La vida privada de los famosos, en el foco de los programas de chimentos en la era de la corrección política y la cancelación
Los ciclos que hablan sobre la intimidad de los famosos siempre llamaron mucho la atención en la pantalla chica, pero en el último tiempo se enfrentaron a algunos límites
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Los chimentos mueven montañas. Históricamente esa información prohibida, muchas veces desconocida para el común de la gente, provoca gran interés en el público que consume televisión. Pero ¿cómo contar un chimento en estos tiempos donde la corrección política copó la parada?
El chimento es histórico en la TV: desde la Tía Valentina a Lucho Avilés pasando por Jorge Rial y Viviana Canosa, hubo un tiempo donde no había límites para contar cualquier información que fuera jugosa. Una separación, un embarazo, una enfermedad o una pelea, todo se podía blanquear, incluso teniendo la negativa de sus protagonistas. La fórmula era simple: tal se peleó con tal, aquella está teniendo una relación escondida con aquel otro, o este engañó a su esposa. Lo sabemos, el chimento interesa porque a todos nos gusta espiar por el agujero de la cerradura.
En la Argentina la Tía Valentina y Radiolandia fueron los primeros en develar secretos en televisión. Después llegó el tiempo de quien se hacía llamar el pionero del rubro, Lucho Avilés con sus Indiscreciones. Si bien sus comienzos en la pantalla chica fueron con Pinky y El pueblo quiere saber, el conductor encontró en el rubro de espectáculos el gancho perfecto para seducir masivamente al público. Mezcla de rumor, información y algo de sal y pimienta propia para enriquecer los chimentos, El conductor supo cosechar 30 puntos de rating en las tardes de Telefe con Susana Fontana, Adriana Salgueiro, Jorge Rial, Marcela Tauro, Marcelo Teto Medina, Marisa Brel y Daniel Gómez Rinaldi. Temido por las figuras del espectáculo y por sus propios colaboradores, para Avilés no había límite alguno a la hora de dar una información. Desde enviar una cámara escondida al neuropsiquiátrico en el que estaba internado el hermano de Susana Giménez, a contar que Andrea del Boca había decidido viajar al exterior porque “solo le quedaban seis meses de vida” porque sufría de esclerosis múltiple. La actriz llevó al periodista a juicio y en 2015 la Justicia dictaminó que se la debía indemnizar por la difusión inexacta de noticias sobre su vida privada.
Pero el chimento no es un fenómeno local, en Hollywood hubo varios periodistas que fueron letales con la vida privada de las figuras de los años dorados. Uno de los periódicos emblemáticos de aquel entonces, el New York Evening Graphic era tan amarillo en su información, que los periodistas lo llamaban “el New York Evening Porno-Graphic”. Allí Walter Winchell, a quien se lo conoce como el creador de las columnas de chimentos, acusó sin ningún reparo a diferentes figuras de infieles, violentos o incluso reveló su orientación sexual, muchas veces un secreto a voces dentro de la industria. Eran los años treinta y el periódico era leído por cuarenta millones de personas.
Pero volviendo a nuestro país, hubo una guerra televisiva que incluso involucró a los mismos conductores de programas de espectáculos. Jorge Rial y Viviana Canosa, protagonizaron una de las batallas más despiadadas por el rating en la televisión. A comienzos de 2001 arrancó Intrusos en la pantalla de América y poco a poco la dupla Rial-Ventura se instaló como la dueña del chimento. Allí no había límites, una cámara oculta para blanquear la orientación sexual de Marcelo Corazza, ganador del primer Gran Hermano, pruebas de embarazo en vivo, peleas a los gritos y hasta desmayos, incluía el menú que, tarde a tarde, ofrecía el programa que supo ser líder durante muchos años con ese estilo.
Canosa no se quedó atrás, desde ventilar fuertes encontronazos entre mujeres de algún elenco, algo que hoy estaría mal visto, a sobrevolar con un helicóptero la casa de Gran Hermano cuando Telefe no le daba a los participantes y plantarle batalla a Rial acusándolo de todo tipo de cosas. La conductora supo marcar un estilo ácido y, a la vez, atractivo. Ambos desde diferentes pantallas, se permitieron mandar duros mensajes a los actores cuando por alguna razón se negaban a ir a su programa. Hoy, la pantalla chica, los encuentra a ambos conduciendo programas políticos y de actualidad. Pudieron reconvertirse, pero dejaron su huella en el mundo del espectáculo local.
Entre angelitas, socios e implacables
Para quienes hoy conducen un programa de espectáculos la tarea es más compleja. En tiempos de corrección política, se ve mal la pelea entre mujeres, se sabe que no hay que hablar del cuerpo de los otros y no cae bien en la audiencia que un periodista cuente detalles muy íntimos de una figura sin su consentimiento. Además los especialistas del rubro cuentan con otro escollo, la mayoría de los famosos utiliza sus propias redes para comunicar noticias, muchas veces hasta comercializándolas. Quizás por esto, vemos que los que están al frente de estos ciclos terminan siendo protagonistas de la pelea del día. Ángel de Brito encontró en LAM el equilibrio justo, una dosis de maldad exacta, mucha información, códigos a la hora de contar un chimento y un grupo de angelitas que varias veces son más noticia que las figuras.
Los socios del espectáculo proponen un periodismo más amable, no se jactan de tener primicias y tomaron el baile como un emblema del programa. Cada mediodía, Adrián Pallares y Rodrigo Lussich se meten en el barro, pero de manera distendida teniendo en claro que no hay espacio para la agresión. No es casualidad que Flor de la V sea la nueva conductora de Intrusos, el ciclo que supo ser de los más temidos en la historia de la TV, con Jorge Rial a la cabeza. Hoy, este programa se volvió mucho más periodístico y cuenta con un staff delante y detrás de cámara muy profesional que privilegia la información a la opinión.
Probablemente Implacables sea la excepción que confirma la regla. Susana Roccasalvo, que supo hacer dupla con Carlos Monti en Rumores del espectáculo y deambular por el barro de los años 2000, hoy dedica su ciclo a entrevistar actores y actrices, difundir obras de teatro, algo no tan frecuente en el rubro.
A la tarde con Karina Mazzocco no es el típico programa de chimentos, pero sí encontraron en las guerras por las herencias de los famosos y las búsquedas de ADN, un gancho para atraer a la audiencia.
Todos saben que hoy no hay espacio para peleas que desangren en la pantalla, ni chimentos que pasen la línea de lo políticamente correcto. Con una audiencia muy atenta para condenar en sus redes sociales un exceso, el desafío que tienen los que llevan adelante estos programas, es sostener vivo el gustito prohibido del chimento sin pasarse de la raya o quedar cancelado en el intento.
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