La Academia: quién es Ernesto “Tito” Díaz, el bailarín de malambo que emocionó a Pampita
“El malambo es mi devoción, la razón de lo que hago, el nacimiento de mis sueños más grandes, el motivo por el cual siento que puede unir a toda mi familia”, cuenta Tito Díaz en diálogo con LA NACION; su historia de vida, su título de campeón nacional de malambo y su presente en ShowMatch
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De la ciudad de Laborde, Córdoba, hasta los estudios de Martínez, en donde se emite “La Academia”, hay 530 kilómetros. Ambas localidades son dos mojones importantes en la hoja de ruta del bailarín de malambo cordobés Ernesto “Tito” Díaz, compañero en las pistas de eltrece de Viviana Saccone. El hijo menor de cinco hermanos es una de las revelaciones en el programa que conduce Marcelo Tinelli que, en la noche de martes, dedicó sus minutos finales a las historias de vida de Jonathan Lazarte, la pareja de pista de Ángela Leiva, y a Tito. Él fue, en 2019, el campeón del Festival Nacional de Malambo de Laborde. Desde 1966, todos los años tiene lugar en esa ciudad cordobesa este encuentro que es la Meca de todo bailarín folklórico. También su propia Meca.
Aunque desde el centralismo porteño suene extraño, para un bailarín de esa disciplina, como afirma la periodista y escritora Leila Guerriero, “no hay en el mundo una ciudad más importante” que esa localidad de unos 6.000 habitantes. Leila fue quien, en 2011, publicó el libro Una historia sencilla, una atrapante crónica sobre este mítico festival. Cada año, su ganador alcanza la cima de ese mundo regido por la danza pampeana y sus múltiples derivaciones regionales. “Considerados un cuerpo de elite dentro de las danzas folklóricas –los campeones caminan por las calles de Laborde con el respeto que despertaban los héroes deportivos de la antigua Grecia–, estos jóvenes atletas criollos consagran buena parte de su vida al complejo mundo del zapateo”, afirmaba el periodista Gabriel Plaza en una nota publicada en LA NACION que, justamente, motivó la investigación de Leila Guerriero.
En 2019, el héroe que caminó con el respeto de todos por las calles de Laborde fue Ernesto “Tito” Díaz. El mismo que, en la noche del martes, junto a Jonathan Lazarte, emocionó a tantísimos otros durante la emisión de “La Academia”.
Fue su padre quien lo involucró en el malambo. Una de sus hermanas, Florencia, es su cómplice artística. Su madre, Esther, fue la otra gran aliada de su recorrido. Apelando a imágenes grabadas y ante la sorpresa de Tito, fueron ellas las que tomaron la palabra en el programa de Tinelli (es más, aparecieron por sorpresa en el estudio). Esther contaba anoche que su hijo siempre le decía que algún día iba a ser campeón de malambo. “Pero no había muchos recursos, éramos pobres. Él tenía hambre, hambre de escenario. Se llevaba los premios, todos; pero cuando bajaba del escenario, después me enteré, se desmayaba porque no había comido bien, porque le había costado llegar al lugar. Yo sé lo que le costó todo”, confesaba. Todos esos relatos cruzados, en la noche de ayer. La imagen final fue la de los dos bailarines. Obvio, emocionados.
A horas de toda esa zafarrancho de sensaciones, Tito atiende a LA NACION. “Parece que llegó mi momento, o algo así, como dice la gente -comenta todavía sorprendido, esperando a tomar algo con su madre y su hermana-. Todavía no lo puedo poner en palabras. Yo estaba preparado para otra cosa y me fui dando cuenta que estaba todo armado para sorprenderme. Soy nuevo en esto y siento que, de golpe, todo cambió. Fue un mazazo en el cuerpo. No tengo palabras de agradecimiento”.
El otro mazazo en el cuerpo fue en 2019, en Laborde. Esa vez, después de 16 años, el título volvió a quedar en manos de un cordobés. Eso, al parecer, hizo que su nombre quedara en la mira de otras gentes. De hecho, desde la producción de Tinelli lo convocaron para integrar el programa del año pasado. Se vino a Buenos Aires, pasó la prueba, e iba bailar junto a Las Trillizas de Oro. Pero vino la pandemia y se volvió a Córdoba a seguir perfeccionándose. Desde la producción, en búsqueda de bailarines folklóricos dispuestos a bailar otros ritmos, lo volvieron a llamar. Se tomó el micro, hizo la audición, quedó. La de anoche fue su cuarta gala en la cual, bajo el formato de duelos, se terminó haciendo un recorrido sorpresa por la vida de Jonathan Lazarte y de Tito, con el fin de darlos a conocer. Fue noche de emoción.
Este joven bailarín criado en Mina Clavero ya había conocido esos sacudones emocionales cuando fue campeón en aquel festival. “Tito” Díaz se presentó en el certamen pre-Laborde de Córdoba desde los 14 años. Nunca pudo ganar. Recién a los 23, en la categoría Mayor, entró al formato nacional. En el 2017, Bodas de Oro del festival, llegó a la final. “Abrí los ojos, absorbí un montón de información. Ese paso fue fundamental”, analizaba en un reportaje a la revista Balletin Dance, cuando se presentó en Buenos Aires. Un año después resultó subcampeón nacional. En 2019, levantó el trofeo. “Mi paso por Laborde fue corto, pero las ansias de llegar hasta ahí fueron de toda una vida”, resumía en esa nota.
Si bien tuvo varios maestros, fue campeón bajo la mirada de Víctor Cortés, campeón en 1987, de Córdoba y Adrián Bergués, campeón en 2002, de Buenos Aires. Siguiendo la tradición, todo indicaría que en algún momento él también terminará entrenando a un futuro campeón. “No ahora, porque estoy en un momento en el cual se me amplió el panorama. De intentar meter mi mundo en cada ritmo nuevo que me toca bailar en el programa. Sí me gustaría entrenar a alguien cuando yo no pueda bailar”, reconoce ahora quien desde los 14 a los 23 estuvo intentando todos los años entrar a la versión de Laborde hasta que se le dio.
-Ese festival tiene algo de rito, de mística propia, de seres que se entrenan años para llegar hasta allí como se fuera una competencia deportiva de elite.
-Es así, tal cual. Es más que un festival con una mística propia enorme. Es un fenómeno social y artístico para el cual se van eligiendo los mejores de cada región hasta llegar a la instancia nacional, en la que se elige campeón y pasás a formar parte de una lista que no se borra nunca, nunca más.
-Sumado otro “detalle”: el ganador no se puede volver a presentar. Como si fuera una karma.
-O un alivio. Porque te subís a un lugar del cual nunca te bajás. Es haber cumplido un sueño. Desde esa perspectiva, vale la pena el dolor de no poder volver a subirte a ese campeonato. El título te da una especie de jubilación. La noche de la elección del campeón, esos pocos minutos, te topás frente a una multitud enmudecida concentrada en seguir tus pasos. Todo el predio del festival y todo un país amante del folklore está con la atención puesta en esa final.
-Ser bailarín, de cualquier disciplina, es muy duro en nuestro país. El proyecto de la Ley Nacional de Danza, que sería una posible herramienta para el sector, todavía sigue siendo en proyecto.
-Es así. Es muy duro ser bailarín y es más duro todavía ser bailarín de folklore. Cuesta mucho tener un estabilidad económica, mucho más en estos momentos tan complejos. Soy un convencido de que tenés que matarte, un convencido de que alguien va a confiar en vos y te va a terminar dando laburo. En estos momentos estoy acá, en “La Academia” y soy integrante del Ballet Municipal de la ciudad de Córdoba, que me permite estar en Buenos Aires. No tengo tiempo para otra cosa. Pero no es fácil vivir de esto.
-Para vos, ¿qué es el malambo?
-Mi devoción, la razón de lo que hago, el nacimiento de mis sueños más grandes, el motivo por el cual siento que puede unir a toda mi familia. Es mi vocación, mi trabajo y mi mayor pasión. Va todo de la mano.
Cuando ganó en Laborde bailó con un tipo de traje que usaban los escoltas de Juan Manuel de Rosas. Lo eligió porque sus maestros pensaron que su manera de zapatear es la de un hombre preparado para la lucha. Va todo de la mano. Sus pasos actuales se dan, por primera vez, en Buenos Aires. Al principio estuvo viviendo en Flores. Hace dos semanas se mudó a Billinghurst, partido de San Martín. Tiene casi dos horas de viaje hasta el estudio del programa. Mientras tanto, sigue tomando clases, ensayando los ritmos que le van pidiendo cada semana y, cuando puede, meter algo de eso que lo apasiona, lo hace. Va todo de la mano.
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