A horas de la muerte del popular animador, Telefe tuvo que tomar una drástica decisión en torno a la conducción del exitoso ciclo de juegos que conducía en 1996
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Aquel sábado 19 de octubre de 1996 no fue un sábado más. Al menos no lo fue para la industria de la televisión. A las ocho de la noche en punto, Leonardo Simons debía dar inicio a la emisión de su programa de juegos Ta Te Show, que se emitía por la pantalla de Telefe desde hacía cuatro años y era uno de los platos fuertes de la programación de fin de semana del canal, por ese entonces bajo el mando de Gustavo Yankelevich.
Sin embargo, aquella noche, fue Silvio Soldán quien abrió el programa, luego de las sentidas palabras que había expresado Fernando Bravo al aire, en el final de su ciclo Siglo XX, Cambalache, espacio que revisaba los hechos salientes de la historia reciente. Soldán y Bravo se expresaron afectuosamente recordando a Leonardo Simons, amigo y el compañero de trabajo de varias décadas.
Cuatro días antes, el martes 15, Leonardo Simons había decidido poner fin a su vida arrojándose desde una de las ventanas de su oficina en la avenida Córdoba al 1300, en el centro porteño.
Aquel sábado 19 de octubre de 1996, Ta Te Show salió al aire. Ya se sabe, en el mundo del espectáculo, siempre se debe continuar. Sin embargo, aquella emisión del ciclo no hizo más que avivar el dolor por la partida de una de las figuras más queridas del medio, de una de las estrellas de la televisión de ese tiempo y, tal como afirmaron todos sus colegas, un gran hombre que no habría soportado una deshonra familiar. El juez Carlos Wowe, hermano de Simons, había sido acusado de corrupción. También se especuló con algún problema de salud, ya que se lo veía muy delgado.
Aquella noche templada de octubre, Telefe vivió una de sus jornadas más tristes. El canal, aún hoy asociado al clima festivo, por un momento pausó su euforia ante la noticia jamás imaginada. Aquella noche templada de octubre, la televisión rodó una de sus escenas más tristes.
Bravo, contundente
Faltaban segundos para las ocho de la noche y Fernando Bravo debía cerrar su programa Siglo XX, Cambalache, ese clásico de los sábados por la tarde que conducía junto a Teté Coustarot. Un informe sobre la icónica banda de rock Los Abuelos de la Nada precedió a las palabras finales del conductor.
“Este no es un sábado más para todos nosotros, es un sábado un tanto especial. Todos los sábados, más o menos a esta hora, estaba nuestro amigo, nuestro compañero, Leonardo Simons, preparándose para hacer su programa que inmediatamente después sucedía en la programación a Siglo XX, Cambalache. Por todos los motivos que han rodeado a esta convulsionada semana, yo quiero decir que fue un compañero de treinta años”.
Fernando Bravo es una persona de emoción fácil y, más de una vez, no ha reprimido su llanto frente a las cámaras televisivas o los micrófonos radiales, que lo convirtieron en una estrella de la comunicación. Sin embargo, aquella noche, Bravo lejos de emocionarse, sí se mostró apesadumbrado, pero, sobre todo, indignado con lo sucedido. Está claro que su enojo no tenía como destinatario a ese amigo colega que ya no estaba, sino a todo aquello que rodeó a su muerte.
El remate del comentario de Bravo fue contundente y puso en blanco sobre negro lo que había comenzado a circular con fuerza en los medios de comunicación, ni bien se conoció la noticia del deceso de Simons. “Leonardo Simons murió por vergüenza y de vergüenza, y que también hizo gala, en el final de su vida, de una dignidad poco común, algo que, precisamente, no abunda en los tiempos que corren. Quiero recordar con estas pocas palabras a este compañero de treinta años”, expresó Bravo.
¿A qué se refería el conductor? El juez Carlos Wowe, hermano de Simons, fue acusado de haberle pedido una coima al periodista Bernardo Neustadt para “arreglar” un expediente. El caso terminó con la renuncia y posterior encarcelamiento del magistrado.
Leonardo Simons, cuyo nombre real era Leonardo Simón Wowe, no soportó aquel hecho que, por primera vez, vinculaba a su apellido con un hecho de corrupción. La carrera de Simons había sido intachable, siempre asociada a los programas de televisión de neto corte popular, y, acaso porque sentía que las miradas de todo un país se posaban sobre él indirectamente, un cuadro de depresión terminó por diezmar su equilibrio emocional.
“Ahora, inmediatamente, estará en el aire su programa que, para todos nosotros, será Ta Te Show, el programa de Leonardo Simons. Un amigo, porque las reglas del espectáculo así lo indican, estará en su lugar. Gracias, buenas noches y hasta el próximo sábado”, cerró Bravo aquella emisión de su envío. El conductor salió de plano y la cámara fija, sin música, dejó correr las placas publicitarias hasta que la sigla de Telefe ofició de bisagra hasta el inicio del otrora programa de Simons.
En una televisión abierta con menos competencia y audiencia cautiva, las cifras del rating rápidamente treparon. Aquella noche, el canal líder logró uno de sus picos de audiencia. Todo un país quería ver qué sucedía con el formato de juegos de los sábados y, sobre todo, homenajear y recordar a ese hombre que hizo del entretenimiento de las masas el eje de su trayectoria. Masivamente, el público eligió mirar Ta Te Show ilusoriamente buscando alguna respuesta a la muerte sin lógica, una explicación que, desde ya, no apareció aquella noche.
Cuando un amigo se va...
El sábado 19 de octubre, la emisión de Ta Te Show comenzó con un clip con imágenes de Simmos y la cortina musical ralentizaba. En el video, un sentido homenaje que al verlo aún conmueve, se podía observar al conductor acompañado por figuras como Susana Giménez, Xuxa, Marcelo Tinelli o Arturo Puig, en el marco de su programa o formando parte del programa solidario Juntos por un amiguito, un clásico del canal durante los noventa.
“Buenas noches, hace exactamente una semana, en este mismo lugar, mi amigo Leonardo Simons iniciaba una nueva emisión de su Ta Te Show por Telefe. Se lo veía alegre, dinámico, aparentemente feliz”. Silvio Soldán abrió el programa con gesto adusto, muy diferente a su rictus habitual de sonrisa estruendosa. A su lado, las figuras que esa noche jugarían en esa suerte de ta te ti montado en una gran escenografía.
“Leonardo no estaba bien, sin embargo, luchaba con todas las fuerzas de su alma para que ustedes no se dieran cuenta”, enfatizó Soldán mirando a fijamente a cámara. “Saber que estaban ustedes del otro lado, pienso que, de alguna manera, le acariciaba el alma. Hoy, no está físicamente con nosotros, Leonardo Simons, pero sus seres queridos y su familia pretenden que este que fue su ciclo, su último éxito, de tantos que hizo en la televisión argentina, continuara. Y me toca a mí la tremenda responsabilidad de tomar la posta porque fui su amigo y estoy absolutamente convencido, como están todos lo que de alguna manera estuvieron a su lado, que él lo hubiese querido así. Y yo nunca le he fallado a un amigo. Tampoco te voy a fallar hoy a vos, Leonardo”.
El primer plano fijo se mantuvo sobre el rostro de Silvio Soldán, quien, sin quebrarse, cerró su alocución: “A todos, muchas gracias, en nombre de Leonardo. Y vamos a intentar hacer el programa como siempre, como él hubiese querido, como si él estuviese aquí. Desde ya, les pido mil perdones en nombre de todos los integrantes del elenco, de toda la gente que hace la televisión en esta casa, de la gente de la televisión argentina porque no nos sentimos bien, pero queremos que el programa siga como siempre, como él lo hubiese querido”.
En esa emisión, Esteban Mellino, interpretando al Profesor Lambetain, Carmen Barbieri, Andrea Garmendia, Diana Maggi, Daniel Aráoz, Eduardo Calvo, Beatriz Salomón y Paolo “El Rockero”, formaron parte del juego junto a los participantes del público.
El pase del año
La llegada de Simons a la pantalla de Telefe se había producido en 1993, a instancias de una oferta insuperable que le había hecho Gustavo Yankelevich. Se trató de un gran pase televisivo, luego de muchos años del conductor formando parte de las huestes de Canal 9 Libertad, donde se puso al frente de éxitos como Domingos para la juventud junto a Silvio Soldán, Sábados de la bondad y Finalísima, todos de mucho éxito y esencia popular.
Rápidamente, el hombre de saco con hombreras –como se acostumbraba en la época, pulseras y anillos en sus manos– y un cabello reluciente impecablemente peinado, amalgamó su imagen a la de la nueva empresa que lo había contratado, el canal líder que le había robado el puesto máximo en el podio al Canal 9 Libertad de Alejandro Romay, su contratante anterior y quien lamentó profundamente la partida de Simons hacia la competencia.
“Mi bocho explotó”
Había nacido en 1947 y si bien las carencias económicas de su infancia en Villa Crespo lo habían marcado, nada era comparable a lo que estaba viviendo debido al procesamiento de su hermano. “Si me pasa lo que te pasó a vos, me mato”, le había dicho a su amigo Silvio Soldán cuando se vio envuelto en el escándalo de la separación de Silvia Süller.
Es cierto que estaba más delgado, pero nada hacía prever la decisión de Simons, quien dejó dos hijas, fruto de su primer matrimonio con Alicia Gorbato. Al momento de su suicidio, mantenía una relación con una bella mujer llamada Ruth.
El sábado 12 de octubre de 1996, Simons terminó su programa con naturalidad y, si bien estaba algo más serio que de costumbre, nada hacía suponer lo que acontecería tres días después.
El conductor dejó tres cartas. Una forma de despedida y explicación. Una iba dedicada a Ruth, su mujer, donde le agradecía los diez años de pareja, otra fue para las hijas y una tercera a modo de saludo a sus amigos, donde les decía: “Mi bocho explotó y necesita paz. Adiós y hasta siempre. Los llevo en mi corazón”.
Ta Te Show siguió un tiempo más en el aire. Un homenaje. A los 49 años, su carismático conductor había decidido que aquel problema en torno a su hermano pesaba más que su noble trayectoria como animador.
Un profesional serio y respetable que escribió páginas festivas de la televisión y dio pie a aquella noche de sonrisa impostada y dolor profundo con el que su amigo Silvio Soldán tomó la posta de su programa, aquella noche que se inició con las palabras dolidas de Fernando Bravo, aquella noche en la que el público lamentaba la partida de una de las figuras más queridas del medio, un grande de raigambre popular.
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