El Marginal 2: todo es falso en San Onofre
Para aquel que haya visto la primera temporada de El Marginal (de la cual la nueva funciona como precuela) hay varias cosas que quedan claras: que los Borges van a lograr ponerse en la cima de San Onofre, que el Sapo (Roly Serrano) pertenece al pasado y que Patricio Salgado (Esteban Lamothe) no va a estar ahí encerrado para siempre. Si bien el sexto episodio de esta temporada da mucho más de un indicio para encaminarse hacia todo aquello, también deja en claro que no será nada fácil ni para Marito (Claudio Rissi) subir a la cima, ni para el Sapo pasar al olvido, ni para Patricio quedar del lado de afuera.
En nombre del Sapo
Al Sapo lo envenenaron o al menos lo intentaron, según le confiesa el Cuis (Diego Cremonesi) a Patricio. Después de la traqueotomía improvisada que le hizo el doctor en el episodio anterior, este estuvo marcado fundamentalmente por la ausencia del patriarca máximo de la prisión.
Al villano lo sacan en camilla y al borde de la muerte, lo pasean por el patio y los pasillos como si se tratara de un cortejo fúnebre a pedido del director Antín (Gerardo Romano), que ya dejó bien en claro que no tiene más ganas de tenerlo cerca.
Esta salida, sumada a la incertidumbre que crece minuto a minuto por su ausencia, dispara toda clase de reacciones.El Sapo tiene dos brazos, tal como lo describe el Morcilla (Carlos Portaluppi). Por un lado, está lo que podría denominarse su brazo armado: el Pantera (Ignacio Sureda). Él responde, siempre con mucha fuerza y sin dudar ni por un segundo frente a cada pedido de su jefe. Siempre serio, muy violento, de pocas palabras y tartamudo, este personaje que se incorporó a la ficción este año, lidera el ala más fiel. Encerrado y despojado junto a varios de los suyos durante la salida del personaje de Serrano, ni se permite pensar en la posibilidad de que este no regrese. Pero para quien se define como el costado intelectual del Sapo, el Morcilla, la sucesión es un trámite que ya empezó su camino.
Primero, antes que a nadie, se lo dice a Fiorella (Guido Botto Fiora): se siente el heredero absoluto, empieza su propio reinado. A medida que va avanzando el capítulo va ganando confianza, envalentona al equipo pero también está dispuesto a comunicarles el paso de mando al personal del penal y, por último, a Marito Borges.
A Borges lo cita a solas, al final, como si todas las veces que dijo estar por encima de todo hubiesen servido para borrar definitivamente a su antecesor y hacer sus dichos realidad. Le propone un trato, le habla de tiempos de cambio y le cuenta que quiere un liderazgo más constructivo. Pero sin dejarle ni un segundo a la sorpresa de Mario, en su siniestro trono con ruedas regresa a su lugar el Sapo, que jamás había tenido intención alguna de irse: "Soy inmortal", le dice para cerrar por completo el asunto. Pero si algo dejó en claro el falso y breve reinado del Morcilla es que nadie construye su espacio solo con palabras.
Los hermanos Borges: mantenlo prendido fuego
Marito y Diosito (Nicolás Furtado) hacen causa común con el resto del patio. Les incendiaron su lugar y esto no hace más que intensificar la alianza que se venía gestando, las llamas impulsan todo el discurso que sostiene Oaky (Rodigo Noya), eso de que si tocan a uno los tocan a todos tiene cada vez más sentido.
Del fuego que cayó sobre el patio nadie salió herido, solo Emma (Martina Gusman) que estaba ahí de casualidad, se fue con la rodilla lastimada. Claro que a eso se le iba a sumar que encontró su casa destrozada y a Ana desaparecida. Luego, la abuela de la joven le pega varias veces en la cara y es la mujer de Marito, Gladys, la que la defiende. Para nadie es fácil el panorama después de aquel incendio.
Pero, ahora, el patio está revolucionado y ¿quién podía ser si no el propio Mario Borges el autor intelectual de aquel plan maquiavélico? James (Daniel Pacheco), aliado del mayor de los Borges, descubre su cara justo después de haberle arrojado las bombas molotov a sus vecinos y rápidamente se sabe que hubo complicidad de los guardias (que quieren tanto como Antín les pide que se termine el régimen del Sapo). Fuego amigo, o algo por el estilo. El efecto fue exactamente el deseado, Mario es el líder emergente más fuerte en el patio y a fuerza de engaños y modos más o menos simpáticos, escala lentamente hacia su trono.
Diosito, cuando se entera que su hermano lo planeó todo y no le contó, se siente desplazado. Mario no solo lo metió adentro de una cárcel sino que ahora le miente, y encima lo quiere alejar de su novia, Mecha (Joaquinha Lerena). Claro que Mario no lo ve así, y no solo decide ocultarle otra cosa más, sino que toma una decisión fundamental para la vida de Diosito sin consultarlo. Cuando Gladys le cuenta que Mecha está tratando de robarles plata, Marito sentencia: "No hay opción". Y mientras Diosito planea cómo pedirle casamiento a Mecha, el episodio termina cuando dos personas en una moto la persiguen, la encuentran y la matan.
Después de pelearse faca en mano con James, el menor de los Borges está agotado. Le queda Patricio, que lo cura y se confiesan mutuamente que confían el uno en el otro, aunque sabemos que esa relación tampoco tiene demasiado futuro.
Patricio libre, pero no tanto
Ni el ascenso trunco del personaje de Portaluppi ni el fuego en el patio fueron los únicos giros en falso de este episodio. Camila (Paula Cancio) se declara culpable del homicidio de su marido. Durante su relato un flashback muestra una realidad diferente a la que había contado Patricio.
Ella le dispara en defensa propia, el marido la había encontrado queriendo escapar de la casa y estaba dispuesta a golpearla hasta la muerte. "Sentí que era él o yo", dice. Cuenta que Patricio le dijo que las mujeres tienen las de perder en esas cosas y acomodó todo para que se ajustara a su versión. La fiscalía comprobó la nueva versión y Salgado está listo para ser exonerado.
Por un rato, y a pesar de no querer que su pareja vaya a la cárcel (está embarazada y le promete que van a encontrar el modo de estar juntos los tres), está listo para dejar atrás San Onofre. Pero cuando en la fiscalía le están contando todo esto, un teléfono suena y le pega un volantazo nuevo a su recorrido carcelario.
Hay videos que lo imputan por la muerte de Raviolito, el primo del Sapo (aquel que cayó desde el techo a los pies de Antín y su jefe, Garófalo). Llegó cargando una culpa ajena al penal pero ahora no puede salir de ahí porque es uno más y, a pesar de todo, le vuelve a tocar elegir de qué lado va a estar en las batallas que vienen.
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