El cineasta, que está detrás de varios episodios de la emblemática serie La ley y el orden: UVE, habló con LA NACION sobre su rol como director de TV, del paro de guionistas en los Estados Unidos y de su crítica mirada de la realidad nacional
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Esta semana, Universal estrenó el episodio “Lime Chaser”, uno de los puntos salientes de la temporada 24 de la longeva serie La ley y el orden: UVE. Para los argentinos, esta emisión tiene connotaciones especiales ya que su director es el reconocido y premiado Juan José Campanella. “Este es el primer programa en el prime time en el que yo trabajé. Recuerdo que fue en noviembre de 2000, justo un mes y medio antes de comenzar la filmación de El hijo de la novia”, explica Campanella en el comienzo de la charla con LA NACION haciendo memoria en torno a su primer vínculo con la famosa serie protagonizada por Mariska Hargitay que, en nuestro país, cuenta con una verdadera legión de fanáticos.
-¿Cómo llega a La ley y el orden: UVE?
-Venía dirigiendo fuera del sindicato, en Nueva York, durante los ochenta y noventa, y, a partir de eso, me llamaron para tener una entrevista con Ted Kotcheff, quien fue el responsable de Rambo, y, en ese momento, era el jefe de directores, alguien muy importante. A partir de esa reunión, me dieron la oportunidad de dirigir un capítulo y ahí fui.
Aquella primera experiencia lo posicionó al frente del quinto capítulo de la segunda temporada. “En esos primeros diez años de la serie hice unos diecisiete capítulos y luego me fui a la Argentina a hacer Metegol, trabajo que llevó tres años y medio de inmersión total. Fueron diez años de desconexión total y, en 2020, me llamaron para ver si quería estar en lo que se pensaba que sería la última temporada, cosa que finalmente no fue así. Allí comenzó una nueva relación muy linda con el programa, desde entonces hice varios capítulos”, explica el realizador, que fuera responsable de films como Luna de Avellaneda o El secreto de sus ojos y ganador del Oscar que entrega la Academia de Hollywood.
-¿Qué lo motiva a ingresar a una producción de este tipo y qué siente que usted le aporta?
-Pensando en la cooperación, en involucrarse en un engranaje como este, no es lo mismo que hacer una película creada por uno, pero hay una visión propia. Si bien hay que tocar todas las cuerdas, cada realizador tiene su fuerte, hay directores que están más enfocados en la acción y el mío es la relación con los actores, encontrar esos momentos con ellos. Me han llamado para capítulos especiales como el 500 o el regreso de Christopher Meloni, episodios que tenían actuaciones más complicadas, así que lo tomo como un gran halago. Creo que esa es la contribución que mejor puedo hacer.
-¿Pudo elegir qué episodios dirigir o la propuesta fue cerrada?
-No siempre. Hay capítulos como el de Meloni que generan mucha expectativa y se sabía que se iban a hacer, pero, en otros casos, se arma la temporada y uno elige por fecha y lo que te toca, te toca. En esa instancia, ni los autores saben qué va a suceder.
La ley y el orden se estrenó en 1990 y mantuvo una vigencia de veinte temporadas hasta su retiro en 2010. Tal fue el suceso del material que originó seis spin-offs, entre ellos La ley y el orden: UVE, superando en permanencia en la pantalla a la “nave nodriza”.
Ambientada en Nueva York, la serie suele inspirarse en casos reales buscando poner luz al mundo del crimen, pero cada libro tiene variantes con respecto a los hechos que fueron reflejados en los periódicos.
-¿Con qué nos vamos a encontrar en el capítulo “Lime Chaser”?
-No puedo spoilear, pero tiene que ver con una nueva manera que se está popularizando en torno a drogar gente para violarla, incluso conformando anillos de prostitución. Si bien está pasando cada vez más, no sucede cotidianamente.
-Aunque es más que usual encontrar en los medios este tipo de noticias vinculadas a una patología social.
-Por supuesto, y hecha la ley, hecha la trampa, entonces ahora es muy común que una persona no acepte una bebida ya abierta y se pide que se abra otra delante de uno.
Jasmine Batchelor y Molly Burnett estelarizan el episodio comandado por Campanella. En L & : UVE el realizador se centró en el trabajo sobre los actores, una característica que le es muy propia. Su cine es un cine de interpretación. Lo mismo sucede en Parque Lezama, la pieza teatral de Herb Gardner que adaptó y dirige, protagonizada por Luis Brandoni y Eduardo Blanco y que se presenta en el Politeama, el recuperado teatro porteño que está bajo sus órdenes: “Los actores para un director es como la voz para un cantante, es el nexo entre uno y la audiencia. Los trucos de cámara y el montaje son para exaltar la emoción que da un actor. El actor es la base, puedo hacer una película con un mal director de fotografía, algo que nunca me sucedió, pero nunca sobrevive un film con malas actuaciones”, sostiene.
La labor excelsa de Campanella, quien estudió con José Martínez Suárez, lo llevó a generar algunos discípulos propios. Uno de ellos es Martino Zaidelis, su socio en la productora 100 Bares, y responsable del recientemente estrenado film La extorsión, protagonizado por Guillermo Francella, Andrea Frigerio y Pablo Rago. “Hace más de veinte años recibí una carta de un chico, recién salido de la escuela de cine, que había ido a ver El mismo amor, la misma lluvia, que tanto le había impactado que el día del estreno la vio dos veces. Así nos contactamos y pronto comenzó a trabajar como asistente de montaje en El hijo de la novia”.
-Debe ser reconfortante cosechar discípulos.
-Él tiene su propia voz y manera de filmar, pero, como hace tanto tiempo que estamos juntos, alguna cosa se le debe haber pegado.
-Entiendo que es consciente de su prestigio, ¿cómo se convive con eso?
-Qué buena pregunta, es una pena que surja en esta charla de pocos minutos porque da para pensar. Se suele hablar solamente de la fama, en ser conocido, y eso a mí no me importa, además, a los directores nadie los sigue por la calle, pero el prestigio involucra un reconocimiento, es decir que te conocen, pero te conocen bien. Lo único que tengo para ofrecer es un nombre para los que gustan de lo que hago porque hay gente a la que no le interesa mi trabajo. Ahora, quienes me siguen, esperan una cierta calidad y eso es un peso. Me encanta trabajar en los detalles, cuando alguien dice “nadie se da cuenta”, sostengo “yo me doy cuenta”. De todos modos, creo que siempre eso salta a la luz. Si hay algo que no está bien, se nota en el todo.
Teatro propio
El realizador, radicado parcialmente en los Estados Unidos, está consustanciado con el paro de guionistas que hoy atraviesa Hollywood. Los autores les reclaman a las grandes casas productoras, mejores condiciones de trabajo, algo que incluye una mejora en los acuerdos salariales. El reclamo llevó a la parálisis de algunas realizaciones en marcha. “Debido al paro, estoy abocado a escribir mi nueva obra de teatro, que se estrenará en Buenos Aires”.
-A pesar de su mirada crítica hacia la realidad del país, imagino que tiene una actitud esperanzada, en tanto y cuento, ha recuperado e inaugurado el teatro Politeama, un símbolo de la cultura argentina.
-El teatro es mi futuro, será el tercer acto de mi vida. Cuando ya no me den las fuerzas para levantarme a las cinco de la mañana en el frío de Nueva York, los horarios del teatro los voy a seguir manejando. El Politeama es hoy mi hijo mimado.
-¿Tiene proyectos en cine?
-No, pienso en la televisión porque, para estar dos semanas en el cine, prefiero la televisión.
-¿Qué me puede decir al respecto?
-Además de La ley y el orden, que es donde trabajo permanentemente, estamos terminando la segunda temporada de Los enviados para Paramount+.
Campanella se refiere a la serie coproducida con México en torno a dos sacerdotes cuya misión es constatar milagros, pero cuya fe es puesta a prueba ante la desaparición de un religioso. Los enviados es protagonizada por Miguel Ángel Silvestre y Luis Gerardo Méndez.
El país
-¿Cuál es su visión sobre la realidad nacional?
-Siempre tengo esperanzas, por supuesto que las voy acomodando realísticamente. Creo que cada vez le queda menos tiempo a la Argentina, cada vez tiene menos margen de maniobra, no puede fallar. Si en 2015 pensaba que el alineamiento de planetas tenía que ser fuerte, ahora es importantísimo. Tenemos que tener suerte, además de capacidad y el buen juicio, para no desmoronarnos por completo, y eso es algo que viene de la sociedad y no tanto de los políticos. Lamentablemente, mi análisis es que, si se hacen los cambios que hay que hacer, durante algún tiempo la situación va a estar peor, más ajustada. Lo que tengo que decir, descarnadamente, es que no tengo total confianza en que la sociedad argentina pueda soportar eso sin volver a votar equivocadamente.
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