La nueva temporada del formato, nacido en los Países Bajos en la década del noventa, cosecha promedios de rating inusuales; las claves del éxito de Telefe, conducido con sobriedad por Santiago del Moro, que aumentó el encendido televisivo en una temporada con pocas estrellas
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El estreno de la nueva temporada de Gran Hermano por la pantalla de Telefe agitó el avispero televisivo sumándole audiencia a la TV, medio que recuperó una porción de público que se había esfumado de las señales abiertas y emigrado hacia el cable, las plataformas de entretenimiento o exhibición de material fílmico o, incluso, mudándose con rumbo al inabarcable universo de las redes sociales también generadoras de contenidos.
La decisión de Telefe de reponer el formato, creado por John de Mol y emitido por primera vez en 1999 en el mercado audiovisual de los Países Bajos, era arriesgada, aunque el buen destino del reality El hotel de los famosos en eltrece, con la conducción de Carolina Pampita Ardohain y el Chino Leunis, daba algunos indicios en cuanto a los designios de las audiencias.
El mundo y, desde ya, la Argentina tenían demasiado fresco el recuerdo de los confinamientos obligados por la situación pandémica. Aquellos encierros forzosos, más allá de la cuestión sanitaria propiamente dicha, fueron el mayor escollo a sobrellevar. Volver a poner en el aire un ciclo sostenido en el encierro, aunque elegido voluntariamente por sus participantes, podía sonar al menos inoportuno. No lo fue.
Gran Hermano no sólo es el mayor éxito televisivo de los últimos años, sino que logró el mérito de expandir las audiencias con el consecuente incremento del encendido televisivo (la suma de los promedios de rating de todos los canales de aire en determinado momento, lo que es lo mismo que decir, la cantidad de televisores encendidos). Como cada punto de rating representa un 1% del público posible para un ciclo determinado –según la población, por ejemplo, del AMBA–, se observa por las planillas que cada noche, alrededor de 10 puntos de rating “aparecen” en la sintonía de Telefe hacia el comienzo de GH, y se esfuman a su término. Ese millón de espectadores adicionales es tanto o más valioso que las cifras de rating que se miden minuto a minuto y se resumen en franjas que se actualizan cada quince minutos, conformando el promedio final de cada programa.
Hoy, y gracias a Gran Hermano, más personas miran TV abierta, fenómeno que no solo ocurre por la noche, cuando se emite en vivo el reality, sino durante toda la programación de Telefe que oficia como satélite de su tanque nocturno, con excepción de los culebrones ficcionales importados que pueblan parte de su tarde.
Volvió una noche
Con la conducción de Santiago del Moro, el lunes 17 de octubre, Telefe abrió las puertas de la “casa más famosa del mundo”, como el canal define a ese espacio de dos habitaciones y un solo baño en el que 18 participantes iniciaron la competencia, con la eliminación de uno por semana y bajo la tutela del público, el soberano que le da luz verde a la continuidad y expulsa a aquellos personajes que no le resultan empáticos.
A las 21.45, y luego de una apabullante campaña publicitaria, aquel lunes de primavera arrancó la nueva temporada de Gran Hermano, la décima en la televisión local. Habían pasado seis años desde la última vez que este juego, formato matriz del género, había estado en el aire.
Para Telefe, la apuesta implicaba remontar la caída de su prime time. La tibia respuesta de ¿Quién es la máscara?, ciclo de juegos conducido por la actriz Natalia Oreiro que no cumplió con las expectativas de rating, le había permitido a eltrece, competidor directo de Telefe, tomar cuerpo y fortalecer su noche, el horario más competitivo del medio y con la mejor facturación de pauta publicitaria, donde el costo del segundo es el más caro del día.
Con el descenso de los números de Telefe, luego de una muy buena temporada de La voz Argentina, certamen conducido por Marley, eltrece, que tiene a Adrián Suar como cabeza visible de las decisiones de programación, había logrado crecer con el siempre efectivo Los 8 escalones del millón, a cargo de Guido Kaczka, y el debut de la adaptación de All Together Now, formato que por primera vez llegó a nuestras pantallas bajo el mote de Canta conmigo ahora, conducido y producido por Marcelo Tinelli.
Los bajos promedios de ¿Quién es la máscara? les permitieron a Los 8 escalones del millón seguir muy bien posicionado y, sobre todo, darle oxígeno a Canta conmigo ahora, la gran apuesta del canal que devolvía a Marcelo Tinelli al aire y con una propuesta de gran producción, más refinada y menos escandalosa que Bailando o Cantando por un sueño. Los programas de Natalia Oreiro, Guido Kaczka y Marcelo Tinelli corrieron parejos, aunque con una leve diferencia a favor de los conductores de eltrece.
Las luces de alarma rápidamente se encendieron en Telefe, emisora líder que, desde hace varios años, no cede el protagonismo de su programación. Gran Hermano fue la solución para ponerle fin a los dolores de cabeza de la señal.
En los primeros minutos de la madrugada del 14 de octubre concluyó ¿Quién es la máscara? con un promedio de 9,9 puntos, poniendo punto final a la experiencia de Oreiro, quien, de todos modos, siempre se agradece verla frente a una cámara dada su honestidad profesional, talento y un carisma natural, aunque el formato que escogió animar no calzara del todo con su idiosincrasia. Aquella noche, enfrente, Canta conmigo ahora hacía 8,4 puntos. El día anterior, Tinelli había liderado la franja con 8,8 puntos y Natalia Oreiro había cerrado su promedio en 7,9 puntos.
La llegada de Gran Hermano terminaría con los sinsabores de Telefe y generando un fenómeno de audiencia con una dinámica poco usual.
Sumar público
Si en la madrugada del viernes 14 de octubre, ¿Quién es la máscara? cerraba con 9,9 puntos, el lunes siguiente Gran Hermano debutaba con 21,5 puntos y un pico de 22,9 puntos, cifras que, con algunas décimas menos, mantiene hasta el presente, lo cual habla de la fidelización de su audiencia.
Enfrentándose al debut del reality de encierro, Marcelo Tinelli promedió 6,8 puntos, casi dos puntos menos que en su emisión anterior. Sin embargo, Telefe ganaba casi 12 puntos, tomando en cuenta los números finales, según las mediciones de Kantar Ibope Media, de ¿Quién es la máscara?
Casi un mes después, el pasado lunes 14 de noviembre, Gran Hermano promedió 21,4 puntos y Canta conmigo ahora llegó a los 6,8 puntos, exactamente el mismo número que marcó cuando debutó el reality con el que compite. El martes 15 de noviembre, Marcelo Tinelli, una vez más, replicó el mismo número, mientras que el programa liderado por Santiago del Moro marcó 19,7 puntos, casi dos puntos menos que el día anterior. En cambio, el miércoles 16 de noviembre, mientras Canta conmigo ahora redondeó su promedio en 6,3, Gran Hermano volvió a trepar y se plantó en 21,7 puntos.
Desde el inicio de su temporada, Canta conmigo ahora se mantiene en sus promedios de audiencia. Sin embargo, Telefe supera los 20 puntos, una cifra alta, pero muy por debajo de lo que cosechaba un éxito televisivo en la década del noventa, cuando se dio el récord del encendido y títulos como la comedia Grande, Pa!, protagonizada por Arturo Puig, podía superar los 50 puntos de promedio cada semana.
La regularidad de Tinelli y la suba de Telefe inducen a que hoy hay más gente frente a las pantallas televisivas. Un público que no consume necesariamente el resto de la programación, pero que escoge la televisión para mirar Gran Hermano, formato también elegido por un segmento outsider y nada televisivo, pero de consumos mainstream. Esta dinámica también demuestra un acercamiento mayor de los jóvenes al medio, quienes suelen ser renuente a mirar televisión abierta.
¿Figuras o formatos?
Si bien Santiago del Moro es un conductor de rango estelar, una primera figura de nuestra televisión, mantiene un perfil sobrio que lo ubica por detrás del formato. Algo diferente sucede con Marcelo Tinelli, de personalidad más estruendosa, quien escoge darle su propia impronta a los ciclos que elige conducir, “tinellización” que también es esperada por sus seguidores. Podría decirse que las audiencias eligen ver Gran Hermano o “el programa de Tinelli”, lo que no implica una valoración de uno por sobre el otro.
Soledad Silveyra, Jorge Rial y Mariano Peluffo fueron los conductores anteriores del formato, todos con ADN propio y bien diferentes a Santiago del Moro.
Más allá del programa, que es un fenómeno puntual y aislado, la televisión abierta, un medio que siempre estuvo muy arraigado en los gustos populares, ofrece números magros que vienen en caída libre desde hace dos décadas, fenómeno impulsado por el cambio de hábito de los púbicos y por la mayor oferta extra televisiva a la que puede acceder la gente.
Por otra parte, la ausencia de figuras contribuye a esta baja de los promedios de rating y el encendido. Sin ir más lejos, este año Susana Giménez solo se mostró en un especial en el que recorrió la ciudad de Buenos Aires junto al cantante Sebastián Yatra. ¿Será esto lo que el público de la diva busca de ella o acaso se esperan sus entrevistas de color a celebridades famosas, los grandes musicales, las charlas telefónicas y hasta las metidas de pata de la conductora en vivo y sin red?
Mirtha Legrand recién llegó a la pantalla en septiembre, justo un mes antes del estreno de Gran Hermano. La diva, de 95 confesos años, volvió a ponerse al frente de sus cenas sabatinas, con una audiencia fiel y cautiva, pero sin sumar nuevos públicos.
La ficción nacional es una utopía y recién en el 2023 se podrá ver la segunda parte de ATAV, la novela producida por Polka.
Acaso hoy, aunque se trate de la “vida real”, la ficción esté en manos de aquello que generan, en un exceso de tiempo ocioso, los participantes de Gran Hermano. Confabulaciones, llantos, amoríos, sexo escondido… Al mejor estilo de Romay, o acaso de William Shakespeare, los participantes de Gran Hermano se convierten en actores sui generis ad hoc de la televisión abierta.
A los actores profesionales hay que buscarlos en las plataformas, como sucede con estrellas como Guillermo Francella, a quien solo se lo puede ver en la pantalla de Telefe a través de las reiteradas repeticiones de la sitcom Casados con hijos, pero descolla en El encargado, una lograda serie ofrecida por Star+. Gran Hermano no cuenta con participantes de renombre, pero logra posicionar a los seres anónimos como figuras muy conocidas en poco tiempo.
Por otra parte, el culebrón emitido en tiempo real cuenta con la participación democrática de los televidentes, algo así como un ágora griega, que también convierte al espacio en un buen negocio, más allá de la publicidad concreta que puebla sus tandas comerciales. El desafío de los participantes también es seducir al público que definirá su continuidad, o no, en el juego.
La masiva adhesión de las audiencias hacia Gran Hermano es plausible de varias lecturas. Acaso el público encuentre allí un escape a una realidad acuciante eligiendo un entretenimiento liviano.
También cierto morbo se pone en juego y activa el voyerismo políticamente incorrecto que queda validado con este formato. Acá sí se puede espiar lo más íntimo del que vive en la casa de enfrente. También podría pensarse en algunas características aspiracionales que generan los jóvenes convivientes.
En una época donde el valor de trabajo está tensionado, Gran Hermano parece revelarse y mostrar impúdicamente que se puede dormir a cualquier hora y hacer de la vida un momento puramente placentero entre chapuzones, sexo y charlas vacuas en un living coqueto. ¿La vida ideal?
Big Brother, que nació bajo la influencia de 1984, el relato de George Orwell, que puso en juego al ojo vigilante, es un fenómeno que excede a nuestro país. Son varias las versiones que recorren el mundo con igual éxito, acaso porque el programa apela a virtudes y miserias tan humanas como universales.
En el medio local, logró el milagro de sumar público y devolverle parte del lugar perdido a la televisión abierta, un mérito para nada despreciable. Será por eso que ya estaría confirmada una nueva temporada que saldría al aire durante la segunda mitad del 2023, al margen de los tiempos electorales que vivirá entonces nuestro país o ¿acaso la política aprovechará el caudal de público del reality para sumar votos?
La caída del encendido de la TV abierta
39,1 puntos
El promedio de encendido de 2004 era casi el doble del pico máximo de rating actual.
32,3 puntos
Cinco años después, en 2009, había caído casi siete puntos, siempre en promedio.
27,5 puntos
En 2014, volvió a desplomarse la cantidad de televidentes, casi cinco puntos, totalizando cerca de 12 puntos en una década.
18,9 puntos
En octubre último, sin que las primeras emisiones de GH pudieran subir el promedio general, el encendido volvió a mostrar la tendencia de los últimos 18 años: con respecto a octubre 2021, bajó 2,4 puntos.
Fuente: Kantar Ibope Media
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