Hoy adultos, los integrantes del elenco estable aseguran que nunca cobraron por cantar y que hoy no pueden subir libremente sus videos a las redes sociales; un escándalo que encierra un enfrentamiento legal
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En la década del ´90 explotó la televisión por cable, aparecieron las señales locales e internacionales dedicadas exclusivamente al entretenimiento infantil y celebridades como Xuxa propusieron una refrescada y le aportaron mayor producción al típico programa con una animadora que proponía juegos y canciones pegadizas. De factura ciento por ciento nacional, El Agujerito sin fin también le dio una vuelta de tuerca a la televisión dirigida a los niños. En ese tiempo de renovación, llegaba a su fin, quizás corrido por esa nueva competencia, uno de los más recordados ciclos del género: Festilindo, aquel certamen de canto nacido en los setenta en el que los chicos lucían sus habilidades artísticas.
“El formato estaba inspirado en Zecchino d’Oro, el primer programa de niños cantores que se hizo en Italia”, recuerda el periodista y locutor Miguel Core, el conductor que más años estuvo al frente del ciclo y que hoy mantiene un vínculo de amistad con aquellos “grillitos cantores”, como se conocía a los pequeños aspirantes a artistas, competidores directo de las “ranitas” que simbolizaban al staff de Cantaniño, el otro tanque similar de gran éxito en la época.
Cientos de niños participaron del programa, aunque no todos lograron una trascendencia posterior al certamen. Sin embargo, no fueron pocos los que continuaron una carrera artística virtuosa estimulada en aquellos tiempos iniciáticos de despertares vocacionales. El programa fue semillero de figuras como Pablo Ruiz (que participaba como Pablo Coronel), Florencia Peña (estuvo poco tiempo en el coro), Luciano Pereyra, Lorena Paola y Laura Miller (en ese tiempo de infancia conocida como Laura Barrientos). Además de Miguel Core, los conductores Héctor Larrea, Víctor Sueiro, Fernando Bravo, Nicolás Repetto (solo por tres meses) y la cantante Candela animaron el programa que se estrenó en 1979.
Festilindo tenía un coro estable que servía de marco a los niños que se presentaban para competir. En sus inicios, el programa se emitía a través de especiales anuales que coronaban a un ganador por temporada, respondiendo a la consigna que definía su sentido: Primer Festival Interamericano de la Canción Infantil. Luego de algunas temporadas, el espacio pasó a emitirse en tira diaria. “El vínculo con los chicos era muy divertido. Fue una experiencia increíble, recorrimos toda la Argentina y, en mi caso, me hice conocido allí”, reconoce Pablo Ruiz, uno de los niños cantores que logró trascendencia artística individual luego de su paso por el certamen.
Con tono cándido y esperanzador, el programa establecía un vínculo amoroso y luminoso con esa audiencia infantil que, como tal, estaba al margen de las atrocidades que la dictadura militar cometía en la Argentina en esos años. “Tomaditos de la mano, somos grillitos americanos”, rezaba el esperanzado leitmotiv del programa, todo un himno de amor y paz en un tiempo oscuro del país.
El pionero Cantaniño había sido creado por el locutor Fernando Salas (docente en el ISER y uno de los creadores de La Noticia Rebelde y FontanaShow), Fernando Marín y Ciro Dante (hoy ya fallecido). El formato tenía un éxito arrollador en un mercado que no estaba tan expandido como sucede en la actualidad. Sin embargo, un hecho fortuito generó el surgimiento de un programa parecido: “Festilindo nació luego de una pelea entre Ciro Dante y Fernando Marín, quien se quedó con el título del programa. A partir de esta situación, Ciro Dante decidió crear Festilindo, un certamen que primero se presentó en Puerto Rico y Venezuela”, sostiene Core.
“Era divertido y exigido”, recuerda Déborah Turza, una de aquellas niñas que tenía verdadera vocación por el canto. Turza, que luego estudió en el Broadway Dance Center de los Estados Unidos, hoy es una de las indiscutidas referentes del teatro musical argentino con una carrera que incluye títulos como El violinistas en el tejado, Sweet Charity y De eso no se canta. Igual rango ostenta Ivanna Rossi, quien protagonizó el recordado La Celia, Peter Pan y algunas ediciones de Primeras Damas del Musical. La cantante, que debutó en el programa en 1983, cuando tenía solo cuatro años de edad, reconoce que “el vínculo con la gente siempre fue extraordinario. Es más, ese público sigue siendo tan fiel, que seguimos en contacto con ellos. Somos amigos de los integrantes de los clubes de fans, gracias a las redes que ayudan a fomentar esa relación”. Somos Festi es el nombre del espacio en redes sociales que hoy agrupa a los que ayer fueron “grillitos cantores” y a los fanáticos del programa, todos en una joven madurez que los acerca al medio siglo de vida.
El caso que mejor refleja esta relación fraternal la tiene como protagonista a la cantante Natalia Nagüel, quien acaba de editar su nuevo disco Tan Natural, y que eligió como madrina de su hijo a una de las fanáticas del programa que se convirtió en una de sus grandes amigas. “El trato con el público era de mucha cercanía”, afirma Nagüel, quien ingresó al programa a los cinco años y se quedó durante 12 temporadas. La cantante, con tan solo 9 años, fue noviecita de su compañero de elenco Sebastián Costa. La parejita se distanció y se volvió a unir en cinco oportunidades. Hoy, con casi 50 años de edad ambos, conviven con el hijo que ella tuvo con otra pareja. Él, a su vez, también es padre de una relación anterior. Nagüel y Costa conformaron una familia ensamblada, sellada a fuego por Festilindo.
El fenómeno
Festilindo se emitió por Canal 13, Canal 9, ATC (Argentina Televisora Color) y Tevedos. El certamen contó con la dirección musical de los maestros René Greco y Néstor Schiavone y el popular compositor y cantante Paz Martínez fue autor de varios hits del programa.
Si las filas para las audiciones para participar podían ocupar varias cuadras a la redonda de los canales donde se emitía el ciclo, no menos extensa era la del público que ocupaba las tribunas de los estudios. Ese fenómeno de masividad también repercutía en negocios paralelos como el discográfico y las actuaciones en vivo en todo el país y el Uruguay.
En 1983, Pablo Ruiz, que iba a primer grado y cantaba en el coro de su escuela, acompañado por su madre intentó presentarse en uno de los castings, pero el cupo ya estaba completo: “A los pocos días, estaba cantando en el almacén de mi tía y una clienta, que me estaba escuchando, le preguntó si no me había presentado en el casting del programa. Cuestión que esta mujer trabajaba en Canal 13 y me consiguió una audición con Ciro, el dueño de Festilindo. Canté Puerto Pollensa y Es la vida que me alcanza”, rememora el cantante, quien llegó a la final de ese año que se realizó en el Luna Park: “Estaba muy nervioso y no gané, pero Ciro le ofreció a mi mamá la posibilidad de quedarme en el coro estable”. Pablo Ruiz fue el bastonero que tenía a su cargo entonar la marcha del ciclo.
Si el programa contaba con gran audiencia en televisión, lo que sucedía en las presentaciones en teatros, estadios y clubes convertía al ciclo en un fenómeno inusitado. Cuando el elenco estable salía de gira, las presentaciones en vivo las realizaba el productor Ciro Dante, aunque, en dos oportunidades claves, la responsabilidad recayó en el experimentado y popular Core, muy querido por el público: “En Paysandú, Uruguay, me pidieron que fuera yo quien presentara el show. Recuerdo que se llenó un estadio con más de 20.000 personas, pero lo curioso fue que los habitantes del lugar no llegaban a 7.000, así que, evidentemente, concurrió gente de otras ciudades. También presenté la final de 1986, con 30.000 personas en la cancha de Ferro. Esa vez ganó Laura Barrientos, que hoy se conoce como Laura Miller”, rescata Core, quien bautizó como “Tío Ciro” al creador del ciclo, cuando este anunciaba al aire las fechas de los diversos tours que realizaba el programa.
Muchos de los chicos que llegaban para cantar ni siquiera habían comenzado su etapa escolar y concluían su carrera en el show siendo ya adolescentes de colegio secundario. En las giras, algunos padres acompañaban a la delegación que recorrió todas las provincias del país más de una vez. Para los chicos era como salir de excursión cada semana. Si las nenas jugaban al elástico en el pasillo del micro, los varones no se privaban de patear la pelota en cualquier parada. “Ha sido una infancia inolvidable y Festilindo fue de lo más lindo que me pasó en la vida. Viajé, conocí gente, me hice amigos que siguen siéndolo hasta hoy y, además, me permitió estar arriba de un escenario, algo que no tiene precio. Sin dudas, el programa me marcó para bien”, grafica Marcos Nieto, otro de los integrantes de mayor permanencia en el elenco.
Salir de los teatros o estadios era toda una odisea. Los niños del público se abalanzaban sobre las pequeñas estrellas, quienes solían quedarse más de una hora después de la finalización de la función firmando autógrafos, la vieja usanza de la época para retener algo de ese encuentro con el ídolo. “En Salto, Uruguay, nos tuvieron que sacar los bomberos, no podíamos salir a la calle de la gente que se había juntado”, dice Sebastián Costa, aún asombrado por el fenómeno que le tocó protagonizar.
La intensa agenda hizo que muchos vieran afectados sus estudios por falta de tiempo y posibilidad de dedicación. Pablo Ruiz repitió tercer grado, razón por la cual su madre lo sacó del programa: “Cuando recuperé lo perdido, lloraba porque quería volver. Así que volví y me quedé hasta la final de Ferro. Luego de eso, vinieron a verme los productores de la EMI y me ofrecieron un contrato como solista, dado que buscaban a un chico que siguiera los pasos de Luis Miguel”.
Post fama
Ser conocido es un arma de doble filo. No es sencillo manejar la popularidad y, a edades tan prematuras y vulnerables, puede hasta tener un efecto nocivo. Todos los consultados para esta nota reconocieron la felicidad que les causaba integrar el programa, aunque algunos también confesaron algunos aspectos menos gratos: “Hacíamos dos shows por día en las giras de los fines de semana. Era muy lindo, pero agotador y de una exigencia muy grande. Había que formarse y nosotros no lo estábamos. Además me pedían autógrafos en la calle, pero mis compañeros de colegio me gastaban, éramos víctimas del bullying”, se sincera Déborah Turza.
Cuando el formato dejó de salir al aire, un peligroso vacío sembró el alma de los jóvenes artistas: “Terminó de manera muy fría y eso me hizo sentir un vacío muy grande, que pude superar gracias al apoyo de mi familia. Durante varios meses no quise saber nada con el mundo artístico y me dediqué solo a terminar la escuela secundaria”, dice Ivanna Rossi. Para Sebastián Costa no fue sencillo afrontar la vida sin esa popularidad arrolladora: “Con terapia entendí que la popularidad es momentánea, que no sirve, y que la vida son la familia y los amigos”.
Lado B
A pesar del éxito arrollador de Festilindo, los niños cantores, verdaderos responsables del fenómeno, no recibían remuneración alguna por su trabajo. “¿Quién cobraba? Qué buena pregunta. Con la conciencia que hoy hay sobre determinadas cuestiones, es imposible pensar que algo así pudiese suceder en este momento. Desde el punto de vista legal, no existía la protección que hay ahora con respecto al trabajo de los niños. Además los padres no tenían demasiada idea de todas esas cuestiones, veían a sus hijos felices y no pensaban en otros aspectos y los que trabajábamos no podíamos pensar en nada de eso porque éramos niños y estábamos dentro de una experiencia única, pero que tenía esa otra contracara. Para nosotros es una contradicción muy grande, pero hoy no tengo dudas que hubo un tipo de abuso. No estuvo bien. Fue y es un tema difícil, es tremendo”, dice Déborah Turza sin medias tintas.
Para Natalia Nagüel no solo la falta de cobro de honorarios fue traumática, también determinadas dinámicas hoy las percibe carentes de cierta ética: “En una gira, la mayoría se contagió de varicela, pero los shows se hicieron igual, no se podían suspender. Una vez, bailando me caí y me quemé las manos, dado que, en ese momento, para hacer humo usaban unas estufas. Gracias a la mamá de Pablo Ruiz, que me curaba todos los días, mis manos sanaron”, dice Nagüel. En cambio, Ivanna Rossi considera que “nunca” recibieron “malos tratos”, aunque hay cosas que, vistas a la distancia, “estuvieron mal”.
Cuando el programa realizaba giras, la producción se encargaba de los gastos de movilidad, alejamiento y alimentación. “Éramos como una familia, no recuerdo nada malo del trato de Ciro Dante. Aunque, le pregunté a mi madre si alguna vez me habían pagado y me respondió que no. Cuando fui más grande y volví a participar, tampoco me pagaron”, sostiene Marcos Nieto, hoy dedicado a atender su propio comercio.
Cada familia transitaba su propia realidad. Las madres que disponían de tiempo acompañaban a la delegación y se convertían en protectoras de sus hijos y de quienes no lo eran: “Mi mamá era viuda y tenía dos trabajos para mantener a sus cuatro hijos. No la veía mucho porque trabajaba y yo salía de gira, así que es un recuerdo triste y lindo a la vez. Lo malo era que no nos pagaban. Era un poco de explotación infantil, realmente no podés hacer un trabajo así y que no te paguen”, reflexiona Pablo Ruiz.
“El creador y productor del programa suponemos que se habrá quedado con lo que nos correspondía a nosotros por los discos y por los programas. No lo sabemos, pero no se lo podemos preguntar porque ya falleció”, dice Turza.
Si aquella falta de salarios opaca el recuerdo feliz del paso por el programa, no menos traumático es el presente. Desde hace un tiempo, los exintegrantes de Festilindo y sus fanáticos comprobaron que habían sido borrados de las redes sociales algunos videos subidos de manera casera y a modo de recuerdo. Incluso, en algunos casos fueron suprimidos canales enteros con imágenes del programa y de la carrera posterior de algunos intérpretes. “La familia de Ciro Dante es la responsable de la marca. Retiraron el material por una cuestión de derechos, así que esperemos que eso se solucione porque se trata de nuestros recuerdos y de los de la gente que miraba el programa, es una pena...”, se lamenta Turza.
“El hijo del productor denunció todo lo que había y con tres denuncias a mi canal de YouTube hizo que me lo eliminaran. Era mi canal personal donde tenía 13 años de shows en vivo, entrevistas, todo mi trabajo subido y ya no lo puedo recuperar”, se entristece Natalia Nagüel, una de las más afectadas por la decisión de los responsables de la marca Festilindo. “El hijo de Ciro Dante hizo levantar todo. Había videos míos en el programa y fueron todos levantados”, se enoja Core también.
Ivanna Rossi asegura que se pudieron comunicar con Emiliano Sosa, el hijo de Ciro Dante, a través de un intermediario, dado que actualmente reside en los Estados Unidos: “Nos explicó sus razones, pero no fue una buena manera de hacerlo. Lo mínimo que se hace es levantar un teléfono o escribir un mail explicando las decisiones. Debió haber tenido ese mínimo de respeto. Él nunca dio la cara y nosotros siempre nos manejamos con respeto. De hecho, pusimos un abogado para hacer las cosas bien. Fue muy triste ir descubriendo cómo nos bajaban materiales, nos clausuraban cuentas en redes. En un momento se puso muy fea la situación y hoy no sabemos dónde estamos parados. Lo único que queremos es recordar y pasarla bien”. Mejor suerte tuvo Fernando Bravo, quien recibió de parte del hijo de Dante un video recordatorio que el locutor no dudó en subir a su cuenta de Instagram.
Marcos Nieto, tan dolido como sus excompañeros, apela al sentido común: “Nosotros somos los intérpretes y la imagen es nuestra, sin embargo, no buscábamos un rédito económico, solo era un recuerdo con el que se enganchó mucho la gente. El hijo del productor me bloqueó, así que no tengo trato, pero yo no me quiero pelear con nadie de esa época, lo bueno es recordar los lindos momentos. De todos modos, hay que respetar lo que él piensa, esté bien o mal”. Sebastián Costa reafirma la finalidad emocional y anecdótica que tenía la difusión de los videos en las redes: “Fue muy duro levantarse y no ver más los videos. El hijo menor del productor hizo un mal uso del copyright borrando todo recuerdo de nuestra historia e infancia”.
Pablo Ruiz, conocedor del medio, sostiene: “Quienes bajaron el video son dueños del copyright, pero nosotros somos dueños de nuestra imagen y voz. Ahora, ni unos ni otros pueden subir imágenes. Ojalá que las dos partes podamos llegar a un acuerdo y que se pueda subir ese material. Es una lástima que la gente no pueda ver lo que nosotros hicimos en el programa”.
Festilindo marcó a varias generaciones de niños, ya sea en su rol de protagonistas o de público. Atravesó infancias y sus temas quedaron grabadas como un recuerdo indeleble de aquellos tiempos de ingenuidad. “Todas las canciones de Festilindo tenían un buen mensaje, por eso aún hoy se las recuerda”, finaliza Core, quien fue el creador de la famosa frase con la que cerraba cada emisión del programa: “Chicos, no se olviden de cantar porque cantar es vivir”.
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