Radicado en Los Ángeles desde hace 20 años, acaba de concluir las grabaciones de su tira en un formato distinto: capítulos de 15 minutos, dirigida por su cuñada Andrea del Boca
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“Me decían: ‘te fuiste a los Estados Unidos porque querías progresar’. ¡No, hermano! ¡Me fui porque no tenía trabajo! En 2000 llevé un proyecto a Telefe y ni siquiera lo leyeron: me explicaron que como se había ido Gustavo Yankelevich, el gerente de programación, querían ‘cambiar de gente’. Llevé el proyecto a Canal 13 y me respondieron: ‘vos olés a Telefé'. Nadie más que ellos producían telenovelas. ¿Qué otra cosa podía hacer sino irme?”.
Pasó hace exactos veinte años. Enrique Torres decidió quemar las naves y el 17 de junio de 2001 embarcó a Hollywood. Al comienzo era solo por seis meses, como tantos otros emigrantes que se juegan su destino a una sola ficha. Pero en su caso era diferente: se trataba del Enrique Torres autor de Celeste, Antonella, Celeste, siempre Celeste, Cebollitas, Muñeca brava, entre otros éxitos. El mismo por el cual, por única vez en la historia, Telefe y Canal 13 acordaron un pacto de no exclusividad para tener simultáneamente en pantalla Perla negra y Nano, que escribía como podía al mismo tiempo y que le permitió poder comprarse una casa algo más cómoda que el dos ambientes en el que vivía con su esposa Anabella del Boca y su hijo Lucas.
El Rey de las Telenovelas (ese rótulo que aun hoy lo hace morir de vergüenza), el reinventor del género que paralizaba a la audiencia noche tras noche durante una década de sucesos ininterrumpidos, nuevamente está en su propio país. Y después de veinte años, acaba de concluir el rodaje de una nueva versión de Perla negra en el inédito formato de serie corta, para emitir de manera gratuita en Soapy Series, su propio canal de Youtube.
En esta nueva versión, Andrea Del Boca asume los roles de directora y coprotagonista junto con su hija Anna Del Boca. El elenco se completa con Bautista Lena, Milagros Masini, Emilia Lucius, Marta Mediavilla, Fabián Gianola, Patricia Sosa, Ernesto Larrese, Marcelo “Pelado” Rodríguez, Marcelo de Souza, Facundo Gambandé y Aníbal Silveyra. El guión de Torres y su socio y amigo de toda la vida, Miguel A. Vega y la dirección de arte y producción están a cargo de su esposa, Anabella Del Boca. En la segunda quincena de mayo estarán disponibles diez de los 20 episodios de 15 minutos que componen la serie.
–¿Elegiste ir a Hollywood o Hollywood te eligió a vos?
–Un alto ejecutivo de Univisión, Jerry Perenchio, me mandó llamar por un solo motivo: el canal había dejado pasar Muñeca brava, la compró Telemundo y la convirtió en un éxito. En ese momento, un punto de rating representaba un rédito de 80 millones de dólares anuales. Él no sabía quién era, pero quería conocerme. Cuando me encontré en su oficina, vi que no tenía ni una sola pantalla: solo le interesaban los números. Quería hacer la primera telenovela en Hollywood. Me hizo un contrato de exclusividad por dos años. Seis meses después, viajaron mi esposa y mi hijo. Con ese contrato pudimos comprarnos nuestra primera casa. Encontramos nuestro lugar en el mundo.
–¿Por qué Perla negra?
–El objetivo fundamental es entretener. Con mucho orgullo me considero un entretenedor. Busco hacer un producto divertido, que la gente pase un buen momento. La pandemia nos cambió los hábitos. No tenemos idea de lo que será la “nueva normalidad”, pero sí que ya cambiamos: nos acostumbramos a tener el espectáculo en casa. Podés ver lo que querés, la cantidad de capítulos que querés y a la hora que querés. Ya no necesitás diez meses para ver 200 capítulos: ahora podés ver la serie en un solo día.
–¿Qué elementos de la novela original no podían faltar?
–El corazón de la historia: una mujer empoderada. Y hoy está mucho más vigente que cuando hicimos el original, en 1994, el protagonista en esa época ahora es un machista recalcitrante. Criado por una familia machista, con una mamá machista. Pero, en un momento, descubre que cada día quiere ser más hombre y menos macho. Ese es el quid. El corazón de la historia.
–En Perla Negra (y en tu obra en general) las mujeres son protagonistas desde un lugar de lucha y superación, de la no cosificación. ¿Sos un precursor del empoderamiento?
–Fui periodista. Un día me encontré con la posibilidad de escribir una historia, a pedido de Andrea. Ella estaba haciendo una novela. Yo vi tres guiones y me dije: “me tengo fe”, aunque nunca había estudiado guión. No sé si fue una suerte o no, pero el resultado fue diferente. Así nació Celeste. El productor Raúl Lecouna la hizo con una condición: no incluir el sida –en ese momento era llamado “peste rosa”–, porque era “piantavotos”. Con tal de hacer la novela, le dije que sí. En el capítulo 30 ya era un éxito y empecé a cambiar la historia. Cuando se dieron cuenta, ya estaba metido el tema del sida. Con el empoderamiento femenino ocurrió lo mismo. Cuando hicimos Antonella no había bibliografía sobre el género, pero fue una novela bisagra. ¡Fue la primera heroína que menstruó!
–¿Salía así porque te pasaba eso o eran papeles a la medida de Andrea del Boca?
–Nunca lo conversaba con ella. Salía así porque tenía la anarquía que me daba no haber estudiado metódicamente guión. La primera historia que escribí se la entregué a un director de programación. Días después me contestó: “dejate de joder, Enriquito, vos sos buen periodista, no te metas en esto. No sabes escribir, en tu historia pasan muchas cosas. Vos tenés que dejar que Doña Rosa se vaya 15 días, vuelva y no haya cambiado nada”. Yo no podía entender por qué no se pensaba en la Doña Rosa que se quedaba frente al televisor. Esa historia fue Celeste. Antonella también fue un disparate. Osvaldo Guidi se travestía con la ropa de su hermana muerta y le cocinaba strudel de manzana al galán porque estaba enamorado. Doña Rosa no es tonta: le encantó el código.
–¿En qué medida los libros de tus grandes éxitos en la novela eran discutidos con Andrea?
–¡No había tiempo! Escribía 45 páginas por día. Si me despertaba iluminado, en diez horas hacía el capitulo. Si apelaba más al oficio, tardaba 12, 13 horas. Solo me reunía los sábados a la tarde un par de horas con Nicolás del Boca, el director. Venía con los cinco libros que tenía que grabar la semana siguiente y me preguntaba el porqué de las escenas. Las que le impactaban mal o no funcionaban, las bajábamos.
–…Y las que funcionaban, se seguían.
–¡Claro! En Celeste armé una pelea entre Teresa Visconti (Dora Baret) y Silvana de Rosetti (Érika Wallner) donde se sacaron chispas. Un fin de semana, Nicolás me dice que no se llevaban bien porque compartían el camarín y una de las dos fumaba. “Escribime un par de situaciones más”, fue la consigna. Le metí un par de cachetadas a una escena. El resultado fue tremendo. La primera la pegó Dora. ¡Le hizo saltar el aro! En el estudio nadie respiraba de la tensión que había. Érika retrocedió, levantó la mano y se la devolvió: la cachetada le hizo volar la peluca a Dora. Hubo que cortar ahí mismo.
–¿Por qué pensás que Perla Negra, un producto de la era analógica, debería funcionar en la era digital?
–El objetivo fundamental es entretener: que vos, tu tía, tu mamá y los chicos entiendan el código. Está protagonizado por la “Generación Z” (los centennials), con el apoyo de otras generaciones. Yo cambié el chip el día que en nuestra casa de Los Ángeles vi a mi hijo Lucas sentado en el cordón de la vereda chateando en su teléfono con Gregory, el vecino de la vuelta. No entendí por qué no se encontraban. Pero, a la vez, me obligué a participar de ese cambio en la forma de comunicarse. No soy capaz de hacer Matrix (ríe), pero los proyectos tienen que ver con lo tecnológico. Además, la intención es que todos la puedan ver en forma gratuita, por el canal Soapy Series.
–Soapy Series es tu emprendimiento. ¿Cuál es el objetivo?
–Es un canal gratuito en el que encontrás entretenimiento. En 2020 estrenamos allí La hija de Dios, una serie altamente conflictiva y controversial. Desde el comienzo me hago una pregunta sobre algo que está muy a la vista: si creemos en la Santísima Concepción de la Virgen, en el embarazo virginal, y no intervino el espermatozoide, ¿por qué no pensar que Jesucristo fue mujer?
–¿En quién pensabas cuando te hiciste esta pregunta?
–En una vieja deuda: hace 30 años que quería hacer algo así. Hay dos cosas maravillosas en la vida: hacer el amor y vengarse. Y esto fue una venganza. En noviembre de 2019 presenté La hija de Dios en una empresa muy importante. Me lo rechazaron diciendo que Jesucristo no aumentaba el rating, que la religión provocaba problemas y daba pérdidas. Llegué a mi casa y le dije a Anabella “me acabo de jubilar: no tengo fuerzas para luchar contra tanta imbecilidad”. Ella me dijo: “el problema no son ellos sino vos. No lo tenés que contar sino mostrarlo. Hagámoslo nosotros”. Vendimos una casa justo antes de la pandemia y gracias a eso pudimos hacerlo. Tuvimos muchísimas satisfacciones. Y llamaron de varias empresas interesadas por hacer la historia en otro formato.
–¿Cuál es tu relación con Dios?
–De profundo respeto. Siempre traté de ser amigo de esa imagen. Nunca estuve muy enfrentado ni tampoco arrodillado. Nos llevamos bien: tengo una cercanía cómoda.
–¿Dios es argentino?
–¡No-no-no-no! Dios no es argentino y además es daltónico, no mira banderas.
–No creés en la superstición.
-Estuvimos un mes grabando en la Argentina. Un día se rompía una cámara, otro fallaba el sonido. Mientras dirigía, Andrea tuvo dos caídas muy duras. A mí me hicieron medio remplazo de rodilla hace un año y dos meses y en estos días, mientras cenaba, se me trabó y se me volvió a romper. Claro que es un medio muy supersticioso, que desea “merde” para no tener que decir “suerte” y que evita el color amarillo. Pero ¿sabés qué hay contra todo esto? Como dice Anabella: nuestra propia energía, pensar en positivo. A mí la vida me trató muy bien. Afortunadamente puedo elegir el partido que quiero jugar. Y aunque tenga la rodilla rota, hago todo para ganar. Y salgo a ganar 10 a 0.
–Salís a ganar 10 a 0 en un formato nuevo. ¿Es la despedida de la novela tradicional?
–No creo. Seguirá pero de otras formas. En estos días una productora importante me llamó para que les explique este formato de 15 minutos. Los contenidos van hacia allí. Netflix está haciendo series con capítulos de 35 minutos. Sky rojo ya tiene episodios de 25 y 27. No estoy tan lejos. Y ya tengo ganas de empezar el próximo contenido.
–Hace 30 años empezaste a escribir telenovelas. ¿Tuviste crisis creativas? ¿De esas que te hacen pensar que se secó el pozo?
–Un solo día. Estaba haciendo Muñeca brava y venía fumando más de un paquete por día. Elegí un lunes para dejar de fumar. Ese día no pude terminar el capítulo: no servía para nada, lo tiré a la basura. El martes me pasó lo mismo. Me acordé del mito de Los Beatles, que escribían mejor por efecto del ácido lisérgico. ¡Entonces no era yo el que escribía, era la nicotina! ¡A qué nivel de estupidez había llegado! Esa misma tarde retomé la escritura. Volví a empezar. Y ya no paré. Y cada vez que pensaba que el pozo se podía secar surgía una nueva historia.
–En sentido opuesto, ¿no te dan ganas de parar?
–Volvemos a casa a fin de mes. En California es verano: hay sol, estamos con mi mujer y mi perro todo el tiempo juntos. Y, sin embargo, no lo puedo evitar: a Anabella le gustó una historia que le conté sobre la violencia, muy border. Encontré una nueva manera de contarla... ¡y ya quiero hacerla! Esas ganas de salir a la cancha es lo que nos mantiene jóvenes.
–Vos empezaste a escribir antes de conocer a Anabella, pero la tenés muy presente en tu trabajo. ¿Qué herramientas te aportó?
–Me ahorró muchísimo dinero en psicoanálisis. En una oportunidad me regalaron un cartelito que decía: “el hombre que escribe nunca está solo”. Y gracias a ella aprendí a no estar solo.
–Después de casi 30 años de vigencia y de permanencia, ¿en algún momento se te fue la bronca por no poder cumplir tu sueño de futbolista?
–Eso me marcó toda la vida. Y por eso estoy donde estoy. Yo no dejé el fútbol porque tuve una doble fractura de tibia y peroné. Tardé once meses en recuperarme, pero trabajé muy bien en la rehabilitación. Un día me crucé en la calle con quien fue mi maestro en Chacarita, don Ernesto Duchini. Me abrazó y me dijo: “Torres, sos un boludo. No dejes el fútbol”. Me dijo que fuera a verlo a San Lorenzo. Fui al día siguiente. Empecé a entrenarme al lado de los grandes jugadores. Jugué amistosos. Me pidieron que me quedara. Pero el primer contrato profesional se firmaba a los 21 años. Y yo no tenía ni 20. Mi único ingreso iba a ser los premios por partido ganado. Yo trabajaba en una compañía de seguros y estaba casado. ¿Y si no juego?, me pregunté. Y arrugué. Tuve miedo. Nunca supe lo que pudo haber pasado. Entonces me prometí que nunca más en la reputa vida iba a dejar de jugármela. Y jamás volví a dejar que la suerte me manejara.
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