De profesión, mediáticos
No son actores, cantantes ni modelos, pero hoy ocupan más horas en la TV que cualquiera de ellos
Lo que supuestamente ocurrió en la madrugada del 3 de junio pasado debía ser un secreto, pero no lo fue. En ese momento, Andrea Rincón estaba en el local nocturno Cocodrilo. También, según cuenta la chica de 24 años a LA NACION, el ex presidente estadounidense, Bill Clinton, que había viajado al país para promocionar su fundación. "Clinton quiere que le hagas un baile", dice que le susurró su jefe, Omar Suárez. Ella no le creyó hasta que lo vio. Con un vestuario prestado se subió al escenario y repitió los pasos de su rutina de baile erótico. De reojo, mientras se sacaba la ropa, Rincón veía que el ambiente iba llenándose del humo de los habanos que fumaba la comitiva del ex mandatario. Cuando terminó de hacer sus acrobacias sensuales, recuerda haber saludado con un beso a Clinton y a los entre 10 y 12 hombres "grandotes" y de traje -como los describe- que lo acompañaban. De esa madrugada, Rincón no sólo se llevó mil dólares en el bolsillo –de acuerdo con su relato–, sino también, como comenta, una propuesta que involucraba 50.000 dólares ("Omar me contó que el chabón dijo si quería 50.000 dólares", señala) y que ella dice haber rechazado.
Nada de eso debió salir a la luz. Pero por algún lado se filtró y la noticia recorrió el mundo. Así, Rincón recuperaba la tan ansiada "pantalla" tras su participación en Gran Hermano (2007). Así, con su propio escándalo –que, luego, fue desmentido por el vocero del ex mandatario– tenía la llave para reingresar en la televisión.
Sólo eso necesitan los que, como Rincón, pertenecen a las huestes de los mediáticos. Un ejército de seres que practican la filosofía del "ni". "No somos actores, cantantes, modelos, ni galanes", se define a LA NACION Jacobo Winograd, uno de los monarcas de esta fauna televisiva. En los últimos meses, sus conceptos a los gritos y su voluntad permanente para armar alborotos regresaron a la televisión de la mano de la señal Crónica TV. Ahora, con un contrato para ser notero en Un mundo perfecto, que conduce Roberto Pettinato, vuelve a vivir una suerte de clímax "profesional" como en 1996, cuando el caso Coppola lo posicionó como uno de los referentes de los mediáticos.
Los regresos a la pantalla de Winograd, de los hermanos Guido y Silvia Süller, de Mich, el amante ficticio de Ricky Martín, y de Ricardo García, el esperpéntico imitador de Sandro, se justifican desde el medio como una respuesta a los deseos de ese dios y verdugo televisivo llamado rating. "Somos emergentes de una sociedad enferma -trata de explicar Winograd-. No le pongo un revólver en la cabeza a la gente para que me vea. Si quiere puede cambiar de canal." Sin embargo, si uno quisiera librarse de estos personajes sería casi imposible en la TV abierta. Como moscas a la comida, la televisión los regurgita y los hace recorrer estudios durante todo el día. Y cuando no están en vivo y en directo, los resucitan ciclos basados en archivos, como TVR, Zapping, RSM y Bendita. "No hay un día que no esté en televisión", cuenta a este diario Guido Süller.
En palabras de Gastón Portal, el cerebro detrás de Un mundo perfecto, la TV se transformó en un caos. "Desde que apareció la medición minuto a minuto, se busca el rating y nada más. Se hacen programas como se hacen salchichas. Hoy, el único que le puede dar sentido a lo que ve es el espectador y está pasando algo muy interesante", argumenta.
Para él, la incorporación de los mediáticos en el ciclo es un recurso para un programa que fue pensado para la medianoche, pero terminó en el prime time de América, y compitió con un tanque como ShowMatch. Los 3,1 puntos de rating de promedio que cosechó en julio pedían a gritos un cambió de dirección (ver aparte).
Profesionales
Winograd está sentado en un sillón, en su camarín de la productora GP Media, en Villa Urquiza. Fuma mientras habla por teléfono con un productor para negociar una participación en un programa. Las cosas salen mal: no logra que le paguen los mil pesos que pide para pisar el estudio. "Gané mucha plata en televisión", comenta. Y Süller, a su lado, cuenta que, gracias a su incursión en los medios, pudo comprarse una casa en un country. "Yo cobro las notas porque ellos [los productores y los conductores de TV] ganan más que uno", confiesa. [N.d.R.: ninguno de los entrevistados cobró dinero por aparecer en este artículo].
Si el rating hace que estos personajes ingresen y permanezcan en la TV, la posibilidad de "facturar" es lo que los induce a prestarse al juego. Ser mediático puede convertirse en una suerte de profesión, porque, más allá de la tele, hay una industria que se beneficia de su existencia.
Fernando Maldonado es el relacionista público de la disco Sunset, que funciona como una usina de noticias para los ciclos de chimentos. "Mi trabajo se reduce a lo que sucede en la TV. Si Nazarena Vélez se agarra de los pelos con otra, en un programa de la tarde, voy a tratar de que una de las dos venga a la noche porque sé que la van a estar buscando los medios", revela a LA NACION. El efecto es multiplicador: el nombre del boliche se publicita en cada uno de los envíos que tratan la "noticia".
Rincón puede llegar a cobrar por estar dos horas en una disco entre 1500 y 3000 pesos. Pero ella no tiene un perfil tan alto como otros mediáticos. Por ejemplo, cuando una corte de chicas semiconocidas y afectas a los escándalos desembarcó en los segmentos de ShowMatch, "Bailando por un sueño" y "Patinando…", sus cachets por una performance o por sólo hacer presencia en una disco se fueron a las nubes. "Estaban cobrando dos lucas y media por un show y en la primera semana de «Patinando…» subieron a cinco. Si hacían dos presentaciones por fin de semana sacaban 40 lucas al mes", calcula Rincón. Maldonado, por su parte, proyecta que un mediático con una exposición frecuente en TV puede llegar a cobrar un promedio de entre 8000 y 9000 pesos, sólo los viernes y los sábados.
Por eso, para los mediáticos es vital estar en la pantalla. En la lógica, "mientras más tiempo, más ingresos", la tentación por generar un escándalo está siempre presente. "Nunca tuve la necesidad de inventar uno -explica Süller-. En la tele, saben todo de tu vida, porque somos personajes que generamos rating. Y cuando te descubren algo, como el supuesto hijo que me apareció, si no te prestás al juego, te tergiversan todo."
Maldonado es un experto en el arte de hacer circular escándalos. De hecho, fue el cerebro detrás de la noticia que relataba que la especialista en el baile del caño, Gabriela Figueroa, habría participado en una de las fiestas del premier italiano, Silvio Berlusconi. "Ella me lo contó en la intimidad. Lo primero que hice fue llamar a un noticiero porque si se levantaba ahí, podía ser nota en todos lados", dice, y se enorgullece de que la información no sólo se difundiera en el nivel nacional, sino que llegara hasta un diario de Italia.
Los engranajes de la maquinaria del escándalo están bien aceitados. Sólo es cuestión de saber cómo moverlos. "Soy Wanda Nara. Quiero ser famosa, pero no sé hacer nada", se presentó a Maldonado antes de ser conocida la ahora ¿vedette? "Entonces, vas a llegar", la esperanzó él. No se equivocó. A los pocos meses, las cámaras se la disputaban para que contara el supuesto romance con Diego Maradona. Esa controversia, para su carrera o algo así, valió la pena. Igual que para la de Rincón cuando se develó lo que presuntamente sucedió en la madrugada del 3 de junio pasado.
8500
- es lo que puede llegar a cobrar, en promedio, un "mediático" con una exposición frecuente en la televisión por ir a un boliche
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