Las máquinas de mirar
Hace 30 años comenzaba en nuestra pantalla un viaje cuyo punto definitivo de llegada parece vivirse hoy en los hogares argentinos. En estas últimas tres décadas se encierra y define la historia del videocassette, un producto que se encuentra aquí y en todas partes en franca retirada, desplazado del eje del entretenimiento hogareño por el irrefrenable avance del DVD, pero que llegó a ser artífice de una transformación que hizo historia a partir de 1977.
Ese fue, televisivamente hablando, el año de la máquina de mirar. Un artilugio técnico convertido en símbolo de una auténtica revolución. "En lugar de los armatostes usados para exteriores, los camarógrafos y periodistas se trasladan donde quiera que sea con grabadores portátiles de cinta magnética de televisión. Son cajitas, como las de los grabadores de sonidos, del tamaño de un libro, livianas, que acumulan horas de rodaje con sonido directo y captan, indiscretas, todo lo que sucede en el lugar de los hechos." Así se describe el fenómeno en el libro Estamos en el aire, con la firma de Silvia Itkin, para quien este flamante mecanismo es "el medio más veloz y más inmediato que el televidente pudo conocer hasta entonces para sentir, como nunca antes, que está allí presente donde los hechos acontecen".
El cambio en las costumbres televisivas fue notable de ambos lados de la pantalla. Los televidentes empezaron a valorizar como nunca un horario siempre considerado marginal -de 23 a 1- y elegido por Canal 11 para que Videoshow , conducido por Jorge Fontana y producido por Marín, De Lorenzo y asociados, pusiera en el aire esta novedad en el más amplio sentido de la palabra. Del lado de los emisores, la aparición de la máquina de mirar cambió para siempre enfoques y miradas: a partir de allí se hizo más poderosa la necesidad de estar donde las cosas pasan lo más rápido posible. Así creció como nunca la posibilidad de viajar, trasladarse y contar hechos trascendentes o, simplemente, descubrir lugares y acontecimientos con un aprovechamiento visual inédito. La tecnología lo permitía.
"Quédate a ver, no te vayas de allí, el mundo en que vives te quiero mostrar." Con estas notas musicales quedaba inaugurada cada aparición por la Argentina y el mundo de un notable equipo periodístico: Magdalena Ruiz Guiñazú, Enrique Llamas de Madariaga, Carlos Burone, Ulises Barrera, Pepe Peña y Andrés Percivale, siempre en compañía de esas sorprendentes máquinas de mirar.
Viajes, aventuras y crónicas que tuvieron una dignísima correspondencia en Canal 13 gracias a la mejor época de Mónica presenta , que dejó al influjo de estos hechos -según relata Itkin- de funcionar como magazine semanal para convertirse en un programa diario, con Eduardo Metzger y Carlos Montero al mando de una compleja tarea de producción. Aquí también el equipo periodístico estaba a la altura de las exigencias: junto a Mónica iban y venían Domingo Di Núbila, Roberto Maidana, César Mascetti y Tico Rodríguez Paz.
Treinta años después de la puesta en marcha de ese múltiple esfuerzo televisivo, que nos permitía abrirnos al mundo en tiempos muy difíciles para la Argentina, podemos ver qué poco hemos aprendido de aquella experiencia si la miramos en comparación con lo que ocurre hoy, por ejemplo, en los impresentables viajes de locos que Marley y sus privilegiados invitados llevan adelante, con gastos pagos y todas las comodidades, que padecimos en el último tramo de 2007.
Paseos privados insólitamente convertidos en objetos de supuesto interés público, con sus protagonistas rivalizando a ver quién es más vulgar y cuál es capaz de llegar más lejos a la hora de despreciar e ignorar lo que se les ofrece. Indiferencia ante la historia y la geografía y risas burlonas ante quienes seguramente tienen mucho para enseñarnos. Exactamente al revés de lo que hicieron, tres décadas atrás, quienes llevaron por todo el mundo las máquinas de mirar.
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