El juego de las deudas
"Números rojos", programa de entretenimientos conducido por Horacio Cabak. Una producción de Ideas del Sur. Domingos, a las 20, por América.
Nuestra opinión: bueno.
"Números rojos" podría haber sido un simple ciclo de entretenimientos donde se compitiera por un jugoso premio en efectivo. Pero no es así. Si bien este programa, una nueva producción de Ideas del Sur, responde a las reglas del género de los programas de preguntas y respuestas o desafíos del tipo "dígalo con mímica", es cierto que está animado por un espíritu más relacionado con la crisis de nuestro país que con el excéntrico sueño de hacerse millonario de la noche a la mañana.
La condición para participar en "Números..." es estar endeudado por un crédito hipotecario, uno personal, etcétera. Cada jugador compite para llevarse un cheque, si resultase ganador, por el total de su deuda. Ni un peso más ni un peso menos. Las cifras oscilan entre los tres mil y los diez mil pesos. Acerca de estas flacas sumas vale la pena una reflexión.
Estos montos no tienen siquiera comparación con el millón de Susana. Pero, ¿dónde está la diferencia? A primera vista se puede pensar simplemente que un millón es mucho más que diez mil. Sin embargo, para quien va a "Números rojos", lo poco que puede ganar es mucho, es muchísimo, porque es todo lo que no tiene. Para escribirlo en otros términos: debe pesar más tener cinco mil dólares de deuda impagable que aspirar a un fortuito millón de ganancia.
Como motor del juego, Horacio Cabak resulta ser el anfitrión perfecto. Sabe combinar el chiste que relaja al participante nervioso con la reflexión espontánea acerca de la calidad humana de algunos de los jugadores. Cabak hace bien en subrayar los buenos gestos de los participantes. De hecho, no son pocas las ocasiones en que el jugador, que comparte las mismas necesidades que su adversario, opta por ser solidario y no enemigo.
"Números rojos" ofrece dos horas en las que cuatro jugadores no hacen gala de conocimientos sistemáticos. Basta hablar castellano, tener un televisor en casa y vivir en la Argentina para superar las pruebas concebidas con humor.
Sin embargo, el peso del programa no pasa por allí. Ni por los desafíos ni por los recursos risueños. Lo destacable de "Números rojos" es que se resiste a mecerse en la ilusión del dinero fácil y la vida en rosa. Sin salir de su género de pertenencia, "Números rojos" no teme ser el termómetro de la crisis social y las privaciones que ésta conlleva. Desde su debut, apenas dos fueron sus emisiones y dos ya las madres que jugaron para saldar una deuda contraída para curar la enfermedad -no necesariamente fatal- de un hijo.
"Números rojos" es la posibilidad de encontrar oxígeno económico para quienes menos tienen. Esta idea es loable. Pero, ciertamente, sería mucho mejor que un programa de esta naturaleza no tuviese sentido para la televisión argentina. Sería mucho mejor que las deudas asfixiantes no existiesen así, por cientos de miles de casos. Sería mejor que no fueran suficientes para garantizar tan amplia cantidad de potenciales participantes.
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