Una TV mucho más estatal que pública
En línea con buena parte de la historia del canal, sus espacios informativos tratan de adaptar al lenguaje periodístico las decisiones y las conductas del oficialismo
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El presente de la TV Pública en el tratamiento de la actualidad a través de sus espacios informativos es un velado homenaje a la mayor parte de la historia del viejo Canal 7. En vez de apoyarse en criterios propios de un genuino interés público prefieren responder a los intereses ideológicos y a las necesidades del oficialismo de turno, en este caso la administración encabezada por Alberto Fernández. Nada que no se haya visto de manera constante a lo largo de los años desde la fundación misma de la emisora decana de la televisión argentina.
Los noticieros de la TV Pública ocupan una franja muy extensa de la programación del canal, aunque no todos presentan la misma duración. Dos horas en la primera mañana (de 7 a 9), 90 minutos al mediodía (de 12 a 13.30), otras dos horas en el espacio informativo central (de 19 a 21) y un breve resumen de 30 minutos a la medianoche.
Más allá de las variaciones de horario y de la rotación de conductores y columnistas -voces que fijan desde esos cambios de nombres algunos sutiles cambios de matiz en la presentación de cada uno de los temas- hay una característica fija e inamovible en todos estos espacios: sus intérpretes tienen la misión de adaptar al lenguaje periodístico las posturas, las estrategias y las decisiones que toma el Gobierno en todos los órdenes.
Esta suerte de ley de hierro, aplicada a cada tema y a cada situación, puede tener diferentes traducciones. Queda claro que ningún funcionario se sentiría incómodo con el modo en que desde los informativos de la TV Pública se tratan los temas de su incumbencia. Todo lo contrario: los micrófonos del canal suelen estar abiertos para ellos cada vez que quieren ampliar o explicar los alcances de una decisión. Pero nunca para alguna repregunta desde la cual puedan abrirse objeciones o reparos a esos dichos o decisiones.
La consecuencia más inmediata y visible de este planteo es la identificación que existe en los noticieros con cada estrategia oficial. La prueba más contundente la vimos hace pocos días cuando Verónica Urriolabeitía (columnista en la primera mañana y conductora al mediodía) habló directamente de “la obsesión por Pfizer” que tienen algunos dirigentes políticos y medios de comunicación. Son las mismas palabras que había usado la ministra de Salud, Carla Vizzotti.
Hay otro ejemplo más cercano. Ninguna de las voces de los noticieros de la TV Pública, ni siquiera aquellas que se permiten algún margen para la opinión y el análisis, hablará de “superpoderes” cuando se refiere a la ley sobre restricciones en pandemia que busca aprobar el Gobierno. Prefieren referirse a ella como “ley de emergencia Covid”. Hay una asimilación casi automática del lenguaje oficial que se comprueba cada vez que se tratan temas relacionados con la salud y con la economía. Esos informes suelen ser traducciones periodísticas de las gacetillas con los anuncios ministeriales.
Buena parte de estas novedades se desgrana en mesas de análisis de las que participan distintos columnistas, según el horario. Florencia Barragán, Raúl Dellatorre y Nazarena Lomagno se ocupan de temas económicos, mientras a Urriolabeitía y a Nicolás Fiorentino les toca seguir los temas políticos. En general ellos se encargan de explicar las medidas oficiales a través de interpretaciones que, como dijimos, parecen siempre dejarle el valor de la última palabra al Gobierno y dar por hecho que el resultado de los anuncios será beneficioso.
Curiosamente, brillan por su ausencia los comentarios o las revelaciones sobre movimientos o debates en el interior de las coaliciones políticas, tanto del oficialismo como de la oposición. Llama la atención, eso sí, la diagonal que eligen los informativos para hablar de algunos dirigentes de Juntos por el Cambio. Más precisamente, para cuestionar sus acciones. O bien se los menciona a partir de sus problemas judiciales (por lo general a través del columnista especializado Néstor Espósito) o se los descalifica a partir de alguna declaración controvertida. Patricia Bullrich es una abonada.
Otra decisión de la señal estatal es dar espacio en sus noticieros a las denuncias de gremios o asociaciones profesionales de la educación y de la salud de la Ciudad de Buenos Aires contra las autoridades porteñas. Esos informes (relacionados con la pandemia y con críticas a las clases presenciales) empiezan y terminan con las acusaciones, sin que aparezca el descargo de quienes son aludidos por los denunciantes. Eso sí, cada vez que el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta toma alguna decisión en línea con las políticas oficiales nacionales allí están las cámaras de la TV Pública para reflejarlo. Pasó por ejemplo en los últimos días con la apertura de nuevos vacunatorios.
El espacio para los columnistas no se agota allí. Hay un “momento Pyme” cada semana, en el noticiero vespertino, a cargo del máximo funcionario del Gobierno en esa área, Guillermo Merediz. También hay mucho aire para los temas del campo, con la participación destacada de Pedro Peretti, dirigente y productor muy identificado con las políticas oficiales, especialmente con el cierre de las exportaciones de carne y expresiones como “la defensa de nuestra soberanía alimentaria”. En su última intervención llegó a decir que la Federación Agraria Argentina “está copada por la derecha”. De paso, en los noticieros de la TV Pública nunca se habló de un paro del campo: sí de un “lock out patronal”.
También reciben un destacado lugar en los informativos los temas de género, a cargo de Julia Kolodny. Y la columnista “estrella” del programa es la economista Julia Strada, que mantiene ese lugar inclusive después de haber sido designada en el directorio del Banco Nación, dato que se omitió al presentarla. Les toca a ella y a Urriolabeitía dejar expresa constancia en sus comentarios de las posturas de mayor alineamiento ideológico con el Gobierno.
El seguimiento de la pandemia es un tema prioritario en los noticieros de la TV Pública. Los datos oficiales sobre contagios, fallecimientos y vacunación ocupan el lugar más relevante en las gigantescas y vistosas pantallas que ilustran con datos e imágenes cada comentario. El amplio espacio que se les brinda a las autoridades del área tienen como complemento las amables y campechanas explicaciones del médico Sergio Perrone, presente casi todos los días en la emisión vespertina vestido con el característico ambo de hospital.
A propósito de indumentaria, presentadores y columnistas aparecen desde hace varias semanas frente a las cámaras siempre con el barbijo puesto, en línea con directivas aplicadas en toda la programación del canal. Alejandro Puertas, Silvia Fernández, Pablo Vigna, Diana Zurco, Felicitas Bonavitta, Ariel Senosiaín, Gabriela Previtera y Daniel López son los presentadores de los distintos segmentos informativos. A excepción de las medianoches, que resumen de manera compacta todos los temas ya recorridos en el día, los conductores deben presentar las noticias, dar unas cuantas vueltas de análisis y comentarios alrededor de ellas, y bastonear las mesas de los columnistas. En esa tarea sobresale Fernández, gracias a su perfecta dicción y una gran claridad expositiva.
Para sus noticieros, la TV Pública adoptó desde lo formal un estilo más bien sobrio y una puesta en escena tradicional que trata de alejarse de cualquier estridencia y evitar disrupciones. Los presentadores conducen los envíos de pie y solo tienen la opción de sentarse cuando se unen a las mesas de conversación con los columnistas.
La imagen es muy clara y se apoya en colores más vivos que el resto de los noticieros de la TV de aire, en los que suelen predominar los tonos metálicos y grises. En eso tiene mucho que ver lo que aparece de fondo como acompañamiento desde las inmensas pantallas del estudio. Eso sí, de “noticiero federal” hay muy poco. La presencia del interior se expresa en el mejor de los casos a través de informes relacionados con la pandemia y el testimonio de los responsables de la salud en las provincias. Y una fugaz compilación de noticias regionales que no va más allá de los títulos y algunas brevísimas líneas.
Casi no se tratan temas frívolos o “de color” (más allá de alguna referencia musical breve de moda para cerrar cada bloque a la mañana) y tampoco cuestiones relacionadas con la informática o las nuevas tecnologías. Los informes responden a la fórmula más tradicional, con voz en off (por allí se escucha al excelente Félix Taylor, uno de los mejores locutores argentinos), montaje de imágenes de archivo y los graphs empleados como títulos a pie de pantalla. A los columnistas de espectáculos Gabriela Radice y Alejo Álvarez Herrera les toca siempre salir al aire de manera virtual. Así y todo, sus aportes resultan más rendidores y eficientes que el de los muy convencionales especialistas deportivos.
Pero el interés de los noticieros de la TV Pública está en otro lado: el objetivo principal es dejar a la vista una gestión oficial sin mácula. El límite puede ser lo que aparece de manera inevitable en boca de todos, como la frase de Alberto Fernández sobre mexicanos y brasileños que el columnista Fiorentino definió como “un error” antes de presentar en pantalla las disculpas presidenciales vía Twitter. La imagen habitual es la de algún representante del Gobierno monologando delante de un micrófono inmóvil. La última palabra siempre será allí la del funcionario, en una TV mucho más oficial que pública.
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