Juana Viale vuelve con sus propios almuerzos: “Ya no tengo ni el peso ni la carga de la comparación, juego en mi propia cancha”
Este domingo, a las 13.45 sentará una mesaza de artistas en su primer programa del año, apostando a diferenciar los climas con el ciclo de Mirtha Legrand: “Los candidatos estaban más urgidos de que empezara el programa de mi abuela que ella misma”
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A principio de este mes, volvió la abuela a su mesaza. Y desde este domingo, vuelve la nieta. Hace algunas semanas que la señora Mirtha Legrand ya conduce La noche de Mirtha los sábados a la noche. Lo hizo, como todo en ella, a lo grande: rodeada por Javier Milei y Fátima Flórez, luego por Patricia Bullrich y finalmente Massa. Desde este mediodía, a las 13.45, Juana Viale ocupará la pantalla de eltrece con su Almorzando con Juana. En las redes, la actriz, la conductora –la nieta de, la hija de, la madre de– subió un video que parece ironizar sobre la relación tensa que suele mantener con la prensa. “¿Qué hacen acá? Todavía no empiezo”, aparece ella abriendo la puerta de su camarín en tono molesto. La secuencia termina culmina con ella dando un portazo.
Ahora, es miércoles pasado el mediodía, en la mansión del hotel Four Seasons y Juana abre las puertas a la prensa. LA NACION es el primer medio de una serie de reportajes rigurosamente cronometrados para no extenderse más allá de lo estipulado. Tendrá tres horas ocupando un lugar que, al parecer, no le gusta ocupar –el de entrevistada– aunque, como se verá, lo “rema” con conocimiento, con oficio, con cierta picardía. La conversación sucede en una tarde convulsionada por el apoyo de Patricia Bullrich y Mauricio Macri a Javier Milei y la posible ruptura de Juntos por el Cambio.
–¡Qué día te tocó para dar notas!
–Pero si la tarde está hermosa. Mirá qué lindo sol… [se ríe con complicidad].
–Y en medio de esta tarde soleada, mientras todo se rompe o se reacomoda, vos acá en tiempos de anuncios.
–En tiempos de volver a la televisión.
–¿Cómo es este volver?
–Con muchas ganas. Pasó mucho tiempo, ya casi un año del último programa. Y acá estamos, afianzándonos también. Estoy feliz con retomar el ciclo.
–¿Qué te propusiste para esta nueva temporada?
–Pasarla bien, que el principal objetivo de cualquier trabajo, no solamente de este en particular. Ya no tengo ni el peso ni la carga de la comparación. Creo que hay una marca mía más personal, ya juego en mi propia cancha, aunque nunca hay que confiarse de nada. El objetivo es disfrutar.
–En un programa de hace tres años, estuvieron sentados alrededor de tu mesa Patricia Bullrich y Javier Milei, y se “agarraron” de una forma muy dura. ¿Cómo transitás, ¿cómo surfeás una situación de ese tipo en pantalla?
–Claro que me acuerdo. A veces cuando en esas charlas, más allá del contenido de lo que se estaban diciendo, se eleva tanto el tono de voz a mí no me gusta. No sé, a veces dentro de un diálogo todo puede saltar a otro escalón. Creo que también son modos de expresarse de distintas personalidades para poder ser escuchadas, para hacerse ver, para sobresaltar un poco.
–En ese punto, ¿hay diferencias entre políticos y artistas?
–Sí, el actor interpreta personajes y cuando está hablando –dependerá del medio, del espacio que se le da y de varios factores– tiene una personalidad más auténtica. En contraposición, el político tiene que estar dando constantemente un discurso que va a agradar o rechazar. El músico, el actor o el escritor tienen otras cosas para decir mientras que el político tiene que sentarse a la mesa a decir algo que le crean.
–En ese sentido tu abuela este año comenzó con los tapones de punta…
–Bueno, se venían las elecciones.
–Y había que apurarse.
–Me parece que los que se estaban postulando a presidente estaban más urgidos de que empiece el programa de mi abuela que ella misma.
–Tuvo a los tres candidatos de mayor peso más Fátima, casi el cuarto personaje.
–Y a Moria Casán…
–Vos, ¿por qué lado vas a ir con los almuerzos?
–Creo que el de los domingos es un público más ameno, no tan de política pura. El argentino sí estaba esperando esas mesas porque la elección era inminente y mucha gente elige qué votar en la fila del cuarto oscuro mientras espera para emitir el voto.
–¿Te pasó?
–No, para nada. Pero ya habiendo pasado las primarias y en tiempos de balotaje lo mío es más para lo que se viene para esta temporada: mucho espectáculo y esas cosas. También es cierto que es necesario seguir diciendo lo que se piense sobre las elecciones y el que resulte electo siga manifestándose, porque no solo es cuestión de hablar durante las campañas y luego mozzarella.
–En este contexto político te tocan domingos de súperacción: la elección y, luego, los primeros tiempos del nuevo gobierno.
–Sí, y me gustaría que junto a actores y artistas vengan a sentarse a la mesa también los políticos. Me encantaría que vinieran los políticos porque hay muchas dudas. De hecho, ¿quién sería el ministro de Economía de Massa?
–¿Y el de Milei?
–Milei [se ríe].
–Hay que reconocerte que estuviste bastante astuta en tu lectura de lo que estaba pasando antes de las elecciones. Cuando fuiste al programa de Jorge Lanata luego de uno de los debates como analista, un rol raro…, ¿no?
–Sí, pero me invitaron a escuchar y debatir posdebate…
–En medio de ese debate te mandaste dos perlitas. Una: anticipaste que el balotaje iba a ser entre Milei y Sergio Massa.
–No anticipé nada, era salir a la calle y escuchar a la gente y también tener en cuenta lo que había pasado en los mismos debates. El discurso de Patricia, o cómo ella se había manifestado, o cómo había hablado, no le jugó muy a favor. Los resultados de las primarias sorprendieron a muchos. Lo de Massa es muy llamativo e importante, los votantes de Milei se estancaron luego de haber tenido tan buenas PASO, a Juan Schiaretti le fue muy bien y la que cayó mucho fue Patricia. Claro que en estos momentos es tiempo de todos tejes entre ellos que van a oficiar de radiografía de cuánto era cierto lo que se decían en los debates, cuando que se odiaban todos cuando, ahora, se tienen que aliar. Hay una estrategia que van a tener manejar que, en lo personal, me excede.
–En aquel programa de Lanata, el punto dos de la pregunta, te transformaste en meme al confundir los nombres de Myriam Bregman, del Frente de Izquierda; con el de Ingrid Bergman, la actriz sueca que protagonizó Casablanca, ¿cómo te lo tomaste?
–Son los gajes del oficio. Tal vez tengo en mi cabeza más a Ingrid que a Miriam, la verdad. Se parecen los apellidos [se ríe]. Fue un traspié como tantos otros…
–Eso lo entiendo, ¿pero cómo es abrir los portales al día siguiente y ver que te transformaste en meme?
–Bueno, me equivoqué. No te puedo explicar los traspiés que he tenido confundiendo nombres y personas. Tampoco es que dije que Myriam Bregman fuera de ultraderecha, eso sí hubiera sido un error más complejo.
–En esto de las confusiones, cada vuelta de abuela y nieta a la TVviene teniendo algo de comedia de enredos, de culebrón, de negociaciones plagadas de marchas y contramarchas.
–No sé, eso son tejes de los productores. La gente piensa que los que nos sentamos a hacer el programa somos los que debatimos esas cosas. Mi abuela tiene mucho peso en sus decisiones, eso es claro, pero nos respalda una productora, un productor que es el que decide sobre el producto, porque se habla de producto y no de personas…
–De la artística, olvidate.
–Totalmente. Yo confío plenamente en las voces de los que saben negociar esas cosas y después yo le digo, aunque parezca una estupidez, que quiero tener mis fotos en la mesa y me hacen caso. O que me gustaría tener un programa de domingo que pueda tener un tinte más armonioso porque si la gente está almorzando un domingo en familia no quieren ver a cuatro perros ladrándose. Me parece que el programa irá por ahí. Pero la decisión “dura” es de los productores con los canales.
–¿Y vos qué negociás con los productores?
–Nada.
–Pero invitados, ¿sí?
–Bueno, me gusta combinar invitados, pero no tengo pruritos de sentarme con alguien. Me gusta conocer pensamientos y me gusta evitar encasillar por cómo alguien se viste, o en qué lugares trabajó o qué oportunidades se les presentaron en la vida.
–Decís que te gusta conocer pensamientos pero ya en 2022, cuando tu abuela y vos comenzaron con sus programas, ya reconocías que hablar estaba difícil, que pensar distinto era difícil.
–Es que todo se condena. Supuestamente todos tenemos cabezas más abiertas porque aceptamos más cosas. Nos “rompemos” más pero, al mismo tiempo, al romperse más, se segrega más, se generan más militancias de pensamiento. Así es como a veces expresar lo que uno piensa es más condenable cuando no debería ser así.
–¿Te sentiste alguna vez condenada o sancionada, para usar un termino más suave, por alguna opinión?
–Bueno, por decir “Ingrid” en lugar de Myriam se armó un meme, algo que a mí no me importa, pero que mis hijos vean un meme porque su madre confundió un nombre…, ¡pará un poco! De todos modos no siento que me callen. Mi abuela, por hacer preguntas que incomodaron a cierto sector político, muchas veces ha sido condenada. O por tener equis cantidad de años cuando hoy en día se debería festejar su vitalidad, su agilidad mental.
–¿Cuáles son tus invitados de este primer domingo?
–¿Puedo decirlo? [mira a su hermano Nacho Viale, titular de la productora StoryLab junto a socio Diego Palacio, esperando su OK]. Yo soy muuuy obediente.
–Esa no te la creo.
–Bueno… [sonríe]. Tenemos a Darío Barassi, Luciano Cáceres, L-Gante y Charlotte Caniggia. Una buena mezcla para el primer almuerzo.
–¿Fue un buen maridaje tu experiencia teatral en Madrid? Hiciste una obra de Sergio Blanco dirigida por Cristian Morales…
–Fue una gran experiencia llegar a un país que no manejás y cumplir el sueño de presentar una obra en la Gran Vía. La pasé increíble y volvería a repetirlo.
–Te lo preguntaba porque vos misma habías anunciado que iban a estar dos semanas en cartel y terminaron haciendo tres funciones.
–En un momento se habían pensado en dos semanas y, por tratarse de una puesta en escena muy ambiciosa, se recortó a tres fechas, considerando que allá una obra no está tres meses en cartel como suele suceder acá. Funcionó eso y luego sucedieron cosas y dije: “Hasta acá llegué”.
–Con Almorzando con Juana vas a estar compitiendo contra La peña del Morfi.
–Sí, creo que está Georgina Barbarossa ahora, ¿no?
–En una de las promos de tu programa jugás con el portazo a la prensa, ¿cómo llevás personalmente las entrevistas?
–No…, la verdad es que la paso bien. Tengo años en esto.
Terminado el tiempo estipulado, saluda con suma cordialidad a la espera del siguiente periodista. Acostumbrada a ser noticia ella misma, siempre en medio de rumores de noviazgos, memes, por sus opiniones o por sus looks, Viale regresa a la pantalla muy cerca de fin de año. La continuidad del ciclo en la pantalla veraniega todavía no está confirmada.
La última vez que almorzó frente a las cámaras de TV el 17 de diciembre de 2022 en un programa en el cual compartió la conducción junto a su abuela, Mirtha Legrand. Uno de los invitados era Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de gobierno porteño que por entonces coqueteaba con ser candidato presidencial. Allí estaba también Verónica Llinás quien, entre bocado y bocado, habló de lo bien que se llevaba con Soledad Silveyra en la obra Dos locas de remate (con el tiempo, ambas actrices decidieron pasar un terapeuta lacaniano para tratar superar rispideces). En fin, cosas que se dicen y pasan en cualquier mesa de almuerzos o cenas.
Fue Marcelo Tinelli quien le propuso a Juana Viale formar parte de una tira cuando ella tenía unos 20 años. Juana Viale probó, le gustó, lo hizo suyo. Recién haciendo teatro en Chile empezó a sentirse actriz (algo que siempre fue el sueño de su abuela, quien contó en innumerables entrevistas que ya a los tres años le pedía a su niñera que le pusiera el moño más grande porque le gustaba llamar la atención). A muchos años de aquella foto con un niña y su moño gigante, la pandemia hizo que Juana Viale se hiciera cargo de la conducción del programa de su abuela. Con el tiempo, hizo suya la mesaza. O, como ella misma dice, “Ya juego en mi propia cancha aunque nunca hay que confiarse de nada”.
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