La guionista de Pequeña Victoria desmenuza la génesis de este éxito
Experta en biodramas teatrales, la talentosa guionista de Pequeña Victoria habla de la importancia social del mensaje transmitido en esta serie en la que la maternidad es protagonista
Con poco más de un mes al aire, Pequeña Victoria se convirtió en una de las principales ficciones nacionales de 2019. La historia se centra en cuatro mujeres muy distintas y cómo el nacimiento de una beba las lleva hacia una maternidad compartida. Pero más allá de ser mamás, cada una debe enfrentar sus propios conflictos y perseguir su propia libertad con respecto a qué quieren para su futuro. La tira presenta temas claves de la actualidad. Para saber cómo se creó este particular mundo y cuál será el futuro de las protagonistas, LA NACION habló con su principal guionista: Érika Halvorsen.
En el tirano mundo de las grillas televisivas, en el que muchas tiras deben someterse a un espacio que no siempre les permite a los autores contar los relatos como les gustaría hacerlo, Pequeña Victoria es un ejemplo atípico. Al momento de gestar la semilla del proyecto, el director Daniel Burman y su productora pusieron la mira más en la historia y menos en el formato, más en el disfrute del qué contar, que en cómo se contaría. Según explica Halvorsen, uno de los mayores disfrutes de trabajar en el proyecto fue la libertad que se respiró desde el inicio: "En realidad es una idea que creamos con Daniel Burman, que en principio no iba ser para acá, sino que teníamos la libertad total para generar una historia sin pensar en un territorio ni en una pantalla, con protagonistas femeninas y atravesadas por los temas de las mujeres hoy. La idea fue escribir la historia sin pensar en términos de formato".
En esa búsqueda por contar los problemas que pueden marcar a las mujeres actuales, hubo una escena que lo detonó todo y Halvorsen la recuerda con claridad. "Yo llevé el disparador que era una imagen: la de una mujer manejando un Uber y otra pariendo atrás. Se trataba de una gestante, y en realidad la que esperaba no era un padre sino otra madre, y al final llega la cuarta madre. A partir de ahí generamos el germen de esta historia".
Con el proyecto en marcha y con Telefe como la pantalla que iba a poner la tira al aire, se terminó de moldear la estructura del guion según su cantidad de episodios y la periodicidad de su transmisión. Según explica Halvorsen, en el ínterin se barajaron versiones alternativas: "Hasta que se confirmó que iba a Telefe y con sesenta capítulos, pasamos por otras instancias. Una fue una miniserie de diez capítulos, entonces ahí trabajamos un arco más centrado en ellas cuatro. Hubo diferentes instancias y pensamos en diferentes versiones de la misma historia, aunque siempre con el mismo disparador".
La premisa de una tira en sesenta episodios podía brindar la posibilidad de llevar adelante el relato en minitemporadas de veinte entregas o incluso de dar pequeños saltos en el tiempo, pero ese no fue el objetivo de la guionista: "No la pensamos nunca en módulos. Sabíamos que era para el prime time de Telefe y que se iba a dar de corrido. Se sabía que se grababa entera, que iba a salir este año y seguramente de lunes a jueves. En una tira uno siempre va buscando hitos y pensándolo todo cada cuatro episodios porque eso es lo que dura la semana y entonces vas buscando cierres cada cuatro capítulos".
Cuatro mujeres, cuatro mamás
Como se vio en el primer episodio, la historia comienza con Bárbara (Natalie Pérez), una madre gestante que lleva en su cuerpo a la hija de Jazmín (Julieta Díaz). Frente a la inminencia de un parto que se adelanta, la joven se sube a un vehículo conducido por Selva (Inés Estévez) y juntas van al sanatorio. Una vez allí, las tres comienzan a establecer un vínculo a través del cambio que supone la llegada de la beba y al trío se suma Emma (Mariana Genesio), una mujer trans que fue la donante del esperma. Con la llegada de Victoria al mundo, Jazmín decide ignorar las reglas de la subrogación de vientre y comparte con esas otras tres mamás la crianza de la bebé.
Según la guionista, el principal reto que enfrenta el cuarteto es el de aceitar esa maternidad compartida: "El desafío tiene que ver con legitimar este vínculo, legalizarlo y cómo lleva adelante cada una sus derechos como madre, sus tareas de crianza y cuidado. Ellas empatizaron en el capítulo uno, se miraron y se unieron casi a pesar suyo con un deseo en común, pero no se conocen".
Las ficciones protagonizadas principalmente por personajes femeninos cambiaron mucho a lo largo de los años. Desde productos clásicos que contrabandeaban feminismo en épocas donde reinaba la testosterona en televisión, como fue el caso de Laverne & Shirley, pasando por la revolución que significó Sex and the City (y que según se lo mire, pudo envejecer mejor o peor), Pequeña Victoria supone un paso adelante en esta temática. Y fiel a los mundos que presenta este género, los vínculos entre estas mujeres son el corazón del relato: "El arco de ellas tiene que ver con la transformación que genera la otra. A mí me interesaba mostrar que el nudo no viene solo por el hecho de la maternidad, sino por el encuentro con la otra mujer, lo que te devuelve la otra como espejo. También que cada una se reconozca en esta red vincular y en este nuevo tipo de familia y cómo se va dando esto de que la otra tapa mis agujeros. Ellas empiezan a colaborar y a confiar en que la otra la rescate, a pesar de todas las idas y vueltas, porque son mujeres muy distintas y de universos familiares distintos".
Bárbara, el mayor desafío
Como dice Halvorsen, cada una de las protagonistas presenta realidades muy distintas. Desde Selva y un nuevo mundo que se abre ante ella y que siempre le estuvo vedado, hasta Emma y la importancia del romance que mantiene con Antonio (Facundo Arana), un pediatra que se entrega a ese impulso amoroso que le devolvió un disfrute perdido. La guionista reconoce que la mayor dificultad la encontró con Bárbara, esa mamá gestante que debe disimular un éxito que no encontró cuando se fue de su casa: "En términos de libro, ella tiene la complejidad de una mujer puérpera. Ese personaje nos obligaba a tenerla más pasiva y pegada a la beba, por la lactancia y por todo su arco, que es más físico y más interno. El de Bárbara es un cuerpo superproductivo porque está alimentando a otra persona, pero en términos de acción eso la vuelve pasiva y es interesante poner el foco ahí, porque muestra la situación que viven las mujeres que están en ese estadio. Es un momento de mucha felicidad, pero también tiene esa cosa de no gobernar el cuerpo, de estar desencajada, porque todo pasa por adentro".
Por otra parte, Jazmín no representó un desafío menor. De los personajes principales, ella es la que sufre con más severidad la presión de un mundo laboral manejado por hombres, en el que ellos reciben las principales ventajas y son quienes se oponen a ver a una mujer en un lugar de jerarquía. Romper con el "techo de cristal", un concepto al que Jazmín alude en los primeros episodios, basado en que las mujeres tienen un límite invisible pero de efecto palpable que les coarta las aspiraciones profesionales, es su mayor reto.
El querer ser madre, en un mundo como el de Jazmín, puede tener un precio injustamente alto. Y la relación que establece con Bárbara es uno de los aspectos más ricos de la tira: "Acá hay un deseo de maternidad del personaje de Julieta Díaz y esa forma de resolverlo termina siendo una excusa para el encuentro con esa gestante, un vínculo que también mostramos. Estamos contando una historia en la que sobre todo se dice: 'Bueno, ¿hay una manera de regular que la gestante no sienta nada por ese bebé?' No lo sé, esas son preguntas y en la ficción no pretendo dar ninguna respuesta, sino ponernos en el lugar de ella y empatizar. Siempre vemos a las gestantes como una abstracción, pero hay que ponerse en el lugar de esa mujer y todo lo que le pasa por el cuerpo cada día. Se trata de la utilización del cuerpo como mercancía, como herramienta de supervivencia y acá Bárbara está sobreviviendo".
-¿Qué depara el futuro para las protagonistas?
Poco a poco, la llegada de esa bebé detona los mundos de las cuatro madres. En muchos sentidos, Victoria pone en evidencia una serie de prejuicios, presiones y desigualdades que siempre anidaron en la vida de esas protagonistas. Y, a futuro, el principal reto de ellas tendrá que ver con enfrentar eso y así lo explica Halvorsen: "No voy a spoilear, pero me parece que lo que logramos es que justamente estos mundos que se empiezan a cruzar transforman realmente a todas las partes. Nadie de la serie queda ileso y no es trasformado a partir de los efectos colaterales que genera esta nueva familia conformada por estas mujeres y esta beba. Ni Bárbara ni Jazmín ni Emma ni Selva, ni quienes las rodean, salen ilesas de esta profunda transformación, esta bebita es una bomba abajo de la mesa de todas las casas".
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