Elisabetta Piqué, Guillermo Panizza, Christian Martin y Carolina Amoroso conversaron con LA NACION sobre las dificultades, peligros y miedos que implica cubrir los pormenores de la invasión rusa
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Pocas experiencias periodísticas deben ser tan exigidas y traumáticas como la cobertura de un conflicto bélico. La invasión declarada por Vladimir Putin a Ucrania volvió a darles luz a las decenas de hombres y mujeres de prensa que, abandonando su cotidianidad y afectos y poniendo en riesgo la propia vida, se constituyen en los ojos y oídos que trasladan lo que sucede en cada contienda desatada en el mundo.
Cuando el 24 de febrero pasado el ejército ruso comenzó a desplegar su estrategia en tierra ucraniana, la opinión pública internacional posó su mirada sobre este país de Europa Oriental. Durante aquella jornada aciaga, los medios de comunicación de nuestro país destinaron a sus corresponsales en busca de la noticia de primera mano, buscando con la mirada en el trabajo de campo el hallazgo de lo acontecido y tratando de clarificar aquello que la lejanía y la extrañeza de la situación hacen complejo para el hombre de a pie.
“Lo que más me conmocionó es el éxodo bíblico que se está dando. Las imágenes de la Segunda Guerra Mundial que veo, con la gente huyendo debiendo dejar todo, me han conmovido. Este conflicto refleja el fracaso de la diplomacia, no aprendimos nada”, enfatiza Elisabetta Piqué, la experimentada corresponsal en Europa de LA NACION.
Guillermo Panizza, periodista histórico de Telefe, es el hombre designado por el canal para cubrir lo acontecido en Ucrania y reflejarlo en Buen Telefe, El noticiero de la gente, Telefe Noticias y Staff de Noticias, las cuatro ediciones informativas de la emisora. Panizza sostiene: “Es una misión estar acá, con la convicción que la bondad debe prevalecer por sobre la maldad de un presidente que actuó por la nostalgia de una Rusia imperial que es castigada. Es importante visibilizar esta guerra con lógica del pasado, donde un país invade a otro. Como siempre, la contracara es la ayuda humanitaria”.
El actual conflicto bélico que tiene en vilo al mundo debido a la incertidumbre sobre su duración en el tiempo y sus consecuencias, expuso el trabajo de profesionales como Sol Macaluso, una argentina que vive en España y conmovió al llorar en cámara debido a la traumática situación de la hija del camarógrafo ucraniano que la acompaña en la cobertura de la guerra. La periodista, recibida en la Universidad de El Salvador, expuso la cara más íntima de lo que acarrea hoy la vida cotidiana en el país invadido.
“Lo que más me conmovió fue ver los rostros de la gente desplazada al entrar por la frontera. Ver a la gente en los trenes rumbo a Polonia es aterrador. Era un océano de personas, en su mayoría con niños. Hay pocas cosas tan crueles como eso. ¿Cómo pueden entender los niños la guerra, habrá una forma de explicarlo?”, se pregunta Carolina Amoroso, apostada en la zona más caliente de Europa en su carácter de enviada de la señal de noticias TN. Igual sentimiento despertó en Christian Martin, periodista de LN+ radicado en Europa: “Lo que más me conmocionó fueron los campos de refugiados llenos de mujeres y chicos llorando con frío, o ver a los ancianos huyendo. Vi gente durmiendo en shoppings, centros deportivos y escuelas, a los que entran en pánico y a los que tienen que dejarlo todo, desde sus casas hasta los ahorros. Los hombres, en la mayoría de los casos, deben regresar para luchar por Ucrania”.
Cotidianidad compleja
Los periodistas apostados en Ucrania sufren las mismas penurias que los ciudadanos que, desde el 24 de febrero, sienten que sus vidas están en peligro. A medida que el conflicto bélico se extiende, el día a día se complejiza. “Cuando llegué el panorama era de tensa calma, me fui a dormir y a las cuatro horas me despertó una colega para avisarme que había comenzado el bombardeo, se había iniciado la guerra. Cada día es distinto. Nunca dormí en una cama una noche entera, siempre me despertó un bombardeo. En Ucrania dormía vestida porque todas las noches había que bajar al refugio. En Kiev comenzaba a escasear la comida, así que creo que adelgacé un poco. En uno de los destinos solo teníamos el desayuno, así que con mis colegas juntábamos quesos, latas de atún, algo de jamón para comer”, sostiene Elisabetta Piqué, hoy apostada en Bucarest, luego de una evacuación de 18 horas. Carolina Amoroso también hace hincapié en las dificultades para mantener en orden aquellas cuestiones esenciales: “Una cobertura de este tipo te trastoca el poder dormir y comer ordenadamente”.
“El primer día en Budapest fuimos al supermercado y cargamos el auto con alimentos. Nos abastecimos de chocolates, cereales, agua. Nos explicaron cómo organizarnos cuando falte el alimento y cómo manejarnos con la ropa, ya que hace mucho frío y no hay que enfermarse”, explica Guillermo Panizza. Las dificultades que deben sortear los periodistas son similares a las de la población ucraniana. El corresponsal de Telefe observa cómo la anormalidad se apoderó de la vida cotidiana de la población: “La gente hace cola en los cajeros para sacar todo el dinero posible, lo mismo en las estaciones de servicio, donde hay colas tremendas para cargar hasta los tanques de reserva, que serán utilizados cuando se acabe el combustible. En los supermercados, de hecho, ya falta mercadería”.
Los equipos de prensa están conformados por periodistas, fotógrafos, camarógrafos y productores. El trabajo grupal incluso genera la colaboración entre los diversos medios. El canal de noticias C5N destinó al periodista Gabriel Michi para cubrir el día a día de un conflicto del que aún no se percibe una vía de solución. Para Elisabetta Piqué “es impredecible cómo puede seguir, los escenarios son muy negros, complicados. La Unión Europea calcula que serán cuatro millones los refugiados. Además, el envío de armas de la OTAN enloquece a Putin, así que no soy optimista con respecto al futuro. Puede haber una tregua, pero también una guerra civil en Ucrania. La gente de a pie está shockeada, no se esperaba algo de estas dimensiones, nadie puede creer lo que está pasando”.
Acostumbrarse al horror
Elisabetta Piqué es una avezada corresponsal de guerra, con materiales publicados como Diario de guerra: Afganistán-Irak. Indudablemente, Piqué escoge desarrollarse en una de las más riesgosas variables de su profesión: “Las coberturas de guerra siempre me atrajeron, así que estaba esperando que el diario me ofreciera ir. La verdad es que no siento miedo, es tanta la adrenalina que no me doy cuenta del peligro”. Algo similar le sucede a Guillermo Panizza, un experto contador de crudas historias de vida: “No alcanzamos a tener miedo porque nos supera el trabajo. Salir al aire en distintas locaciones y la dificultad de las conexiones hacen todo más complicado. Emitimos en vivo en tres ediciones y con cinco horas de diferencia horaria con Argentina, eso hace que el trabajo sea extenuante”.
Carolina Amoroso, en cambio, es consciente de que el temor es parte de los sentimientos posibles: “Cuando me confirmaron que cubriría la invasión, sentí que se trataba de una de las experiencias más importantes de mi vida y de mi carrera periodística, pero claro que experimento miedo, ya que nadie está a salvo en territorio ucraniano. Estoy en el Occidente de Ucrania, que es el portal de los que escapan”, explica la periodista que, estando de vacaciones en Brasil, les pidió a sus jefes la posibilidad de viajar a la guerra.
Christian Martin se ha convertido en uno de los corresponsables en Europa más histriónicos. Sus coberturas en LN+ llevan un sello distintivo. Con más sobriedad e igualmente enfático, sale al aire en vivo buscando radiografiar lo que acontece: “Nuestra televisión es en vivo, así que no hay tiempo para buscar la prolijidad de la edición. El trabajo del corresponsal para otros continentes implica mucho trabajo y las complicaciones que implican las diferencias horarias. Hay cansancio, angustia y hasta suciedad. Hay que estar alertas porque existe la información buena y mala, ya que el desgaste es parte de la estrategia de la guerra”.
Ser extranjero
Si bien el trabajo del periodismo es de especial interés y esencial en un contexto como el actual, lo cierto es que no es sencilla la tarea cuando ser extranjero se convierte en una complicación. “Hay miedo por los infiltrados, que los hay, entonces los que somos foráneos generamos la sensación de amenaza y desconfianza. A nosotros nos requisaron el departamento donde nos alojamos durante la primera noche, ya que los vecinos llamaron a la policía. Fue tenso”, reconoce Carolina Amoroso.
La mirada de Christian Martin permite que la lupa se pose sobre aspectos menos difundidos del conflicto: “Fue controvertida la decisión de los ucranianos de involucrar a los civiles, lo cual hace de toda Ucrania un objetivo militar. Es difícil confiar o no confiar. En Ucrania hay sectores que no son ningunos santos, hay gente de ultraderecha. Nada es confiable y no se respetan las reglas”.
Guillermo Panizza coincide con sus colegas en el incordio que implican los trámites y requerimientos que se les hacen a los extranjeros en suelo ucraniano: “Entramos a una zona con bajo riesgo, pero hubo grandes dificultades para cruzar la frontera, ya que toda persona ajena inquieta con su entrada al país. Cruzamos a pie, ya que no se puede entrar con un automóvil de otro país. Tuvimos que esperar varias horas para poder tomar un coche que nos llevara a una ciudad. Se nos requiere todo el tiempo el pasaporte y credencial de prensa y fuimos demorados en varias oportunidades. Todo extranjero pasó a ser sospechoso”, grafica con precisión el periodista de Telefe que llegó a ser detenido por estar tomando una fotografía del paisaje de un río, una postal bucólica en medio de la desesperanza.
El día a día ajetreado, con noticias que se generan a cada minuto y cambian el rumbo de los acontecimientos implica un estado de alerta permanente de los periodistas apostados. En ese contexto, Elisabetta Piqué se permite reflexionar con lucidez con vistas a las dimensiones insospechadas que puede tener el actual conflicto bélico que inquieta al mundo: “Me impresiona que la OTAN diga que no se quiere meter para que no se desate la Tercera Guerra Mundial, pero envía armas. Entonces estamos hablando de una gran hipocresía”, finaliza la corresponsal de LA NACION.
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