Florencia Regidor de GH: la difícil despedida con su papá, su viaje a Perú como modelo y el trastorno alimenticio que la marcó
La última eliminada de la casa habló con LA NACIÓN sobre su mano a mano con Furia y cómo perciben a esa jugadora adentro del reality de Telefe
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Florencia Regidor cumplió 22 años adentro de la casa de Gran Hermano. Pero ese festejo fue solo un recuerdo más de los muchos que le dejó su paso por el reality conducido por Santiago del Moro. La joven entró al juego muy consciente de la enorme vidriera que supone este programa y en diálogo con LA NACIÓN, habló sobre su salida, el vínculo con su mamá y cuál fue uno de los mayores obstáculos que enfrentó cuando decidió dedicarse al modelaje.
-¿Qué fue lo que más disfrutaste de tu estadía en Gran Hermano?
-Disfrutar, disfruté de absolutamente todo y espero que se haya visto. Cada momento, cada actividad, cada gala, las fiestas, todo lo viví como si fuese único. Yo miraba mucho el programa y estar ahí era mi sueño.
-¿ Y qué fue lo que más padeciste?
-Por suerte, no hubo nada que me generara un malestar. El aislamiento es algo muy heavy, pero lo pude llevar bien. Creo que los últimos dos días en la casa fueron lo que más sufrí porque se estaban diciendo cosas que no eran, aunque entendía que eso era parte del juego, y que en algún momento me iba a tocar.
-Vos perdiste en un mano a mano con Furia, pero los porcentajes de votación estuvieron muy parejos, ¿eso te sorprendió?
-Ayer me enteré de eso, fue más o menos un dos por ciento, no lo podía creer. Adentro de la casa yo pensaba que venía zafando y no creía tener apoyo. Entonces me llevé mucho amor cuando salí, fue una sorpresa hermosa.
-¿Cómo la perciben a Furia adentro de la casa, la ven con un pie afuera o como alguien muy fuerte?
-La vemos demasiado fuerte, ella se muestra de esa forma y tiene una autoridad que te hace creer que es así. Nosotros vemos lo que pasa adentro y la percibíamos como una rival muy poderosa y una jugadora única. Aparte, ella tiene un juego psicológico que es muy difícil de llevar durante el aislamiento.
-Vos contaste que tu papá no se tomó bien tu entrada a Gran Hermano, ¿por qué?
-Yo creo que como todos los papás que aman a sus hijas, ellos tienen mucho miedo y quieren lo mejor. Él tenía miedo que la experiencia de la casa me hiciera mal, que me arrepintiera y se enojaba porque era su manera de manifestarlo. Se enojó conmigo en vez de charlarlo porque es una persona muy protectora, muy dura, pero no era que estuviera en contra mío. Es alguien a quien no le gusta la televisión, pero me quería proteger, no quería que hablaran de mí, y es algo que cualquier padre puede llegar a sentir cuando su hija se va a exponer ante millones de personas.
-¿Pudiste hablar con él desde que saliste?
-Sí, está todo bien. Lo más importante para mí es que mi familia me haya visto bien y disfrutando. Ahora que ya estoy afuera, voy a poder ir a mi casa y sé que con mi papá está todo más que bien.
-En el “Congelados”, la entrada de tu mamá fue un momento de mucha emoción, ¿qué significa ella para vos?
-Yo miraba el programa con mi mamá, entré dos meses y medio después de que el reality empezó y ella siempre fue muy fan mía. Sabe que me apasionan las cámaras, siempre me apoyó con el modelaje y me acompañó a todos los castings. Mi mamá está superorgullosa de mí.
-¿Cuándo empezaste profesionalmente con el modelaje?
-Trabajo desde los 17 años. A los 20 tuve la oportunidad de trabajar en Perú y viví dos meses en Lima. En esa oportunidad viajé con otra modelo a la que no conocía, estuve en un departamento sola, era todo nuevo y no podía creer lo que me estaba pasando. Siempre mi sueño fue ser modelo y dado que tuve muchos problemas alimenticios y con mi cuerpo, yo veía todo ese mundo como algo muy lejano, pero se me dio y estoy superfeliz.
-¿A qué edad enfrentaste esos trastornos alimenticios y cómo lograste superarlos?
-Desde chica, yo siempre fui gordita, nunca nadie me hizo bullying, pero un día quise adelgazar y fui a un nutricionista. A los 15 años empecé a bajar de peso, pero me empecé a obsesionar con la comida: pesaba cada cosa que ingería, no iba a cumpleaños ni a fiestas por miedo a engordar hasta que en un momento todo eso me empezó a hacer muy mal a la cabeza. Empecé a ir mucho a terapia, pude ir soltándolo y observé cambios en mi cuerpo que eran los normales. Entonces pude comer mejor. Cuando tenés un problema alimenticio, te afecta a tu mente y a vos. Yo quería estar contenta conmigo misma y no me acuerdo cómo hice el clic, pero entendí que yo trabajaba con mi cuerpo, y de pesar 50 kilos, pasé a 60 o 65. Obviamente que había marcas que sabía que me iban a elegir y otras que no, y me lo tomé así y me dije: “El que me quiera que sea como soy, bien, y si no me quieren, otras marcas me querrán si no cambiaré de trabajo”. Me lo tomé con liviandad.
-¿Y qué le dirías a un chico o chica que atraviesa una situación así, en la que se siente atrapado?
-Le diría que tenga fuerza, mucha gente pasa por lo mismo y es muy difícil. Hay que amarse como uno es, a algunas personas les va a gustar y a otra no, pero uno tiene que estar contento consigo mismo. Cualquier cosa se puede lograr, no hay que preocuparse por el cuerpo, mientras uno esté sano, está todo bien.
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