Arrancaron las batallas y LA NACION se metió en el backstage de este exitoso talent show. La previa de los participantes antes de subirse al ring, la complicidad de los cinco jurados y todo lo que ocurre en los cortes con el público
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Viernes, 14 horas, Telefe. La larga fila que se extiende sobre la calle Entre Ríos, en el barrio de Martínez, indica que en minutos se retomarán las grabaciones. Si bien la jornada arrancó temprano, está por comenzar la segunda etapa, esa que después del receso por el almuerzo, sin pausas ni interrupciones, durará hasta las 9 de la noche.
Además del entusiasmo por ser testigos de un gran show y volver a encontrarse con sus ídolos, todos los presentes comparten un mismo dress code: ropa oscura de pies a cabeza para no resaltar en la tribuna, tapabocas a tono y algunas provisiones para aguantar las horas que se vienen por delante.
El ingreso es rápido aunque antes de pisar las instalaciones del canal hay que cumplir con ciertos protocolos: ponerse alcohol en las manos, llenar un formulario donde se deja constancia de no estar transitando por ningún síntoma de Covid y firmar una declaración jurada donde todo aquel que ingrese se compromete a no tomar ninguna imagen con su celular ni spoilear nada de lo que ocurra en ese estudio que estamos por descubrir y que parece ser mucho más impactante que lo que se ve por televisión.
El imponente y luminoso cuadrilátero central, las múltiples pantallas con luces de neón, la banda con músicos en vivo, las tres tribunas (una frontal y dos laterales) y las cinco sillas giratorias nos dan la bienvenida. ¡Las batallas de La Voz Argentina están por comenzar!
En primera fila
Este lunes, y luego de un mes y medio de audiciones a ciegas, comenzaron las batallas en La Voz Argentina. Una de las etapas más tensas y difíciles del certamen, ya que dos participantes de un mismo team deben enfrentarse en el ring para permanecer dentro del programa. No sólo esta etapa es difícil para ellos sino también para sus coaches que, al finalizar cada performance, tendrán que decidir quién sigue en carrera y quién debe abandonar la competencia. ¿Lo bueno? Al igual que el ciclo anterior, cada jurado cuenta con un arma fundamental: puede robar hasta dos participantes de otro equipo.
Las tres plateas se llenan rápidamente. Una productora es la encargada de guiar y asignar los lugares según el orden de llegada. “Estamos desde las 6 de la mañana haciendo la cola para conseguir un buen lugar en la platea”, comentan Bar, Shay, Yael y Hajaya, oriundas de Israel y fanáticas de Lali, mientras se acomodan en sus asientos y le cuentan a LA NACION cuáles son las normas para permanecer en la tribuna. “Nada de sacar el celular. Si te ven con un celular en la mano, te apuntan con un láser y te sacan del estudio. No se puede filtrar nada”, advierten quienes vinieron al país exclusivamente para ver los shows de Lali Espósito en el Luna Park. “Pudimos conocerla, sacarnos fotos, siempre nos trata muy bien. Admiramos su personalidad, es muy honesta, muy buena persona. Por ella aprendimos a hablar español”, repiten al unísono estas muchachitas que claramente ya tienen a su team ganador.
Desde la primera fila somos testigos de la complicidad que hay entre los productores, la gente de seguridad y esa platea que claramente no es la primera vez que participa del ciclo. “Venimos siempre a La Voz, casi todas las grabaciones”, dicen otras adolescentes, seguidoras de Mau y Ricky, mientras comparten un paquete de papas fritas con el hombre encargado de cuidar que no se filtre ninguna imagen del programa.
Un fuerte bullicio y un aplauso generalizado interrumpen esa amigable escena y hacen girar nuestra atención hacia el centro del estudio: las cinco estrellas, esas que decidirán el futuro de los que en minutos se suban al ring, acaban de llegar. Con un look totalmente diferente al que exhibieron durante las audiciones a ciegas, Ricardo Montaner, Mau y Ricky, Soledad Pastorutti y Lali Espósito saludan al público y se suben al cuadrilátero para hacer fotos grupales: un must antes de cada jornada. A ellos, inmediatamente se suma Marley que, muy elegante, hace su entrada por otro costado del estudio, ovación mediante.
Las grabaciones se dilatan un rato por lo que los cinco coaches aprovechan para extender la tanda de selfies, bromear entre ellos y acercarse a las tribunas para firmar autógrafos, charlar con sus fans y sacarse más fotos. “Mau, ¿cuándo se van a Miami?”, pregunta una teen mientras el cantante le cuenta cómo es su itinerario. La complicidad y cercanía se repite con todos hasta que una voz en off corta el clima y los hace volver a sus lugares: “Venimos en 3, 2, 1…”.
¡Que comience el show!
Ya ubicados en sus puestos, Marley toma el micrófono y mirando a cámara hace la presentación de la primera dupla que se debatirá a duelo. Cada pareja es recibida con mucha euforia, de hecho es inevitable no tararear desde los asientos cada canción que pasa por el ring. Aunque parezca increíble, un silencio rotundo se apodera del estudio ante cada devolución. Según la decisión del coach, algunos festejan y otros protestan por lo bajo.
La dinámica se repite por horas: una productora pega silla por silla papelitos con los nombres de los participantes que están por entrar; el conductor los presenta, ellos cantan, los coaches evalúan, eligen, felicitan al ganador, despiden al perdedor y todo vuelve a empezar, una y otra vez. Muy por el contrario de lo que sucede con los programas grabados, La Voz Argentina se destaca por algo particular: las casi doce horas que dura la jornada se graban como si fuera un vivo sin cortes (excepto el que hacen para almorzar), sin interrupciones y sin enmiendas ante los errores; lo cual explica la dinámica, frescura y espontaneidad que se ve al aire en cada emisión.
“Menos mal que no me toca estar ahí, es muy difícil”, se escucha decir a Mau por lo bajo mientras sus “pollos” están dando todo en el frente. “Entiendo los nervios. Yo me sigo poniendo nerviosa cuando subo a un escenario”, acota Lali. La complicidad que existe entre los cinco miembros del jurado es tan real que atraviesa la pantalla. Sin guiones ni chistes armados, Lali, La Sole y los Montaner tienen un manejo del timing único, donde se complementan de manera muy graciosa, se dan los pies perfectos ante cada devolución, se aconsejan a la hora de decidir y hasta se consuelan cuando alguno de ellos queda devastado por la partida de un participante fundamental para su team. Un clima de armonía y amistad que, sin dudas, se termina cuando alguno de ellos decide apretar el maldito botón de robo.
Puertas adentro
Una vez que los participantes pasan las audiciones a ciegas, comienza la etapa de preparación y trabajo puertas adentro. A su coach principal (según el team del que sean parte), se suman otros expertos en música, quienes hacen un seguimiento más personalizado. “Nosotros los recibimos desde el casting, así que hacemos un largo recorrido junto a ellos. Ya cuando llegan a las batallas vivimos un montón de cosas”, cuenta Feli Díaz Bavio, la coach del team Mau y Ricky, desde la primera fila.
En el mismo sentido, Dorita Chávez (la coach del team Soledad) explica: “Nosotros los recibimos antes de la audición a ciegas, hacemos como una pre-selección de quienes van a participar. Como no hay equipos todavía, todos tiramos data para todos los participantes. Vamos viendo en que podemos ayudarlos. Por ejemplo, cómo pararse por primera vez en este mega escenario con este sonido increíble, ya que muchos no han cantado más que en un pub o una peña y se encuentran con esto por primera vez”.
Una vez que cada participante tiene equipo, su trabajo se vuelve más personalizado: “Empezamos a trabajar codo a codo y los empezamos a conocer. Vemos el repertorio de cada uno, el rango vocal, sus deseos. Es súper interesante todo el recorrido”, agrega la cantante.
Mientras que Laura González (hija de Julia Zenko) está a cargo del team Montaner, Paul Jeannot se encarga del grupo de Lali. “Es un trabajo en conjunto con el jurado. Siempre estamos conectados. Con Lali nos llamamos por teléfono o en camarines resolvemos muchas cosas que tienen que ver con decisiones musicales, arreglos, ensayos. Trabajamos de la mano”, advierte el artista mientras asegura que hay mucha disparidad entre los concursantes: “Hay gente que viene cantando hace años y tienen una trayectoria y otros que sólo cantaron en el living de su casa. Acá empiezan a trabajar más lo técnico y la exposición”, señala.
En la instancia de las batallas, las cabezas de cada team y sus coaches cuentan con una ayuda extra: grandes referentes de la escena musical se suman para aportar todo su conocimiento durante los ensayos. Mientras que Ramón “Palito” Ortega juega para el equipo de Ricardo Montaner, Karina “La Princesita” trabaja mano a mano con Soledad. Por su parte, la intérprete de “Disciplina” invitó a una estrella internacional como Alex Ubago y Mau y Ricky a su amigo Manuel Turizo.
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