Dulce amor: secretos de un exitoso culebrón clásico que quedó asociado al escándalo
Dulce amor estaba planteada como la clásica novela con una estructura argumental sencilla pero ya probada y repetida con éxito hasta el hartazgo: el encuentro entre un hombre y una mujer de universos aparentemente ajenos, que fortuitamente se cruzan y comienzan a escribir una historia de amor tan apasionada como llena de escollos. Pero algo pasó, el factor suerte, el momento oportuno, la composición de los personajes, las redes sociales, ese ingrediente mágico secreto que no siempre aparece pero que, cuando se presenta, deja huella. ¿Cómo llegó un producto pensado para las tardes de verano a liderar el rating en el prime time de Telefe?
Pese a los cambios de horario (llegó a comenzar cerca de la medianoche), la competencia y el siempre complicado verano, logró fidelizar a su público ubicándose entre lo más visto del día. Al cabo de 15 meses y 300 capítulos, la historia despertó amor y pasión, pero sobre todo una comunidad fiel que los convertía en tendencia cada noche. Marcoria (la conjunción de los nombres de sus protagonistas Marcos/Victoria) continúa siendo hashtag hasta nuestros días, las cuentas fandom suman seguidores y hasta se organizó una movida para que el canal la reponga para sus festejos por los 30 años.
En una entrevista de aquellos años, Carina Zampini, heroína de la historia, intentaba encontrarle una explicación a tanta pasión: "Hice un Hang out [encuentro vía webcam] con los fans y les pregunté por qué tienen ese apasionamiento por Dulce amor y por Victoria Bandi [su personaje] y resaltaron el hecho de que es un programa para toda la familia, que siempre se mantuvo fiel a lo que quería transmitirle al público. También destacaron los valores sociales como la amistad, el amor verdadero, el trabajo honesto y la ayuda a los demás que este programa muestra y que la gente, evidentemente, está necesitada de ver y de reconocer que también existen. Me parece que llegó en un momento social en el que la gente estaba un poco cansada, o ya no tan necesitada, de ver tanta oscuridad en los programas, o tanta violencia".
El propio Enrique Estevanez, guionista y productor general, contó que hizo un pequeño experimento antes de escribirla: "Les pregunté a familiares y amigos qué opinaban de la televisión y las repuestas eran se repetían: 'Es todo lo mismo', 'Estoy cansado de ver mujeres desnudas, tipos con doble intención', 'Todo es sexo'. Y pensé que había que hacer algo que no tuviera que ver con nada de todo eso".
Sebastián Estevanez, el galán de Zampini, le cuenta a LA NACION cuál fue su primera impresión cuando recibió el libro. "Lo devoré. Dije: 'Si podemos contar lo que quieren los autores me parece que tenemos algo bueno'. El éxito no sé si depende simplemente de que esté bueno, sino también de que haya química en el elenco y de lo que te toque en la competencia. Si mirás una novela turca no podés creer los escenarios naturales. El otro día miraba Jesús y no podía creer ¡la cantidad de extras! Son novelas que se venden en todo el mundo, pero bueno, también creo que con un buen libro, un buen elenco y una buena dirección, les competís", asegura.
La combinación perfecta
Con dirección de Hugo Moser (hijo), Dulce amor centra su entramado en torno a la fábrica de Golosinas Bandi, una gran empresa familiar que lucha por volver a liderar el mercado. Sus propietarias, las hermanas Bandi, son muy distintas entre sí. Victoria (Zampini) es la mayor y quien continuó el legado tras la muerte de su padre; Natacha (Calu Rivero) es un alma libre y desenfrenada y Brenda (Rocío Igarzábal) una joven buena e inocente. Como suele suceder, Victoria tiene al enemigo más cerca de lo que cree: Lorenzo (Pedro Cernadas), su ambicioso prometido, maneja las cuentas y de paso, la engaña con su mejor amiga, Ángeles (Sol Estevanez). Del otro lado, Marcos (Estevanez) es un corredor de autos aficionado que, luego de quedarse sin trabajo, se convierte en el chofer de Victoria. Allí nace el amor entre ellos: la chica rica y estructurada con el rudo pero noble chico de barrio.
"Cómo se da la química entre dos actores es algo inexplicable. Se dio entre nosotros, porque nos sentimos cómodos trabajando, porque nos queremos mucho. Somos dos personas que nacimos en familias de trabajo, que tenemos una mirada muy parecida del medio, el negocio y el laburo. Lo que hace diferente a Sebastián es su carisma. La gente en la calle me dice: 'Se nota que es buen tipo'. En el trabajo nos complementamos mucho", declaraba tiempo atrás Zampini sobre su compañero.
El actor coincide en que una de las claves es la pareja perfecta que hacen juntos. "Me encantaría volver a trabajar con ella, nos llevamos muy bien. Creo que somos muy distintos y eso pega; ella era ordenada y yo un tiro al aire, eran personajes opuestos. Y se encontraban en un punto que era el amor. Entre nosotros tenemos muy buena onda, mucha confianza, y nos permitían jugar mas allá del guion, en una escena le mordí la oreja, o ella se pintaba y terminábamos los dos como Piñon Fijo. ¡Hasta hiperventilábamos!", recuerda divertido. Esos besos aún se replican en memes o en videos de Youtube, inolvidables. Sin dudas, el público amaría verlos juntos otra vez.
Elenco coral
Otro punto a favor del guion fueron los guiños amorosos para todos los públicos. Los más jóvenes pudieron volver a enamorarse de dos ex Casi ángeles: (Igarzábal) y Nicolás "Tacho" Riera. Y los más grandes sufrían con el triángulo amoroso entre Elena Bandi (María Valenzuela) una mujer aristócrata y rígida que guardaba un gran secreto; Pepe (Arturo Bonín) el kiosquero del barrio y la madre de Marcos, Isabel (Georgina Barbarossa). Amores cruzados e historias truncas que nos regalaron escenas emotivas.
"Nunca fui tan feliz en mi vida, me divertí como loca, realmente se armó una familia divina", recuerda Barbarossa. Su entrañable personaje llegó a tener hasta su propio blog, en el que daba consejos y recetas. "Los amo a los Estevanez, son mi familia y sé que cualquier problema que tenga puedo contar con ellos, pero saben que Sebastián es mi preferido, lo recontra amo. Es un chico humilde, sencillo, generoso. Lo mismo me pasa con quien era mi otra hija (Micaela Vázquez). Hablamos por teléfono y Mica me dice 'hola, má' y yo le digo 'hola, hiji'. Es que como vivíamos cerca, ella me llevaba a grabar y me traía a casa, incluso me esperaba si me demoraba con las escenas. Todo fue así. Mis camarines eran una especie de conventillo, entraban y salían, rancheábamos, comíamos arriba de mi cama... Nunca me voy a olvidar de esa etapa", asegura.
Por el programa desfilaron todo tipo de figuras. Desde actores y personajes del momento hasta deportistas como Sebastián Crismanich, el taekwondista ganador de la única medalla dorada para Argentina en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 que, cuando Quique notó su popularidad en las redes, decidió sumarlo en una participación especial de tres escenas. "Era una puerta giratoria de famosos", bromea Sebastián Estevanez.
En total, fueron 260 los artistas que actuaron de la novela, incluidos Jorge Sassi, Mercedes Oviedo, María Fernanda Callejón, Cristian Sancho, Esteban Prol, Gabriela Sari, Santiago Ramundo y Eva Di Dominicci. Además, hubo participaciones especiales de figuras como Cacho Castaña, Germán Paoloski, Mimi Ardú, Mónica Ayos, Jorge Martínez y Araceli González. Era tan grande el éxito que, promediando la historia, se sumaron Gerardo Romano y Vanesa González que semanas antes competían desde la pantalla de eltrece con Lobo.
Cuenta la leyenda que llegaron a charlar con Ricardo Fort para sumarlo a algunos capítulos como el dueño de una fábrica de chocolates interesado en comprar Golosinas Bandi. Finalmente, no se cerró el acuerdo y los seguidores se quedaron con las ganas de ver al mediático pujar por la empresa de dulces.
El sabor amargo
El carril amoroso alternativo a la historia de "Marcoria" fue el de Natacha (Calu Rivero) y Julián (Juan Darthés), la chica rebelde que se atrevía a conquistar a un hombre mayor, casado y que, además, era el chofer de la familia. Mientras que la pareja principal fue más naif, ellos eran los encargados de calentar la pantalla con las escenas más apasionadas.
Pero sorpresivamente, en pleno éxito de su primer protagónico, Calu renunció, agarró las valijas y se fue a estudiar inglés a Estados Unidos. Pocos comprendían el por qué de esa decisión tan abrupta y extraña. Tiempo después, la actriz acusaría a Darthés de acoso y abriría el camino para que otras colegas se animen a alzar su voz.
En aquel momento, comenzaron a sonar los rumores y algunos medios también se atrevieron a mencionar la palabra abuso. Ella lo desmintió y pasarían varios años hasta que decidiera contar finalmente su verdad. Lo hizo en una entrevista radial, donde a propósito del movimiento MeToo de Hollywood expresó: "Yo viví el acoso en carne propia". Su declaración mereció una demanda de Darthés por daños y perjuicios y de esta manera comenzó un derrotero de la pareja de ficción por los tribunales. "Noté que algo estaba mal y lo comuniqué; no hubo escucha y fui yo la que tuvo que dar un paso al costado y dejar de trabajar", aseguró la actriz en una entrevista para LN+.
Casi todo el elenco de la tira se mostró sorprendido y muchos salieron en defensa del actor, aunque años después y, tras la denuncia que la actriz Thelma Fardin radicó contra Darthés ante la justicia nicaragüense, terminaron pidiéndole disculpas a Rivero y se retractaron. "A mí me shockeó mucho lo de Juan porque él estaba en el camarín de enfrente y yo me pasé un año y medio ahí, entrando y saliendo. No lo podía creer", recuerda Barbarossa.
La que siempre confió en la palabra de Calu fue María Valenzuela, su madre en la ficción. "Nadie dice nada, todos se callan. Es más, yo me hubiera metido en ese momento a hablarlo con la producción o con el mismo Juan Darthés", le confesó Valenzuela a Flor de la V en una entrevista. "Ella me ató de manos cuando ya tomó la decisión de irse y me dijo 'ya está terminado, ya hablé con la producción y me voy directamente'. Entonces, ahí no pude hacer nada. La apoyo y le creo, porque cuando sucedió este motivo tan triste, estábamos grabando juntas y ella vino a hablar conmigo, o sea que yo estaba al tanto de todo. Y lo más triste es que Calu se haya ido del programa por ese motivo, porque estaba en un momento de gran popularidad", agregó.
Son muy pocos los que quieren volver al tema de forma pública. "Nos hizo un poco de ruido cómo saltó todo. Es el típico psicópata, lo amábamos todos. Siempre puerta abierta del camarín, él entraba, se cambiaba y ya abría la puerta, tomaba mate, te preguntaba si necesitabas algo, te ofrecía plata. Y ella estaba en pleno auge y se tomaba permisos para viajar, entonces todos creíamos que era un viaje más. De hecho, ella le pidió a Quique que no la mate, así podía volver con Natacha y después se despidió en una escena por Skype. Finalmente sí, todos le creímos y la mayoría habló con ella pero no fue el terror adentro del set como el que dicen que fue, por eso nadie lo advirtió", asegura un integrante del elenco que prefiere no ser mencionado.
El mayor enemigo: el horario
Dulce amor fue una novela planificada para la franja horaria de la tarde, como todos los productos de Quique. Una historia de amor rosa, que duraría 6 meses. A pocas semanas de su estreno pasó al horario nocturno y el pánico fue generalizado: no había forma de que ese formato tan naif, planificado para un público más familiar, funcionara sin cambiar su esencia. Era realmente imposible poder determinar a qué hora comenzaba, incluso durante un tiempo dilataban tanto el arranque que el capítulo terminaba de madrugada.
"Con el cambio de horario, tuvimos que correr a buscar escotes y lentejuelas para Calu", rememora Leandro Guido, que en ese momento era asistente de vestuario en piso y organizaba la línea de continuidad. "Era muy complicado porque el vestuarista había decidido que para las cenas de esta familia millonaria se tenían que cambiar de ropa, al mejor estilo Dinastía. Y era un desafío, hasta que la producción dijo: 'Basta, no llegamos con los cambios de vestuario, peinados y demás'. Grabábamos 30 escenas por día, desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde", aclara.
Otro desafío desde vestuario fue acompañar el proceso de cambio de Victoria. "Ella se vestía de negro, cerrado, casi sin escote, falda tubo, era una mujer seria y fría y, de a poquito, se tenía que ir liberando. Tuvimos que entender a su personaje, cuando descubre su identidad y pasa a ser Victoria Fernández se saca los vestidos serios, se afloja los peinados tirantes y aparecen los rulos y ondas. Relajamos el personaje desde la imagen también. Y después de tanto tiempo de grabación, ella sufre un accidente, pierde la memoria y recupera también su estilo de vestimenta, así que tuvimos que volver a buscar todos los vestidos que ya había usado, rastrear a las marcas, volver a su imagen anterior", explica el vestuarista.
Una anécdota que todos recuerdan es que el personaje de Laura Novoa (quien personificaba a la exmujer de Julián) tiene un accidente y queda sin poder caminar por un tiempo, pero el equipo de vestuario volvió a ponerle el vestido que usaba el día del accidente en una escena en la que ella estaba sentada en silla de ruedas en su casa. "Era impensado, ese vestido tendría que haber quedado inutilizable. Por suerte nunca saltó", recuerda Guido y reconoce que a veces, cuando las tiras son tan largas puede suceder que una prenda que usó un personaje se la pongan a otro.
Un clima festivo
"Nos tentábamos mucho todos y cuando pasa eso, es índice de que las cosas van bien. Te cagan a pedos, pero es un indicativo de que está todo bien", insiste Estevanez.
"Con Sebas un poco nos dejaban seguir, pero ya nos tentábamos y nos íbamos mal de libreto. Un día tenía que tomar cerveza para una escena y no tengo cultura alcohólica. Eran las 10 de la mañana y me agarré un pedo que no te puedo explicar. Seguro que al mediodía me quedé dormida", se ríe Barbarossa, recordando anécdotas. "Me empecé a colgar aros cada vez más grandes y se convirtieron en un clásico que me los terminaron haciendo las fans: dos huevos fritos, dos casitas de Tucumán que eran dos imanes que me había traído de un viaje. Las cosas más insólitas", agrega y trae al recuerdo una escena en la que tenían que tirar las cenizas de su marido al río y nada salió como lo esperado: "Hacía un frío de morirse y un viento que para tirar esas cenizas se nos venía todo en contra, teníamos que crear un drama y nos moríamos de risa".
"Fue el éxito de un equipo, nos divertíamos mucho. Las veces que participé de novelas exitosas se dio la misma tendencia de buena onda. Cada 50 capítulos hacíamos una fiesta, se hacían sorteos y todos se llevaban algo, una vez mi viejo se sacó la campera y la sorteó. Venía a tocar Ráfaga, bandas amigas, toro mecánico, baile", recuerda Estevanez.
Y ese amor se replicó: horas de espera en la puerta de los Estudios Pampa de Martínez para sacarse una foto; piquete en el Obelisco para pedir que la pareja esté junta; la Marcoria Fest (una iniciativa a beneficio de un comedor); el corte de la calle Corrientes porque los tickets para el final de la historia en el Gran Rex se agotaron en sólo dos horas, y niños y niñas bautizados Marcos y Victoria son sólo una muestra de que esa cofradía traspasó la pantalla y que esta comunidad de fans se hizo tan fuerte que parece que nunca irá a disolverse.
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