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Eduardo Feinmann es uno de los periodistas que se sumará a LN+, el canal de noticias que se relanzará este lunes 22 con una programación renovada a cargo de una selección de profesionales: Alfredo Leuco, Luis Majul, Jonatan Viale, Laura Di Marco, Tato Young, Pablo Rossi, Carlos Pagni, José Del Rio y Pablo Sirvén, entre otros. “Mi nueva casa”, define Feinmann al nuevo espacio en el que volcará su vocación periodística.
“Tengo una gran expectativa, estoy muy entusiasmado de estar en un lugar tan importante como es LA NACION, un diario de 150 años de historia, una marca muy potente no solo en el periodismo de la Argentina, sino también en América Latina y el mundo. Para mí es un honor que me permitan ser parte del staff de esta gran empresa”, se ilusiona Feinmann, quien tendrá a su cargo El noticiero, que se verá de lunes a viernes, a las 18. “El desafío es monumental: se trata de aportar un granito de arena para que el canal sea una señal de noticias potente y que LA NACION se transforme, quizás, en el segundo grupo de medios y de noticias más importante del país”.
La nueva programación de LN+ fue diseñada por el productor Juan Cruz Ávila, hombre de los medios con estirpe televisiva: “Él sostiene como principio vector el trabajo en equipo. No se trata de programas o noticieros estancos, se trata de un equipo de noticias que trabaja durante horas para tener la mejor información. Concepto de equipo en el que todos hacemos todo, no hay vedettes”, describe Feinmann en torno a la dinámica que se desarrolla en LN+.
–¿Qué características tendrá su programa?
–Es el mismo de siempre. Lo vengo haciendo en C5N, luego en A24. Es un noticiero con sus diversos columnistas.
En El noticiero acompañarán a Feinmann la periodista Silvia Mercado, quien abordará la actualidad política; el doctor Claudio Zin, quien se ocupará de la medicina; Diego Laje tendrá a su cargo los temas internacionales; Willy Laborda analizará la economía y el abogado Gabriel Iezzi se encargará de la actualidad judicial y de la problemática de la seguridad.
“Al inicio del programa haré el pase con Pablo Rossi y, cerca de las ocho de la noche, el esperadísimo pase con Joni Viale, ese momento que se ha transformado en un clásico”.
Además de su tarea en LN+, Feinmann continuará con Alguien tiene que decirlo, su espacio en la segunda mañana de Radio Rivadavia: “La radio es muy importante en mi vida profesional. Arranqué en este medio que amo profundamente, siempre tiene que estar en mi vida periodística. La radio es un concepto de comunicación impresionante: acompaña en la casa, en el auto y con las aplicaciones en el teléfono, lo que se produce es muy impresionante”.
–Transitó todo el escalafón radial.
–Fui un año y medio movilero en Radio del Plata. Allí mi maestro fue Santo Biasatti, el hombre que me enseñó todo en esta profesión. Luego fui movilero en Mitre, donde más tarde fui columnista de política. Más tarde llegó Radio 10, donde durante muchos años fuimos éxito de audiencia absoluto con el Negro Oro.
El vínculo con Oscar González Oro es inmejorable. Durante más de una década compartieron el micrófono en la emisora fundada por Daniel Hadad y, como en toda relación, también hubo un cortocircuito. Aquella discusión acalorada terminó con ambos a los empujones en el estudio. Feinmann quería arrojarle una silla, pero no pudo. Luego estuvieron un año sin hablarse, pero salían al aire con profesionalismo. Una comida propuesta por Oro, y oferta que Feinmann aceptó de inmediato, fue el ámbito que propició el reanudamiento de la relación personal. “Son años de amistad con el Negro, hemos compartido tantas cosas, lindas y feas”.
–Aquella Radio 10 había tomado la posta de la histórica Rivadavia de Héctor Larrea, Cacho Fontana y Antonio Carrizo.
–Es así, una época de oro. Incluso, en Radio 10 me di el gusto de trabajar con Carrizo. Compartí el medio con varios grandes: además de Biasatti y Carrizo, estuve con Néstor Ibarra, Magdalena Ruiz Guiñazú y, por supuesto, el Negro Oro.
–Sostiene opiniones controversiales en torno a la actualidad y sobre diversos protagonistas del universo político. ¿Alguna vez tuvo miedo por las repercusiones?
–No, jamás tuve miedo, aunque he sufrido algún tipo de persecución política por los Kirchner y La Cámpora, por supuesto.
–¿Con qué tenía que ver esa persecución? ¿Cómo se manifestaba?
–Con el hecho que no querían que estuviese en ciertos medios. Son cosas que pueden pasar en esta profesión.
–Es abogado. ¿Qué herramientas le otorgaron esos conocimientos a la hora del ejercicio del periodismo?
–Todo lo que pasa en la vida, pasa por una ley: desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir. Vamos a un kiosco a comprar una golosina, y ese es un contrato de compra-venta. Te subís a un colectivo y ahí acciona un contrato de transporte. Ser abogado me permite entender de forma más amplia lo que le sucede a la gente.
A puerta cerrada
El periodista responde con corrección, tomándose su tiempo para esbozar cada palabra, con cierta parquedad que puede confundirse con antipatía. Acaso se impone responder a ese personaje adusto, poco empático con el que analiza la realidad. Esa coraza se refuerza cuando la charla se adentra en cuestiones más personales. Sabido es que Feinmann preserva su vida privada y no suele conversar sobre asuntos que no hacen a su profesión o al contexto político, económico y social del país. A diferencia de lo que sucedía con los personajes de A puerta cerrada, la monumental pieza de Jean-Paul Sartre, se puede intuir que goza de su entorno más personal. “Soy un hombre común”, dirá para definirse.
A pesar de su reticencia, se permitió pensar en voz alta con LA NACION sobre algunas cuestiones esenciales de esa vida personal atravesada a tiempo completo por el ejercicio de su profesión. “Santo Biasatti me dijo: ´el periodista es periodista las 24 horas del día´. No hay horarios como puede tener un empleado bancario, que sabe a qué hora entra y a qué hora sale. Yo no sé cuándo me puede sorprender la información, ni a qué hora ni en qué momento”.
-En tiempos de su vida universitaria, militó en una agrupación estudiantil. ¿Nunca evaluó dedicarse a la vida política?
-En la Facultad de Derecho fui uno de los jóvenes que creó UPAU, una agrupación que supo ganar algún centro de estudiantes. Era una organización liberal, que luego fue el brazo estudiantil de la UCeDe. En ese momento, me sentí muy orgulloso, pero no tenía ninguna intención de seguir una carrera política como otros de mis compañeros. A mí me gustaba el periodismo y la abogacía.
-Eso no cambió.
-De ninguna manera, amo mi trabajo. Soy un tocado por la varita mágica, hago lo que me gusta y, además, me pagan. Eso es algo que poca gente puede hacer en la vida. Por lo general, la gente trabaja en actividades que no les gustan.
-La amplia mayoría.
-Vos y yo somos tocados por esa varita mágica. La vocación me acompaña desde chico. A los 9 o 10 años ya tenía muy claro que quería ser abogado y periodista. Gracias a Dios, pude hacer las dos cosas con mucho estudio, esfuerzo y trabajo. Nadie te regala nada.
-Habla de su niñez, ¿qué recuerdos conserva de aquella vida familiar en el barrio de Belgrano?
-La mía era una familia tipo: papá, mamá, mi hermana y yo. Mi padre era de clase media alta, empresario. Una familia de trabajo y sacrificio.
El filósofo José Pablo Feinmann, ubicado ideológicamente en sus antípodas, es primo hermano de su padre. A pesar de la consanguineidad, no hay relación entre una y otra parte de la familia: “No tenemos ningún tipo de vínculo, él era la oveja negra de la familia”.
Pensando en antagonismos ideológicos, seguramente el periodista Roberto Navarro sea uno de los profesionales alineados en una posición absolutamente contraria a la de Feinmann. Sin embargo, además del trabajo compartido, una emergencia sanitaria los vincula: ante una descompensación de Navarro, Feinmann fue quien posibilitó su atención a tiempo evitando que su vida corriese peligro. “Me salvó la vida”, suele repetir Navarro: “Éramos compañeros de noticiero en C5N. En una oportunidad Roberto se descompuso, así que, ante eso, llamé por teléfono a Eduardo Cavallo, director médico de los sanatorios Trinidad. Rápidamente llegó la ambulancia y creo que eso le salvó la vida. El mismo Roberto lo reconoce. Lo acompañé a la internación y hasta que no estuvo bien, no me fui de su lado. Es lo que corresponde”.
-¿Tienen vínculo hoy? ¿Se mensajean?
-Sí, obviamente. Pensar diferentes no hace que lo odie, ni lo deteste. Él puede pensar como quiera y yo también, mientras nos respetemos.
-Trascender la nefasta grieta.
-Para mí la grieta es moral, antes que ideológica o política.
A los 52 años, Feinmann no considera que no haber sido padre sea una cuestión pendiente, aunque tampoco descarta esa posibilidad: “La vida me fue llevando de esa manera. No es una decisión personal, ni nada por el estilo”.
-¿Existe el deseo de la paternidad? ¿Lo imagina a futuro?
-Uno nunca sabe. Quizás la vida sorprenda, quizás no.
Recuperación
En septiembre, el periodista contrajo Covid-19 y, a partir de algunas complicaciones, debió ser internado en el sanatorio Otamendi de Buenos Aires: “Estuve allí durante una semana. No llegué al respirador artificial, pero sí debí contar con oxígeno las 24 horas. Es una experiencia que no se la deseo a nadie, es una enfermedad muy complicada. La clave es la soledad absoluta, cuando te internan estás totalmente aislado, solo, sin poder ver a la gente que amás. Durante dos días de esa internación, sufrí mucho. No podía respirar, literalmente”.
-¿Qué genera en alguien que transitó la enfermedad observar actos de irresponsabilidad social como el no uso del barbijo o participar de fiestas clandestinas?
-Ponerte o no ponerte barbijo, cuidarte o no cuidarte, son decisiones personales.
-Decisiones personales con compromiso y respeto comunitario. En la prevención sanitaria individual, también se involucra a un otro.
-Por supuesto, obviamente. A mí me gusta más que la gente se cuide. El doctor Zin insiste con el uso del doble barbijo, y yo le hago caso. Y no veo el momento que el médico me diga: “Podés vacunarte”.
Finalizando la charla, Feinmann se permite la emoción de un recuerdo. Hace pocos días, sufrió la pérdida de Jorge Cupeiro, el relevante piloto fallecido luego de un tiempo de padecimiento físico: “Nació en una amistad, que luego se transformó en otra cosa. Era mi consejero, mi bastón. Una persona que estaba en los momentos buenos y malos de mi vida. Me acompañó y yo a él. Son esas amistades que pasan a otro plano. Esa era la relación. Él decía que yo era su hijo de la vida, el hijo varón que no tuvo”.
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