El participante de MasterChef Celebrity analiza su paso por el certamen de Telefe y reflexiona sobre su vida en familia junto a su esposa, Renata Morini; además habla sobre el complejo personaje que le toca protagonizar en la película La noche más larga
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El presente encuentra a Daniel Aráoz en un momento de plenitud artística, atravesando experiencias nuevas, desafiantes, como siempre. En cine, acaba de estrenar La noche más larga, donde interpreta a un violador serial cordobés que azotó a la capital provincial durante varios años, y en televisión, es uno de los participantes de la segunda temporada de MasterChef Celebrity, el exitoso certamen de cocina emitido por Telefe. “Cuando una persona se para frente a una cámara no puede estar en un estado de naturalismo puro. Ese personaje no soy yo, no estoy en mi casa cocinando así”, dice el actor ni bien llega al canal y se dispone a tomar un café antes de la grabación del reality gastronómico. Honestidad sin subterfugios, Aráoz transita este tiempo con plenitud, esforzándose por no ser eliminado del certamen, aunque ya le tocó transitar la cuerda floja en la última “Gala de eliminación” en la que, finalmente, fue eliminada Sol Pérez. Aunque, desde ya, cada semana debe revalidar sus títulos.
Sabores con herencia
“Aunque uno no es ciento por ciento natural frente a cámara, es cierto que, en este programa, soy el responsable de mis propias decisiones artísticas. Mi objetivo es llevar un poco de alegría a las casas del público, eso es lo que me propongo cada noche”, sostiene Aráoz quien hace gala de su sello carismático y matiza sus performances culinarias con su impronta actoral.
-En el actual contexto pandémico, transmitir humor es esencial.
-Ese es el motor para estar en MasterChef Celebrity y es independiente a tener que cumplir con determinadas consignas que, en realidad, solo tienen que ver con cocinar bien, y ese es un gran desafío.
-Un desafío donde también juega el cronómetro.
-De alguna forma, MasterChef Celebrity es la cocina de un restaurante, hay que trabajar con la presión del tiempo y, en una hora, entregar un plato terminado. He recorrido mucho las cocinas porque me gusta ver cómo trabajan allí, y debo reconocer que es bastante parecido a lo que hacemos en el programa.
-En muchos casos, la presión del reloj es lo que lleva a cometer errores insalvables.
-Acá no hay otra toma, pero es muy lindo el aprendizaje.
-En tu casa, ¿sos un cocinero frecuente?
-Cocino desde que estoy con Renatita Morini, la gran artista plástica, mi gran compañera. Siempre cociné y, aún más, cuando llegaron Pedro y Lola, nuestros hijos. Cocinar es una terapia amorosa.
-Todo un acto de amor.
-Es un acto de amor y de alegría, son los dos sentimientos que atraviesan ese hecho artístico. Hago un asado y le empiezo a hablar a los carbones a las cinco y media de la tarde, cuando arranco les voy diciendo dónde tiene que ir cada uno.
-¿Responden?
-A su modo. Así puedo estar tres horas, después llega el primer amigo y aparecen las berenjenas en escabeche, con aceto o a la vinagreta.
-Y una copita de vino...
-Por supuesto, un buen Malbec.
-¿Existen las recetas de herencia familiar?
-Mi viejo me enseñó a hacer locro, colgaba la carne en el patio y podía estar allí un mes. Así lograba que estuviera bien concentrada.
-¿Ayuda esa herencia para conseguir buenas performances en el certamen?
-No, lo familiar no cuenta, sólo tenés una hora para resolver.
-Elba, tu mamá, ¿también influyó en los buenos sabores?
-Uh, ¿viste lo importante que es la mamma? Yo soy un chico grande, pero ella sigue siendo un faro. En casa cocinaba mamá, así que fue influencia.
-¿Qué recetas recordás?
-Hacía bagna cauda, pero no logré aprender a prepararla porque es muy complejo, tenés que estar revolviendo la salsa con las anchoas unas cuantas horas. Todo lo que esté relacionado con cocinar carne, me lo enseñó ella. Papá, en cambio, me legó todo lo que es asado y locros. También me acuerdo que, sobre el fuego, se ponía la olla de hierro y se hacía de todo. Te voy contando y vienen a mi memoria miles de platos, de momentos compartidos.
-La cocina tiene que ver con la memoria. En la Argentina, el compartir la comida es la excusa para casi todo. Hay una afectividad muy grande depositada allí. Además forma parte de tradiciones, habla de aspectos culturales y sociales. Se puede conocer un pueblo abordando su alimentación.
-Se puede analizar desde el punto de vista antropológico y social. Es un tema que nos lleva a tantas reflexiones. En un país rico como la Argentina, no se puede entender que falte el plato de comida en algunas familias.
-Hace pocos días se encontró a una niña, raptada por un conocido, que vivía bajo un toldo en Parque Avellaneda. No se trató de un caso aislado.
-¿Por qué nos pasa eso? ¿Por qué somos tan desalmados? Es un problema que tenemos los adultos, no los chicos. Oré mucho por esa niña, todo es muy doloroso y ese es un dolor que nos lo comemos también. ¿Cómo puede ser que nos pase eso? ¿Cómo no tenemos vergüenza? ¿Cómo es posible que caminemos por la calle y levantemos la cabeza, sabiendo que hay niños que no tienen dónde vivir?
-La naturalización de la tragedia es una tragedia en sí misma.
-Es terrible. Aprendemos a vivir en ese mundo donde todos compiten con todos y donde aparecen frases como “yo no tengo la culpa”. Uno no puede estar indiferente. Mientras esto siga ocurriendo, el dolor será cada vez más grande. No es posible sanar si no trabajamos todos juntos en ese camino y no se trata de un tema de ideología política o económica, te puedo discutir sobre los planteos económicos de Marx, Adam Smith o David Ricardo, pero acá se trata de otra cosa.
-La desesperación de millones, las necesidades urgentes, trascienden cualquier tipo de teoría que puedan explicar lo inadmisible.
-Es más profundo que cualquier ideología. Ayer escuchaba que un país había comprado unos misiles muy poderosos, que, en cualquier momento, se van a poder disparar apretando un botón del bolsillo del pantalón. Entonces, uno se pregunta qué mueve esa mentalidad de violencia que no tiene explicación, porque nunca la voluntad de matar a otro tiene explicación. Ante esa mentalidad armamentista, la pachitamama tiró un estornudo y se fue todo a la mierda. Lo que sucede en la actualidad nos debería hacer reflexionar sobre qué mundo estamos viviendo. Creo que hay algo emocional que tiene que ver con la comida, pero con la comida del alma. Una vez grabé una frase para el programa de Tom Lupo que decía: “Dale de comer a tu alma”. El alma también necesita de los alimentos.
-Y de la mirada empática con el otro.
-Es fundamental la solidaridad, pensar en el que está al lado. En el caso del coronavirus, necesitamos de esa solidaridad. Dudo que podamos salir adelante si no pegamos un volantazo a nivel humano. Cuando explotó la pandemia y el posterior confinamiento mundial, comenzaron a salir los animales. Evidentemente, el universo algo está diciendo con eso. Los seres humanos hemos tapado la esencia de la existencia y la Pachamama no nos va a venir a preguntar...
-Sos un amante de la tierra y sus significados. De hecho, estuviste un mes de vacaciones con tu familia en San Marcos Sierras, un lugar con energía particular, naturaleza agreste y, en tu caso, sin tecnología a la vista.
-En plena pandemia, uno también toma decisiones. Salí solo dos veces: una cuando viajé a Alemania a un festival de cine y luego cuando hice un streaming con el Coco Silly, Rolly Serrano y el Puma Goity. Entonces, ante tanto encierro, en casa llegó un momento donde la familia no estaba en eje. Es que el encierro, en las grandes ciudades, es muy difícil. En lugar de mirar a la Pachamama y tratar de ser un poco más sabio, mirás televisión o estás frente a la computadora. Y la cabeza, tarde o temprano, te explota. Así que decidimos, entre todos, invitados por un amigo, ir a Sueño Verde, cerca de San Marcos Sierras. Es tierra comechingona y eso, para mí, no pasa inadvertido.
-¿Qué implicancias tiene?
-Mi abuela, Juana Ibarra, perteneció a una familia comechingona, de donde provienen muchos cordobeses sin saberlo. De joven, se casó con mi abuelo Servando Aráoz, que era vasco. Mi abuela era como una princesa comechingona, muy bonita.
-Con esos ancestros, es imposible que no menciones reiteradamente a la Pachamama y sientas ese vínculo con la tierra.
-¿Sabés lo que fue estar ahí? Ni Wi-Fi teníamos, pero se producían encuentros con otras energías. Estábamos rodeados por el agua, los pájaros, la vegetación.
La resiliencia del arte
Si de actores multifacéticos se trata, Daniel Aráoz es uno de ellos. Imposible no recordarlo en roles notables como aquel oscuro y avasallante Víctor de la película El hombre de al lado, el que hacía un agujero en la medianera de su vecino para tener más luz natural en su casa. También fue Belaúnde, el que formaba parte de La odisea de los giles, la historia que bucea en la reivindicación de los desplazados. Además es también aquel que debutó en el medio con su participación en La noticia rebelde, el recordado e irreverente ciclo de humor sostenido en la información, o el que formó parte de la troupe de Antonio Gasalla a fines de los ´80 en ATC. Es todos esos y muchos más.
Por estas horas, además de llevar a cabo los desafíos de MasterChef Celebrity, celebra el estreno de la película La noche más larga, su última producción como protagonista bajo las órdenes del director Moroco Colman. Con crudo realismo, Aráoz se puso en la piel de Marcelo Mario Sajen, un violador serial de Córdoba que sembró el pánico en la población entre 1985 y 2004. “Alguien lo tenía que hacer, denunciar. El director me dijo que si lo hacía yo, iba a tener cierta repercusión, lo cual era imprescindible para mostrar lo que cuenta la película. Antes hablábamos de la indiferencia de quien pasa hambre, con este tema también, a veces, hay negación social. En el estreno estaban todos los medios nacionales y yo pensaba cómo podía ser que nunca se enteraron de lo que pasaba con este tipo que tuvo en vilo a toda la sociedad cordobesa. Son 93 las violaciones denunciadas, pero se calculan que fueron más de 200 las cometidas. De hecho, cuando rodábamos en Córdoba, nos hemos cruzado con mujeres que nos contaron de casos no denunciados. Es que en esa época, no era tan bien recibido hacer la denuncia. Por eso es una película necesaria.
-Cómo se interpreta a alguien de esa naturaleza, ¿cómo te aproximás a un personaje así?
-Traté de trabajar desde las energías del personaje, me ayudó rodar en los lugares donde sucedieron los hechos y en jornadas nocturnas. No tengo mucho que ver con su pysique du role, pero me fui achicando. Al componer, pensaba en el arma que llevaba encima, en lo monstruoso de su accionar.
-Tu mirada, en función del personaje, es sumamente inquietante.
-Es el rostro de la impunidad. ¿Cómo puede ser que haya sucedido eso en mi Córdoba amada?
-En las cuestiones de género hay un abismo con el presente. Muchas mujeres no denunciaban porque entendían que no serían escuchadas.
-Cambió la sociedad. Hasta no hace mucho, el humor machista decía: “Relájate y goza”. Todo eso encierra una mentalidad, que no desapareció del todo, donde la mujer es considerada propiedad privada.
-Es muy importante la visibilidad que se le puede dar a un tema así desde el arte, desde el cine.
-Espero que sirva para debatir estos temas, el cine también es eso. Esta no es una película de entretenimiento, pero es una toma de conciencia, todos saldrán del cine diferente a cómo entraron.
-Ganaste un premio en el Festival de Cine de Oldenburgo.
-En tiempos de pandemia, la cultura redobla su importancia, por eso era necesario estar allí. Había que mostrar que la cultura estaba viva. En todo este tiempo de confinamientos he escuchado decir con desprecio: “Los actores serán los últimos en volver a trabajar”. Se dijo eso de manera despectiva, algo muy doloroso. Así que hubo que tomar una decisión y la tomamos: nos fuimos con el director a representar a la película. Pudimos viajar porque nos pagó la Cancillería alemana, por supuesto.
-Ante el desprecio, la resistencia del arte.
-No tengas dudas, fue una satisfacción ser los únicos latinoamericanos que llegamos al primer festival presencial del mundo y que es, junto con Sundance, de los más prestigiosos a nivel internacional.
-Ganaste el premio Seymour Cassel por tu interpretación.
-Ganar esa distinción, dormir en la habitación de Seymour Cassel, fue un regalo de la vida. Y, encima, el premio me lo entregó la actriz de Crash, la película de David Cronenberg.
Creencias
-¿Qué te proporcionó tu paso como feligrés por los Testigos de Jehová, organización a la que dejaste de pertenecer porque te encontraron fumando?
-No fue solo eso, también había diferencias ideológicas, pero si te tengo que hablar de los Testigos de Jehová, te tengo que hablar de Juan, mi viejo, ese es el recuerdo.
-¿Por qué?
-Él me enseñó a orar, a respirar, a tomarme un momento para mí, a tener fe. Es un gran hecho tener fe. Me permitió romper con ese cinismo que plantea que no hay nada más, que existe solamente uno. Eso es algo absurdo. Estoy mirando el cielo en este momento, ¿cómo no va a haber nada más? Además uno percibe esas energías.
-No es menor ese legado espiritual.
-La oración y la honradez ha sido la herencia. Más allá de los Testigos de Jehová, mi papá me decía: “Orá con libertad”. La idea era no repetir de memoria algo, sino conectar. Mi espiritualidad viene de ahí, desde lo comechingones. Y, en cuanto a la honradez, él me inculcó que no hay que tomar lo que no es de uno. Mi viejo era Testigo de Jehová y peronista, una mezcla extraordinaria.
-Alguna vez, dijiste que tu compañera te ordenó, que fue tu faro, ¿de qué te salvó?
-El amor es el encuentro de lo colectivo, es la fusión de lo más profundo de tu ser, es la posibilidad de fundar eso que cambia el mundo que es la familia. No hablo de un modelo puntual de familia, sino la que uno pueda generar. Pero para poder crear esa familia, uno se tiene que encontrar con el alma de otra persona. Ella me salvó porque estaba solo, desahuciado. Como me enseñó Groucho Marx, no cuento más de mi vida porque lo reservo para mis memorias.
-Escribirías tu historia.
-Sí, será una gran reflexión en algún momento de mi vida.
-Allí contarás que Roberto Fontanarrosa te quería dar cuentos ya conocidos para un espectáculo tuyo y vos te negaste y le pediste originales.
-Sí, claro, eso también estará, pero lo más importante a contar será mi encuentro con la artista plástica Renata Morini. También nos une el arte.
-Y Córdoba, donde ambos nacieron.
-Claro y la lucha, la ideología en común y el sentimiento hermoso por el hecho colectivo maravilloso que es la familia. Uno le desea a todo el mundo que pueda construir ese proyecto porque es el proyecto más importante de la vida, lo demás son cañitas voladoras. Cuando te vas a tu casa, no te sirve el individualismo, ni el dinero, ni la fama, ni el éxito.
-¿Sushi en Palermo o un asado en el Parque Sarmiento de Córdoba?
-Las dos cosas están en mí. Palermo es mi barrio, amo a Buenos Aires, ciudad que me dio tanto, de haber construido mi carrera, me dio amigos, gente que amo. Y también disfruto mucho de mi Córdoba amada. Muchas veces se sorprenden porque no he perdido el acento.
-Un acto de resistencia.
-Es un cachito de mi tierra que llevo en la garganta.
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