Nicolás Furtado no va a hablar conmigo ahora. Se está preparando para la próxima escena, que es decisiva en la serie: es la arenga de Mosca, su nuevo personaje, a la banda de ladrones que lidera, justo antes del gran golpe. ¶ La agente de prensa de HBO, una chica sonriente de estatura baja y cara redonda, me da una copia de Entre hombres, la novela de culto de los 2000 escrita por Germán Maggiori, y comienza a hablar: "Este es el libro sobre el que se basa la serie, ¿lo leíste? Empieza con una fiesta de gente poderosa en los 90 que termina mal. Sí, sí. Políticos, jueces, prostitutas, travestis. Muere una chica y todo queda grabado en un video que desaparece". La copia del libro que me dio (una reedición de Edhasa) está enfundada convenientemente en una caja que simula ser un VHS. "Bueno, no te quiero spoilear nada", sigue ella. "Pero hay distintos bandos que lo buscan: policías, chorros, barrabravas, unos pibes que se juntan a tomar fernet, todos marginales", comenta y, como si hubiera llegado a escucharse, se arrepiente de eso último que dijo. "Marginal", repite con tono de resignación, "esa palabra ya no se puede usar".
El marginal es sinónimo de Diosito, el chorro superstar con el que Furtado saltó al estrellato. Tenía 28 años y la industria estaba a punto de descartarlo cuando el joven actor uruguayo salió como de la nada con este personaje medio gritón, de pelo oxigenado, sonrisa chueca y rosario tumbero, que no podía ser otra cosa que un argentino (después de todo, Diosito es argentino). Rodeado de un elenco enorme de actores tremendos como Juan Minujin, Claudio Rissi, Roly Serrano, Verónica Llinás y Carlos Portaluppi, Furtado se abrió paso a través de las primeras tres temporadas de El marginal al mismo tiempo que asistíamos al unboxing de Diosito, ese "niño peligroso" –en sus palabras– que se ha vuelto una especie de ícono argentino moderno: abundan sus memes, stickers de WhatsApp, y su disfraz fue tendencia el último Halloween. Ahora, Furtado tiene 32 y todo el mundo parece estar esperando para ver si lo que hizo fue el presagio de una carrera brillante o, como decía la banda favorita de Diosito, pura suerte. Y eso carga el aire del set con una presión extra.
Los técnicos, que vienen de un par de semanas duras grabando las escenas más violentas de Entre hombres, ponen en automático un montón de luces alrededor de un auto. Es un mediodía fresco pero con sol, típico de finales de agosto en los suburbios de Buenos Aires, y mientras los actores empiezan a aparecer por la cuadra caminamos hasta la esquina, donde hay un viejo taller ambientado como Fierrolandia, el lugar donde Mosca y sus secuaces se equipan. Adentro, hay tantos fierros que intimida. El coordinador de armas de la serie, Franco Burattini (238 películas en IMDB), me presenta las "máquinas protagónicas", los Fal, la Uzi que dispara Furtado y una Franchi explosiva, y dice: "Ya pasamos los mil tiros. Acá adentro estás viendo el equivalente a dos camionetas llenas de armas y balas".
Salimos de ahí y volvemos a donde está el auto, porque, nos avisan, en minutos más se rodará la escena. Apoyado en una medianera está Carlos Issa, el actor que hace de Tortuga, uno de los últimos fichajes de Mosca. "Yo soy de la banda de los chorros", me dice levantando su máscara de látex y, apuntando al libro que tengo en la mano, pregunta: "¿Lo leíste?". Está contento porque le toca disparar la Franchi y por las máscaras que usan, que en el libro son solo máscaras con la cara de Maradona, pero en la serie se ven "temibles", dice él, y es cierto. Están como derretidas, y la de Tortuga tiene escrito en la frente: "Haz que tu guadaña retome el mal que te han hecho".
De pronto me doy cuenta de que, si por un desfase espacio-temporal al estilo El último gran héroe, se cruzaran los cables y quedara atrapado en esta miniserie de HBO, estaría frito. Si estos tipos me vieran con algo que parece el video perdido de la partuza de Entre hombres en la mano, me apagarían sin pensarlo.
Ahí es cuando Furtado, caracterizado como Mosca, se acerca con el andar pesado de BoJack Horseman. Lleva una campera gruesa, pelo largo y unos cordones de gasa en la boca que simulan una prognosis mandibular clase III. "En cuanto a mi personaje, me tomé como otras licencias", dirá después.
A su lado viene Diego Cremonesi, es decir el Zurdo (el "compadre" de Mosca), y cuando pasan por donde estamos, Furtado nos saluda con un golpe de pera y el tono de voz ceceoso de su nuevo personaje:
–Buenaz tardezzz...
El director Pablo Fendrik da el OK para que vea la toma junto a él y me alcanza unos auriculares. Catalogada como "una escena extrema" por el propio Furtado, es prácticamente un monólogo de Mosca en un primer plano cerrado, tomado desde el asiento trasero del auto. Mosca está al volante y motiva al Zurdo, a Tortuga y a un cuarto secuaz.
"Vamos a entrar ahí y vamos a salir enteros", dice Mosca. "Y si algún rati se hace el macho lo quemamos, porque los chanchos locos terminan almorzando plomo, ¿está claro?". La tensión es casi un personaje más y, al final, Furtado hace una mueca, el ensayo de un gesto con el que Mosca intenta infundirles más confianza a sus compañeros. "Y nosotros somos chorros", dice. "Y somos los mejores".
"¡Corten!", grita Fendrik y sale de la carpa; después de intercambiar directivas con Furtado, comenta con su equipo: "Tiene que controlar la mirada, si no, se va a una cosa muy Zoolander". Fendrik, que dirigió El jardín de bronce (un éxito anterior de HBO, también filmado en Argentina) y conoció a Furtado por Diosito, dice que buscaron juntos que Mosca se separara por completo. Ambos personajes son ladrones, algo que empieza a ser una especialidad para Furtado, pero Fendrik describe a Diosito como "un personaje post-paco", mientras que Mosca es "netamente de los 90, con unos códigos distintos".
Apretado entre la butaca y el volante del auto, Furtado vuelve a intentarlo una vez más y después otra, y a la tercera toma ya lo tiene. Fendrik me dice luego: "Sabe que como director estás ahí, y te da un gesto o un tono para que puedas captarlo. Es un flaco muy inteligente y hacen falta muy pocas palabras para llevarlo a un lugar concreto".
Los actores vestidos de chorros bajan del auto mientras el equipo revisa que todo esté bien y prepara la siguiente escena (una toma sencilla del auto saliendo camino al robo). Es el momento en que aprovecho para presentarme.
La idea de llegar a la tapa de Rolling Stone emociona a Furtado. "Me encanta la revista", arranca en cuanto termino de decirle para qué vine. "Yo tenía una banda, pero era todo muy amateur lo mío. Igual siempre estuve en el rock, Los Redondos, La Renga, Callejeros. Yo te tiro, como para que vos más o menos sepas".
Genial, porque fuera de sus personajes no sabemos nada de Furtado. Aunque las revistas de la farándula y los programas de chimentos se esfuerzan, nunca tienen algo picante sobre él. Y en sus entrevistas, Furtado siempre habla del "valor de plano" y otras cuestiones técnicas para evitar las preguntas personales.
Yo quiero saber cuánto hay de él en sus personajes. Quiero que explique cómo hace lo que hace; cómo fue criado y de qué forma eso se refleja en su manera de actuar. Que me hable acerca de lo que piensa que es el arte, el rock, la vida. Que me cuente sobre las cosas que odia y las personas que ama. Sobre su familia, sus amigos, su pareja (¿tiene pareja?). Pero después del éxito de El marginal, Furtado se ha vuelto elusivo al máximo.
Tras revisar la escena junto a Fendrik, vuelve y dice: "Estaba preocupado, porque algunas veces uno ni sabe lo que hace". Mientras compone a Mosca, está empezando a dominar sus poderes como actor al mismo tiempo que surfea su nuevo estatus de celebridad. Todo esto no podría ocurrir en un mejor momento: es la primera vez que trabaja para HBO y la mayoría de las grandes marcas que están produciendo en la región, como Netflix, Amazon y Fox, también andan detrás suyo.
"Creo que hay que ir por todo", dice Furtado en nuestro breve encuentro en el set. "Me gusta mucho formar parte de este momento. Creo que ahora, con estas posibilidades y estas plataformas, hay que demostrar que uno está al nivel".
De repente, la cara le cambia y sus rasgos se endurecen. A lo lejos, Furtado vio algo que no le gusta. "Eh, eu, ¡¿por qué tengo un doble de riesgo yo?!", grita. El doble de Mosca mide bastante menos que Furtado, lo cual no es importante a los fines de la escena (el tipo es un conductor de precisión) pero vuelve esta secuencia espontánea aun más graciosa. Ambos se paran frente a frente, y pasado un primer instante de confusión, se ríen, se saludan y Furtado, que de verdad pensaba que iba a grabar esta escena, dice: "¡Si yo me hice actor por estas cosas, que son las más divertidas! Saltar por los techos, las persecuciones".
Cuando termina de rezongar, se apoya en un poste de la luz a mirar cómo su doble saca arando el auto de los chorros.
***
"Dale, no tenemos apuro", dice cuando nos encontramos por segunda vez. Pero si entrevistar actores siempre fue un drama (temas de agenda), ¿qué pasa cuando el problema va más allá de una simple cuestión de disponibilidad horaria? Porque podés tener todo el tiempo del mundo para entrevistar a Furtado –tres encuentros, varios meses, arriba de 100 mensajes de texto– que de todos modos hay ciertas zonas a las que no vas a acceder. No se puede. Está cerrado.
Hace unos meses, le sugirió a una periodista de la revista Gente que tomara "con pinzas" todas sus declaraciones y dijo: "Nunca me vas a sacar algo muy verdadero acerca de mi vida personal. Te puedo inventar, delirar". La mayoría de los medios, por supuesto, amplificaron sus declaraciones.
"¡Claro!", dice él, "le dije que podía estar mintiéndole para que les quite importancia a esas cosas, porque sacan titulares". Estamos en la terraza de un bar de Palermo, y es uno de esos días del final de la primavera en los que parece caber todo el verano. "¿Sabés la cantidad de amigos, colegas, a los que dejaron como unos boludos en esas revistas? Un montón, eh".
Consistentemente, Furtado viene trazando un camino como actor de composición en el que sus personajes parecen coartadas para su vida personal, ahora bajo la mirada pública. "Ya vi algunas fotos de Entre hombres y vi el look que tiene Nico, y me parece que está planteando una carrera en términos de la composición", dice Esteban Lamothe. "Y además lo hace muy, muy bien".
Lamothe, que en El marginal 2 fue Patricio (el joven médico que cae en la cárcel de San Onofre por un crimen que no cometió), habla de las dos grandes corrientes que existen en la actuación. Están los que trabajan con algo más cercano a sí mismos, como él, y otros como Furtado, que componen a sus personajes. Estos últimos son afiliados a una tradición que tiene en Marlon Brando a su padrino eterno. "Son como dos corrientes, qué sé yo", sigue Lamothe, que también fue tapa de esta revista. "Algunos actores se sienten más seguros con una dentadura, una peluca, algo que los coloque en un lugar lejano a ellos mismos".
Entonces, ¿qué intenta proteger Furtado cuando evita hablar o mostrar su vida fuera del set? ¿Qué es tan frágil? "Estoy buscando una respuesta un poco más elaborada", dice en el bar, amable pero con pocas pulgas. "Porque si te tengo que responder rápido, te digo: ‘Porque no me interesa, que se vayan a cagar, qué les importa’. Claro! Que la chupen, ¿no? Pero, o sea, hay un porqué, seguro que psicológicamente hay un por qué."
–Debe haber.
Sí, hay un por qué no quiero llamar la atención con ese tipo de cosas.
A ver, repasemos. En nuestro primer encuentro, dijo que de chico quería ser actor. Sin embargo, su historia no es la del típico niño estrella que soñaba con estar en un escenario. "Siempre pasé un poco desapercibido, desde la escuela. Me daba cuenta de que la atención se la llevaban otros", recuerda. Hijo de un farmacéutico y una maestra de Lengua, fue criado por una familia presente en La Teja, un barrio de clase media trabajadora en Montevideo (la casa donde creció la construyeron entre su padre y su abuelo). En la escuela, él "no era el galán, ni el más estudioso, ni el menos... No sentía que tuviera algo interesante como para ser protagonista", dice. Que su madre diera clases en el aula de al lado no ayudaba ("era medio terrible eso"), pero en ese rol de espectador el pequeño Nicolás aprendió algo.
Siempre eran los mismos personajes "el que hace bullying, la víctima, los reidores" y él "entendía", dice, "por qué al agresor le seducía maltratar al otro compañero". Pensaba: "Claro, ¡lo ve más débil! ¿Y por qué? Y, mirá cómo camina, mirá la cara que pone, lo ve como una presa".
Su poder de observación y esa expresión corporal que define a sus personajes ahora fueron cosas que empezó a entrenar ahí. "Yo no tengo maldad, así que en la escuela no quería ser el agresor, ¡pero tampoco la víctima! Son todos roles, desde que somos niños", dice. "Y ahora me estoy dando cuenta de que eso que observaba era una forma de actuar".
¿Qué más tenemos? Ah, sí, ¡rock & roll!
Durante el secundario, se inició en la filosofía de la esquina y la obra de La Renga: el disco de la estrella lo partió al medio. A finales de los 90 y comienzos de los 2000, ese álbum fue la puerta de entrada para una nueva generación de fans del rock entre los que estaba él, y puesto a constelar con otra información de su vida, que el gran hit de ese disco se titule "El revelde" (así, mal escrito y todo) es bastante simbólico.
Para entonces él ya era adolescente, había empezado a tocar la batería y no tenía maldad, pero tampoco era un santo. "Me mandé las mías, eh", reconoce. "En cuarto o quinto año del liceo vinieron las sanciones. Me peleaba con profesoras que hasta hoy son amigas de mi vieja".
Estaba descubriendo quién era. "En ese momento, con mi mejor amigo, el Armenio", cuenta, "ni siquiera nos veíamos parecidos a los demás". El Armenio (que ahora vive en España) y él eran "dos pibes de barrio que nos sentábamos en la esquina a flashar y hablar mucho de la vida".
Se sentía identificado con Kurt Cobain, que, aunque no lo sabía, era el ídolo de su ídolo: Chizzo Nápoli. "Me imagino a Kurt cuando iba a trabajar como Limpieza a esa universidad", dice, y me doy cuenta de que está mezclando algo que vio en un documental (que antes de Nirvana, Cobain trabajó limpiando estufas en un resort de Ocean Shores) con el personaje de Matt Damon en Mente indomable. Pero dejo que siga. "Él no tenía nada que ver con los que estudiaban ahí, pero tampoco con los que estaban robando en la calle", dice, acomodando los datos. "Un poco así me sentía yo en mi adolescencia".
Le gustaba mucho pasar tiempo con su abuelo Máximo, que falleció de cáncer en 2018. "Fue un gran guía para mí", dice. Entre sus actividades, siempre metía alguna visita al Casabó para verlo y escuchar sus historias. Máximo era un uruguayo de "rasgos medio árabes" que había trabajado muchos años en el frigorífico, y luego le había dado duro al rubro de la construcción. "Mucho trabajo físico, mi abuelo", dice él.
En algunas de sus mejores historias, Máximo revivía sus años dorados, cuando caminaba kilómetros para ir a bailar pero tenía que compartir una gaseosa con dos amigos porque no llevaban más que un par de monedas. Esas historias lo conectaban muchísimo con su abuelo porque lo hacían sentir que estaba viviendo aventuras parecidas.
Había empezado a ir a recitales con amigos. Era el auge de los festivales masivos esponsoreados y, en Uruguay, la cerveza Pilsen organizaba el Pilsen Rock. "Qué lindo, boludo, esas épocas. Me acuerdo que una vez vendimos fuegos artificiales para ir al Pilsen", dice. "Te llevabas la carpa y tenías que acampar en una plaza, en un campo, donde fuera. Lo importante era sacar el pasaje de ida. Después veías cómo volvías".
Porque, como en las historias del abuelo, esas caravanas rockeras a veces no terminaban bien. "Una vuelta nos tuvimos que colar en un tren porque nos habíamos quemado toda la guita", continúa entretenido con su propia historia. "Y nos acostamos a dormir donde van las valijas, para que no nos cobraran".
Como una estrategia para que me cuente más de su vida, saco un cuestionario corto de la sección "La primera vez" y así me entero de un par de cosas interesantes, como la primera vez que Diosito estuvo tras las rejas ("Nos peleamos con el Armenio adentro de un colectivo a la salida de un boliche, y el chofer nos bajó a todos en la puerta de la comisaría") o que "aunque suene raro" a este actor nunca le ha gustado la atención.
Todavía estaba en el secundario cuando apareció en las primeras publicidades, y que lo reconocieran lo martirizaba. "Ya ahí no me gustaba", dice él. "Me acuerdo que un chabón me miraba siempre en los recreos, y un día lo paré y le dije: ‘Mirá que no soy boludo por salir en la tele, eh. No me mirés más’".
Llegó a Buenos Aires en 2012, para "una participación" en Dulce amor. "Y me gustó al toque la jungla esta", dice. Estamos en este bar llamado El Club porque, como era obvio que no me iba a abrir las puertas de su casa, le mandé a decir que me invitara a algún lugar que significara algo para él. "Yo sabía que este lugar estaba bueno", dice. Viene acá seguido, los domingos, a ver unas jams de funk donde un amigo suyo toca la batería (como él); además, su amigo le presentó al dueño, con el que también trabó amistad a partir del dato de que cumplen años el mismo día: 6 de febrero (Acuario). Me dice que si un domingo vengo, le avise.
Le gusta mucho ir a ver bandas. Fue a ver a Callejeros al festival de Baradero, manejó hasta los shows de La Renga en San Luis y Rosario; y aunque cumplió el sueño de conocer a Chizzo este verano (cantaron y tocaron juntos en la quinta de Jorge Corcho Rodríguez, en Punta del Este), no figura en listas de invitados. "Saco mi entrada, atravieso el campo y voy hasta la tercera fila", dice. Le gusta la tercera fila porque "ahí es donde empieza el pogo".
No me extraña. Puedo imaginarme que, metido ahí, anónimo entre los mismos de siempre, probablemente sea de los pocos lugares donde la estrella del momento vuelve a sentirse uno más del montón. Cuando su mojito llega a la mesa, se inclina hacia delante y, con esperanza de cerrar el tema, dice: "Todavía mantengo eso de querer pasar desapercibido". Sonríe. "Me gusta estar tranquilo, aunque se hace medio difícil".
***
¡Es la estrella del momento!", lo presenta Susana Giménez en su entrevista consagratoria. El marginal 3 acaba de estrenarse y el fenómeno de Diosito está en su pico, así que Susana, nuestra Oprah, le dedica 30 minutos en los que avanzan juntos sobre los puntos de giro de su biografía, comenzando por la charla en la que su padre le preguntó qué iba a hacer con su futuro.
En ese momento Furtado tenía su banda, Los Croners, que según me contó en la terraza hacían rock, blues y algún cover de los Beatles, pero su carrera de rockstar terminó antes de empezar. "Al final tocamos algunas veces en algún bar de mala muerte por dos cajones de cerveza. No fue más que eso".
También jugaba al básquet en Verdirrojo, donde era un alero molesto con el 7 en la espalda, y su equipo salió campeón en la categoría Cadetes en 2004 ("Fue una fiesta"). Es más: cree que podría haber hecho carrera como basquetbolista. "No sé si hubiera llegado a jugar en la selección uruguaya, pero en algún club grande seguro".
Finalmente, una breve experiencia en un taller de Teatro en el Aula (un programa extracurricular para estudiantes) seguida de la apretada de su papá fueron los factores que lo llevaron a decidirse por la actuación. Se inscribió en la Escuela del Actor, donde aprendió "tragedia griega, Shakespeare, Chéjov, las bases".
Según su versión, era un "medio pelo". Sin embargo, desde el comienzo mostró condiciones. Una compañera de esa época que era "una excelente actriz" (de la que no recuerda o no cree relevante compartir su nombre), fue la primera en notar que él tenía algo. "Me dijo que yo sabía que todavía no era bueno, pero que podía ver cuánto me faltaba y también cuánto había hecho, y eso era importante. Porque ser consciente de dónde estás parado hace que nunca dejes de crecer", dice. "Es como tener una autocrítica, pero justa".
Poco después estaba en la televisión haciendo del hijo de Catherine Fulop en Porque te quiero así, una tira del Canal 10 de Uruguay, donde también participó en Dance. Ahí conoció al productor Pablo Ferreiro, que a su vez lo contactó con Quique Estevanez, y así consiguió su oportunidad en Dulce amor.
Entonces se subió a un Buquebus, cruzó el Río de la Plata y se instaló en un monoambiente prestado en Las Cañitas (el barrio donde aún vive). A toda esa etapa, Susana la llama "la época de los logros".
En 2013 actuó en la película Relocos y repasados (de Manuel Facal), donde interpretó a un proto-Diosito: Cooper, el hijo descarriado de una familia rica y disfuncional de Montevideo. "A su modo, un marginado también", dice.
Pero no todo fue arte y alegría. "Después de los primeros laburos, quedé medio parado y ahí empezó a tambalear todo", recuerda. Estaba en Telefé, donde trabajó cinco años con un plan de crecimiento que incluyó Somos familia, Educando a Nina y Fanny la fan, pero veía que su carrera no despegaba. Había hecho el trabajo sucio, las presencias en boliches y también, "por ignorancia", algunas notas de las que hoy se arrepiente. Pero las señales eran desalentadoras. "En ese momento, pasaba de todo", dice, sacudiendo la cabeza. "Cada vez que prendía la tele, veía las mismas caras.Ahora las mismas caras soy yo", reconoce. "Pero con responsabilidad lo digo."
Entonces se replegó y volvió a estudiar, mientras se repetía a sí mismo: "Es esto, eh, vos lo elegiste". Todavía no tenía nada, pero al menos ahora sabía algo: "Sabía que iba a ser actor igual. En algún lugar adentro mío, estaba convencido".
Ya había empezado a pensar en irse a probar suerte a México o Colombia, cuando se enteró del casting de El marginal. Fue en ese momento que diseñó lo que él llama su "acto de rebeldía".
Y lo que pasó a continuación es, en esencia, todo lo que se sabe de Furtado:
Que antes del casting para El marginal fue hasta Montevideo a buscar los dientes que se convertirían en el signature de Diosito. Que se metió a la Villa 31 para captar ciertas "miradas, energías" y, con ellas, componer al personaje. Que durmió en una plaza la noche antes del casting para ir "con esa incomodidad". Que lo recomienda. Que cuando llegó no dijo que era actor ("Me daba cuenta de que me trataban con más respeto", se ríe). Que se enteraron después, cuando lo llamaron y atendió su representante. Que los embaucó de una forma tan épica que no les quedó otra que ofrecerle el papel de su vida. Y el resto es historia.
La explicación de por qué hizo eso también es épica. "Porque los productores", le dice a Susana, "muchas veces buscan al personaje, y no al actor que puede interpretar a ese personaje". Ella, con el aura de las estrellas, le pregunta: "¿Vos sabías que así trabajan en Hollywood?". Después le cuenta que a comienzos de los 70, antes de actuar en Atrapado sin salida, Jack Nicholson se internó en un loquero para preparar el personaje que le dio su primer Óscar.
Diosito estaba destinado a morir en el sexto capítulo de la primera temporada de El marginal (durante un enfrentamiento con la Sub 21, una banda rival), pero la velocidad con la que Furtado encontró el arco dramático de su personaje obligó a los guionistas a escribir más escenas para él.
Volví a ver todo El marginal, una creación de Sebastián Ortega, y es interesante cómo, solo en los trece primeros capítulos, Diosito pasa de ser "el tipo más peligroso de la cárcel", según la asistente social (Martina Guzmán), a mostrar otro lado del pibe chorro, que explora su sexualidad atraído por Pastor (Juan Minujin).
Las siguientes dos temporadas en San Onofre, Furtado las atraviesa dando saltos acrobáticos. Diosito tiene momentos geniales, como sus visitas al psicólogo de la cárcel o esas escenas chaplinescas en las que reacciona y mata a Ontiveros, un guardia merquero y bufarra que trata de culeárselo mientras él está dado vuelta de pastillas en una de las covachas del patio. O en la temporada 3, cuando su hermano mayor, Mario Borges (alias Marito, de un colosal Claudio Rissi), le comunica que le va a asignar una tarea importante, que de eso depende que les firmen la libertad, y Diosito le responde, brillante:
–Al fin...
–¿Al fin qué?– le dice Marito.
–Al fin reconocés mi potencial.
La lucha de Furtado es por un reconocimiento legítimo. No conforme con solo obtener el papel, se puso a estudiar clown, lo que le ayudó a desarrollar una plasticidad especial que lleva a otro nivel en la última temporada, cuando en uno de los grandes momentos de la serie la Gladys (Ana Garibaldi), primera dama de Mario Borges, le confiesa que "a la Mecha la mataron" y podés ver cómo Diosito muere por dentro sin que Furtado diga una palabra: agacha la cabeza, hunde el pecho, enrolla los hombros. Y ya está.
Cuando le comento que James Franco suele hacer eso –escribe, estudia y da clases mientras graba–, Furtado me mira y dice: "Me encanta James Franco. Yo quiero eso".
Más allá de los grandes maestros de la composición, Furtado admira a actores como Brad Pitt o Franco, que rompieron con su propia imagen de tipos facheros. "Ves a Brad Pitt en 12 monos o Bastardos sin gloria, y es tremendo. Porque compone pero también puede hacer comedia, y a la vez lidia con todo un estereotipo", continúa. "Eso quiero yo. Quiero jugar en primera de lo que es la actuación; como actor me estoy preparando para ser uno de esos".
Durante su entrevista con Susana, antes de terminar (con un pequeño gag en el que le enseña a hablar como Diosito) la diva le dice: "Te he oído hablar y me doy cuenta de que por algo son las cosas".
–Gracias– responde él.
–No, de verdad –sigue ella– porque tenés todo como calculado, tenés todo en la cabeza, lo que tenés que hacer para mejorar, para ir aprendiendo más y para transformarte. Ya no sé, mejor que Diosito no sé qué vas a hacer– le dice la presentadora, con su característica y honesta brutalidad. "Ahora estás haciendo otra serie, pero ¿de qué hacés?"
–Ehh, también de ladrón.
El plató rompe en risas. "Hoy me vine más elegante", agrega rápido, "a ver si puedo dar con otro perfil.
***
En el último tiempo, Furtado ha expandido su rango con el detective estilo gringo del film Perdida, junto a Luisana Lopilato, o su acercamiento a la comedia romántica con Natalie Pérez (Amor de película) y a la comedia americana (Porno para principiantes), donde hizo equipo con Martín Piroyansky.
Cuando le pregunté a Piroyansky por Furtado, pensé que iba a referirse a los toques de humor seco que les da incluso a sus personajes más sórdidos, como cuando Diosito sonríe. Pero no. Por mail, Piroyansky me contó cómo, inmediatamente después de conocerse, Furtado lo llamó para preparar sus personajes. "La gracia de Nico está en el compromiso que toma con cualquier personaje que interpreta", escribió. "Como actor es muy fácil caer en la comodidad de ir sin mucha preparación y resolver en el momento, pero Nico no cae ahí ni creo que lo haga".
Todos hablan de su contracción al trabajo. Gerardo Romano, que en El marginal es Antín, el director garca del penal, ha dicho sobre Furtado: "Es un chico con una capacidad infrecuente. Yo no la había detectado nunca".
Hablé con los actores con los que hizo dupla últimamente y todos adornaron como pudieron el hecho de que el muchacho es una especie de bestia de carga. "Es muy trabajador", dijo Cremonesi. "Compulsivo", lo definió Rissi, que también mencionó algo que me recordó a Máximo, el abuelo de Furtado: "Cuando trabajo con Nicolás, disfruto, porque todo funciona. No hay que hacer fuerza".
Rissi, una leyenda que en los 90 actuó en Poliladron (la serie de acción que desató una fiebre por los unitarios en Argentina), dice: "Ya cuando ensayamos se transforma: se pone esos dientes y le sale esa voz, sus emociones y reflejos funcionan de otra manera. Es un actor maravilloso". Según Rissi, Furtado "piensa mucho. Y después de pensar mucho y estar agazapado, cuando toma una decisión es contundente".
La Joaqui, una trap-queen y ex rapera de batallas que en la temporada 2 de El marginal es Mecha, la novia de Diosito, dice: "Tuve una re suerte de trabajar con él". La mayoría de sus escenas incluían sexo explícito y Furtado "no solo nunca me faltó el respeto, sino que además me re ayudó", dice ella. "Me dijo que revisara el guion porque yo iba a memorizar todo y repetirlo. No sabía que podía hablar con los directores y decirles: ‘Mi personaje yo lo formé así y pienso que se manejaría de esta manera’. Es como que defiende mucho la personalidad de sus personajes, y me compartió eso y me pareció fabuloso".
Por ejemplo, en Entre hombres, Furtado negoció con Fendrik la velocidad de Mosca. "Porque no puedo moverme con una corporalidad que mi personaje no tiene", explica. En una de las escenas de mayor acción, uno de su banda cae abatido y Furtado tiene que asistirlo (porque en la banda de Mosca "cortarse solo es cosa de rati"), para lo que Fendrik le pedía más velocidad con el objetivo de no arruinar el flow de la toma. "Pablo me decía: ‘Nico, tenés que ir más rápido’. Y yo le dije: ‘Pablo, mi personaje tiene una energía más lenta. Yo quiero mirarlo, y después voy’, cuenta Furtado. "Bueno, si tu personaje va a ser así, se justifica", le respondió el director, y continuaron el rodaje entre gritos y balazos.
Fendrik lo puso a prueba y colaboró para que Furtado empujara sus límites con Mosca, que según el director está basado en parte en una portada de RS. "Una noche estaba viendo una tapa de Pappo en Rolling Stone, y lo llamé a Nico y le dije: ‘Perdón la hora, ¿te animás a ponerte una panza?’".
Lo que Furtado hace podría ser considerado rockero o punk. Diosito, sin ir más lejos: el retrato del hermano menor un poco falto de cariño y con algunos delirios místicos ("a mí decime Diosito", le dice a Pastor) está muy bien, pero además hay un soundtrack mental que el personaje tiene, y que poco a poco va saliendo a la superficie hasta convertirlo en una bestia pop. "Me copa que Diosito sea fanático de los Redondos y que a mí de repente me guste más La Renga", dice. "Me gusta que los personajes tengan su rock o su pop porque en general los actores no tienen eso".
De hecho, la mayoría de las canciones de los Redondos que escuchaste en El marginal fueron idea suya. "En la segunda temporada hay casi una por capítulo", dice, orgulloso. Antes le costaba. "Al principio, tenía que pedirles por favor: ‘Dejame meter este tema, te juro que tiene que ver’. Y era difícil, porque esas canciones se garpan".
Después de Diosito, las cosas son diferentes. "Ahora llegué a un punto como actor que está buenísimo", dice Furtado, "porque cada idea loca que tengo me la bancan".
En Entre hombres (donde también actúan Gabriel Goity y Norman Briski), Furtado fue el único que hizo lo que quiso con la apariencia de su personaje, que en el libro de Maggiori es un tipo sin rasgos y un tanto anodino (escucha Attaque 77). Después de pensar mucho, la última noche antes de empezar a grabar, tomó la decisión de usar esa mandíbula, esa voz.
"Cuando vino con eso, le dije: ‘Si lo vas a hacer hasta al final, hacelo’", recuerda Fendrik. La voz es el arma secreta de los grandes actores, y Fendrik cree que cuando se trabaja con "un actor que está empezando a conocer su instrumento" como Furtado, un director tiene la responsabilidad de ayudarlo a desarrollarse. Ahora tiene que llamarlo para doblar unas escenas.
"El peculiar personaje que Nicolás interpreta requirió un intenso proceso de transformación", dice Roberto Ríos, un histórico ejecutivo brasileño que ha estado detrás de todas las producciones de HBO en la región desde Epitafios, hace 15 años. Ríos fue la persona que eligió el libro de Maggiori para convertirlo en esta miniserie de cuatro capítulos que estrena en abril y busca ser la respuesta argentina a las narcoseries mexicanas. "La historia está llena de acción y se alineó con lo que nosotros buscábamos, que es generar reflexión".
El libro tiene su propia historia. Fue publicado en 2001, pero pasó desapercibido: en ese contexto, Entre hombres –un relato salvaje de la Maldita Policía y la corrupción a todo nivel, que derivó en la crisis– "era como llevar a un moribundo a una visita guiada por la morgue", dijo su autor, que sacó algunos libros más pero todos estos años se dedicó a la odontología, su oficio. Mientras tanto, Entre hombres ganaba fama de novela de culto. "Esta es la novela que me llevaría a una isla desierta (para no ilusionarme con lo que me espera al volver)", escribió el fallecido Ricardo Piglia, tío de Maggiori y uno de los que más insistió para que se reeditara, hasta que finalmente Edhasa volvió a sacarla en 2013. Así la descubrió HBO, que se embarcó en una reconstrucción del libro y la época (los 90 en Argentina), cuando hablar de lenguaje inclusivo hubiera sido considerado "cosa de putos". "Cuando llegó HBO, todo fue mágico y sencillo", dice Maggiori, que se sumó al equipo para la adaptación. "De entrada tuvieron claro que querían una serie lo más fiel al texto posible, porque la novela ya tiene un mundo visual".
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Furtado nota algo distinto en su segundo mojito (¿o ese fue el tercero?). Es una gota de color que no estaba antes. "No importa, se deben haber confundido", dice mientras agita el vaso.
Se dicen muchas cosas sobre Furtado. En el estreno de El marginal 3 (con picos de 14 puntos en un canal estatal que hace 1.8 de promedio), los programas de chimentos levantaron el rumor de que Furtado se escapa de sus fans envuelto en cartones ("Nos ponen cartón arriba de la sangre de utilería para no arruinar la continuidad de las escenas"). También se dijo que detrás de la identidad secreta de su pareja estaba la productora del programa de radio Últimos cartuchos, Victoria Garabal, una noticia falsa de los conductores Migue Granados y Martín Garabal (hermano de Victoria, a la que siempre le inventan en broma romances con famosos); los medios tampoco tardaron en difundir eso. "Como nunca tienen nada mío, cuando sale alguna noticia, aunque saben que es mentira, se agarran igual", me dice Furtado. "Yo no aclaro nada, ni la verdad ni la mentira. Porque si aclaro lo que es mentira, después tengo que aclarar todo."
Bueno, hay cosas que necesita aclarar ("lo llamé a Migue y le dije: ‘Che, poné que no la conozco’") y otras que prefiere dejar así como están. Como lo de enero de 2019, cuando le encontraron 32 gramos de marihuana en la frontera Argentina-Uruguay, sobre lo cual solo dirá: "Eso lo agrandaron muchísimo".
Usando una analogía del básquet (el deporte que más jugó), siempre logra que otros se lleven la marca mientras él encesta. De hecho, cuando Furtado compartió elenco con Lamothe por primera vez, en Educando a Nina (donde interpretó al Bicho, una especie de Potro Rodrigo con el que probó que podía crear personajes queridos por la gente), fue a Lamothe a quien vincularon con Griselda Siciliani, un rumor tóxico que incluso llegó a dañar la dinámica interna de la tira.
"Yo quiero ser actor, no me interesa todo lo otro", dice. "De repente, sé que si me ponía de novio con no sé quién, podía explotar todo más rápido. Pero prefiero que se hable de los personajes que hago, no del chusmerío que hay alrededor."
Su mojito se ha vuelto de un rojo escarlata. "Si realmente no querés que nadie se entere de algo, no se enteran", concluye después. Tal vez por lo mismo, hay una canción que dice ‘Fumando flores con Lamothe’ ("Ouke", de Ca7riel y Paco Amoroso) y no ‘con Furtado’.
Llevamos más de tres horas de entrevista y creo que estoy llegando a algo. "¿Vos decís...? A ver si te sigo...". Le pregunto si toda esa transformación física que hace para encarnar sus personajes no le da cierta seguridad, lo que infiere, tal como dijo Lamothe, que ahí puede haber algo del orden de la inseguridad. "Y, ya me coloca en un lugar distinto", admite. "No sé en realidad, eh... me hiciste pensar?. Tendría que analizarlo."
Entonces, soy más directo y le pregunto a qué le teme. "Tal vez le tengo miedo al encasillamiento. Quizás por eso quiero llamar la atención con estos otros personajes. Para que confíen en mi como actor."
No va a decir a cuáles de sus personajes se parece, aunque puedo darme cuenta de que es fiel a los suyos y comprometido con lo que hace, como Diosito y Mosca; que no se rinde ante sus sueños, como Aníbal, el productor de Porno para principiantes, y que le tiene tirria a los chimenteros, igual que Martín, el guionista que interpreta en Amor de película.
"Creo que a Nico esos personajes lo ayudan, porque con ellos explota todo lo que no es en la vida cotidiana", me dijo Rissi, uno de los pocos que lo conoce fuera del set (Furtado no duda en decirme que es de sus "mejores amigos"). Ambos volvieron a encontrarse en Entre hombres, donde Furtado (spoiler alert) tiene que matarlo. "Todas las cosas que les pone a sus personajes, habitan en él", agregó Rissi, y cerró con esta maravilla: "La actuación tiene que ver con la imaginación. Pero la imaginación sin información, no funciona".
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En nuestro último encuentro, Furtado ve una copia de Entre hombres junto a mis cosas y se alegra. "Cuando conocí al autor, lo felicité", dice, vestido con una remera negra sin mangas, gorro de pescador y lentes Lennon oscuros. Aceptó el papel de Mosca porque el libro de Maggiori le pareció muy rockero. "Le dije: ‘Loco, se nota que tenés calle y además sabés escribir. Se agradece leer un libro que te hace despertar tantas imágenes’."
Estamos en un restaurante cerca del estudio fotográfico donde, en una hora, posará por primera vez para la tapa de RS, así que Furtado pide rápido una ensalada. Mientras sostiene el menú, noto un tatuaje en su brazo izquierdo. En letras negras con detalles rojos, dice: "Actitud Rock and Roll". Es el grito de guerra que tenían con el Armenio para ir por todo cuando eran pibes, y, antes de que su amigo se fuera a España, se lo tatuaron. Desde que la pegó con El marginal, una vez al año lo visita.
"Hay momentos de mi vida que los vivo como un videoclip", dice Furtado después. Hace poco, mientras grababan unas escenas de Entre Hombres en Tapiales, lo impresionó que los nenes de la villa lo llamaban: "Diosito, Diosito..." Sabe que volver a conseguir algo así será difícil. "Diosito se convirtió en algo que ya ni siquiera es mío", dice. Pero no está peleado con eso. "Diosito nunca me va a molestar porque le debo mucho. Me gusta tenerlo en el placard, como un viejo vestuario que uno tiene ahí de recuerdo y a veces saca."
Desde la última vez que nos vimos, Furtado tomó algunos proyectos más. Ahora está trabajando con HBO, Netflix, Fox y Amazon casi en simultáneo. "Si se están haciendo cosas acá, yo quiero estar", dice. "Por ahí tengamos que juntarnos en el verano para actualizar la nota." Me río, porque su agenda es un escape room imposible pensado al milímetro por su agente. "No, posta", sigue él. "Estoy por sumarme a dos producciones importantes".
Ciertamente son dos grandes. Una es para Netflix en México, donde hace de Daniel Passarella en una biopic de Maradona; la otra, para Fox Premiun Brasil. De la primera dice que trabajó "a partir del carácter" de Passarella, que abandonó su lugar en el Mundial 86 por un episodio confuso que involucró una diarrea. ¿Quién no querría ver a Furtado en ese tipo de aprietos?
La segunda es Impuros, protagonizada por el actor nominado a un Emmy Raphael Logam, para la cual Furtado se sumará en su tercera temporada. "El protagonista maneja una favela en Brasil. En realidad, antes no la manejaba pero ahora sí. Se hizo poronga", dice, improvisando una sinopsis. "Yo sería el capo boliviano, pero les voy a proponer que sea argentino o uruguayo porque sino tendría que dedicar un tiempo a la construcción que ahora no sé si tengo". (Al final es boliviano, pero pasó toda su vida en Argentina.)
Se trata de un personaje importante que, a su vez, tiene pocas escenas, lo cual es perfecto para Furtado, que está "queriendo descansar un poco". Sabe que este 2020 va a estar cargado de trabajo. Incluso es probable que tenga que sacar a Diosito del armario para El marginal 4, que ya está confirmada aunque sin fecha de estreno.
Sus personajes no son parodias: tienen una profundidad psicológica todavía más llamativa cuando te enterás de que, ¡upa!, Furtado nunca hizo terapia. "Debería", dice otro día, por mensaje. "Me han dicho que con un par de años de psicoanálisis daría un salto importante."
En este último encuentro, aplico el consejo que una vez le dio su padre ("hacé una sola cosa, pero bien") y me enfoco en tratar de que me diga algo sobre su pareja: la barrera final a su intimidad. Apelando a lo más bajo, le traigo algunos regalos de La Renga, entre ellos un fanzine que la banda editaba en los 90, en perfecto estado de conservación. "Uh, me estás matando con esto", dice. Cuando está ahí, con la guardia baja, disparo mis últimos cartuchos. Pero sin pestañar, Furtado vuelve a levantar un muro. "No, lo único que te puedo decir es que no tiene nada que ver con el medio", dice. Probablemente cuente con quien sale algún día, pronto. "Podría hacerlo cualquier día, en realidad", sigue él, "pero lo haría en un programa en vivo, cosa que no lo puedan editar".
No va a ser hoy, no acá. Furtado no está dispuesto a entregar algo tan íntimo para promocionar una serie, no le gustaría verse haciendo eso en una revista. Pero antes de irse me da algo más. "Mi abuelo murió hace un año", dice de pronto y busca las llaves de su auto, donde tiene una foto de Máximo con una remera con un "1" en el pecho. "Te lo iba a mostrar pero vine en Uber", dice.
En su familia, algunos creen que él y su abuelo se parecían. Los dos compartían cierta disposición de los huesos de la cara y la misma mirada. "Él también tenía estas cejas y los huesos de la frente así, como salidos para afuera", dice tocándose el rostro.
La muerte de su abuelo sigue siendo algo difícil de procesar para él. Cuando su madre le contó que Máximo estaba enfermo, lloró hasta quedarse dormido y, al despertar, su mente había borrado todo. Meses más tarde, cuando ella volvió a llamarlo para decirle que el abuelo ya estaba por morir, él se sorprendió: "¡¿Mamá, cómo no me dijiste antes?!". "Se ve que mi cerebro tapó esa parte", dice, y sin querer abre la puerta de su cuarto. Ahí tiene otra foto de su abuelo en la que ambos sonríen abrazados, pero a esa no la puede mirar tanto. "Todavía me afecta", continúa él, perdiendo la vista en la calle. "Esa foto a veces la puedo mirar, pero un par de segundos… No abuso porque me hace mal."
Si ustedes le preguntan si es feliz, probablemente les responda lo mismo que a mi: "Creo que era más feliz antes, cuando no estaba tan estresado como ahora". Pero Furtado sabe que no puede flaquear. "Ahora es cuando más tengo que apuntar para el lado de donde quiero ir", dice. Es verdad: nunca estuvo más estresado, pero tampoco nunca tuvo tanto éxito ni actuó mejor.
Cuando le pregunto qué siente al actuar, agarra mi lapicera con el capuchón puesto y empieza a dibujar formas invisibles en la mesa. "Es como una birome sobre un papel blanco haciendo los garabatos que vos sientas en ese momento", dice. Sin dejar de mirar por la ventana, sigue: "Al principio quería ser actor. Después me di cuenta de que en realidad quería ser artista, que es distinto". Para él, artista también es el Armenio, que alquila autos en Palma de Mallorca. O su abuelo Máximo, que trabajaba en un frigorífico. Lo que hagas no es importante. "Ser artista tiene que ver con una forma de pensar", dice.
Como artista, Furtado es un rockero que le prestamos al mundo de la actuación. Está haciendo –como dice la letra– su caminito al costado del mundo. "El arte nos refleja", dice antes de partir rumbo a la sesión de fotos. "El arte no existiría si no existiera la gente. Puede haber un cuadro de un paisaje sin gente, pero tiene que ver con cómo lo vio la persona que lo pintó. Entonces el arte es del ser humano. Es nuestra forma de expresarnos. Y actuar es el móvil que yo uso para expresar mi arte."
Si su futuro será promisorio, solo Diosito lo sabe. Por lo pronto, Furtado ya salió arando de acá.
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