La telenovela que sucedió a Rolando Rivas taxista generó pasiones y odios, y se convirtió en uno de los grandes éxitos de Canal 13, también con la firma de Alberto Migré
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Dos a quererse fue la ficción que Canal 13 emitió luego de Rolando Rivas taxista, en 1974. También protagonizada por Claudio García Satur, la producción que llevaba la firma de Alberto Migré se aseguró un público cautivo y muy buenos números de rating que los acompañaron cada martes a las 22.
La telenovela narraba la historia de amor ente el profesor Claudio Valle (García Satur) y Mariné Jara Guerrico (Thelma Biral) que, sin embargo, tienen que vencer muchos obstáculos para poder ser felices. El más poderoso de esos obstáculos era Betiana (Marta Albertini), la malvada sobrina de ella que hace lo imposible por separarlos. El elenco se completaba con Antonio Grimau, Dorita Ferreyro, Susy Kent, Alicia Zanca, María Esther Leguizamón, María Elena Sagrera y Dorys del Valle. El narrador era Julio César Barton, y la dirección era de Roberto Dennis.
La heroína y la villana
“Me manejaba de acuerdo al libro y jamás tuve que hacerle sugerencias a Migré; mi personaje era tan hermoso que no había motivos. Fue un éxito tan rotundo que la emitieron por segunda vez en 1976; se paraba la calle para ver la novela y si los martes había reuniones sociales, se pasaban para otro día”, le cuenta Thelma Biral a LA NACION.
“Fue algo muy especial porque me tocó formar pareja por primera vez con un actor como García Satur, buen compañero, amistoso, talentoso. Ese programa tuvo muchos aditamentos: uno maravilloso fue la música, otro la dirección impresionante de Denis. Todos comentaban lo estético que era el programa. Y con un reparto de actores maravilloso, un libro del gran Migré, un equipo de trabajadores estupendos”, remarca la actriz sobre su experiencia con la telenovela. “Recuerdo que la villana que hacía Marta se llamaba Betiana y desde los colectivos le gritaban ‘Bestiana’”, dice luego entre risas, como muestra de la pasión que generaba en el público Dos a quererse.
Marta Albertini hace memoria y sonríe: “Fue una época maravillosa para mí Betiana Dávila Jara Guerrico. Significó un gran cambio en mi vida actoral y personal. Prácticamente, fue mi debut en la televisión argentina, en ese brillante Canal 13, con un elenco desbordante de talentos. Fue inesperado, sorprendente. No conocía a Migré, hacía poco que había venido de Uruguay y él me vio en una participación en una novela en la que interpretaba a la prima de Alicia Bruzzo, nada menos. No podía creer que el mismísimo Migré me buscara”.
“Betiana era una estudiante rebelde, caprichosa, de buena posición económica que vivía con su tía porque había perdido a su mamá siendo muy niña”, recuerda Albertini. “Su tía era Thelma, magnifica, talentosa y gran compañera. Y García Satur venía del gran éxito de Rolando Rivas y todos lo adoraban; fue un shock para mí, estaba fuera de la realidad, feliz”.
A poco de comenzar la novela, la maldad del personaje de Albertini fue in crescendo, tanto que el público empezó a odiarla. “Hubo una escena muy fuerte con Thelma en la que le grito ‘solterona histérica’ y ella me pega un cachetazo, y todos en el estudio aplaudieron. A partir de entonces, el público empezó a reconocerme en la calle, y eso no estaba en mis sueños porque Uruguay es otro mundo. Una vez estaba en el hall del entonces cine Grand Splendid y una señora encaró a toda velocidad, directo hacia mí y me dijo: ‘Estúpida, no te das cuenta que Claudio no te quiere’. Me quedé helada y no le pude contestar. Las entiendo porque amaban a Satur y mi personaje era siniestro. Otra vez, una me tiró del pelo para ver si era mío, porque lo tenía muy largo, pero en realidad lo hacían para agredirme”, asegura Albertini.
“Llegaban muchas cartas al canal y los que me amaban me pedían ayuda económica, porque creían que la casa fantástica que se veía era mía. No creo que el público confunda nada hoy, pero en ese momento el mundo era otro. Había una chica que me esperaba en la puerta del canal y me pedía que la llevara a vivir conmigo”, cuenta con nostalgia. “Satur y Biral me ayudaron mucho en la parte actoral y hasta me daban consejos de vida. Él me decía que no escuchara a nadie porque me iban a volver loca, que me concentrara en mi trabajo y que no me afectara nada. Y Thelma me tuvo mucha paciencia, sobre todo en las primeras escenas porque yo temblaba. Después ya disfrutaba la maldad. Sufrí porque no es fácil que la gente te odie, pero también recibí mucho amor gracias a ese personaje. Migré cambió el rumbo de mi vida porque pensaba regresar a Uruguay, extrañaba a mi familia, mi mundo, pero la Argentina me atrapó y todavía sigo acá”.
Una particularidad del personaje de Albertini era que fumaba. “Yo jamás fumé. Pero lo incorporé al personaje porque Migré decía que le daba otra actitud. El director me gritaba, ‘cuándo vas a aprender a fumar, se nota que no sabes’. Siempre rechacé el tabaco, hasta el día de hoy”, agrega.
Dorys, la caprichosa
Dorys del Valle guarda cuidadosamente muchos recuerdos de esa época, y algunos los comparte con LA NACION: “Fui muy mimada en esta profesión y Migré me cumplía todos mis deseos. Por ejemplo, le pedí que me hicieran una canción, porque se me ocurrió, de caprichosa nomás. Y cuando salía de matar a Marta Albertini, huía en un coche convertible por la 9 de Julio y sonaba la canción ‘Mañana, qué será de mi mañana cuando vuelva a despertar…’, de Cris Manzano. Llevaba un sombrero, un pañuelo y manejaba ese coche de lujo. Claro, después amanecía en la cárcel, porque iba presa: como el personaje de Marta era malísima con el de Satur y yo lo amaba aunque éramos hermanastros, la mataba en el último capítulo”.
La actriz recuerda que su personaje tampoco pasó desapercibido entre los seguidores de Dos a quererse. “Al principio Satur y yo éramos hermanos, y después a Migré se le ocurrió que fuéramos hermanastros y yo me tenía que enamorar de él; era un amor silencioso, porque yo no decía nada. Migré me decía: ‘Si no te mato, te jorobo la carrera’”, dice Del Valle, entre risas.
“Iba mucho a su quinta, a mi hijo le encantaba un pan de naranja que él hacía, pero en el trabajo era muy rígido, escribía el diálogo de cada personaje y también la puesta, en detalle, los planos, todo. No se podía improvisar ni cambiar una coma siquiera. Tan clara la tenía que escribía sobre el stencil. Porque antes escribían a mano, corregían y después eso se pasaba a mano en el stencil, pero Migré no corregía”, explica Del Valle.
“Tengo recuerdos hermosos de ese momento. Con Satur ya había hecho Rolando Rivas y nos llevábamos muy bien. Y el director Beto Denis me ponía una luz muy dirigida a mis ojos, que salían claros. Porque yo tengo ojos marrones pero con vetas verdes, y como toda mi familia tenía ojos claros Beto me decía: ‘Esta escena es para la nona’. Me daban todos los gustos”, concluye Dorys.
Grimau, un incipiente galán
Antonio Grimau bucea en el pasado, elige algunos recuerdos y concluye que en Dos a quererse lo vieron por primera vez como posible galán protagónico. “Fue una novela importante en mi carrera porque no había hecho nada con Alberto Migré, y fue un programa que tuvo mucha popularidad. Tuve el placer enorme de compartir la pareja de ficción con Fernanda Mistral, una actriz que admiro mucho, y se dio una química interesante. Era una hermosa historia de amor con una mujer más grande que mi personaje, que era un sinvergüenza que, un poco, la vivía. Era una historia paralela a la central y era muy rica. Mi personaje era hijo de los cuidadores de la quinta de esta mujer y así se daba la relación. Era una novela que se veía en el prime time nocturno, cosa que casi no había hecho yo y, además, por fin trabajaba con Migré que en ese momento era la ambición de todo actor”.
Conmovido, el actor continúa: “Por primera vez me di cuenta que aparecía en mis posibilidades como actor un cierto perfil como galán, que más tarde se iba a definir como tal. En ese entonces yo creía que el rol de galán era una suerte de oficio aparte para el que yo no estaba capacitado, porque para mí los galanes tenían que medir 1.80, estar siempre bonitos, presentables y no me sentía demasiado cómodo con eso. Estimaba que el galán de una novela romántica tenía que ser un hombre bello como Alain Delon o Rodolfo Bebán. Sentía que no daba ese perfil pero me convocaron y no dudé en asumir ese personaje. En fin, complejos físicos: no me parecía adecuada mi nariz, por ejemplo. Cosas que ahora suenan estúpidas, pero en su momento eran preocupantes para quien asumía ese rol por primera vez”.
“Empezaron a aparecer propuestas de notas en revistas de espectáculos en el que se hacía hincapié en el atractivo que provocaba mi personaje en la platea femenina. Por primera vez tomaba contacto con la popularidad, a tal extremo que la intervención en Dos a quererse me valió la propuesta para hacer pareja con Soledad Silveyra al año siguiente, porque que Satur había desistido de hacer pareja con ella no sé bien las razones. Así fue como hicimos Tu rebelde ternura. De modo que fue el trampolín para protagonizar una novela de Alberto Migré”, asume Grimau, en diálogo con LA NACION.
La novela salía al aire los martes de 22 a 23.30 y se grababa en tres partes: un día entero de ensayo y puesta en escena, otro de grabación en el piso y uno más en exteriores. “Era todo muy profesional, teníamos la letra muy sabida y no había mucho tiempo de ocio”, coinciden todos.
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