La exclusión que se mira por TV
Canal 7 estrena Los pibes del puente, una serie sobre los chicos en situación de calle
Los chicos están sentados en uno de esos puentes que van de vereda a vereda. Hablan sobre robos, violencia, drogas, sexo. No tienen más identidad que la que da la calle, la de esa selva de cemento en la que se están criando. No importa demasiado cómo se llaman; ellos lo tienen marcado a fuego: son chicos en situación de calle.
Quizá porque los vieron -no sea cosa de tener que cerrar los ojos ante lo evidente- o se sensibilizaron con el tema, pero lo cierto es que de un momento a otro las historias de esos chicos saltaron a la televisión. Quienes dan fe de eso son Victoria Miranda y Celeste Casco, directora- junto con Patricio Salinas Salazar- y productora y también guionista, respectivamente, de Los pibes del puente , la serie de ocho capítulos que Canal 7 estrena hoy, a las 22.30.
"Nos sentimos sensibilizados al ver a los nenes en la calle. Son nuestras venas abiertas. Es importante que esta serie se vea para que se abra un debate", dice Casco.
Violencia en el aire
La historia es bastante oscura, sin mucho lugar para respirar; asfixiante. Es la de Bingo (Matías Marmorato), un adolescente escuálido, ojeroso, con un cuerpo erosionado por las drogas -se presume que por el paco, la destrucción a precios de saldo-. Creció en el peor de los ambientes bajo el cuidado de una suerte de madre adoptiva que mucha contención no le dio en un departamento derruido. A él no le queda demasiado resto; salvo la calle, el puente donde se junta con sus amigos para ver pasar la vida. Así es su mundo. Todo lo contrario al de Yessy (Guadalupe Docampo). Ella vive en una casona estilo francesa, con mucamas que la contienen, y con el recuerdo a flor de piel de una madre que murió en extrañas circunstancias. Su padre, "el Ruso" (Gustavo Garzón), es el narcotraficante más grande del conurbano.
Yessy no puede con su vida y, en el baño de su casa, se desviste, se sumerge en la bañera y se corta las venas. Termina en el hospital, en uno público, donde están Bingo y su hermano postizo, Luciano (Nahuel Viale), quienes acaban de enterarse de que uno de sus amigos -un niño- murió por el disparo certero de un hombre en plan vendetta. Luciano y Yessy -en plena agonía- cruzan miradas en el pasillo del hospital: el flechazo es inmediato. Sólo falta que el grupo de chicos se alíen con "el Ruso" y dupliquen cocaína en una fábrica abandonada para que la historia comience a andar completamente.
Primera vez
"Con los actores tuvimos tiempo para trabajar los personajes. Yo les dije que buscaran «su» marginal y que no cayeran en lo burdo", cuenta Miranda, una de las realizadoras noveles que forman parte de este proyecto ganador del Concurso de Series Federales de Ficción del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). En este caso, uno de los requisitos era que los postulantes no tuvieran demasiada experiencia en el medio.
"Fue un proyecto que se pensó para la gente que venía trabajando y necesitaba dar un salto", señala Casco, que debuta en la producción general con esta serie. Miranda completa: "Yo había dirigido documentales, pero siempre desde lo artesanal. En esta serie, hubo un equipo técnico mucho más grande del que estaba acostumbrada y otras variables que había que controlar".
Como ganadores del concurso recibieron 640.000 pesos que debieron usar para financiar la serie -80.000 pesos por cada capítulo de media hora de duración-.
Salvo por Gustavo Garzón, los actores que participan de esta ficción son casi desconocidos, aunque muchos tienen experiencia teatral y cinematográfica. Para darle realismo a la historia, algunos de los personajes los encarnaron intérpretes que surgieron de diferentes castings que se hicieron en la villa 21 y en centros culturales del Bajo Flores. Todo sea para ponerles cuerpo a esos chicos que no tienen más identidad que la que da la calle.
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