Ficciones extranjeras vs. nacionales: la crisis de Polka en la encrucijada de la industria audiovisual argentina
Lo que está ocurriendo conPolka llevó a que por fin la opinión pública argentina tomara conciencia definitiva de los cambios veloces, dramáticos y cargados de incertidumbre que sufre la industria del entretenimiento a escala global desde que estalló la emergencia por el coronavirus.
La confirmación de que Separadasya no volverá a la televisión tuvo en muy poco tiempo, apenas horas, un impacto más fuerte que el de los cines cerrados hasta nuevo aviso, la parálisis teatral que hasta arruinó todos los planes de la temporada de vacaciones de invierno y la imposibilidad del regreso de los shows musicales pequeños o multitudinarios, entre los muchos golpes que soporta la actividad, de las más afectadas en todo el mundo por la pandemia..
Esta reacción no debería sorprendernos. El cine, el teatro y la música, mal que mal, encontraron en este tiempo de cuarentena obligatoria al menos una pequeña válvula de escape en las pantallas. Distinto es lo que pasa cuando la propia televisión es la que sufre la crisis. El espacio en el que todos nos refugiamos en medio del aislamiento forzoso no hace más que amplificar a una escala casi ensordecedora lo que ocurre en su propia matriz. Y con una perspectiva inquietante: de un día para el otro, la despedida de Separadas coloca a Polka en una encrucijada feroz: o reduce su estructura de manera rápida y drástica o se expone inclusive a cerrar sus puertas.
El excelente show de Graham Norton es uno de los pocos programas sobre la actualidad del entretenimiento que mantiene sus emisiones regulares en el Reino Unido a pesar de la cuarentena. La emergencia forzó una adaptación del ciclo a la nueva realidad y así vemos a su conductor en un pequeño espacio conectándose por videollamada con sus invitados famosos, que en vez de visitar el estudio ahora hablan desde sus hogares. Podemos ver cómo algunos de ellos aprovechan la ocasión para hablar de sus programas, los que están en el aire o a punto de volver o de estrenarse. Esto ocurre en los países con mucha espalda en términos de producciones televisivas. Hay todavía material de sobra para ser descubierto, las plataformas se inundan de lanzamientos o de nuevas temporadas y, para ir todavía un poco más allá, todo el tiempo llegan noticias de ambiciosos proyectos que involucran a directores, guionistas y actores muy renombrados.
Las decisiones tomadas al máximo nivel gubernamental acompañan toda esa estructura. El fin de semana pasado se publicaron en el Boletín Oficial de España las normas (extensas y minuciosas) fijadas oficialmente para habilitar el regreso inmediato de los rodajes para cine y televisión. En el Reino Unido los organismos oficiales ya dieron a conocer los protocolos sanitarios que regirán en el corto plazo el regreso al trabajo y en Estados Unidos se trabaja contrarreloj en esa dirección.
Es cierto que en esos países el pico de la pandemia parece haberse superado y la infraestructura audiovisual está entre las más poderosas del planeta. Pero ese mismo mundo llegó a reconocer y a elogiar repetidas veces el poderío argentino en esa industria, su talento, su creatividad y sobre todo su capacidad de exportar productos exitosos. Y lo sigue haciendo. No cualquier país consigue el mérito de convertirse en invitado de honor de Mipcom, la convención anual televisiva más importante del mundo. Eso ocurrió con la Argentina en 2013.
Hoy, nuestro país se enfrenta a una compleja transición en el funcionamiento de su industria audiovisual, sobre todo en el terreno de la producción, distribución y exhibición de ficciones dirigidas a la televisión y a las plataformas de streaming. Y a la vez no tenemos hasta ahora aun mínimo indicio de lo que piensa el Gobierno respecto de la salida de la cuarentena y el establecimiento de una "nueva normalidad" para esta actividad. Resulta algo curioso para un gobierno que siempre recurrió a los actores como capital simbólico propio que en este momento trascienda un mayor interés por pensar el regreso del fútbol (un tema de conversación cotidiana para el presidente Alberto Fernández, según reveló LA NACION hace un par de días) que esbozos o planes concretos para empezar a imaginar a mediano plazo una salida de la cuarentena en el terreno de la paralizada actividad audiovisual.
La propia realidad hace el resto. Y el contraste entre la crisis que enfrenta Polka y la enorme repercusión que tiene hoy entre el público argentino la emisión por Telefe de Jesús,la superproducción bíblica de la cadena brasileña RecordTV, contribuye tal vez de manera brutal y extrema a entender lo que pasa.
Sabemos que es imposible hacer en la Argentina una novela de la envergadura de Jesús, pero lo que queda más a la vista en uno y otro caso es la planificación a largo plazo frente a la urgencia. Separadas, como la mayoría de los productos de Pol-Ka, tenía sus grabaciones casi al día, sin resto para seguir adelante frente a una contingencia tan inesperada como la aparición del coronavirus. Estas ficciones se siguen grabando después de su estreno con un margen estrechísimo de trabajo entre el rodaje, la post-producción y la salida al aire. Producir a toda velocidad deja a la vista el talento y la eficiencia de quienes hacen ficción en la Argentina. Y también les otorga margen a sus productores para permitirse cambiar sobre la marcha la trama "a pedido del público" en vez de confiar en la historia original a la que en un principio habían apostado. Un riesgo que queda ahora a la vista y no le pertenece solamente a Polka.
Un nuevo modelo de ficciones impuesto en los últimos años logró en parte superar ese problema y mejorar, de paso, la factura de muchas producciones locales. Con la llegada de protagonistas internacionales de peso y el cambio de paradigma en el consumo de ficciones (el "efecto Netflix"), la producción local fue virando hacia un perfil más cercano a las series o miniseries de duración relativamente corta, guiones más elaborados y características de producción propias del cine. El merecidísimo éxito de Casi feliz es el ejemplo más reciente de una tendencia que no deja (ni dejará) de afirmarse.
Pero ese modelo de ficción de nuevo cuño todavía no está en condiciones de reemplazar por completo a los formatos tradicionales, especialmente las tiras del horario central con cinco emisiones semanales, como ocurre en los casos de Polka y Underground. Ficciones que además sufren en términos argumentales las restricciones impuestas por la emergencia sanitaria. ¿Cómo harán estas historias corales para adaptarse a las medidas de distanciamiento social que irreversiblemente van a imponerse en los próximos tiempos? Si hay algo que identifica a Separadas y otras producciones de su tipo son las escenas con mucha gente, los escarceos románticos y situaciones típicas (bodas, reuniones, encuentros en bares, bailes, celebraciones) difíciles de concebir de aquí en adelante por un buen tiempo.
Es inevitable que en medio de esta crisis y un escenario de transición complicada que ya estaban planteados antes de la aparición del coronavirus aparecieran otros focos de conflicto adicionales. Allí están, por ejemplo, quienes dicen que los problemas del sector se explican en buena medida por algunas rigideces (sobre todo sindicales) en la cadena de producción. El experimentado productor Enrique Estevanez se animó inclusive a decir que la ficción argentina resulta problemática de hacer, entre otras cosas, porque en la Argentina los actores son muy caros. Y a propósito de los actores, ellos vienen haciendo cada vez con más fuerza el reclamo contra la decisión de los canales de programar novelas extranjeras en vez de reponer producciones locales que al menos les garantizarían algún ingreso en medio de una parálisis que los mantiene sin trabajo. Un pedido, vale reiterarlo, que no es nuevo. Se escucha al menos desde 2016. Son temas que exigen un debate profundo, pero que en esta coyuntura tan compleja quedan inevitablemente expuestos a malinterpretaciones y enfrentamientos acalorados.
Todos estos planteos no hacen más que darle todavía mayor dramatismo a la situación de Polka. La productora de Adrián Suar tiene un pie en el pasado (lo que ocurre con Separadas) y otro en el futuro. Una de sus creaciones recientes, la miniserie Entre hombres, está terminada y lista para ser estrenada por la cadena HBO para una audiencia internacional. Algo que ocurrirá en la segunda mitad de este año.
Esta tensión ilustra la complejísima realidad del mundo audiovisual argentino, que en el peor de los casos podría perder a uno de sus protagonistas más relevantes de las últimas décadas por culpa de un virus tan dañino que puede actuar perfectamente como un villano que ya no es de ficción. Pertenece a la realidad.
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