Un repaso por el cielo y el infierno de los personajes y las situaciones que nos dejó está semana la televisión abierta; ¡pasen y lean!
- 3 minutos de lectura'
En MasterChef Celebrity decidieron apurar el trámite y en mitad de la semana sacaron de la galera una expulsión que pegó de lleno en Claudia Fontán, luego de una serie de malos tragos. También se presentó en sociedad Micaela Álvarez Cuesta, un personaje que va a dar que hablar, y Guido Kaczka se reafirmó en su contenido “solo para adultos”.
La metamorfosis de Kaczka
Primero como actor y luego como conductor, Guido Kaczka siempre fue más bueno que las semillas de chía. De chiquito era de lo más querible y ya de grande se colocó al frente de propuestas aptas para todo público, divertidas y hasta naif, pero desde hace unos meses la dictatorial grilla televisiva le desdobló su Bienvenidos a bordo mitad a la tarde y mitad lindando con la medianoche; y pasó lo impensado. Merced al humor, en su versión nocturna el programa se volvió más picante, con chistes de doble sentido, escatológicos o no aptos para grupos familiares. El humorista Alfredo Silva pivoteando entre el cielo y el infierno, y el mago Black siempre haciendo equilibrio en la cornisa del buen gusto, son algunos ejemplos de este nuevo estilo. Guido contiene como puede o directamente toma distancia y desaparece un rato de la pantalla. Lo bien que hace...
Yo, ¿la peor de todas?
La imagen fue poco feliz: Claudia Fontán tirada en el piso de MasterChef Celebrity tratando de recoger una salsa de su plato que se le había caído al piso en un descuido para luego ofrecerlo a degustación como si nada hubiera pasado. Pero lo que nadie sabía es que aquello sería el prólogo de un derrotero que terminó este miércoles con su eliminación anticipada. ¿Estuvo bien darle al jurado una tarta con sabor a “piso flotante”? La verdad es que no, pero tampoco era para que la vapulearan tanto, hacía los mejores platos pero quedaba sentenciada: tenían que preparar hamburguesas y los compañeros le primereaban la plancha, iba al baño y se fijaban si no estaba buscando recetas con el celular. Encima, en su última gala le dieron por ganado un “beneficio” que consistió en elegir si la guarnición de su plato eran papas fritas o aros de cebolla. Menos mal que luego de eliminarla la pasó a buscar Robertito Funes Ugarte para llevarla a la casa porque solamente faltaba que le dijeran: “¿Te voy pidiendo un taxi?”.
La fama cuesta
Nació como personaje secundario de un chimento, después aparecieron mensajes con nombre y apellido, luego videollamadas y finalmente cualquier cantidad de “horas televisión” en el piso de Intrusos. Micaela Álvarez Cuesta (para que se entienda: ex del actual novio de Nicole Neumann) llegó a la tele para contar “toda su verdad”. Parece que la chica se cruzó con el piloto Manuel Urcera y la modelo en el Sur y le hizo un planteo al muchacho por una coincidencia de fechas, que igualmente, según la ofendida “no fue engaño”. La escena no pasó de él intentando calmarla mientras la conductora de Santo Sábado miraba para otro lado.
La buena predisposición de Cuesta para las cámaras y sus declaraciones del estilo: “Nicole tiene la edad de mi mamá y me gusta que las mujeres grandes se sientan lindas”, lograron que tuviera tiempo televisivo de sobra para decir su verdad e incluso soñar con más. ¡Atención “La Academia”, MasterChef y similares porque nace un personaje televisivo a tener en cuenta! Mientras tanto Neumann probablemente se esté preguntando qué habrá hecho mal en otra vida para tener semejante karma con las “Micaelas”.
Más notas de Claudia Fontán
Más leídas de Espectáculos
En Nueva York. Mafalda, invitada especial en la gala de los Emmy Internacional, cumplirá uno de sus grandes sueños
“Eternamente agradecido”. Gastón Pauls reveló el rol que cumplió Marcela Kloosterboer en su recuperación de las adicciones
Elogios, abrazos y un “piquito”. El celebrado reencuentro de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, a 27 años del estreno de Titanic
"El dolor fue real”. Denzel Washington: su cambio físico, la ayuda que recibió de Lenny Kravitz y una impensada confesión