Los ricos no piden permiso: amor, lucha de clases y misterio
La nueva tira que pone al aire desde hoy El Trece, muestra historias de amor en medio de la puja entre ricos y pobres, además de una línea argumental fantástica y misteriosa.
Leonor Benedetto camina hacia el decorado de lo que se supone que es la cocina de la estancia. Allí deberá grabar una escena con Leonor Manso y Eva De Dominici. Inmersa en su papel de Bernarda, la estricta gobernanta de la casa mete miedo al verla pasar con el ceño fruncido, la mirada dura y el andar apurado. Manso, que hace de Esther, la jefa del personal doméstico, espera en la cocina, pasando letra mientras una costurera le arregla el vestido.
En la ficción, tendrá que explicarle a Bernarda la ausencia de todos los empleados a quienes De Dominici, en su papel de Josefina, la flamante esposa de uno de los ricos dueños de casa, les dio el día libre sin saber que a la noche estaba previsto brindar una cena para importantes invitados. El enojo de Bernarda es absoluto. El terror de Esther, inmenso. Ambas actrices terminan su parlamento y se miran esperando la voz de corte del director. Benedetto no aguanta más y larga la carcajada. Se desmorona el personaje de mala, que raramente abandona. "Hay que repetir. No hiciste el castañeteo de los dientes ese que solés hacer cuando tenés miedo", le dice muerta de risa a su compañera.
Luciano Castro y Guillermo Arengo llegan al lugar donde se graba la escena y aportan un par de chistes sobre el personaje de Manso. Ella les contesta con una tonada santiagueña que aviva las carcajadas. Ése es el ambiente que reina en la grabación de Los ricos no piden permiso, la tira, que hoy, a las 22.15, estrena El Trece.
Las ocurrencias y el humor ayudan a transitar las jornadas de grabación, que se extienden diariamente durante diez horas y se desarrollan tanto en escenografías de interiores como en locaciones al aire libre. Falta poco para la salida al aire del primer episodio de Los ricos..., pero en la rutina de grabaciones el estreno no influye prácticamente en nada.
Desde octubre pasado, las instalaciones de los estudios Baires son un hervidero de actores y actrices esperando a que los llamen a escena, de vestuaristas trasladando percheros de un lado al otro, de maquilladores cargando los elementos con los que hacen su trabajo, de iluminadores ajustando reflectores y filtros para conseguir el tono de luz exacto que les pide el jefe de fotografía, de camarógrafos buscando el mejor ángulo y ajustando un decorado, de productores yendo a buscar a los actores que se requieren para una grabación y de utileros disponiendo en el ambiente lo necesario para jugar una determinada escena.
Lujo, calidez y campo
En el inmenso galpón de uno de los sets principales de los estudios Baires, en Don Torcuato, un laberinto de decorados ubica los distintos ambientes de una gran mansión con varios dormitorios para los dueños de casa, un lujoso living, un gran comedor, el imponente hall de entrada y un escritorio y una biblioteca llenos de muebles de estilo apoyados en pisos que imitan brillantes baldosas de mármol. Por otro lado, las habitaciones donde se mueven los empleados domésticos de la estancia en la que transcurre la historia, con la enorme cocina como ambiente principal de este sector. También hay una escuelita en la que dará clases Julia, la nueva maestra que llegará al pueblo, interpretada por Araceli González, y la casa donde vivirá. Más allá está instalado un laboratorio de experimentos biológicos donde trabajaran los personajes de Luciano Cáceres y Julieta Cardinali, tratando de develar la causa de un misterioso poder que tienen las aguas de la laguna cercana a la estancia.
Fuera del set, la producción construyó una cuadra típica de un pueblo bonaerense que incluye una verdulería, un quiosco, una ferretería, una farmacia, un pequeño bar, la comisaría y una placita con el busto de algún prócer local en el centro. El motivo de esta recreación es que para encontrar lugares en la provincia de Buenos Aires que aún conserven este tipo de callecitas hay que alejarse mucho de la Capital y eso imposibilitaría el trabajo en forma paralela de las dos unidades, la de exteriores y la de interiores, a las que van consecutivamente los actores, según lo requiera el plan de producción. Para las escenas de campo, con caballos y paisajes de lagunas, ahí sí hay traslado a localidades cercanas, como Cañuelas, Capilla del Señor, Pilar o San Miguel del Monte.
Poder, ambición y misterio
La trama que se desarrollará en estos decorados es la historia de los Villalba, una familia tradicional dueña de una gran estancia. La jefa es Angélica, interpretada por Norma Aleandro, viuda de Carlos María, el gestor de la fortuna familiar. Luego vienen los hijos del matrimonio: Antonio (Juan Darthés); Ana (Sabrina Garciarena) y Agustín (Gonzalo Heredia). A pesar de ser muy diferentes entre sí, estos tres hermanos guardan una similitud: ninguno logra congeniar con Lisandro, el hermano de su padre, que interpreta Raúl Taibo. Al mundo de los "ricos" se contrapone el de sus empleados. Mucamas, cocineras, capataces y peones que trabajan al servicio de la familia. Entre ellos está Rafael (Luciano Castro), el flamante capataz. El joven al que la vida le da un vuelco radical cuando Julia, la maestra, llega al pueblo y lo enamora al instante. El problema es que su patrón, Antonio Villalba, también posará los ojos en la recién llegada. Más allá de los enredos amorosos, el evento que pondrá en marcha la trama será la aparición del cadáver de Angélica junto a una laguna y los indicios que apuntan a Rafael como el principal sospechoso de su asesinato. En forma paralela, la narración incluirá la historia secreta del misterio de la laguna cercana al pueblo, cuya agua posee un extraño poder.
Marcial (Cáceres), el hijo del intendente, y Victoria (Cardinali), una bioquímica que llegará al lugar, serán los encargados de investigar el secreto detrás de sus aparentemente mágicas propiedades.
En el elenco, además de los nombrados, figuran también Agustina Cherri, Alberto Ajaka, Nicolás Riera, Malena Solda, Miriam Odorico y Alberto Martín. La historia fue imaginada por Marcos Carnevale y los directores son Rodolfo Antúnez y Gustavo Luppi. Todos elementos esenciales para crear una cita con el culebrón tradicional, aunque mezclado con condimentos de fantasía y misterio. Un mix que, cuando funciona, lo hace con fuerza.