Después de ‘Narcos’, el realizador brasileño lanzó una ficción que hurga en los entretelones de la investigación del escándalo de corrupción que terminó con la destitución de Dilma Rousseff
José Padilha caminaba por el set de filmación de Narcos, la primera serie que dirigió para Netflix, cuando se enteró de que los impulsores del impeachment a Dilma Roussef habían logrado su cometido de destituir a la por entonces presidenta de Brasil. Cuenta que la noticia no lo sorprendió y que tampoco sintió una especial conmoción ni aquel día ni durante el proceso —a todas voces apurado y fraudulento—, que acabó con doce años ininterrumpidos del Partido de los Trabajadores en el poder: hace demasiado tiempo que Padilha dejó de creer en la política y en los políticos, sea cual fuere su color. “El impeachment no se trató un debate ideológico ni de una búsqueda de justicia, fue más bien una contienda entre gángsters. Dilma fue castigada por una sola razón: su incapacidad intelectual y su falta de cintura para frenar la investigación del Lava Jato”, analiza del otro lado del teléfono, en un inglés perfecto, al que prefiere acudir para comunicarse con los periodistas hispanoparlantes -porque, dice, no sabe hablar en portuñol- para contar de qué se trata El mecanismo, la segunda serie que dirige para el gigante del streaming, y que narra los entretelones de la Operación Lava Jato (Autolavado), la mayor investigación de corrupción llevada a cabo por la Policía Federal de Brasil, que en 2014 salpicó a varios miembros del por entonces gobierno brasileño y a altos cargos de Petrobras, la empresa petrolera semi-estatal.
En los pocos minutos que tendremos para hacer esta entrevista, Padilha repetirá una, dos, tres veces que en Brasil, su país natal, la corrupción no es algo inmanente a la derecha o a la izquierda, sino una lógica política instalada hasta la médula del sistema que trasciende cualquier ideología. Para él, todos los políticos son “almas corruptas en cuerpos corruptos”. Ese mismo pensamiento escéptico es el que comparten, por extensión, los protagonistas de la serie. Presentada en ocho capítulos de 40 minutos, la primera temporada de El mecanismo sigue la línea temática y estilística de muchos trabajos anteriores del realizador: casi todas sus ficciones se inscriben en el género policial (Ónibus 174, Tropa de Elite I y II, la propia Narcos) y muchas veces abrevan de casos reales, gajes de su formación como documentalista. Pero, esta vez, los delitos no suceden en las favelas sino en casas con jardines cuidados, piletas enormes y vigilancia las 24 horas, en la base piramidal de la corrupción. La que muchas veces resulta más difícil de descubrir pero, a los ojos de Padilha, suele causar más daño.
Mientras las noticias turbulentas sobre Brasil se suceden día tras día y el sentir democrático se debilita con cada nuevo suceso que llega desde allí a los diarios internacionales (el asesinato de Marielle Franco, el ataque a Lula da Silva), la expresidenta se hizo tiempo para sintonizar Netflix, manifestar su desaprobación a la serie y acusar públicamente a Padilha de alimentar la “narrativa progolpe”. Padilha, en tanto, insiste en que es importante prestar atención a las placas al comienzo de cada capítulo (aquello de que “este programa está basado en hechos reales, los personajes, situaciones y otros elementos han sido adaptados”) y se reserva el derecho de ficción. Y aclara que no hay nada más lejano a su deseo que defender la presidencia de Temer: “¡Por supuesto que también es corrupto e incapaz de dar un mejor gobierno que el de Dilma!”.
Para Padilha, en su país la corrupción no reconoce ideologías y todos los políticos son "almas corruptas en cuerpos corruptos".
Orientada exclusivamente hacia las lecturas políticas y al juego de las siete diferencias entre ficción y realidad, el periodismo y la crítica se perdieron de resaltar otros rasgos plausibles de la serie: su gran construcción de una protagonista mujer, por ejemplo. En los primeros capítulos de El mecanismo, es Marco Ruffo (Selton Mello) quien se perfila como el detective heroico de la historia. Ruffo es un agente con mucha experiencia en la investigación de delitos que está empeñado en desmontar los negociados de su enemigo íntimo Roberto Ibrahim (Enrique Díaz), un viejo conocido al que ve prosperar en sus negociados ilegales a lo largo de los años y que siempre sale indemne por sus conexiones con el poder (“de eso se trata el mecanismo”). Pero, cuando el policía debe dar un paso al costado en la investigación por motivos que no viene al caso spoilear, es una de sus discípulas más leales, Verena Cardoni (Caroline Abras), quien continúa con la investigación y encuentra el momento y la situación exactos para desbaratar la red de Ibrahim. Los devotos de Homeland no podrán dejar de leer en Verena una suerte de continuación de Carrie Matthison en tierras sudamericanas: Verena es una oficial osada, inteligente y tiene un sentido de la verdad y la justicia inquebrantables que la llevan, por ejemplo, a desautorizar a los jefes más tibios para llegar al fondo de los hechos, aunque sus hallazgos puedan hacer caer a quienes muchos preferirían no molestar. Verena es un personaje clave en El mecanismo y es todo un hallazgo para la tradición del policial latinoamericano, donde las mujeres que forman parte del cuerpo policial suelen ser asistentes sociales, psicólogas o agentes rasas, pero rara vez lideran un equipo de investigación.
¿Existe Verena Cardoni o sentiste ganas de incluir una heroína en consonancia con los tiempos que corren?
Aunque los diálogos, los nombres y algunos hechos que se narran hayan sido cambiados, ningún personaje de la serie es cien por cien inventado. Verena está, de hecho, inspirada en una mujer policía real llamada Erika Marena, uno de los personajes centrales de la investigación del Lava Jato, en la realidad y en esta ficción.
Hay un rasgo común en gran parte de tus películas y series: el uso de la narración en off, en muchos casos a cargo de un policía o ex policía. ¿Por qué anclar siempre el relato en la fuerza policial y darle tanta relevancia a ese discurso?
Bueno, ¡tampoco digamos siempre! (Risas).
En Tropa de Elite es un policía de la fuerza especial; en Narcos, un ex agente de la DEA...
Es cierto que en muchos casos el foco está ahí, y la razón es que creo que la policía es una institución clave para entender una sociedad. Si le preguntás a un estadounidense cuál es el mayor problema que tiene la policía de su país, probablemente te dirá que las cárceles están llenas de latinos o de negros y que la policía no es igual de justa con los blancos. De ahí a deducir que Estados Unidos tiene un enorme problema racial hay un paso muy corto. En América Latina, la mayoría de los ciudadanos te va a decir que el gran problema de la policía es que es corrupta, extorsiva, chantajista. Y sólo basta mirar la sociedad en la que funciona para entender que es un problema que trasciende a las fuerzas de seguridad. Lo mismo ocurre con todas las fuerzas policiales del mundo: son una especie de condensación de la sociedad en la que existen. Y siento que ahí hay muchísimo material para contar historias. De eso se trata esto, en definitiva.
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