Esta semana, la pantalla chica dio nuevas muestras de que siempre puede superarse a sí misma, en todos los sentidos posibles
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Esta semana la tele durmió con el enemigo, es decir, con ella misma. El fuego amigo llegó desde las entrañas mismas de cada canal disparándose en el pie, inocentemente o no tanto.
El autoboicot es transversal, y no entiende de formatos. En Socios del espectáculo le pegan duro y parejo a los inquilinos de El hotel de los famosos, por más amigos que sean; en LAM, una panelista no llega a cerrar una idea que ya están sus compañeras con la guadaña en la mano para cercenar la veracidad de la información, o incluso las ganas de seguir hablando. No se salva ni Es por ahí, donde cambian de punto de vista con la misma facilidad con la que hacen un bizcochuelo.
Finalmente, el estreno de La p*@ ama por América puso nuevamente a Florencia Peña en el ojo de la tormenta y ella, como para calmar a las fieras, decidió avivar la mecha y que explote todo. Cómo será que hasta dan ganas de poner alguna señal de noticias, y así disfrutar de un poco de paz y tranquilidad.
No hay amigos en este ambiente
Cada tanto los programas de archivo recuperan aquello de “no hay amigos en este ambiente”, verdad revelada por Carmen Barbieri hace unos cuantos años. Sin embargo, tal vez sea el momento de actualizarla, porque ahora es mucho peor: la munición gruesa sale del seno mismo de cada programa.
Llega el frío y en pantalla se acumula cualquier cantidad de leña de árboles caídos. En Socios del espectáculo, la dupla Pallares-Lussich o Lussich-Pallares (tache lo que no corresponda) arremete duro contra El hotel de los famosos. Más allá del humor y de que tengan razón, no hay piedad ni por ser un programa del mismo canal, ni tampoco por ser la misma dupla que conduce el debate semanal del reality. Que si hay bullying, que si no se cuidó a tal o cual aspirante a figura, que si determinado huésped tiene actitudes reprochables, todo se desmenuza cual autopsia, con el cadáver todavía caliente.
Y en LAM es todavía peor, porque basta que una “angelita” comience a dar una información para que la que tiene sentada enfrente, al lado, en diagonal, o las tres al mismo tiempo la desmientan a los gritos; eso, siempre y cuando la dejen terminar la idea, cosa que no siempre sucede. Si hasta el pobre Ángel de Brito ha llegado a ser víctima de sus compañeras.
El tiempo dirá si este panelismo autocrítico es o no positivo. Por ahora una de las pocas pantallas que no ha caído en la tentación es la de Telefe, cuya programación es capaz de alinearse y defender hasta el más mínimo despropósito que cometan las revanchistas celebrities de MasterChef, con uñas y dientes. Porque al final… Lo primero es la familia.
Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago
El vértigo de un programa en vivo puede llevar a las reacciones más curiosas: un conductor se puede caer, se puede distraer o incluso confundirse a un invitado con otro. Pero nada tan peculiar como lo que sucedió esta semana en Es por ahí cuando, en cuestión de minutos, comenzaron a decir lo contrario de lo que venían exponiendo, en una voltereta discursiva digna de Fidel Pintos.
El tema de la columna de Guido Záffora era el inesperado casamiento de Giannina Maradona y Daniel Osvaldo, especialmente en lo relacionado al polémico currículum afectivo del novio, como también a la información en torno a los deberes legales del jugador para con sus hijos. “¿Viste que siempre decimos ‘El casamiento más esperado del año’? Bueno, este sería el menos esperado, porque nadie quiere participar”, arrancó el panelista para luego desarrollar con pelos y señales cada mojón en la desprolija historia reciente de Osvaldo.
De la charla participaban Julieta Prandi, el Tucu López y Chantal Abad, dándose manija mutuamente: “No se hace cargo de sus cuatro hijos, y es un patrón que va a repetir en el futuro, sépanlo, no se va a hacer cargo de ninguno”, “No hacen ceremonia por iglesia porque Dios se espanta”, “Ninguna ex habla bien de él”, “Es violento, misógino, mal padre”, “Un tipo que no quiere a sus hijos, no quiere a nadie”, “Un manipulador, un encantador de serpientes”, y así.
¿Clarito, no? El tema fue que segundos después, ante la noticia de que la hija de Diego había cerrado su Instagram, la misma mesa retrucó: “Desde acá no queremos desearle el mal, queremos que Giannina esté feliz. ¿Sabés lo que debe ser el odio de las redes? Lo que debe ser la gente diciéndole ‘no te cases’, ‘salí de ahí’, ‘¿qué estás haciendo?’”. Si en ese momento la hija del 10 estaba viendo América, seguramente lo tenía bien claro.
La hoguera de las vanidades
Cuando se fue de Telefe no hubo ni bombos ni platillos, por lo que uno podía suponer que el desembarco de Florencia Peña en América iba a tener la consecuente y moderada repercusión. Pero no, La p*@ ama fue el tema de conversación de esta semana, dándole una trascendencia que ninguno de sus protagonistas esperaba. Y es que más allá de sus múltiples falencias, especialmente en lo relacionado a los sketches, la virulencia con la que se atacó al ciclo fue desmesurada. Y en la lógica de la actriz y conductora, ¿cómo se apaga el fuego? Claro: echándole nafta.
En un abuso de autorreferencialidad, en su primera semana al aire La p*@ ama se dedicó a contestarle a todos y cada uno de los que la criticaron. A veces con ironía, otras con la misma literalidad de la que fue víctima y, de vez en cuando, con alguna idea inspirada muy bien resuelta gracias al talento de la multifacética conductora y actriz.
El problema fue que en esa bolsa repleta de pases de facturas cayó también el público, que a lo mejor está más allá de pasiones revanchistas o mandatos ideológicos y simplemente esperaba ver algo más que un licuado de Los mammones con un Cha, cha, cha devaluado.
En el interminable ida y vuelta diario faltó la autocrítica. “Al que no le gusta o no lo entiende que cambie de canal, es tan fácil como eso”, resumió Flor en más de una oportunidad. Y más allá de que a juzgar por el minuto a minuto hubo quien le hizo caso, tal vez un mejor camino sería parar la pelota y pensar cómo, en lugar de invitarla a retirarse, ofrecerle a la audiencia un menú más atractivo o, al menos, más creativo. Talento les sobra, tiempo no tanto.
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