Echale la culpa al rating: El agujerito sin fin, el programa que nació para tapar un bache y se convirtió en un éxito inesperado
Nadie creyó que este programa infanto-juvenil se iba a transformar en una “perlita” de la grilla televisiva de eltrece
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Corría el año 1991 y los canales líderes habían pasado a manos privadas, luego de años de ser del Estado. Cada señal estaba definiendo su identidad y buscando las propuestas que lo destacaran frente a su competencia. En este panorama -y de casualidad- desembarcaría un éxito inesperado.
El pedido del gerente de programación de Canal 13 de aquel entonces, Hugo di Guglielmo, a Ricardo Cavanna, quien sería luego el productor del programa, fue el puntapié de un ciclo que sin saberlo se convertiría en un clásico para el público infantil y no tanto. Cuenta la leyenda que literalmente le dijo: “Hay un agujerito en la programación y necesitamos algo para cubrirlo”.
Así nació El agujerito sin fin y su nombre mucho tuvo que ver con el origen del mismo. El programa empezó, originalmente, a competir con Jugate Conmigo, de Cris Morena, y estaba concebido como algo con principio y final próximo hasta que llegara el ciclo que iba a ocupar ese horario.
Con un tema de Los Pericos como cortina musical, un joven Julián Weich -que venía de actuar en Pelito y Clave de sol- junto a Nancy Duplaá, Estebal Prol -por aquel entonces maestro en una escuela-, el músico Claudio Morgado, María Eugenia Molinari -una asistente administrativa que se presentó con 17 años al casting-, y Pablo Marcovski comenzaron un proyecto que se iba a convertir en un momento de juego dentro de la televisión.
“La televisión de esa época era muy distinta a la de ahora. Nos divertíamos mucho con pocos recursos porque no teníamos nada de producción, era todo hecho en casa, entonces teníamos que suplir la falta de recursos con creatividad”, le explicó Weich a LA NACION apropósito del treinta aniversario que se cumplió el año pasado.
El agujerito sin fin no era ni El show de Xuxa o La ola verde de Flavia Palmiero, de hecho fue todo lo contrario a lo que se ofrecía en esa época dentro de la tv para los jóvenes y adolescentes. Su conductor, a diferencia de los que se veían en la televisión de aquel entonces, por su espontaneidad e informalidad parecía más un amigo o un primo, que la persona que llevaba adelante el ciclo. El secreto del programa fue que la artística, la producción y la técnica eran todos uno y a la vez cada uno tenía muy claro cuál era su rol dentro del esquema. Con bandas en vivo, informes especiales, invitados que no iban a otros lados y con interacción con el público, por teléfono, desde sus casas, poco a poco el ciclo se fue ganando a la audiencia.
De hecho, hace poco tiempo, Esteban Prol en una entrevista a La Once Diez/Radio de la Ciudad reveló que la famosa frase “Aguante el Agujerito” tenía que ver con esa situación: “Era una expresión de deseo, como decir, vamos un poquito más, seguimos un ratito más, cuando nos renovaron el contrato solo por tres meses”. El actor, por aquel entonces maestro de escuela, dejó todo para ser parte del proyecto, que obtuvo su continuidad formal cuando recibió el visto bueno de una importante figura. “Un día Lucio Pagliaro, uno de los principales accionistas del Grupo Clarín, pasó delante de uno de los monitores del canal y se detuvo, entonces lo vio a Julián y dijo ‘me gusta este chico’ y eso provocó que nadie se animara a tocarlo”, recordó Prol.
El programa tuvo una virtud, dirigirse a los chicas y chicos de aquella época de otra manera. Desde hablarles a los jóvenes sobre VIH o los niños en situación de calle, a tener una orquesta sinfónica en vivo. El agujerito sin fin se convirtió en un extraño fenómeno que, desde la pantalla chica, educaba, entretenía y formaba, con pocos recursos pero con mucha creatividad. Pasó de un estudio a transmitir en vivo desde una carpa en un estacionamiento a, finalmente, terminar en las mejores instalaciones del canal.
“Es el día de hoy que después de 30 años me siguen parando por la calle para mostrarme el carnet de El agujerito sin fin”, comenta siempre Weich, quien se sinceró sobre ese estilo informal para conducir que tenía producto de que “no cantaba ni bailaba”, entonces no le quedaba otra que “ir para el lado del humor”.
El final del programa llegó porque el canal decidió que Weich fuera la cara de la nueva apuesta de los mediodías, 360 todo para ver. El agujerito sin fin terminó el 31 de diciembre de 1993 con un conductor que, de manera muy emotiva, celebró: “Hicimos lo que quisimos, no tiene que quedar un recuerdo triste de esto”. Y luego se largó a llorar desconsoladamente cuando todo el staff gritó: ¡Aguante El agujerito...!
Parte de este equipo, delante y detrás de cámaras, creó luego la señal infantil Cablín de VCC a mediados de los noventa, en la que recrearon el espíritu de El agujerito sin fin. Los integrantes de este ciclo tomaron caminos diversos, en la actualidad Weich conduce junto a Carolina Papaleo Vivo para vos en elnueve; Nancy Duplaá estrenará pronto la segunda temporada de El Reino en Netflix; María Eugenia Molinari, luego de su paso por la conducción de varios ciclos, se dedicó a la astrología; Claudio Morgado se volcó a la política; Esteban Prol continua actuando y Pablo Marcovsky está al frente de un programa de radio, tras su paso por la conducción del noticiero de la TV Pública. Pero más allá de los nombres propios, sin lugar a duda, El agujerito sin fin se convirtió en un clásico de la pantalla chica y se quedó en la memoria de varias generaciones.
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