La verdadera historia de Tiempo Nuevo y la entrevista de Neustadt con Moreno Ocampo en 1985
El fiscal recuerda cómo decidió hablar en TV sobre el Juicio a las Juntas por sobre las objeciones de su jefe, Julio César Strassera: “Para él, Neustadt había justificado la dictadura, pero yo le insistía en que teníamos que salir en Tiempo Nuevo, porque tanto él como el programa tenían llegada a la gente que no creía en nosotros”
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La película Argentina, 1985 –que puede verse en los cines y en la plataforma Amazon Prime Video– no solamente testimonió en pantalla grande un hecho clave de nuestra historia, sino que también recreó con impecable precisión modas, estilos y elementos habituales en cualquier casa de familia de la época. El Julio Strassera de Ricardo Darín, o el Luis Moreno Ocampo de Peter Lanzani interactúan con lugares y objetos que enseguida remiten a un entorno común: un teléfono, un auto o ese televisor color de tubo Trinitrón, récord de ventas y un clásico aspiracional de los hogares argentinos de entonces. Y en él la televisión dentro del cine, el bandoneón de “Fuga y misterio” de Astor Piazzolla y Bernardo Neustadt abriendo otro Tiempo Nuevo.
Considerado por muchos como el primer “show periodístico” de la televisión y durante décadas el ciclo más influyente en la agenda política del país, Tiempo Nuevo fue un espacio al que era necesario acceder si se quería popularizar una idea o un discurso, y así lo entendió el joven fiscal Moreno Ocampo, que a fines de 1985 aceptó la invitación que hacía rato le cursaba la producción del programa, incluso por encima del deseo de su jefe Strassera. En diálogo con LA NACION, Luis Moreno Ocampo recuerda aquel momento y justifica los motivos de su decisión: “Bernardo Neustadt nos llamaba todo el tiempo, y Julio no quería saber nada, porque para él Neustadt había justificado la dictadura, y por una cuestión de principios había decidido no participar nunca del programa. Pero yo le insistía en que teníamos que salir en Tiempo Nuevo, porque tanto él como el programa tenían llegada a la gente que no creía en nosotros. Había una brecha en aquella época, que todavía existe, que tenía que ver con el hecho de que la guerrilla había causado tanto miedo que mucha gente entendía que si investigábamos a los militares estábamos avalando a la guerrilla. Y nuestra línea de trabajo era otra: resaltar que no aceptábamos la violencia en la Argentina. La nuestra era una idea contra la violencia, que la considerábamos injustificada, ni contra la guerrilla ni contra los militares”.
Moreno Ocampo a favor, Strassera en contra
Tiempo Nuevo debutó en junio de 1969 por Canal 11. La carrera de Bernardo Neustadt –nacido en Iasi, Rumania, el 9 de enero de 1925– como periodista había comenzado a los 14 años, luego de ganar un concurso de taquigrafía y entrar al diario El Mundo donde luego de pasar por la sección deportiva publicó su primera cobertura política: la movilización peronista del 17 de octubre de 1945 a Plaza de Mayo.
Aunque la televisión no le era ajena para cuando desarrolló su proyecto más ambicioso, los comienzos no habían sido demasiado prometedores. En 1961 había probado con un microespacio llamado “La pregunta de hoy”, que duraba cinco minutos incluyendo dos de publicidad; y previo a eso Sala de periodistas, mesa redonda a cargo de Jacobo Timerman, dos nombres que se cruzarían a lo largo de los años y sobre los que pesaría la sombra de una rivalidad justificada con el paso del tiempo.
¿Qué tenía Tiempo Nuevo para perdurar frente a otras propuestas que inevitablemente naufragaban? A juicio de su creador era solo cuestión de entender “el lenguaje del medio televisivo. Hay que tener ritmo, ser preciso, hablar corto, saber escuchar, si es necesario interrumpir y hacer una pregunta que sea fatal”. Todo eso, y tener la suficiente llegada con aquellas “empresas a las que les interesa el país” y el poder político de turno, aunque de acuerdo a una entrevista con El Planeta Urbano, la mirada de Neustadt era otra: “A mí la palabra poder no sé si me gusta. Me gusta más la palabra ‘influencia’. No sé, semánticamente, qué quiere decir ‘poder’. Si me pregunta si tengo influencias, yo le diría que sí. Que se trata de poder cambiar la mentalidad de la gente. Yo me adelanté a mi tiempo, de eso no me cabe duda”.
Poder, influencia, o como se quiera llamarla: pasaban los años y Tiempo Nuevo se afirmaba en el gusto de la gente. Neustadt era una celebridad dentro de lo suyo, y el programa era una cita obligada para la audiencia. No importaba el estrato social ni la simpatía política, fuera para amarlo u odiarlo, la gente miraba a Neustadt religiosamente, en una transversalidad pocas veces vistas en la pantalla local.
En 1985, el fiscal Luis Moreno Ocampo sabía eso, y tenía muy claro cómo manipularlo a su favor: “Nunca me reuní con él antes del programa. Llegué, y me senté a la mesa, tenía claro lo que quería decir. Como yo era joven, tenía barba y la edad de muchos guerrilleros, sabía que podía haber una especie de identificación. Por eso la importancia de resaltar nuestro discurso, en el que habíamos empezado describiendo los crímenes de la guerrilla. Es interesante analizar Tiempo Nuevo desde cómo se articulan las audiencias. Porque la fiscalía había representado a la gente que pedía condenas, y los jueces le terminaron poniendo límites a ese pedido, con condenas menores y algunas absoluciones. Entonces, la gente que no nos quería terminó queriendo más a los jueces. Pero al mismo tiempo, el resultado despertó la furia de algunos organismos de derechos humanos. Creo que Bernardo Neustadt nos ayudó a la aceptación de la gente que no quería que se juzgara a los militares”.
Aunque lo anterior queda esbozado en la película de Santiago Mitre, que reproduce tramos salientes de esa entrevista televisiva real, es evidente que ese segmento tuvo una contundencia bastante mayor a la que se puede ver en la ficción, aun cuando Strassera nunca lo reconoció: “Julio estuvo enojado conmigo por dos años, por lo menos. Estuvo muy furioso con eso, porque para él era una cuestión de principios no ir a Tiempo Nuevo. De todos modos llegamos a un acuerdo. Yo lo respetaba porque era el jefe. Cuando salió la sentencia, que fue muy polémica porque la gente esperaba otra cosa, Neustadt metió mucha presión para que algunos jueces fueran a una entrevista, y también nos quería a nosotros. Los jueces se negaron, aduciendo que no iban a programas de TV. Estuve de acuerdo porque, aunque la fiscalía no estaba de acuerdo, la sentencia nos parecía muy sólida e importante”.
Y si se trata de construcciones ficcionales, el fiscal adjunto del Juicio a las Juntas recuerda otro dato que contrasta con lo que se ve en la película: “No me acuerdo si dije en el programa de Neustadt lo de mi abuelo, Francisco Ortiz de Ocampo, pero sí mencioné que en la época que realmente estaba en juego el destino de la patria, a mi tatarabuelo lo relegaron del mando del ejército porque no quiso fusilar a Liniers. Finalmente lo hicieron por orden de Castelli, que fue quien lo reemplazó cuando se negó”.
El programa periodístico con más rating de la historia
Hasta apagarse su estrella a fines de la década del 90, Tiempo Nuevo y su creador se jactaban de haber pasado por todos los canales de aire (“Y de todos fui despedido”, solía explicar Neustadt), congregar a la mayor audiencia para un programa de esas características, y a la vez haber sido escuela junto con Hora Clave –ciclo posterior a cargo de su coconductor por muchos años, Mariano Grondona– del periodismo que llegó después. Las explicaciones para “Doña Rosa”, el “lo dejamos ahí” a modo de punto final o aquel “No me dejen solo” en tiempos de zapping, y otros varios latiguillos que todavía forman parte de la cultura popular nacieron en Tiempo Nuevo. También entrevistas impensadas, como aquella con Fernando Vaca Narvaja y Roberto Perdía en octubre de 1989, luego de haber recibido el indulto del presidente Menem. O también un espacio para la autocrítica leída por el general Martín Balza, por entonces jefe del Estado Mayor del Ejército Argentino, en relación al accionar de la cúpula militar durante la dictadura. Todo pasaba por el tamiz de Bernardo Neustadt, todo pasaba por Tiempo Nuevo.
El cantor frustrado, el hincha de Racing, el periodista que según sus propias palabras a la periodista Cristina Castello “pidió” el golpe del 76 y “justificó” el del 55, murió el 7 de junio de 2008. El hombre con el que Luis Moreno Ocampo recuerda haber tenido “una relación cordial. Me acuerdo cuando le expliqué que juzgar a los responsables de la represión era la única manera de proteger al ejército; es decir, si queríamos que el ejército sobreviviera a esto tenía que haber responsables individuales. Eso le gustó. A Neustadt le servía que nosotros fuéramos para ajustarse a los nuevos tiempos, y a nosotros, para que llegara a la gente lo que estábamos haciendo, tanto en la época del Juicio como después, cuando fui fiscal de varios casos de corrupción que eran todavía más complicados. Tiempo Nuevo fue muy importante en ese sentido, como también lo fue Mariano Grondona en Hora Clave, que había armado un espacio nuevo, distinto. Un lugar de debate serio, extraño en la Argentina de hoy, donde se podían debatir ideas”.
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