Función privada: cine, whisky y el nacimiento de un ciclo de culto
Carlos Morelli y Rómulo Berruti lograron un programa que acercó al público joyas cinéfilas con una química que solo podían lograr ellos dos
Carlos Morelli y Rómulo Berruti se reencuentran acodados detrás de la barra de La Biela, citados por LA NACION para recordar el inicio de esa leyenda cinéfila en formato chico que se llamó Función privada. Es curioso, la mística permanece intacta. Los parroquianos desenfundan sus teléfonos con una velocidad solo esperable en un spaghetti western para retratar la épica del reencuentro. Luego, mientras se sucede la entrevista, otros se asoman por la ventana. "¿Cuándo vuelven?", "¿Cuándo vuelven?", es la pregunta reiterada por todos. Rómulo y Carlos sonríen. A veces dicen: "Pronto", a veces solo sonríen y saludan. Por momentos hay preguntas, por momentos es un diálogo entre ellos sostenido -como en los matrimonios de años- con frases que uno comienza y el otro completa, y ambos devuelven en una brizna de café el pulso inolvidable de esas presentaciones ceñidas al fragor del champagne. "La idea era convertirlo en un auténtico show. Hacer algo distinto a lo que habían hecho Rubén Aldao o Emilio Ariño y hacer una revista de variedades", confirma Rómulo Berruti y añade: "Carlos consiguió Flash Gordon, que fue un impacto impresionante y después al noticiero lo grabábamos directamente en el Archivo General de la Nación. El primero lo encontré en el suelo de la Cinemateca Argentina. Lo pedimos y con Susana Tenreiro lo vimos en el canal y era un episodio de Sucesos argentinos completo".
Así como los Beatles tenían a George Martin, ambos destacan la presencia de Susana Tenreiro como la productora capaz de resolver todos los problemas. Con inocultable mística cinéfila, el recibimiento al televidente lo oficiaba la música de Amarcord, una inmortal Marilyn Monroe colgada, fotogénicamente perfecta, en la pared, y la claqueta que daba paso al film. Ah, también una envidiable barra de tragos. Esa era la bienvenida del programa sobre cine más exitoso y recordado de la historia de la TV argentina que transita el año de su 35° aniversario. "Comenzamos en diciembre de 1983. Ese año habíamos hecho un programa de trasnoche que también se llamaba Función privada, los viernes, utilizando la experiencia acumulada en otros ciclos como Microcine 7 y Sábado segunda noche; en el noticiero de Canal 7 y, durante un año, el programa La gente con Augusto Bonardo, donde hacíamos nuestros comentarios", recuerda Carlos Morelli, una de las dos caras de ese fenómeno de arraigo popular imperecedero.
-Rómulo mencionó al pasar a Flash Gordon, y allí ganaron a toda una generación joven que aún los recuerda.
Morelli: -Teníamos un presupuesto de 500 pesos de entonces para cada pasada. Nada. Estaba de encargado de la cinemateca del canal Domingo Di Núbila y nuestro amigo Carmelo Santiago hijo, con quienes luego nos reencontramos en la segunda etapa de Función privada, en Space. Primero fue la guerra del noticiero y como el rating nos dio la razón, a los dos meses hacíamos lo que queríamos. Y ahí entró Flash Gordon, que era una locura nuestra, porque estaba en el dominio público. Los pasábamos a la 1 de la mañana, al terminar la película. Hacíamos veinte puntos de rating a esa hora. Tal como dijo Rómulo, Función privada se permitió "hacer una revista". Nos permitían hacer lo que quisiéramos. Ahí vino el tema del show de las bebidas y que la gente sintiera que estábamos invadiéndolos amistosamente.
Morelli generosamente brinda la oportunidad para la repregunta inevitable, aquella que todos desean conocer y que, incluso, generó imitaciones en su época, como la del programa que Raúl Portal, Andrea Campbell y Raúl Becerra realizaban por la misma señal con el título de Robocopia, o la de los muñecos de Canal K que, por la pantalla del 13, hacían lo suyo agitando copitas. Incluso en la revista Humor no dejaron pasar que la despedida al aire de Carlos fue, en una ocasión: "Gracias, y muchas noches". Aseguran que, antes que por el consumo de alcohol, los deslices eran fruto de la espontaneidad. "Nuestros primeros programas en el viejo Canal 7 eran de terror, éramos de yeso", señala Carlos.
Morelli: -Nos sentamos un día en Rond Point a tomar algo y charlamos sobre eso y decidimos improvisar. Y de un punto pasamos al otro, de ensayar hasta el saludo a la nada misma, la improvisación total. Lo único que sabíamos era qué película íbamos a pasar. Nos encontrábamos en el camarín para el maquillaje, pero no hablábamos nada acerca de lo que iba a suceder en el programa.
Berruti: -¡Y funcionó! Es impresionante porque no sabíamos lo que iba a decir el otro y cuando decían "grabando", luego del "hola, qué tal" empezábamos a sanatear... Ni un guion ni machete, todo en el momento.
Morelli: -Nos decíamos que si algo no sabemos o nos olvidamos de algo desaparece frente a la frescura, la espontaneidad y el conocimiento de dejar un sedimento en el espectador, pero sin puntero ni pizarrón. Aún hoy nos dicen en la calle: "Ustedes nos enseñaron a ver cine".
-¿Cómo se conocieron?
Morelli: -En el estreno de una revista en Mar del Plata en el Teatro Sacoa... Primero estuvimos en Antártida, después en Radio Continental, que empezó con nosotros. Inauguramos la radio. Me acuerdo que había un tipo muy bacán llamado Aranda que era medio el dueño, atendía el teléfono, hacía todo...
Hoy las plataformas de streaming los aleja un poco, aunque Morelli asegura "vivir a full" las posibilidades del catálogo ondemand y que es también "un gran alimento para el que ama el cine".
Berruti: -El streaming le gana terreno a las salas porque ves grandes películas en tu casa con una técnica muy importante: los televisores enormes hacen que prácticamente tengas un cine en tu casa. La salida al cine queda restringida a menos que se sumen otros atractivos, como quedarte a comer o a comprar algo en un shopping.
Morelli: -No se puede perder el ritual del cine. Las dimensiones del cine, la ceremonia del cine, la platea, el cine nació para ser visto en el cine y tiene que seguir siendo así. Englobando lo importante es que el argentino es un gran consumidor de cine.
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