La real extensión de un conflicto
"No tenemos motivos para preocuparnos si llega la huelga. Todo lo contrario. Nosotros tenemos American Idol ", señaló en Hollywood un alto ejecutivo de la poderosa cadena televisiva Fox hace casi un mes, cuando el paro de guionistas que hoy tiene a maltraer a la industria del cine y la televisión en Estados Unidos estaba a punto de convertirse en realidad.
Lo mismo podrían decir hoy sus pares de la Argentina, que enfrentan desde anteayer el atípico fenómeno de una pantalla huérfana de ficción. Frente al reclamo de la Asociación Argentina de Actores, que defiende una jornada laboral de siete horas y 45 minutos, más una de almuerzo, la Asociación de Telerradiodifusoras Argentinas (ATA) y la Cámara Argentina de Productoras Independientes de Televisión (Capit) resolvieron suspender grabaciones y sacar del aire hasta nuevo aviso tiras y unitarios.
En consecuencia, lo que tenemos como alternativa es, por ejemplo, ShowMatch . Todavía con más soñadores cantantes, bailarines o patinadores de lo que hoy trajinan la pantalla de Canal 13 y todos los programas parásitos que viven a costa de lo que ocurre alrededor de Marcelo Tinelli, si este conflicto hubiese estallado a mitad de año y no ahora, en vísperas del cierre de 2007. También versiones ampliadas de noticieros ya exagerados, estiramientos varios, enlatados y algún ubicuo regreso, como el de Policías en acción .
Los canales y las entidades que conforman ATA y Capit se preocuparon menos por los efectos de congelar por un tiempo la continuidad de éxitos como Son de Fierro y Lalola que por la necesidad de plantarse en las inevitables negociaciones futuras desde una posición de fuerza. "Es imposible elaborar un programa diario de 60 minutos de duración en menos de cinco jornadas semanales, en las cuales los actores estén a disposición de la producción menos de 9 horas efectivas, conservando los estándares de calidad actuales", señalaron anteanoche ATA y Capit en un comunicado que identifica los reclamos de Actores con "pautas de trabajo obsoletas".
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Más allá de que una vez más la víctima más clara y menos visible de esta pelea es el televidente, que como todo el año padece la incertidumbre de no saber con qué se encontrará cada vez que prenda el televisor, el diferendo abre una oportunidad inmejorable para pensar si tiene sentido insistir en la agotadora fórmula de la tira diaria en formato de comedia o drama, que además de imponer extenuantes jornadas de grabación hace imposible el trabajo de guionistas y realizadores. ¿O acaso en el capítulo 30 o 40 las cosas no vuelven al punto de partida, como si todos olvidaran lo que ocurrió hasta allí? Dicha estructura debería quedar limitada por razones de género, perfil e identidad a los teleteatros, que como lo demuestran los ejemplos brasileños, colombianos o mexicanos, también pueden trabajarse con rigor y meticulosidad pese a las exigencias impuestas por su extensión.
¿Cuánto podría ganar Lalola , por ejemplo, si sus emisiones fueran semanales y no diarias? Habría más expectativa entre el público, más tiempo para trabajar las situaciones y mejores recursos televisivos para resolverlas. Algo así ocurría con la mejor ficción de los últimos años, Los simuladores , un ciclo que de haberse emitido diariamente jamás habría alcanzado tan alto vuelo.
No estaría mal que además de discutir cuestiones laborales y salariales las partes en pugna se pusieran a conversar seriamente acerca del modelo de televisión que se hace en la Argentina, cuyo menú de ficción -con exceso de tiras- nos obliga a tragar rápido y eleva los riesgos de indigestión.
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