De 15 minutos a 24 horas al día: cómo cambiaron los noticieros en los 70 años de TV argentina
La cobertura de la actualidad en la pantalla creció en tamaño y ambición al compás de las grandes duplas de conductores del medio y las marcas informativas que hicieron historia: del Reporter Esso a Telenoche
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Estamos tan acostumbrados a encontrar en la televisión de hoy el relato de la actualidad en tiempo real y la información a través de múltiples pantallas durante las 24 horas que frente a cualquier otra manera de seguir las noticias reaccionamos como si se tratara de algo contrario a la naturaleza de las cosas. En términos comparados, la TV de los orígenes parece de ciencia ficción. Siete décadas atrás, los primeros noticieros tenían una duración inverosímil para los parámetros actuales. Le alcanzaban apenas 15 minutos por día para contar todo lo que pasaba en nuestro país y en el mundo.
El primer telenoticioso argentino nació el 20 de abril de 1954 y se emitía entre las 21.15 y las 21.30. Su gran artífice fue el polifacético Tito Martínez Delbox, que acredita entre sus múltiples aportes el haber sido el responsable desde la radio de la extraordinaria aparición de Los Cinco Grandes del Buen Humor. Con Carlos D’Agostino como conductor, el decano de los informativos de la TV llegó a superar las 500 emisiones y cerró su ciclo en 1956 cuando ya contaba con dos ediciones diarias, una a las 19.30 y otra a las 22.
Aquí también comenzaba otra clásica tendencia: la de ubicar los noticieros en distintos horarios clave. Con el tiempo se impuso la norma de un primer informativo al mediodía, otro en la franja vespertina y el restante al cierre de cada jornada. En la década de 1980, como se verá más adelante, se sumaría una cuarta edición a la mañana.
Hasta la llegada de ese “primer telenoticioso” había que ir al cine para ver antes de cada película un mecanismo similar para el tratamiento de la actualidad con imágenes en movimiento. Según cuenta Carlos Ulanovsky en el libro Estamos en el aire, una historia de la televisión en la Argentina, al no haber imágenes de archivo el programa recurría a viejos documentales para ilustrar hechos como el de un choque de trenes. También se usaban títeres para representar el tipo de información desde distintos estados de ánimo con figuras alegres, preocupadas o tristes. Recuerda otro historiador de la TV, Jorge Nielsen (en La magia de la televisión argentina) que uno de los titiriteros era el actor Osvaldo Pacheco.
La siguiente década quedó marcada a fuego por El Reporter Esso. Clásico e innovador al mismo tiempo, se caracterizó por el tratamiento austero y riguroso de cada información y por la incorporación de una serie de novedades técnicas y visuales casi revolucionarias para la época. Fue el primer noticiero emitido por un canal privado (el 11) a partir de la confluencia de tres empresas: la agencia noticiosa United Press, la firma publicitaria McCann Erickson y la petrolera que le puso su nombre al ciclo. El programa se armó en la Argentina a imagen y semejanza de otros similares que ya se emitían en Estados Unidos y varios países latinoamericanos. Comenzó a emitirse el 11 de marzo de 1963 y también tenía 15 minutos de extensión en sus orígenes.
Detrás de las cámaras había un equipo de 30 periodistas comandados por Luis Clur, que años más tarde se convertiría en el productor general de una gran época de Telenoche. Delante, un solo rostro, el de Armando Repetto, un estudiante avanzado de medicina que se convertiría en locutor e impondría allí su estilo: voz mesurada, estilo neutro, salida al aire prolija e impecable. Por primera vez, un conductor lee y presenta noticias con el apoyo de imágenes que las ilustran de fondo.
Poco después surgieron dos de las marcas de vida más longeva en la historia local de los noticieros de TV. Una fue Nuevediario, que se instaló con un lema que lo acompañaría durante larguísimas temporadas (“Las dos caras de la verdad”) y la idea de crear un equivalente televisivo del diario Crónica. La otra fue Noticiero 13, que se mantiene hasta nuestros días, pero ya sin el slogan con el que surgió y perduró durante muchos años: “Su ojo en la noticia”. Ambos fueron además ejemplos de otras tendencias de nuestros noticieros de TV: varias ediciones diarias, nutridos equipos periodísticos, despliegue de producción.
De todas las innovaciones de ese tiempo, la más significativa fue la de Telenoche. No debe haber en la historia de nuestra TV una marca informativa más identificada con las noticias, más allá de su notable continuidad y vigencia (llegó a 2021, siempre en la franja vespertina de Canal 13). Creado por Carlos Montero, llegó al aire luego de un larguísimo período de preparación y ensayos para instalarse como una suerte de antítesis de El Reporter Esso. También contó con un respaldo publicitario único que en este caso no figuró en los títulos, el de Industrias Kaiser Argentina (IKA), empresa automotriz que producía en nuestro país vehículos de las marcas Jeep, Estanciera, Rambler y, a partir de 1967, Renault.
Telenoche comenzó sus emisiones el 3 de enero de 1966, en un horario casi marginal: de 23 a 23.45. Pero en abril ya se había instalado en su horario característico de las 20. Con su llegada, según recuerda Ulanovsky en su libro, los noticieros pasaron en la Argentina a ser “programas de noticias”. Contaba con tres bloques (un panorama informativo general, la nota central del día y el pronóstico del tiempo) y dos conductores llegados “desde afuera”: Mónica Mihanovich (nuestra Mónica Cahen D’Anvers) y Andrés Percivale, dueños de un estilo informal, espontáneo, juvenil (en gestos y vestimenta) que le permitió al noticiero captar nuevas franjas de público, sobre todo femenino. Ambos, además, se llevaban muy bien, sin el mínimo ánimo competitivo. Tomás Eloy Martínez estuvo poco tiempo acompañándolos antes de volver al periodismo gráfico.
De todas las coberturas de aquel primer Telenoche la que más se recuerda fue la que llevó a Percivale como enviado especial a la primera línea de batalla en la guerra de Vietnam. A partir de allí, la TV tomó conciencia de la importancia de seguir desde el lugar de los hechos todos los acontecimientos de relevancia internacional. Los viajes por el mundo de los cronistas televisivos se convirtieron en una constante a partir de la década del 70, después de otro hito inaugural. Tras la experiencia de Andrés en Vietnam le tocó a Mónica, en 1969, seguir desde Cabo Kennedy (hoy Cabo Cañaveral) todas las instancias de la llegada del hombre a la Luna. Uno de los grandes hitos informativos de la historia de la TV argentina.
Esa modalidad también se extendió al ámbito local. De la mano de Julio Lagos, un experto cronista callejero, la TV de los móviles (una palabra que recién se empezaba a conocer) se ocupó al detalle en 1968 del primer trasplante de corazón realizado en la Argentina. Era un tiempo en el que abundaban a toda hora los flashes informativos, los noticieros ampliaban su influencia (así como su despliegue técnico y humano) y nuevas figuras se convertían en protagonistas a pesar de ocupar lugares en apariencia marginales. Basta recordar a las estrellas de los pronósticos meteorológicos de la TV informativa: Valentín Komar y Dalmacio Mazzola.
El poder de la noticia empieza a apreciarse todavía más durante la agitada década del 70, con nuevas figuras, presencia amplia de presentadores y cronistas frente a las cámaras y algunos nombres ilustres (Antonio Carrizo y Magdalena Ruiz Guiñazú, por ejemplo) al frente de algunos informativos. Pinky, otra figura esencial de la historia de la TV, incursionaría más tarde en ese mismo ámbito, el único que le faltaba por ocupar.
Mientras tanto, en el frenético devenir que llevó primero a la estatización de los canales en 1973 y más tarde a la adaptación completa de la pantalla local a los lineamientos impuestos en por la última dictadura militar aparecerían nombres fugaces (Jorge Conti, Omar Gómez Sánchez) que pasaron sin escalas de los noticieros a ocupar cargos políticos de altísima exposición en los canales antes del golpe de 1976. Ese mismo gobierno de facto, que llegó a manejar todos los canales, se encargó directamente de operar el noticiero emblema de ese tiempo, 60 minutos, gran protagonista del exitismo oficial que se quiso imponer durante el tiempo de la Guerra de las Malvinas. Bajo la dirección de Horacio Larrosa, José Gómez Fuentes fue el rostro de ese programa que transformó la noticia en propaganda.
Mientras tanto, otro modelo empezaba a imponerse. Con el sobrio Juan Carlos Pérez Loizeau como figura central, los noticieros de Canal 13 (con el título de Realidad...) imponían una nueva agenda apoyada en los reclamos barriales de la gente, las denuncias por problemas en los servicios, quejas registradas en la calle y un trato coloquial que incluía hasta recetas de cocina a cargo de Chichita de Erquiaga. Todo sin menciones a la actualidad política o a la marcha del Gobierno. El rating volaba por las nubes y Pérez Loizeau pasaría desde allí por el resto de los canales en sucesivas etapas.
A fines de esa década, con un éxito parecido, Nuevediario vivió su momento de esplendor con una fórmula parecida, pero mucho más estridente y sensacionalista. Allí los cronistas corrían literalmente detrás de la noticia y se comprometían con ella (sobre todo cuando había temas policiales de por medio) con un dramatismo casi extremo y situaciones pintorescas, como las protagonizadas por el extravagante José de Zer. Allí también asomó un nuevo actor: el columnista indignado con las injusticias sociales. Horacio Larrosa, como productor general, fue el gran artífice de este liderazgo.
Mientras tanto, otros informativos se comprometían desde un lugar diferente con la realidad. Ocurrió con Carlos Campolongo y Mónica Gutiérrez, de recordada presencia protagónica desde los informativos del canal oficial (el Noticiero Nacional de la entonces llamada ATC) en la primera asonada de los militares carapintadas. Esa experiencia serviría también para abrir largos debates sobre el papel de los noticieros en la TV estatal. Lo más habitual era poner esos informativos al servicio de las necesidades del poder de turno, algo que se hizo costumbre durante las etapas del menemismo y del kirchnerismo. Sólo hubo excepciones a esa regla, con un espíritu más sobrio, equilibrado, pluralista y federal, en tiempos de la Alianza y de la etapa 2015-2019.
Con el arribo de la década de 1990 se registra un fenómeno curioso: la baja del interés público por los informativos clásicos (con su correspondente disminución en las cifras de encendido), lo que los llevó en muchos casos a ceder sus espacios y horarios habituales (sobre todo la franja vespertina) a otras propuestas ligadas a la ficción y al entretenimiento. Así comenzaron a explorarse nuevas instancias para los noticieros, por la mañana (De 7 a 8, Desayuno) o al cierre de cada jornada.
Esa misma década fue testigo de una nueva transformación. Con el auge del cable aparecieron las primeras señales informativas de transmisión ininterrumpida durante las 24 horas. Picó en punta Cablevisión Noticias (CVN), en abril de 1993. El 1° de junio de ese año apareció Todo Noticias (TN), y el 3 de enero de 1994 se puso en marcha Crónica TV, al que su creador, Héctor Ricardo García, bautizó como “el canal de las noticias”. No tardó en imponer su estilo y ganarse al público con recursos como las estridentes placas rojas y las extensas coberturas a toda hora y en tiempo real de las noticias policiales y del espectáculo.
Fueron años de fuertes novedades y nombres consolidados. El perdurable Telenoche vivió una etapa de mucho éxito con Luis Clur como productor general. El programa vivió a lo largo de la historia distintas etapas con grandes protagonistas: Sergio Villarruel, Roberto Maidana, el regreso de Mónica, César Mascetti, María Laura Santillán y Santo Biasatti, entre muchos otros.
A propósito de este último, se llegó al inédito caso de un espacio informativo con nombre propio (El Noticiero de Santo) y hasta el mismísimo Carlos Menem, un presidente con debilidades mediáticas, llegó una vez a compartir la conducción del noticiero de América junto a Enrique Llamas de Madariaga. Mientras tanto se consolidaba en otro de los canales líderes Telefé Noticias. También en esos años empezó a usarse un recurso siempre controvertido y abierto a toda clase de polémicas: las cámaras ocultas. Y un espacio paródico, presentado como “el resumen de noticias de la semana” llamado Caiga quien caiga, se burlaba de los informativos convencionales.
La etapa más reciente vio crecer con una dimensión que tiene pocos equivalentes en el mundo a los llamados “canales de noticias” de la TV paga (TN, A24, C5N, IP, Crónica TV, Canal 26), a los que se sumó LN+ con su apuesta al periodismo de calidad y un creciente protagonismo en términos de audiencia. Mientras tanto, en los canales abiertos, los espacios informativos funcionan como última reserva de identidad. La fortaleza que todavía conserva la TV de aire responde, precisamente, a que le presta una atención preferencial al seguimiento en vivo de la actualidad.
Los noticieros vigentes de la TV abierta de estos días son lejanos herederos de los tiempos iniciados por el primer Telenoche, pero con muchísima más amplitud horaria, como también lo expresa Telefé Noticias con una dupla afirmada en varias temporadas: Cristina Pérez y Rodolfo Barili. Cada edición de mediodía o del atardecer puede extenderse hasta los 90 minutos, con una duración que siempre es flexible y un espíritu cada vez más cercano al show informativo: los temas de información general y de mayor impacto social directo (sociales o de la crónica roja) suelen imponerse a la agenda más dura política y económica. Hay muchas “notas de color”, columnas de tecnología, espacio para el ocio, la frivolidad y la farándula. No falta el columnista de tecnología (con el auge de las redes sociales) y, mucho más desde la aparición del Covid-19, un gran protagonismo de los temas médicos y de salud. Domina la imagen impactante, única razón además para hablar (poco) de lo que pasa en el resto del mundo.
Hace 70 años, en el principio de la historia de la TV en la Argentina, apenas 15 minutos bastaban para contar la realidad local e internacional. Hoy no alcanzan las 24 horas del día para hacerlo.
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