‘La conjura contra América’
HBO - Cuatro estrellas
En 2004, cuando Philip Roth publicó La conjura contra América (The Plot Against America, una historia alternativa en la que el piloto Charles Lindbergh es elegido presidente en 1940, con un mensaje antibélico y apenas veladamente antisemita), George W. Bush estaba por ganar la reelección y en NBC debutaba la segunda temporada de The Apprentice, un reality que tenía de juez a un caricaturesco magnate inmobiliario de Nueva York llamado Donald Trump. Con el país en guerra en dos frentes, en Irak y Afganistán, no era un momento feliz de la historia estadounidense, pero el relato de Roth seguía siendo legible, más que como una profecía ominosa, como una historia alternativa que costó mucho evitar (el Lindbergh real era un aislacionista antisemita, pero no fue nunca candidato a presidente).
Con esta adaptación en cambio, una miniserie de seis capítulos en manos de los creadores de The Wire, Ed Burns y David Simon, que se estrenó el mes pasado en HBO, lo que alguna vez fue fantasía contrafáctica se revela como un augurio mortificante. Como en El cuento de la criada, aunque más compacto, es horripilante ver cómo la vida ha llegado a imitar a su material, el arte. Este es otro ejemplo del virtuosismo de Simon y su equipo a la hora de atornillar al espectador con una pieza de entretenimiento cuyo material, sin embargo, es una crítica incisiva de nuestro modo de vida.
Experimentamos esta vuelta de tuerca en los ojos de una versión ficcionalizada de la familia Roth (aquí llamados los Levins) en Newark, Nueva Jersey, cuyos miembros son el vendedor de seguros Herman (Morgan Spector), la esposa y ama de casa Bess (Zoe Kazan), el hijo mayor Sandy (Caleb Malis) como un artista que idolatra a Lindbergh (Ben Cole), y el menor Philip (Azhy Robertson) que solo quiere disfrutar de su colección de estampillas y de las cenas con su tía Evelyn (Winona Ryder) y su primo Alvin (Anthony Boyle).
El ascenso de Lindbergh es muy comparable con el de Trump. En primer lugar, se lo satiriza en la prensa de una forma que sus críticos creen que va a hundirlo, ante lo cual él se muestra inmune. Herman lo desprecia como "un piloto de avión con opiniones", así como Trump era descalificado como celebridad de un reality. Por último, a Lindbergh su propio partido lo trata como un idiota útil. "Así es como empieza: todos creen que pueden conseguir trabajo con este tipo", se lamenta Herman. "Como Hitler: todos piensan que no quiere decir lo que está diciendo".
Con la ayuda de Lionel Bengelsdorf (John Turturro), el rabino que sale con Evelyn, "Lindy" logra ganar la elección. (Alvin, con disgusto, sugiere que Bengelsdorf está "convirtiendo a Lindbergh en un candidato kosher" a los ojos de los no judíos, que así van a poder votar tranquilos a un antisemita comprobado.) Pronto Bengelsdorf repite como un loro el decálogo respecto de quién es y quién no "un estadounidense de verdad", y de cómo los judíos pueden ser "asimilados mejor" en una visión rural y supuestamente más auténtica del país. Mientras tanto, la idolatría por Lindbergh aumenta y, con ella, crece el consenso tácito a la acción violenta de parte de quienes comparten sus horribles ideas. "El odio ya existía", se da cuenta Herman. "Como los árboles secos que esperaban un fósforo encendido".
El paralelo Lindbergh-Trump se siente más insolente que los comentarios políticos que Simon y Burns habían incluido en obras previas (la tercera temporada de The Wire como alegoría de la guerra de Irak por ejemplo). Pero Trump es un personaje para el que la sutileza y el matiz siempre han sido cosas extrañas. La dinámica particular de los Levins (la terca fe en lo mejor de Estados Unidos de Herman, la ansiedad por el reconocimiento de Evelyn, los miedos de Bess sobre sus hijos) y algunos detalles de época separan parcialmente el tiempo del relato de nuestro desastre actual. Las actuaciones también son muy buenas, en particular la de Kazan como la única en la familia que logra ver lo que está pasando en cada momento de esta pesadilla en cámara lenta.
Roth no es el primer escritor en crear la historia de un demagogo que hoy parece sacada de las noticias. En una escena sacada directamente del libro, el alcalde de Nueva York, Fiorello LaGuardia cita It Can’t Happen Here de Sinclair Lewis y admite: "Está pasando aquí". Por esos vínculos evidentes entre el pasado paralelo de Roth y nuestro presente, La conjura contra América puede ser tan difícil de ver como los peores momentos de The Wire, Treme o The Deuce. A fin de cuentas, Simon y Burns dan un relato más oscuro que la novela, pero de una forma que, lamentablemente, parece también más verdadera.
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