La importancia de cuidar los detalles
Un guionista conocedor de lo british y un gran elenco, claves del gran resultado
Como lo califiqué en una de mis columnas de los miércoles, Downtown Abbey es un folletín alevoso, con todos los lugares comunes del género, pero en un excepcional nivel de calidad. Se nota la mano del guionista, Julian Fellowes -el mismo de Gosford Park , el notable film de Robert Attman-, ducho en todos los vericuetos del protocolo que rige la conducta pública de la clase alta británica. Los preparativos de una comida de gala, por ejemplo, no sólo implican ubicar las copas y los cubiertos a determinada distancia unos de otros (con ayuda de una cinta métrica), sino hasta la elección prolija de un par de gemelos para los puños de la camisa, los únicos adecuados para la ocasión: precisamente ese par y no otro cualquiera.
Aunque es improbable que una familia inglesa aristocrática de entonces fuera tan amable y generosa con sus criados como los Grantham de esta historia, no es el menor mérito de ésta trazar un cuadro veraz de la situación política, económica y social de la Inglaterra de la época, (cuando se prolongaba lo que los ingleses -con nostalgia no exenta de ironía- denominan "el crepúsculo eduardiano", el breve reinado -1902-1910- de Eduardo VII, cuando empezó a demolerse el formidable bastión victoriano). El crepúsculo perduró, ya entronizado Jorge V, hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, que acabó con la llamada "belle epoque". La acción de Downton Abbey se desenvuelve a partir del naufragio del Titanic, en abril de 1912, en el cual muere Patrick Crawley, destinado por la ley inglesa a heredar el castillo y el patrimonio todo de la familia. Patrick iba a casarse con lady Mary, la hija mayor de lord Grantham (por ser mujer, no puede acceder a la herencia), pero su muerte abre la certeza de la ruina del conde y los suyos. Salvo que la bella Mary, con un pasado dudoso a sus espaldas (hay en su vida un secreto que no conviene revelar), logre seducir al nuevo heredero, un joven y apuesto abogado de Manchester, pariente lejano de los Grantham, dispuesto a no someterse a los códigos de la aristocracia.
Como en la memorable Upstairs, Downstairs de los años 60, debajo de los salones suntuosos y de las fingidas cortesías, bulle el mundo de los criados, que son (como en La regla del juego , el film de Jean Renoir de los años 30) tan snobs como sus amos, y aun más, si cabe. Ahí se juega la destreza de Fellowes para diseñar y sostener dramáticamente una variedad de tipos populares, de procedencias y cuasi dialectos muy diversos. Las historias laterales atienden a todos los gustos: hay amores contrariados (a granel), traiciones, mentiras, engaños, esposas intratables, seres angélicos y seres demoníacos, hijos naturales... El repertorio íntegro, sin ningún pudor, pero en un nivel de calidad excepcional.
Y puesto que se dice que Dios está en los detalles, he aquí algunos. Las actrices elegidas como lady Mary y su madre (Michele Dockery y Elizabeth McGovern, respectivamente) tienen un evidente parecido, un aire de familia. Cuando la hija más joven, lady Sybil, quiere escandalizar a los tradicionalistas, encarga a París un atuendo tipo odalisca, a la manera de Paul Poiret. La condesa viuda (creación magistral de Maggie Smith), entre otros horrores modernos, detesta la luz eléctrica y se cubre los ojos con su abanico cuando ya no puede soportarla. No son observaciones frívolas ni prescindibles. Son el sostén menudo, humilde acaso, que mantiene en pie a todo el edificio.
Una historia que continúa y suma personajes
Teniendo en cuenta los meses que separan la emisión local de Downton Abbey de su estreno británico primero y norteamericano después, parece un poco precoz empezar a discutir la cuarta temporada. Sin embargo, como sus grabaciones ya están en marcha y se estrenará en su país de origen en septiembre, de hecho algunos detalles ya comenzaron a filtrarse y difundirse con respecto a lo que vendrá. Sin revelar líneas de relato específicas que les quiten sus merecidas sorpresas a quienes no han visto aún la temporada actual, se puede adelantar que la próxima comenzará seis meses después de los sucesos que se muestran en el especial de Navidad, y que aunque algunos personajes fundamentales de la trama ya no serán de la partida, otros se sumarán al mundo Downton. Entre ellos habrá que contar el regreso de ese vendaval antiesnobs que es la Martha Levinson de Shirley MacLaine y la participación de la cantante de ópera Kiri Te Kanawa, que hará de una cantante que brindará una función en el hogar de los Crawley; además la actriz Harriet Walter (Sensatez y sentimiento) interpretará a lady Shackleton, una amiga de la condesa viuda, y el actor Tom Cullen, ocupará el puesto de galán de la temporada interpretando a lord Gillingham, un viejo amigo de la familia. Entre los personajes de "abajo", un nuevo valet aparecerá para poner nervioso al verdadero rey de la mansión, Carson, el orgulloso mayordomo que interpreta el subvalorado Jim Carter.