Educando a Nina: las claves del nuevo éxito de la tevé
Te contamos por qué apunta a ser la ficción del año
Historia de un rating
Educando a Nina pegó fuerte y aterrizó para intentar revertir una tendencia que parecía instalada: la de las latas extranjeras como reinas del prime time. Fenómenos de años pasados como Las mil y una noches y Avenida Brasil parecían haber dejado marcado a fuego la supremacía de las novelas importadas. Claro, que es una tendencia contra la que muchos actores mostraron más de una vez su franca preocupación. Pero la nueva tira de Telefe intenta cambiar esa historia en una pulseada que se repite casi todas las noches. Esta ficción aparece en un momento difícil para la producciones locales. Desde hace varios años que ninguna ficción argentina logra dar el batacazo, siendo muchas de ellas víctimas del rating. Por eso, importantes apuestas como Entre Caníbales o Noche y Día, sufrían cambios de todo tipo o incluso veían llegar su final de forma precipitada u otras apuestas como Signos o Historia de un clan tenían números dignos que alcanzaban para satisfacer, pero no para festejar. En el caso de la TV Pública, algunas ficciones notables pasaron inadvertidas, víctimas de una pantalla fría que no logra subir la temperatura. De esta forma, 2015 fue un año signado por la desconfianza de los canales hacia las ficciones argentinas (motivo por el que según dicen, Telefe pospuso para el 2016 el estreno de La Leona). Pero el necesario estreno de Los Ricos... y La Leona volvió a impulsar la presencia argentina en la pantalla nocturna, y la llegada de Educando a Nina reforzó esa idea, ya que con unos excelentes números de rating pareciera decirle a los canales que sí, que el interés por las novelas argentinas siempre estará vivo.
El enfoque justo, para la ficción adecuada
Cuando se conoció el argumento de la novela (una mujer que debía reemplazar a otra exactamente igual), muchos inmediatamente señalaron la evidente similitud de esa historia con Los exitosos Pells, otra ficción de Underground. Pero ese puntapié argumental es solamente eso, un disparador que permite introducirse en dos mundos claramente definidos: el del cuarteto por un lado y el de una poderosa editorial, por el otro. Nina (Griselda Siciliani), una bailarina de cumbia, debe asumir el rol de Mara, la hija del dueño de la editorial, que está presa en España. Claro que ahora, con la vuelta de Mara, Nina se encontrará en un conflicto que destapa una olla que involucra a su gran interés romántico y, más importante aún, a la historia de su verdadero origen.
Siguiendo la tradición de cuentos estilo Mark Twain en la línea de El príncipe y el mendigo, Nina se encuentra con una nueva realidad que tiene sus pros y sus contras. Y la sorpresa es que si bien ella tiene un natural rechazo ante un estilo de vida opulento y hasta frívolo, no por eso deja de reconocerle algunas zonas de calidez; mientras que su mundo cotidiano, poco a poco, se revela como uno donde no todo es tan cómodo como parece y dónde incluso le negaron la verdadera historia de su origen. En esa mezcla, como suele ser regla en las novelas, ella encuentra que Renzo (Esteban Lamothe) en la única constante posible en un mundo de identidades divididas y realidades entremezcladas. La honestidad de esa historia es indudablemente lo que atrapó a un público que, según decían varios, sólo quería ver culebrones importados. Nada de eso, la ficción marca un cambio en la televisión porque puede mezclar una historia tradicional para enmarcarla con un tono de comedia absurda al que muchos consideraban pasado de moda. Y ahí está otro de los encantos de la serie...
Como en la realidad, pero no...
Apenas se estrenó hubo una lluvia de críticas en las redes sociales que apuntaban los cañones contra el famoso tono cordobés de la serie. Y así como muchos se empecinaban en leer a La Leona como una especie de fábula kirchnerista fueron varios lo que se enojaron con Educando Nina al grito de "esa ficción estigmatiza la escena del cuarteto", sin comprender que el objetivo era simplemente el de hacer una sátira. Ni la madre de Verónica Llinás es Beatriz Olave, ni el Bicho es Rodrigo y si bien los parecidos son evidentes, Educando a Nina no se presenta como una ficción que pretenda reflejar seriamente ese universo, sino que más bien elige tomar elementos conocidos para jugar con ellos y divertirse con la fantasía sobre cómo es ese mundo. El tono desbordado de la comedia, que en muchos casos es una marca propia de Underground, es el mismo con el que, por ejemplo, Llinás y Machín en Viudas e hijos del rock and roll componían a un imposible matrimonio "bien" que se escandalizaba ante cualquier costumbre que no pareciera venir de Europa. Esas caricaturizaciones, ese tono de comedia desaforado, con cordobeses que impostan un acento imposible y que parecen cantarle exclusivamente a la ropa interior femenina son indudablemente uno de los ingredientes que mejor funciona en una comedia que supo presentar una gran variedad de personajes y que inmediatamente engancharon a un público que supo leerlos y divertirse con ellos. Esa forma de presentar la comedia, y de entenderla siempre al borde del exceso es otra de las claves por las que esta producción no tardó en enamorar a sus televidentes.
La pareja perfecta
La pareja central, compuesta por Lamothe y Siciliani, son fiel reflejo de las duplas que suelen gustarle a Underground. Lejos, muy lejos de esos protagonistas que parece que todo lo pueden, o que nadan en dinero o en elegancia, Renzo y Nina son héroes desprolijos, que no logran ver el rompecabezas completo y que tienen mundos fácilmente reconocibles para los televidentes.
De Lamothe hay que decir que es una especie de antigalán y no porque no tenga madera para serlo, sino porque su personaje y su actuación buscan sumergirse en otros terrenos. No hay cuestiones vinculadas a ser el más "macho" ni a imponerse a través de los golpes (algo que lo diferencia notablemente de otros galanes), Renzo es un galán vulnerable, desprotegido desde lo emocional y necesitado de completar un pasado que recuerda a medias. Y ese desconocimiento lo vincula justamente con Nina. Ella es una heroína que, en la piel de Siciliani, puede combinar tanto la comedia como así también la emoción más sincera. El juego de Nina haciendo de Mara, metiéndose en su vida y descubriendo inesperadamente pistas de su identidad, es una mezcla astuta que le permite a la actriz jugar con el absurdo como así también con situaciones de emoción más genuina. Y ahí es donde ella se revela como una de las actrices más interesantes de la televisión actual, siendo capaz de combinar momentos cálidos con otros de comedia desaforada. Esta pareja funciona e inevitablemente atrae porque el amor que los une no es necesariamente el núcleo de la trama y ambos tienen mundos privados que son enormemente ricos.
Si bien hay novelas que no logran sobrevivir en la apuesta de poner en un segundo lugar la historia de amor (algo que por ahí sucedió en Entre Caníbales),Educando a Nina sí logró ese cometido haciendo que los personajes principales sean atractivos sin necesitar depender del dichoso romance.
Nina como un programa necesario
Con la llegada del nuevo año, Telefe y El Trece lanzaron su artillería con Los Ricos no piden permiso (un culebrón hecho y derecho, de clases bajas y altas, que apuntaba al posible fan de las latas mucho más ligadas a la novela tradicional), mientras que el canal de las pelotitas lanzó la novela que volvía a juntar a Echarri y Dupláa en una historia cuyo contenido y forma procuraba ser más novedoso (imposible olvidar ese primer capítulo con los protagonistas besándose contra una pared, mientras los títulos finales aparecerían de costado). Ambas tuvieron una semana inicial de buen rating y en ambos casos, los primeros números oscilaron entre los 12 y los 14 puntos. Con el tiempo, Los Ricos... comenzó a ganar por pocos puntos (13 contra 12), para luego dar lugar a los empates técnicos. Pero la llegada de la tira protagonizada por Siciliani lo cambió todo porque La Leona comenzó a mejorar su rating, mientras que Los Ricos... cambió de horario para competir directamente contra la novela estreno. No obstante, Educando a Nina logró picos de rating notables para el momento que está atravesando la pantalla loca.
En su debut, logró un promedio de 18 puntos (número superior al del inicio de las otras dos tiras) y con el correr de las semanas no solo se mantuvo, sino que incluso tuvo días en los que superó los picos de 20, una cifra que hacía mucho no lograba una ficción argentina. Así es como Educando a Nina se revela no solo como una tira de gran calidad sino también como una novela que reactiva el interés por las ficciones locales y cuyo efecto contagió también a la pantalla rival e incluso a La Leona. La llegada de novelas que reaviven el interés de los televidentes en las producciones locales siempre es motivo de festejo. ¡Muy bienvenida, Educando a Nina!