laura (Carla Peterson) y Gastón (Juan Minujin) finalmente se quedarían juntos. Incluso, hay quienes en sus comentarios se arrogaron cambios en el guion como cuando le pidieron a Laura que perdone a Gastón o que finalmente, cierre definitivamente su historia y se dé el gusto de vivir una nueva relación con Emiliano (Benjamín Vicuña).
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La agenda social
Lejos de los grandes culebrones, las comedias de enredos o las historias costumbristas a las que estamos acostumbrados en la tevé local, no hubo demasiada histeria a la hora de plantear los guiones. Los conflictos no tardaron meses en resolverse, sino que en el término de dos o tres capítulos ya se conocía la verdad y se pasaba a otro tema, por lo que se evitaron esas escenas de personajes escuchando detrás de la puerta y guardando información vital por... ¡meses! Y el público, habituado a ver series cortas por streaming, agradecido porque le evitaron el aburrimiento.
Otro hito importante y que marcará una bisagra en la ficción es que por primera vez se trataron temas muy actuales pero poco abordados en tiras locales. Entonces, se pusieron sobre la mesa todas las problemáticas que debatimos a diario en la calle, en la oficina, en la escuela y en la cena.
Se trataron temas de violencia de género, transgénero, legalización del aborto, amores entre personas del mismo sexo, bigamia, poliamor, desempleo, embarazo adolescente, bullying, discriminación, lenguaje inclusivo, ESI (Educación Sexual Integral) en las escuelas, hasta chequeos ginecológicos que previenen enfermedades, donación de órganos y aplicaciones para conseguir parejas, entre otros. Todos temas tratados con responsabilidad, con tiempo para ser desarrollados, explicados en detalle y con el timing de lo que sucedía en la calle: una sociedad en movimiento que está en camino de transformación constante. Como la noche que se debatía en el Congreso la legalización del aborto y Antonia (Nancy Duplaá) salió con un pañuelo verde anudado en la muñeca o meses después, cuando el grupo de adolescentes recreó la marcha del orgullo gay la misma semana que se produjo la real en las calles.
El recorrido de Juan
La gran revelación de este 2018 sin dudas fue Maite Lanata y su brillante actuación, dándole vida a la mutación de su personaje: Juana no la representaba y la exploración hasta comprender que en realidad sentía ser Juan y debía pelear por respetar su verdadera identidad. Primero comenzó a sentir cosas por su compañera Emma (Malena Narvay), luego se fajó el pecho y dejó de depilarse para disimular todo rasgo de femineidad. Y finalmente se cortó el pelo en una escena memorable y emotiva que fue el quiebre de su historia, la aceptación. Y luego el derrotero para que la sociedad completa así lo acepte: desde su abuelo hasta la directora del colegio.
La aparición de Sandra Mihanovich como una especie de guía en este nuevo camino traspasó la pantalla y colaboró a que muchos jóvenes (y tal vez no tanto), puedan comprender qué les sucedía y tomen el valor de enfrentarlo. Cada una de sus intervenciones fueron incluidas estratégicamente para aclarar más sobre un tema del que aún muchos desconocen. Y así se desarrolló otra de las escenas inolvidables, ese capítulo en el que Juani explota y por fin puede decirle a su madre cómo se siente para contar para siempre con su apoyo incondicional y definitivo.
Luego llegarían momentos buenos y malos para Juan: desde la alegría de recibir su nuevo DNI, su debut sexual y la aceptación de toda su familia hasta la violencia, la lucha en el colegio para que lo llamen por su nombre, el acoso y la discriminación cuando fue a buscar su primer empleo. Problemáticas actuales y diarias de un colectivo que denuncia estos hechos desde hace años y lucha por conseguir derechos, como el cupo laboral trans.
Sororidad femenina
Capítulo aparte para la amistad entre Laura (Carla Peterson) y Antonia. Las dos amigas que supieron compartir protagonismo y jamás compitieron entre ellas. Esa incondicionalidad, el saber que una podía contar con la otra en todo momento; las largas charlas en la cama; las pijamadas con helado y catarsis, y las mil desventuras juntas, hicieron que pronto generaran empatía y se conviertan en personajes adorables.
En cada episodio, lograron reflejar una charla de amigas que se puede dar en cualquier rincón del país, confiándose las buenas, las malas y hasta confesando sensaciones cotidianas de lo más diversas. En un año en que se habló tanto del empoderamiento de la mujer, de la ampliación de derechos, de la hermandad femenina, este vínculo verdadero y honesto, fue un oasis en una televisión invadida por la violencia verbal y el desprecio por los vínculos humanos.
Laura y Gastón
Carla Peterson y Juan Minujin tienen una química tan increíble que traspasó la pantalla y enamoró a todos. Esta pareja central nos quitó el aliento y nos paseó por todos los estados: tristeza, alegría, risas, desgarro, nostalgia.
Ya desde el primer capítulo, cuando elaboraron un contrato de 100 días para repensar la relación y decidir luego si querían continuar con su matrimonio de 18 años o separarse definitivamente, prometían acción, y no defraudaron. Quien haya tenido una ruptura alguna vez en su vida, pudo sentir en carne viva los sentimientos de esta pareja que se ama y se aleja repetidamente sin poder hacerlo por completo. Como si una especie de imán los atrajera todo el tiempo pese a sus decisiones.
Entonces, cada noche pudimos ver todo su proceso de separación desde el inicio, como una especie de Gran Hermano del desamor: la angustia de los primeros días; el volver a vincularse con la conquista luego de tantos años de convivir con una misma persona; las Apps para buscar parejas; las citas fallidas de Laura; las diversas relaciones de Gastón; el coqueteo constante entre ambos; las recaídas; los mil intentos por reconstruir; la revancha de Laura y la decisión menos esperada: el divorcio y la disolución de la sociedad laboral. ¿Cómo continuará esta historia? Llegó el gran día, vayamos preparando los pañuelos.
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