Jorgelina Aruzzi, una de las anfitrionas de esta semana en Divina Comida: "Tenés la presión de ser mejor que el otro"
¿Cómo puede una persona a la que no le gusta recibir gente en su casa participar de un reality como Divina comida? En su segunda semana de competencia, el programa de Telefe que reúne a cinco famosos en torno a una cena en sus casas particulares, tiene como figura destacada a Jorgelina Aruzzi. Entre el lunes y el viernes, a las 23.15, la actriz alternará tareas con Jay Mammon, Charlotte Caniggia, El Polaco y El Chino Leunis. Todo un desafío para alguien a la que no le gusta "ser anfitriona; a menos, claro, que se queden un tiempo determinado. "Prefiero ir a otra casa y no hacer todo el trabajo que hace un anfitrión. Hay gente que lo disfruta, pero yo todavía no le veo la onda. Cuando me tocó fue mucho trabajo. Cocino bien, y me gusta, lo más complicado para mí es recibir en casa", admite la actriz, en diálogo con LA NACIÓN.
-O sea que sufriste la presión.
-Tampoco eso. El espíritu del programa es que es un juego entre anfitriones, y te esmerás porque te ponen puntos, así que tenés la presión de ser mejor que el otro. A veces también te pasa que podés cocinar algo que puede estar buenísimo pero al otro no le gusta.
-¿Lo viviste como anfitriona o como invitada?
-Nos puede pasar a todos. Por ejemplo, el Chino cocinó algo con miel, y a mí la miel en lo salado no me gusta. Le tenés que encontrar el gusto a los invitados; encima, en este caso, no nos conocíamos. Con Jay y el Chino nos habíamos cruzado, pero no había tanta confianza como para saber el gusto del otro ni cuán jodido es para juzgar la comida.
-En ese caso lo mejor es ir a lo seguro, ese plato que no falla nunca.
-Yo preparé lo que mejor me sale, que son los ñoquis rellenos. El budín de chocolate me lo sugirieron porque no soy de hacer postres. Para mí me fue mejor que el puntaje que me dieron (Risas).
-El formato tiene la curiosidad de que a medida que pasan las veladas, se va conociendo más a la persona que al personaje. ¿Sucedió en el grupo de ustedes?
-Y sí, porque vas tomando más confianza, te vas soltando. En nuestro caso hacíamos más chistes. Igual no soy de mandarme de cabeza a contar algo personal. Con mis amigos sí, pero elijo muy bien a quién contarle qué.
-¿Te sorprendió alguno de tus compañeros en particular?
-Me cayeron bien todos. La noche se tiñe de las particularidades. En un punto todos somos personajes, así que está bueno ver a la gente. Al Polaco no lo conocía, a Charlotte tampoco, pero estuvo todo bárbaro. Es como ir a cenar seguido con la misma gente.
-Pero todo tiene un límite. Me vas a decir que después del tercer o cuarto día de ver a los mismos no te daban ganas de gritar "¡Basta!".
-(Risas). Puede ser, pero ahí entra el hecho de que también es un trabajo. Uno tiene un compromiso. Por ahí de las cinco cenas hubo alguna más aburrida que otra, pero estuvo bueno. El día de la casa de Jay, que encima hizo a Estelita, la verdad es que, yo por lo menos, me divertí mucho.
-¿Es difícil hacerte reír?
-No para nada, me encanta. Me río fácil y me gusta la gente que me hace reír. El que me hace reír me cautiva.
Vos que lo tenés, cuidalo
Si el 2018, su nombre estuvo asociado a la notable interpretación teatral de Niní Marshall en Niní en el aire, desde el 2019 hasta hoy Jorgelina se destaca en La verdad, la obra que se presenta en el Paseo La Plaza, y donde comparte escenario con Juan Minujín, Valeria Lois y Héctor Díaz.
La historia de matrimonios, secretos e infidelidades cruzadas en tono de comedia marca un cambio de registro para la intérprete, algo que parece una constante en su carrera.
-La alternancia de proyectos es algo que buscás, o simplemente "se da".
-Un poco y un poco. Es el segundo año de La verdad, y es un placer hacerla, tenemos obra para rato. Lo de Niní... fue algo hermoso, que espero repetir. Pero además escribo mis cosas, ahora en marzo se estrena un texto mío que va a dirigir Magela Zanotta.
-¿Y televisión?
-Hacer teatro y no hacer tira me da la posibilidad de explayarme en otros rubros, como son los de escribir o dirigir. Hacer tele también me encanta, pero tengo que alternarlo.
-Claro, cuando rebota la tarjeta de débito siempre es buen momento para volver.
-No creas, a esta altura ya no. La tele tiene que ver con el gran público, con plantearse otro tipo de desafíos y personajes, con muchos actores y actrices que también te gustan. Por ahí algo de lo económico también, pero una obra buena también tiene su rédito. Eso de que en la tele ganás fortunas ya no existe más.
-¿Qué te quedó de la experiencia de Niní en el aire?
-Mucho. Ya el proyecto fue un sueño para cualquiera. El desafío era muy importante y agradezco todo lo que me dio Niní. Siempre cuento la anécdota de una señora que vino con su mamá, que era muy mayor, y me dijo: "Ella te quiere saludar pero cree que sos Niní". Esa obra conectaba con un pasado de amor hacia ella, y lo que sucedía en la sala también era muy emocionante porque había gente que estaba viendo algo que la retrotraía a sus tiempos, mientras otros la estaban conociendo. Fue muy mágico hacer Niní. Ella daba amor a través de su profesión, fue una mujer muy talentosa, que se abrió las puertas a través de eso.
-En una época donde no había tantas: Niní, Olinda Bozán…
-Mirá, yo creo que sí había pero las silenciaban, como a todas las mujeres de la historia. Y Niní pateó la puerta a fuerza de su talento, el machismo no pudo con ella. Sí lo sufrió con los guiones, con otros aspectos, pero su arte fue tan poderoso que entró igual.
-¿Hoy cuál es el desafío para una mujer que hace humor?
-El desafío es justamente hacer humor. Estamos en un momento de mucho juicio con los chistes, y hoy el desafío es animarse a hacer chistes que sean incorrectos. Todo chiste tiene una ideología. Si vos hacés chistes machistas todo el tiempo, eso te convierte en un machista. Ahora lo que está en crisis es hacer humor. Las cosas están cambiando. Está bueno no abrir heridas pero sí animarse a hacer humor y que se entienda que es humor.
-Lo que no deja de ser una contradicción, porque en tiempos de crisis el humor siempre funcionó como un cable a tierra.
-Claro, al no haber programas de humor no se le está dando lugar a una catarsis, a un contar. Y es que todo está dentro de una crisis: la tele, las plataformas. Hay que ver para dónde salimos, pero humor hay que hacer.
-Tal vez se haya corrido de la televisión a YouTube o a las redes sociales. Hay un recambio de humoristas muy interesantes en esas plataformas.
-Sí, claro, tal vez el humor ahora pase por ahí. Si yo fuera capaz de manejar un teléfono como lo hacen esos chicos, también lo haría (risas). Si está bueno lo que hacen está bueno verlo. Cuando yo arranqué como actriz por ahí hacías algo parecido pero en un bar, era un poquito más complicado. Internet es un arma poderosa para hacer cosas., Como siempre digo: la vocación y la autogestión van muy bien juntas.
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