El legado de Badía y las canciones de hoy
La próxima etapa debería pasar por espacios auténticos de talento demostrado, como los que él impulsaba
Como no podía ser de otro modo, hubo música en la conmovedora despedida a Juan Alberto Badía. Sus familiares y amigos más cercanos compartieron en la ceremonia íntima del último adiós una versión de "Let It Be", ese himno beatle que también puede verse y entenderse como símbolo del impulso y el aliento con que el ya añorado Badía envolvió todas sus grandes iniciativas musicales en la pantalla chica.
Si esta enorme figura que acaba de dejarnos logró el milagro de devolverle el aliento a un género agonizante fue, precisamente, porque los músicos encontraron en Badía a alguien que podía convocarlos, entenderlos, interpelarlos y favorecerlos. Nadie como él para dejarlos ser.
La música supo alcanzar en la TV abierta las dimensiones de un océano. Las aguas eran caudalosas y los vientos propicios para emprender largas y fecundas travesías que tuvieron a Badía como uno de sus mejores pilotos. Hasta que los propios programadores le dieron la espalda a ese mar y los últimos puertos de aquel formidable viaje (Badía en concierto, Séptima noche) hoy se observan en perspectiva como hitos anticipados de un viaje que ya es puro recuerdo y no volverá a repetirse.
Un tiempo de tristeza, nostalgia y homenajes que coincide paradójicamente con la presencia –como nunca antes– de horas y horas de programación consagradas a personas humildes y anónimas que recurren al canto como trampolín de una sincera búsqueda de fama, reconocimiento y alguna popularidad. De Popstars hasta aquí, resulta asombrosamente rico en cantidad el número de ciclos que arropan a miles de desconocidos, reducidos en su mayoría a un número incapaz de superar las largas, duras y exigentes instancias sucesivas que empiezan con un casting y culminan en frías eliminaciones.
En un camino que tiene de todo (desde la más loable exaltación del talento genuino hasta el más explícito chantaje emocional) La voz... argentina acaba de agregar nuevos matices, mayor sofisticación técnica y la promesa de un apoyo concreto por parte de los especialistas que excede el simple trámite de un voto numérico y una devolución. La próxima etapa de esta evolución debería pasar por espacios auténticos y consolidados de talento demostrado, como los que impulsaba Badía, en vez de eternos e inútiles procesos de selección que terminan convirtiendo en material descartable y olvidado hasta a sus propios ganadores.
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