El legado de Delia Fiallo: sus novelas también triunfaron en la TV argentina
La fallecida autora cubana fue la creadora de María de nadie, el teleteatro estrenado en 1985 que convirtió a la venezolana Grecia Colmenares en una de las grandes estrellas del género en nuestro país
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“Nació en un pueblo donde nunca pasa nada / nada importante más que un tren a las cansadas”. La hermosa voz de Julia Zenko sonaba en la plenitud de su expresividad mientras la pantalla se acercaba a una muchacha rubia con el pelo recogido en dos trenzas. La veíamos caminar las calles solitarias de un pueblito del interior.
Cada capítulo de María de nadie empezaba así. Desde diciembre de 1985 y durante casi un año, la atención televisiva se concentraba cada mediodía en la pantalla de Canal 11 para seguir la gran telenovela de ese año. La puerta de entrada era justamente esa secuencia de títulos. Para muchos, la mejor que recuerda la historia de la telenovela en la Argentina porque narraba en un puñado de imágenes el origen de la peripecia de su protagonista.
En esa breve introducción, que nos llevaba en casi un instante desde el noroeste argentino hasta Buenos Aires, descubrimos el nombre de Delia Fiallo, la autora de origen cubano que acaba de fallecer en Miami a los 96 años. Ya era en ese momento una de las más encumbradas creadoras de teleteatros en el mundo de habla hispana y con el tiempo se ganó con justicia el título de “madre de la telenovela”. Aunque en sus últimos años bromeaba alrededor de ese reconocimiento: “A estas alturas yo creo que ya no soy la madre, sino la abuela”, dijo, ya nonagenaria, en una entrevista.
Gracias a María de nadie, el público argentino consagró casi de un día para el otro en estrella absoluta del género a su protagonista, la venezolana Grecia Colmenares. No importaba demasiado que el supuesto acento jujeño del personaje sonara en su voz con una extraña e indefinida pronunciación centroamericana. Ya era toda una heroína del género. Una muchacha tierna y frágil que dejaba su terruño para radicarse en la gran ciudad con la idea de encontrar trabajo y ayudar a su familia. Pero en el nuevo destino la aguardaba el sufrimiento. Como dice la canción escrita por Eladia Blázquez y Chico Novarro, “muy pronto pasa todo sin que una sepa / cómo se puede ser violada, usada y descartada / amada, idolatrada, y luego abandonada sin una explicación”.
La historia concebida por Fiallo es toda una definición de la telenovela clásica. La humilde e inocente María termina forzada a trabajar en un cabaret hasta que consigue ser rescatada por el heredero (Jorge Martínez) de una familia adinerada, en cuya casa la chica comienza a trabajar como empleada doméstica. “La mujer es el sujeto idóneo de la telenovela. Es quien tiene derecho a soñar un poco, a tener ilusiones, a ver algo dulce, romántico”, decía Fiallo sobre la identidad de sus historias, que llegaron a traducirse en varios idiomas y a verse en más de 200 países.
Así como Grecia Colmenares permaneció en la Argentina después del éxito de María de nadie para hacer otras telenovelas, la presencia de Fiallo también se hizo constante a partir de ese momento, aunque no era la primera vez que escribía una historia clásica del género televisivo por excelencia en nuestro país.
En 1968 apareció en la programación vespertina de Canal 13 Estrellita, esa pobre campesina, que confirmaba a Marta González (después de Ella, la gata) como una de las grandes estrellas argentinas de la telenovela de ese tiempo. Su partenaire era Germán Kraus, por entonces toda una revelación como joven galán. Al frente del programa quedó Roberto Denis, uno de los mejores directores integrales de nuestra televisión, cuyo conocimiento del género y de la obra de Fiallo quedó a la vista al cumplir, dos décadas después, con las mismas responsabilidades en María de nadie.
Esta historia tendría una muy exitosa remake en 1987, por Canal 11. Se llamó Estrellita mía y fue una de las grandes apariciones protagónicas de Andrea del Boca. Ella era una joven muy humilde que vivía con su madre en una estancia de la zona de las Cataratas del Iguazú y se enamoraba del dueño de esas tierras, interpretado por Ricardo Darín. Otra gran directora integral de nuestra TV, la añorada Diana Alvarez, estuvo a cargo del proyecto.
Desde el título mismo, las historias escritas por Fiallo mostraban la impronta de su estilo. Casi todas sus telenovelas, originadas y producidas para el mundo de habla hispana en Venezuela, México, Puerto Rico o Miami, llevaban el nombre de la protagonista femenina. A Estrellita, una pobre campesina, le siguieron Esmeralda, María Teresa, Una muchacha llamada Milagros, La señorita Elena, Emilia, María del Mar, La Zulianita, Mi amada Beatriz, Cristal, Topacio (el debut de Colmenares en la TV venezolana como una heroína que sufría de ceguera), Leonela, Gardenia, Adorable Mónica, Fabiola, Maribel, Primavera, Morelia, Guadalupe, Marielena y muchas más.
Hubo excepciones también producidas en la Argentina. En 1987, Fiallo escribió Tu mundo y el mío, también dirigida por Denis, con Osvaldo Laport como galán y la venezolana Nohely Arteaga, una de las muchas estrellas latinoamericanas convertidas en figuras gracias a estas telenovelas. Su compatriota Catherine Fulop, sin ir más lejos, inició su carrera en las telenovelas con Mi amada Beatriz (1987), otra creación de Fiallo.
Y en 1990, la autora cubana adaptó para el mercado latinoamericano un éxito de Alberto Migré, Pobre diabla, de nuevo con Laport y otra gran estrella venezolana, Jeannette Rodríguez, como protagonistas. ¿Cuáles eran los instrumentos de trabajo del escritor de telenovelas?, se preguntaba Fiallo cuando revisaba su carrera. “Las emociones, los sentimientos. Es el común denominador del género humano, desde el hombre de las cavernas hasta el último hombre sobre la tierra. Entonces era un género que no podía fallar. Pero eso se perdió. Ahora la telenovela no existe. Al menos la telenovela tradicional”, confesaba.
Le echaba la culpa a “las malas versiones de las novelas clásicas”, a los excesos de erotismo y de situaciones relacionadas con el narcotráfico en algunas de las tramas más recientes y a una minoría de productores “que no se dan cuenta o no quieren ver que están produciendo para una minoría a la que le gusta la violencia y la morbosidad”.
A Fiallo tampoco le gustan las maratones y el modelo de ver ficción impuesto por las plataformas de streaming. “Con esa cosa de ver en una noche 5, 10, 20 capítulos se perdió también ese encanto del suspenso”, decía esta autora que siempre se jactó de haber sido la primera en el mundo hispanoparlante en escribir una historia en clave de telenovela con continuidad. “Se llamó Hasta que la muerte nos separe y la hice en Cuba, donde empecé escribiendo unitarios”, hasta que tuvo que dejar en 1966 la isla, con su esposo y sus cinco hijos, por razones políticas. Instalada desde entonces en Miami, escribió casi 20 años teleteatros para Venezuela y siguió activa hasta 2017.
Atacó hasta el final a los “intelectuales de izquierda” que desde su mirada siempre se empeñaron en minimizar la telenovela “porque era un género que nunca pudieron dominar” y también relativizó las posturas feministas que cuestionaban el lugar de la mujer en esas historias. En una charla con el diario El Nuevo Herald, de Miami, destacaba de sus telenovelas sobre todo el eterno anhelo de la mujer por quien imagina que será el hombre de su vida: “Eso que se considera la trama más frívola de una telenovela es la búsqueda de tu pareja, que es muy importante para la felicidad porque de ello depende que seas dichosa o no en tu vida”.
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