El último adiós al abogado del diablo
Periodista y dramaturgo, quedó en la historia de la TV por aquel ciclo en el que ponía en apuros a un sacerdote
De las múltiples vocaciones que Raúl Urtizberea abrazó a lo largo de una vida pródiga en logros y méritos, la que más adquiere valor en estos días pasa por la voluntad de hierro que siempre exhibió por mejorar la calidad televisiva y estimular las inquietudes de sus televidentes.
Urtizberea, que falleció ayer, víctima de un cáncer, a los 81 años, fue el artífice de El abogado del diablo , uno de los grandes títulos de la historia de nuestra pantalla chica. "Quería destapar la humanidad de la gente", dijo una vez sobre ese programa, en el que jugaba el papel de "fiscal de Dios" poniendo en apuros a un sacerdote. El estilo espontáneo y el perfil inconformista del que siempre hizo gala adquirió su máxima expresión en aquel programa, que nació a comienzos de la década del 60 con el título de ¿Cuál es su duda?, y no tardó en adoptar el título de una exitosa novela de su tiempo, escrita por Morris West.
El padre Joaquín Aduriz fue el primero en someterse ese interrogatorio siempre filoso y enriquecedor, tan poderoso que con el tiempo decidió colgar los hábitos y casarse. Otros religiosos (Aníbal Fosbery y José María Lombardero) tomaron ese lugar en sucesivas etapas de un ciclo que perduró varias décadas, pero no fue el único aporte brillante de Urtizberea a la TV. En Prohibido para mayores , por ejemplo, abrió por primera vez las puertas de ese medio a grupos de rock como Manal, condujo mesas redondas con jóvenes (una marca de su estilo) y alentó siempre la participación de nuevas generaciones de periodistas en un medio muchas veces reacio a la apertura.
Por enfrentarse a las rutinas y hacer valer sus principios sufrió rupturas y discontinuidades en una vida profesional alimentada por múltiples desafíos. Además de periodista, ejerció la crítica teatral, fue dramaturgo (autor de la muy elogiada pieza El milagro , otra muestra de sus inquietudes trascendentes) y abogado tardío (se recibió casi sexagenario). Se recibió muy joven de escribano, profesión que eligió no ejercer, y en su etapa madura completó otra carrera: ciencias políticas. Con ella coronó el interés por los asuntos públicos, tema central de la mayoría de sus incursiones televisivas y eje de interminables conversaciones con entrañables amigos como Jorge Abelardo Ramos y Oscar Alende, entre muchos otros. Alcanzó otra cumbre de su trayectoria cuando ocupó el sillón Roberto Arlt de la Academia Nacional de Periodismo.
Ni siquiera abandonó esas inquietudes cuando a fines de los años 90 resolvió dejar la Argentina y buscar nuevos horizontes en Miami, donde se radicó unos seis años dando clases de periodismo. También allí fue corresponsal de Colonia, en una de sus tantas incursiones radiofónicas. La última fue en Radio Ciudad, donde fue despedido hace un año, tras conducir las mañanas durante tres temporadas. En ese medio compartió por única vez, en 2006, un programa junto con Mex, uno de sus siete hijos, a quien le legó (junto a su hermano Gustavo) la vocación artística. Lo que el aire se llevó y duró apenas un año, pero alcanzó para que este porteño de mirada vivaz, físico esmirriado y trato cordialísimo ratificara su impronta creativa y un espíritu eternamente provocador.
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