El precio del poder, el unitario que cambiaba el libreto para narrar la realidad
De la mano de Hugo Moser, El precio del poder desembarcó en el entonces Canal 9 de Alejandro Romay para competir con la transgresora propuesta de Zona de riesgo, en Canal 13. Así, en el prime time de los martes, la pantalla chica se ponía picante, con historias que hablaban de tema sociales candentes y muy alejados de las comedias familiares que reinaban en Telefe.
El precio de el poder fue uno de los programas más vistos y tuvo dos temporadas, que se emitieron entre 1992 y 1993. La trama giraba en torno a intrigas y secretos en la vida de una familia liderada por Lucio Santini (Rodolfo Bebán), un reconocido empresario capaz de hacer lo necesario para sostener su poder. Con un elenco repleto de reconocidos actores y actrices, la serie se metía con la actualidad política, económica y social de nuestro país, en plena época del menemismo. Las vedettes del ciclo eran la corrupción, los sindicatos, los políticos y los grandes empresarios que se mezclaban con intereses ocultos, negociados oscuros, relaciones secretas, seducción, erotismo y pasión.
Cuentan que Moser escribía al ritmo de la actualidad y con los diarios sobre su escritorio, mirando las noticias en la televisión y escuchando la radio. Nada se le escapaba y podía cambiar los guiones momentos antes de grabar, según lo marcara el momento. La dirección estaba a cargo de Alejandro Moser, hijo de Hugo, y todos coinciden en decir que formaban un gran dúo que se entendía sólo con mirarse. Las grabaciones eran dos veces por semana, los lunes en exteriores y los martes en el piso. Esa misma noche se emitía lo que habían grabado unas horas antes. En el elenco estaban, además de Bebán, Stella Maris Lanzani, Juan Darthés, Raúl Rizzo, Olga Zubarry, Jorge Barreiro, Irma Córdoba, Adriana Salonia, Carola Reyna, Rubén Ballester, Ricardo Bauleo, Villanueva Cosse, Oscar Ferreiro, Rodolfo Machado, Jessica Schultz, Humberto Serrano y Rubén Stella, entre otros.
Cuando el amor y el trabajo van de la mano
Stella Maris Lanzani era Oriana Santini en la ficción, y en la realidad era la esposa de Hugo Moser. "Tenías que decir la letra tal y como estaba escrita, no como otros programas de humor que hizo Hugo y en los que sí daba alguna licencia. Pero acá no podías equivocarte en nada porque era tan preciso. ¡Era un francotirador!", ríe la actriz, en diálogo con LA NACION. "De chica no me dejaban ver La familia Falcón en casa porque era muy politizada. Después mi mamá adoró a Hugo y terminó siendo su admiradora número uno. Criticaba a todos los gobiernos y no se embanderó con ninguno. Nunca se le pudo poner un sello", remarca con orgullo.
"Tardé muchos años en trabajar con él y hasta hice terapia para decidirme, porque no quería que dijeran que trabajaba porque era mi marido. Nunca pude pelear cartel ni sueldo. Cuando empezó a preparar El precio del poder quise ser parte porque buscaba algo que no fuera comedia. Soñaba con mostrar que tenía otra faceta como actriz, y esa fue mi oportunidad", recuerda Lanzani. "Amé ese programa profundamente. Lo hicimos dos años en Canal 9 con Alejandro Romay, que nos dio todo. Viajamos a Italia a grabar porque era la época de ‘mani pulite’ [así se denominó un proceso judicial italiano que descubrió una red de corrupción que involucraba a los principales grupos políticos del momento], y recorrimos Nápoles, Roma, Venecia, Milán y el Vaticano. Fuimos Juan Darthés y yo, además del director, un cámara y un sonidista. Los últimos días me llamó Hugo para darme una noticia terrible, se había muerto mi mamá. Ellos se quedaron grabando pero yo volví con urgencia y no hice las imágenes en el Vaticano. Fue durísimo".
Según Lanzani, los Moser "eran una combinación perfecta" porque se entendían sin hablar: "Alejandro era el director y, claro, estaba todo el día en las grabaciones. Pero Hugo venía cuando quería, entraba al estudio cuando menos lo esperabas y te cambiaba todo. Era muy buen director de actores también, y escribía y sabía cómo quería que lo dijeras. Trabajaba con el televisor, los diarios, la radio y el diccionario. Estaba informadísimo. El elenco de primeras figuras funcionaba como un relojito".
El precio del poder estuvo en la pantalla de Canal 9 durante dos años y podría haber continuado, pero Moser decidió que su destino fuera otro. "Un día me dijo que nos íbamos a Canal 2, que entonces era de Héctor Ricardo García, y yo no podía entender. En el último programa apareció Romay, de quien tengo un recuerdo maravilloso porque nos respetaba y nos quería y daba mucho trabajo a los artistas. Llegó con un mozo, una bandeja, champagne y copas y dijo que era una decisión de Hugo irse, pero que las puertas del canal estaban abiertas. Y yo lloraba, nunca se lo perdoné", relata la actriz, que interpretaba a Oriana en la ficción.
"Nos fuimos a Canal 2 entonces, también con El precio del poder con Federico Luppi y con subtítulo: El sillón de Rivadavia y Cien años de perdón. Las dos temporadas duraron tres meses cada una y fue con otro elenco, porque nadie lo siguió a Hugo... Todos se quedaron en el 9. En esa época, Canal 2 salía desde La Plata y no tenía buena trasmisión. ¡No nos veía ni el gato! Pasamos de tener un rating increíble, a muy poco. Apostamos a la nada misma, pero García tentó a Hugo que aceptó, no por dinero sino porque cuando volvimos de Venezuela le abrió las puertas del canal para que hiciera lo que quisiera. Hugo no se olvidó nunca de eso, y entonces, cuando lo llamó para levantar el rating, no dudó en cortar ese éxito maravilloso y pasar a otro canal donde no nos veía nadie".
Rodolfo Bebán, un señor
Adriana Salonia había debutado en televisión unos años antes cuando le llegó la propuesta de sumarse al unitario. Interpretó a Diana, la hija del poderoso empresario Lucio Santini. "Lo que más recuerdo es el honor, la alegría y la felicidad de compartir escenas con Rodolfo, porque no sólo cumplí mi sueño sino el de mi abuela y el de mi mamá, que eran fanáticas de Bebán de toda la vida. Es un sueño para tu familia que puedas trabajar con estrellas tan emblemáticas para ellos", recuerda Adriana con una sonrisa en su rostro. "Rodolfo siempre fue un señor, de esos que se paraba para saludarte cuando entrabas al piso y te daba un beso con una humildad y un respeto que pocas veces vi de protagonistas. Un actorazo, con unos ojos divinos y una mirada profunda e inteligente para conectar. Un tipazo, un número uno indiscutido", remarca.
"Fue un honor también haber trabajado con Moser padre e hijo. Ya el hecho de haber sino convocada para el proyecto fue una alegría inmensa", señala Salonia. "Era la época en la que los proyectos podían durar dos años y así fue. Tuvo dos temporadas de un año cada una y todo fue muy lindo. Tengo los mejores recuerdos. Los libros a veces cambiaban en función de las noticias del día porque Hugo estaba súper actualizado y era muy exigente con la información".
Carola Reyna se emociona al rememorar ese momento de su carrera: "Es como ir a otra vida. Entré en la segunda temporada por unos pocos capítulos y me quedé hasta el final. Hugo se copó con la relación de Bebán con mi personaje, a tal punto que me fue aumentando el cachet y cuando se renovaron los contratos, Moser me llevó en persona a la oficina de Romay, porque en esa época era todo muy personal, y le preguntó cuánto estaba ganando yo. Y respondió: ‘Bueno, la quiero para el año que viene ganando el doble’. Yo no lo podía creer porque Hugo era famoso por su carácter y si no le gustabas podía ser bravo. Al final no renovó contrato con Canal 9 y el programa terminó. Pero fue un gran empujón de su parte".
La actriz también tiene un especial recuerdo de Bebán: "Me llevaba muy bien con Rodolfo, que era con quien tenía casi todas las escenas. Era de un profesionalismo increíble. En ese entonces se grababan muchas horas y me comentaba que dormía muy poco. Era correcto, impecable, muy profesional. Teníamos muy buena onda con el elenco, el director era divino así que nos reíamos mucho. Fue un éxito grande y durante un montón de tiempo la gente me siguió hablando de El precio del poder. Tuvo una resonancia increíble, era un programa muy vanguardista y tenía ecos todo el tiempo en referencia a la actualidad", sintetiza.
Marta Albertini hizo una participación especial en el unitario: "Era interesante porque hice a una periodista de un diario que investigaba a esa familia. Lo que más recuerdo es que tuve que filmar una escena con Rodolfo Bebán, y para mí realizar una escena con ese gran actor fue lo máximo. Ya su presencia era impactante. No recuerdo por qué el personaje no continuó. Moser era un autor con ideas geniales e iba cambiando según su intuición. Me gustó mucho participar con esos grandes actores".
Cuando la ficción supera la realidad
"Moser trabajaba en base a lo inmediato de la realidad. Por eso el lunes recibíamos el libro, grabábamos el martes y esa misma noche salía al aire", explica Raúl Rizzo. " No me olvido más de un episodio que sucedió con el entonces Ministro de Interior, José Luis Manzano. Resulta que hacíamos alusión a él en el capítulo y de pronto renunció y hubo que cambiar todo. Así estábamos, siempre con la soga al cuello. Se trabajaba muy encima de la realidad que cambiaba constantemente y nosotros nos adaptábamos. Es más, en plena grabación sucedían acontecimientos que modificaban situaciones y eso también se reflejaba en los libros, porque Moser trabajaba con el televisor, los diarios, la radio y las noticias se iban acumulando. Había actualidad más allá de la historia central que era la columna vertebral del programa".
Sobre Moser, Rizzo coincide con sus compañeros: "Hugo era bravo, era estricto, y más con la premura que teníamos que grabar y con los cambios de último momento. Creo que esa inmediatez era también uno de los secretos del éxito que tuvo El precio del poder. Todavía hay gente que me lo recuerda, me nombran al personaje y recién ahí me acuerdo: Folko se llamaba. Una vez tuvimos que preparar una pelea de puños con Bebán y estuvimos toda la tarde ensayando una especie de coreografía con alguien que nos guiaba. Por suerte la pelea salió fantástica. Fue también un muy buen trabajo de Alejandro Moser. Las grabaciones eran más artesanales porque no contábamos con la tecnología de hoy. Fue una experiencia muy enriquecedora, aprendí lo que es la repentización y ahora la uso para mis clases de teatro".
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