Diana: el musical, que ya se puede ver en Netflix, retrata su vida en versión caricaturesca
La obra basada en Lady Di no le hace honor al personaje ni al género
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Diana: el musical. Director: Christopher Ashley. Autores: Joe DiPietro (libro y letras) y David Bryan (música y letras). Elenco: Jeanna de Waal (Diana), Roe Hartrampf (Príncipe Carlos), Erin Davie (Camilla Parker Bowles), Gareth Keegan (James Hewitt) y Judy Kaye (Reina Isabel). Coreografía: Kelly Devine. Escenografía: David Zinn. Luces: Natasha Katz. Vestuario: William Ivey Long. Duración: 117 minutos. Género: Musical. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: mala.
El musical sobre la princesa Diana inició su mes de previews en Broadway en marzo del año pasado, pero –por la irrupción de la pandemia- la temporada quedó trunca y el estreno oficial no llegó a concretarse. No obstante, los rumores sobre la pobre calidad del espectáculo se hicieron públicos y todo hacía sospechar que la biografía de Lady Di no volvería a ocupar el escenario del Longacre Theatre. Pero el show business suele ofrecer sorpresas y no solo la obra retomará sus funciones el 2 de noviembre próximo sino que sus productores decidieron ofrecer antes a un público más vasto una versión filmada de la misma, que ya se puede ver en Netflix.
Esta producción para el streaming (rodada en septiembre de 2020, sin audiencia) alentaba cambios y progresos con respecto al material original. Lamentablemente nada de eso ha sucedido. La historia que se cuenta y se ve en Diana: The Musical es la más obvia de todas, la más esquemática y la más amarillista. Para los autores Joe DiPietro y David Bryan, Diana Spencer es una mojigata que se casa por casualidad con el príncipe de Inglaterra, luego se ve envuelta en un matrimonio de a tres (por la omnipresencia de Camilla Parker Bowles) y más tarde en sus propios amoríos extramatrimoniales, hasta que, por último, abraza las causas sociales y, a la vez, se convierte en un ícono de la moda. Si bien la serie The Crown había adoptado esa misma línea argumental en su cuarta temporada, había humanizado a los integrantes de la Casa Real británica y permitido así la empatía con el público. Aquí los personajes son presentados en forma caricaturesca y unidimensional: están los buenos, los malos y los que no se entienden para qué están. Algunos, incluso, no cumplen con el physique du rol como por ejemplo la protagonista Jeanna de Waal o la actriz que encarna a la reina Isabel, Judy Kaye, pero eso no sería un grave error si cada uno expresara con convicción y profundidad, el carácter de su personaje. Solo Kaye (ganadora de un premios Tony por Nice Work If You Can Get It y de gran linaje en Broadway por sus trabajos en El fantasma de la ópera, Ragtime, Souvenir y Mamma Mia!), en su doble rol de la reina Isabel y la escritora de novelas rosas Barbara Cartland, logra el cometido y se salva del descalabro general.
Ni la música ni las coreografías ayudan a pasar el (mal) rato. La partitura es anodina y no incluye ni una sola canción que invite al recuerdo o al tarareo. Los bailes lucen excesivos, desprolijos y acelerados, como si se tratara de una kermés en vez de un show de Broadway. El trabajo de cámaras es preciso e intenta darle un nivel visual al musical que por sí solo no tiene (ya que ni el diseño de luces ni la escenografía son relevantes). En fin, Diana: The Musical podrá interesar a los fans de Lady Di, pero no a los amantes de los musicales. A favor de esta versión filmada solo se podría decir que dura 18 minutos menos que la versión escénica.
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