Hiperhumor: la historia de un éxito uruguayo que conquistó a los argentinos
Toda historia empieza antes, y esta también. Porque Hiperhumor no fue un programa aislado en sí mismo, sino el broche de oro en la carrera de un talentoso grupo de artistas uruguayos que llegó a la televisión local a comienzos de la década del 60: Ricardo Espalter, Enrique Almada, Eduardo D’Angelo, Julio Frade, Berugo Carámbula, Andrés Redondo y Pelusa Vera. Profetas en su tierra y argentinos por adopción, que sentaron las bases de un humor con ADN rioplatense.
Pero ojo, porque mientras los televidentes sub-50 hacen un culto de Hiperhumor, los que les llevan una década y varias canas de ventaja aseguran que la historia del ciclo de los ‘80 ni siquiera merece ser contada. "¿Para qué?", se preguntan, si se trató de una propuesta menor frente a Telecataplum, Jaujarana y otras aventuras precedentes abordadas por el mismo grupo de actores y comediantes.
Y ahí radica lo más interesante del relato: descubrir si la leyenda de Hiperhumor se construyó en torno a sus virtudes, o si fue una extensión del cheque en blanco que el público argentino le había firmado al elenco desde hacía rato. Y al mismo tiempo comprender cuánto influyó la coyuntura del humor nacional e internacional tanto en su aceptación como en sus cambios de estilo, conforme avanzaba la década. También ver de qué manera lo afectó la idiosincracia local, tan parecida como diferente a la oriental. ¿Tuvo que ver la muerte de Alberto Olmedo con el ocaso del programa? ¿Parte del estilo de Les Luthiers se inspiró en ellos? ¿Se puede encontrar su impronta todavía hoy?
Hiperhumor no se trató solamente de un compendio de sketches y gags brillantemente realizados: fue un fenómeno de masas que, con sus luces y sus sombras, repercutió en ambas orillas del Río de la Plata. Y este es el porqué.
Aquí está el remedio que faltaba
En diciembre de 1962, el legendario programa Telecataplum finalizaba su primera y exitosa temporada en el canal Teledoce, de Uruguay. Creado por los hermanos Daniel y Jorge Scheck (que firmaban los libretos con el seudónimo de "Los lobizones"), el show había reunido a un talentoso grupo de artistas uruguayos de diferentes extracciones: los había del teatro, de la radio, y hasta de la publicidad.
El broche de oro de aquel año para el elenco había sido su actuación en una entrega de premios en el Parque Hotel de Montevideo. Entre los presentes estaban los argentinos Pinky, Juan Carlos Thorry, Blackie (Paloma Efrom) y David Stivel, que quedaron gratamente sorprendidos por la actuación.
De regreso a Buenos Aires, fue Blackie quien los recomendó fervientemente a las autoridades de Canal 13. Y así, el 7 de enero de 1963, "los uruguayos de Telecataplum" llegaron por primera vez a la Argentina para grabar un piloto. Dos meses después, la versión nacional del programa ya eran parte de la grilla del canal de Constitución. Y nunca más se fueron de nuestro país.
Continuaron en 1968 en canal 11 con Jaujarana (ya separados de Los lobizones, luego de un conflicto que sacudió ambas orillas). Después de un año sabático, en 1974 regresaron al 13 con Hupumorpo, y en 1979 desembarcaron en el flamante ATC con Comicolor y Los rapícomicos, dos ciclos en continuado (el primero de 1979 a 1981, y el segundo entre 1982 y 1983) que los ligaría a la emisora hasta la llegada de la democracia.
Luego de veinte años de permanencia en la televisión local y rebautizados para siempre como "los uruguayos", el público argentino los adoptó y colocó al mismo nivel de las más grandes estrellas locales. Ninguno podía hacer una cuadra sin que decenas de admiradores se les abalanzaran para pedirles un autógrafo, darles un abrazo o cruzar unas pocas palabras con ellos. El desbordado arrebato porteño no dejaba de ser para el grupo un motivo de orgullo y también de sorpresa, frente al afectuoso pero más contenido fervor oriental.
Para entonces ya habían nacido sus creaciones más recordadas: "El Toto Paniagua", una obra maestra del humor jugada por Ricardo Espalter y Enrique Almada en torno a un profesor de buenos modales y su alumno, que tuvo su versión cinematográfica en 1980 dirigida por Carlos Orgambide; "La farmacia", con el diferencial de la presencia de Eduardo D’Angelo; "La disquería", otra joya del binomio Espalter-Almada; "El payador Gabino", creación de Berugo Carámbula; "Veladas paquetas" (originalmente conocida como "Noches cultas"), apoyadas en el talento para la improvisación de Andrés Redondo; y "El hombre del doblaje", con clásicos del cine en la voz de D’Angelo, cuadro que nació como un juego familiar cuando sus hijos eran chicos.
Así, con el cariño incondicional del público argentino, y una gran cantidad de números de eficacia probada, "los uruguayos" aterrizaron en Canal 9 para lo que sería su consagración definitiva en Argentina: Hiperhumor.
Ya comienza Hiperhumor
El programa emblema de los años ochenta ostenta el mérito de haber sido el más popular del grupo cómico en Argentina en términos de audiencia. Un dato digno de mención si se tiene en cuenta que se trataba de un momento en el que la competencia era muy fuerte. Alberto Olmedo brillaba con No toca botón en Canal 11, y Juan Carlos Calabró se afianzaba con Calabromas desde el 13 (ciclo al que se había sumado Emilio Vidal, ex Telecataplum). Sin embargo el camino no fue fácil, porque los tibios primeros meses de Hiperhumor hicieron dudar a las autoridades del 9 si había sido una buena idea repatriar a los uruguayos.
En 1984, con la recientemente recuperada democracia, el entonces gerente de programación del 9 Alfredo Garrido se había fijado como objetivo poner en alza las vapuleadas acciones del canal. Para ello diseñó una cuidada y arriesgada estrategia, que incluía apuntalar el pilar del humor. Se jugó por un comediante con destreza para las imitaciones como Mario Sapag -hasta entonces a la sombra de los Sofovich- para ponerlo a la cabeza de Las mil y una de Sapag, y también sumó a Espalter, Almada y compañía a la grilla de ese año.
Sin embargo Hiperhumor no tuvo el arranque que se esperaba. La propuesta, aunque sólida, en la comparación con los ciclos de la competenecia, resultaba un tanto anacrónica. Se encendieron las luces de alarma. ¿Qué hacer? Los libretos (a cargo de Jorge Basurto y Eduardo D’Angelo) eran tan buenos como siempre, pero el ojo del televidente estaba más exigente.
Con el regreso de Alejandro Romay al frente de la emisora, en mayo de 1984 (el mismo mes que empezó el programa), llegó la solución. El Zar, un hombre rápido de reflejos, enfundó la espada de Damocles que colgaba sobre los uruguayos, y una mañana llamó a los autores a su oficina. Años después, D’Angelo daría detalles de ese encuentro: "Nosotros éramos buenos actores con muy buenas actrices, pero nos faltaba la figura de la vedette. Un día nos llama Romay para decirnos que el programa le gustaba pero el rating estaba bajo, y saca una conclusión: ‘A ustedes lo que les falta son buenas minas’".
Tan solo una frase alcanzó para darle un virtuoso giro de timón al ciclo, sumando a dos chicas que habían sido parte de "La peluquería de Don Mateo" en Operación Jaja, y eran un imán para la platea masculina: Amalia "Yuyito" González y Noemí Alan.
Entre Monty Python y Benny Hill
La "tana" Noemí Alan ejercita la memoria emotiva para LA NACION, y recuerda uno de los momentos más felices de su vida: "Yo venía de trabajar con Gerardo, que era totalmente distinto. No teníamos libreto, él nos explicaba el sketch y lo que teníamos que decir. Con los uruguayos ensayábamos mucho. No acostumbraban a trabajar con chicas que se expusieran físicamente, de entrada no estaba muy de acuerdo ninguno. Pero enseguida entendí lo que querían porque había visto todos los otro programas que habían hecho acá. La idea de ellos siempre fue llevar las cosas para el lado de la picardía sin abusar de ella. Y fue lo que hicimos".
Noemí revela cuál fue la tácita condición que puso el elenco a la hora de cumplir la "orden" de Romay: evitar la vulgaridad transitando una delgada línea más afín al humor inglés. Así, si en los inicios su impronta podía tener influencias de los Monty Python, en épocas de destape se podía trazar además, una analogía con lo más inspirado de Benny Hill.
Con un mix entre los guiones clásicos y una estética moderna, Hiperhumor se convirtió en un éxito sin precedentes. A "La farmacia" se sumó Yuyito, como la chica de una publicidad que cobraba vida; sorprendió el sketch de "Las hermanas Rivarola", momento que Espalter odiaba por tener que vestirse de mujer; apareció el cómico "Virutita", con Julio Frade contando los peores chistes que se han escuchado en un programa de televisión; "Mini valores del tango", con parodia a Silvio Soldán incluída; y también el "Noti canto", cuyo origen se remonta a Uruguay una década antes. Los nombres de cada segmento se amontonan en la imposiblidad de un orden de preferencia. Porque Hiperhumor, como sus creadores, era un todo, y no la suma de muchas partes.
El fenómeno de "La tanguita"
Intencionalmente quedó en párrafo aparte "La tanguita", por tener más de una lectura. No solo fue la posibilidad de disfrutar a Noemí Alan en todo su esplendor como comediante, sino destacar que fue una idea fantástica para mantener al televidente "pegado" a la pantalla durante la tanda publicitaria, en tiempos donde el zapping comenzaba a preocupar a los canales.
Se trataba de una situación en la que "La Tana" hacía una suerte de ingenuo striptease prometiendo, luego de liberarse de cada prenda, que la próxima se la sacaría "después de la tandita", y así llegaba al final del programa en bikini. El momento culminante de la situación se resolvía con un giro del destino que obligaba a esperar siete días más: "Para la tanguita, van a tener que esperar hasta la próxima semanita", remataba pícara, mirando a cámara.
"Era el único de todo el programa que no se ensayaba -recuerda la actriz en diálogo con LA NACION-. Dependía más que nada de lo que había en vestuario para disfrazarse. Empezó siendo un sketch más, que se iba a hacer una sola vez, y gustó tanto que lo seguimos. Me acuerdo que lo dejábamos para el final, preguntábamos en el canal qué ropa había y dependiendo de la respuesta se armaba la historia".
Se sabe que el elenco uruguayo intentó repetir la idea en su país, pero no consiguió el mismo éxito. Aunque allá lo disfrutaban (como también celebraban otras propuestas más provocativas como las de Alberto Olmedo), tenían ciertos reparos cuando el bikini lo lucía una compatriota.
Y es que Noemí Alan había una sola, y esa fue una lección que también tuvieron que aprender, desde este lado del Río de la Plata, las autoridades del 9. "Después de hacer el sketch un tiempo me fui a hacer temporada a Mar del Plata, y un gerente que tenía Romay me empezó a apurar para que decidiera si lo seguía o no porque según él ‘tenía veinte que podían hacer lo mismo’. Imaginate, con mi carácter le dije que pusiera nomás a una de esas veinte. A los dos meses me llega al teatro una carta de Romay con un pasaje, pidiéndome que por favor viajara a Buenos Aires para aclarar el asunto. Terminamos los tres en su oficina, con él cagándolo a pedos al gerente por lo que me había dicho. Y es que durante todo ese verano habían puesto a distintas chicas para que hicieran ‘la tanguita’ y ninguna había funcionado".
El día que murió la risa
Para mediados de 1986, Hiperhumor arañaba los 30 puntos de rating, frente a los cinco con los que había comenzado. Tanto en ese año y pico al aire como en los que vendrían la fórmula se consolidó y fortaleció a pesar de haber sufrido varios cambios. El grupo Las primas (abonadas a todos los programas del 9 en ese entonces) hacía lo suyo y sus canciones musicalizaban algunos sketches. Por otra parte, el Topo Gigio había llegado de Italia para hacer duo con Berugo Carámbula, en otra jugada maestra que llamó la atención de los más chicos al programa. En ese sentido, Hiperhumor (como muy pocos programas de la época) ostentaba un intencional sello familiar.
Pero la alegría se terminó el 5 de marzo de 1988, cuando Alberto Olmedo cayó del piso 11 del edificio Maral 39, frente a la playa Varese de Mar del Plata. Su muerte, además de incomprensible, absurda e inesperada, cambió completamente la configuración de los programas de humor en la televisión argentina.
Con todo listo para empezar No toca botón en Canal 9, luego de una temporada 87 que fue la más brillante del rosarino, Alejandro Romay se encontró con un elenco devastado, pero bajo contrato. Su solución fue fusionarlo con el de Hiperhumor, y el resultado fue un engendro que se llamó Shopping Center.
Dos estilos diferentes que nunca terminaron de cuajar. O porque todavía era demasiado triste ver a Javier Portales sin su coequiper al lado, o porque la exuberancia de "las chicas Olmedo" daba pie a un tipo de gracia en la que los uruguayos no encajaban, o porque si bien los libretos estaban firmados por Hugo Sofovich, se sabía que D’Angelo y compañía escribían sus partes. Shopping Center se diluyó en menos de cinco meses. En 1989 volvió por Tevedos, ya sin los uruguayos, y tampoco funcionó.
Hiperhumor también volvió en 1989, por nueve meses y otra vez con el estilo que lo había hecho grande. Aunque en diciembre de ese año terminó definitivamente y con él, un estilo de hacer reir que nunca se repitió en la televisión argentina. ¿O sí?
De Jey Mammón a Les Luthiers
Que Enrique Almada, Ricardo Espalter, Eduardo D’Angelo, Andrés Redondo, Berugo Carámbula y Julio Frade inventaron y perfeccionaron una nueva manera de hacer humor en el Río de la Plata no hay dudas. Tampoco que era algo tan propio que terminó cuando abandonaron la televisión, y a pesar de ello, no es difícil enumerar una serie de ideas que remiten directamente a ellos. ¿Casualidad, inspiración, homenaje o plagio? Cada uno es libre de sacar sus propias conclusiones.
Por ejemplo: Guillermo Francella es un fan declarado del grupo uruguayo, y es imposible no encontrar un "aire" a "La disquería" en el sketch del sastre que tan bien jugaba con Gabriel Goity en Poné a Francella. Más acá en el tiempo, periódicamente Jey Mammón hace gala de su creatividad resumiendo información mediante irónicas composiciones. Cuesta escuchar sus "Noticias cantadas" y no conectarlas con el "Noti canto" de Hiperhumor, o incluso con el homónimo Noticias cantadas uruguayo de los 70.
Hasta es posible correrse de la tele y prestar atención al fenómeno TikTok, red social que, entre otras cosas, permite crear una pieza de humor a partir del absurdo, uniendo una imagen y un audio discordantes. Casi, casi como lo hacía "El hombre del doblaje".
Ejemplos de influencias hay muchos, pero el más curioso surge del mismísimo Ricardo Espalter, quien aseguró que el personaje de presentador de Marcos Mundstock en Les Luthiers, en realidad fue creación de ellos. Así lo contó para una entrevista televisiva en Uruguay: "Un día estábamos ensayando en el hotel y caen dos muchachos, que eran de un conjunto que en ese momento se llamaba I Musicisti, pero que iba a ser Les Luthiers. Querían ver qué posibilidades tenían de hacer un número en nuestro programa. Nos lo mostraron y nos gustó, pero había un problema: no podían aparecer en el medio del programa cinco o seis caras que no conocía nadie. Entonces Daniel Scheck les escribió una presentación, y ahí nació 'Noches cultas', que lo hacía Raimundo Soto (más tarde 'Veladas paquetas', con Andrés Redondo). Y eso fue lo que hizo Mundstock para ellos. El personaje de Marcos en realidad era Soto".
Sea en su tierra natal, o en la que los recibió con los brazos abiertos y los adoptó desde el corazón, "los uruguayos de Telecataplum" (o de Hiperhumor) moldearon a varias generaciones de argentinos, que gracias a ellos fueron y son, un poquito más felices.
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