Curiosidades de James Bond: ¿Batman y el 007 pudieron ser la misma persona? ¿Paul McCartney salvó a la franquicia?
Los hechos más curiosos del espía más famoso de la historia del cine, que volvió a la pantalla grande de la mano de Daniel Craig
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El estreno de Sin tiempo para morir es una buena razón para repasar las anécdotas menos conocidas en la historia de la saga de James Bond. Curiosidades que marcaron la historia de uno de los personajes más icónicos de la historia del cine.
Del amor al odio
Cada uno tuvo lo suyo, pero el arquetipo de James Bond fue y será Sean Connery. Aunque es cierto que por cuestiones generacionales habrá quien prefiera a Roger Moore, Pierce Brosnan o Daniel Craig, estos mismos actores reconocieron haberse inspirado en el escocés para “acercarse o alejarse” del personaje. Por otra parte, Bond le abrió a Connery las puertas de la fama mundial, incluso por sobre el gusto del mismísimo Ian Fleming al que no le cerraba la falta de refinamiento del actor. Se supone que Sean debió estarle eternamente agradecido al 007, ¿no? Claro que no.
Luego de Operación trueno (1965), el actor dijo en cuanta entrevista concedió que ya estaba harto: “Odio a James Bond, odio a este personaje aun cuando se supone que debiera estarle agradecido. Operación trueno es mi último film de Bond. En primer lugar las filmaciones se hacen cada vez más fatigosas y en segundo lugar estoy convencido de que estas películas pueden producir efectos negativos en cierto tipo de espectadores. Me preguntó si no habrán existido en el mundo casos de individuos que asesinaron bajo su influencia. No quiero tener nada que ver con esto. Además presiento que la era de Bond está llegando a su fin del mismo modo que culminó la era de Los Beatles”. Todo un visionario...
El duro oficio de ser espía
Las exigencias físicas que implica para los actores hacer una película de James Bond, les han traído una serie de consecuencias no deseadas. Pero quien más y peor sufrió el ritmo vertiginoso de un rodaje de estas características fue Daniel Craig.
Durante la filmación de Quantum of Solace (2008), el actor sufrió un golpe en la cara que le costó varios puntos de sutura y una cirugía estética para eliminar las marcas. También en ese mismo film, durante una caída se lastimó el hombro, por lo que tuvieron que operarlo para colocarle seis tornillos, y dejarlo un buen tiempo con el brazo inmovilizado. Además durante una secuencia en la que está colgado de una estructura metálica se cortó la punta de los dedos de una mano.
Y hay más. En Casino Royale, Craig perdió dos dientes delanteros durante el ensayo de una pelea, por lo que su dentista tuvo que viajar de urgencia de Londres a Praga para poder reemplazárselos. También en esta película protagonizó una desgracia que, al menos esta vez, fue con suerte. En la escena en la que está nadando en la playa cuando ve a la esposa del villano sobre un caballo, Craig emerge del agua. Muchos quisieron entenderlo como un homenaje a Ursula Andress y su icónica imagen de Dr.No. Lo que ocurrió en realidad fue que el actor golpeó con la pierna un banco de arena y el dolor lo llevó a incorporarse en lugar de quedar flotando. La escena gustó, quedó, y con el tiempo se transformó en una escena icónica que lo colocó entre “los hombres más sexies del cine contemporáneo”.
Mi nombre es Díaz, Bruno Díaz
A pesar de que en algún momento todos los actores que lo interpretaron se quejaron de él, el personaje de James Bond siempre fue un papel codiciado. A lo largo de la historia muchos astros fueron tentados para interpretarlo, pero entre las elecciones más curiosas está la de Adam West. El Batman televisivo de la década del 60 tenía fama de mujeriego, playboy y bon vivant, todos elementos que calzaban a la medida del espía cinematográfico. Por eso, cuando Sean Connery colgó el esmoquin en 1971, los productores tuvieron varias reuniones con el astro televisivo para intentar convencerlo. Pero a West no le cerraron ni los honorarios, ni llevar su carrera hacia una franquicia que (se decía) estaba en declive. Muy respetuosamente rechazó el ofrecimiento y probablemente haya estado el resto de su vida arrepintiéndose de ello.
A lo largo de la historia otros que pudieron ser 007, pero no llegaron fueron: David Niven, Cary Grant, Frank Sinatra, Michael Caine, John Gavin, Burt Reynolds, Clint Eastwood, Sam Neill, Liam Neeson, Mel Gibson, Ralph Fiennes, Henry Cavill, Denzel Washington, Christian Bale, Clive Owen, Ewan McGregor, Hugh Jackman, Gerard Butler, Idris Elba... ¡hasta Robbie Williams!
Cero, cero... confianza
Con el diario del lunes parece ridículo que alguien haya dudado de las virtudes de Roger Moore para interpretar a 007. Y sin embargo, a comienzos de la década del 70, cuando Sean Connery ya estaba gordo, pelado y negado a seguir con el papel, no todos recibieron con alegría la contratación de Roger para colocarse al frente de Vivir y dejar morir (1973). Sucedió que el británico estaba demasiado asociado con El santo, donde apostaba a la ironía más que a la rudeza (algo que luego incorporó a la saga), así que por miedo a que los espectadores no acompañaran y se malograra una franquicia que cada vez andaba mejor, los productores Harry Saltzman y Albert “Cubby” Broccoli decidieron correr el eje y concentrarse en la banda de sonido. Si la gente no venía por el protagonista, vendría por la música. Así contrataron al ya solista Paul McCartney para que compusiera el tema principal de la película. Live And Let Die se transformó en la canción más famosa de una película de James Bond hasta este momento, y dejó a todos más tranquilos. Después, Roger se encargó del resto.
Bond salve a la Reina
En más de medio siglo de historia, James Bond obtuvo el beneplácito de todo tipo de figuras políticas. Uno de los primeros en mostrar su devoción fue John F. Kennedy, que en una entrevista para la revista Life declaró que De Rusia con amor era una de sus diez novelas favoritas, lo que aumentó sensiblemente las acciones del personaje para el gran público. En la década del 90, el set de Su nombre es peligro en los estudios Pinewood recibió la visita del príncipe Carlos y de su esposa Lady Di, ambos entusiasmados con la idea de presenciar, aunque sea de lejos, el rodaje de una película de 007. Pero quien mostró mayor entusiasmo por el personaje fue la Reina Isabel II, que aceptó gustosa cuando le propusieron compartir pantalla con Daniel Craig en la inauguración de los Juegos Olímpicos de 2012. En la historia, el espía llega al palacio real para escoltar a su majestad hasta la inauguración. Para ello sube con ella a un helicóptero que recorre Londres, y cuando están en posición se lanzan en paracaídas mientras suena la inconfundible partitura de Monty Norman.
Adiós a los vicios
Seis años después de Licencia para matar (1989), segunda película protagonizada por Timothy Dalton, James Bond volvió al cine con la cara de Pierce Brosnan en Goldeneye. Este film marcó un antes y un después en la historia de la saga por varios motivos. Para empezar fue la primera en no estar basada o inspirada en un título de Ian Fleming (de hecho Goldeneye era el nombre de la casa que el escritor tenía en Jamaica), además el nuevo protagonista pidió expresamente que su Bond no fumara para dar un mensaje más sano a los fans. También en este film, por primera vez el jefe M es interpretado por una mujer (Judi Dench), decisión que marcó a fuego a la saga desde ese momento.
Como contrapartida a las exigencias del intérprete, los productores dejaron explicitado en su contrato que mientras interpretara a 007, Pierce no podía aparecer en esmoquin en ninguna otra película. El astro ignoró por completo la cláusula y pidió específicamente vestir así en El amor tiene dos caras (1996).
James Bond contra 007
El conflicto estalló recién comenzada la década del 80, pero venía de mucho antes. Kevin McLory, buen amigo y colaborador de Ian Fleming, formó parte del equipo creativo que alumbró el libro Operación trueno, llevado al cine por Sean Connery en 1965. Luego de la muerte del escritor, McCLory entró en disputa legal con United Artists por los derechos de esa novela y lo ganó, por lo que podía seguir usando idea y personajes sin pedirle permiso a nadie.
Entonces, con la intención de capitalizar la buena recepción que todavía tenía la franquicia, el autor decidió rodar una nueva versión de su historia, por fuera de la saga oficial. ¿Y a quién llamó para secundarlo? A Sean Connery que, alejado del personaje, estuvo muy feliz de poder ponerle palos en la rueda a sus antiguos empleadores. El resultado se llamó Nunca digas nunca jamás y se estrenó en 1983 en simultáneo con la “película oficial” Octopussy, ya a cargo de Roger Moore.
Este episodio dio mucho de qué hablar y se conoció como “La batalla de los Bond”. Y la taquilla habló: Moore le ganó cómodamente a su predecesor porque a la propuesta de McLory no lo salvó ni la presencia de Kim Basinger (en uno de sus primeros papeles en el cine), ni un desconocido Steven Seagal, contratado como coach de artes marciales.
La mala suerte de Nunca digas nunca jamás continuó con su lanzamiento en DVD. Por un error de masterización, a la primera edición lanzada en los Estados Unidos le faltan cinco minutos. Los DVDs fueron rápidamente reemplazados y las pocas copias que sobrevivieron hoy son objetos de culto en sitios de subastas.
Casino flotante
Para cuando los productores Harry Saltzman y Albert “Cubby” Broccoli contactaron a Ian Fleming con la intención de comprarle los derechos de toda su producción literaria para llevarlas al cine, el escritor ya había vendido la primera de sus novelas: Casino Royale. De esta manera, la historia tuvo un devenir errante en la cronología de James Bond, lo que todavía llama la atención de muchos fans.
La primera adaptación de Casino Royale fue en 1954 (casi una década antes de la llegada del personaje al cine), para un especial de televisión emitido en los Estados Unidos. El agente secreto se “norteamericanizó”, apareció en pantalla con el nombre de “Jimmy Bond” y la cara del ignoto Barry Nelson. Lo único destacable de este programa que se emitió en vivo, es la presencia de Peter Lorre como el villano.
Luego, en 1967, y con la firme intención de subirse a la ola de éxito de la saga, se estrenó con el mismo nombre una parodia al mundo del servicio secreto con un reparto por el que pasaron David Niven, Deborah Kerr, Peter Sellers, Orson Welles, Woody Allen, entre muchas otras estrellas. En este caso, la curiosidad es más fuerte que el resultado, así que es recomendable verla con ojos indulgentes.
Recién en 2006, luego de que MGM cediera los derechos de Spider-Man a cambio de recuperar la primera novela de 007, Casino Royale pudo ser incluida en la franquicia oficial, marcando también el debut de Daniel Craig como Bond.
La película maldita
Aunque los especialistas consideran que Al servicio secreto de su majestad es la mejor novela de James Bond, su adaptación al cine es el punto más bajo y más oscuro de la franquicia. En 1969 con Sean Connery presentando su renuncia en pie de guerra, los productores se dispusieron a encontrar contrarreloj a otro protagonista. Bien abajo de la lista estaba George Lazenby, modelo y vendedor de autos, pero un hecho fortuito lo transformó en protagonista: durante una prueba de cámara, el hombre golpeó sin querer a un doble de riesgo con tal “rudeza” que fascinó a los productores. Esa al menos es la “más oficial” de una serie de historias en torno a su contratación, una menos creíble que la otra.
En el elenco acompañaron a Lazenby, Diana Rigg (Los vengadores) y Telly Savalas (después de Doce del patíbulo y antes de Kojak). Pero el modelo no sabía actuar, se llevaba pésimo con Rigg que hacía todo lo posible para hacerlo sufrir, era soberbio con sus compañeros y en los descansos de rodaje se sumaba a las partidas de póker que organizaba Savalas para terminar perdiendo siempre grandes sumas de dinero.
Lógicamente, el cambio de protagonista no gustó y Al servicio secreto de su majestad quedó en el olvido. Desconfiado, Lazenby había rechazado un contrato por siete películas, firmando solo por una. Los magros resultados redundaron en que fuera su debut y también su despedida.
Yo, la peor de todas
Si Al servicio secreto de su majestad es considerada uno de los mejores libros de James Bond, La espía que me amó es por lejos la peor. La narración literaria ni siquiera se focaliza en el agente secreto (que aparece casi llegando al final), sino que está contada en primera persona por un personaje femenino. Las críticas fueron lapidarias con el experimento orquestado por Fleming, por lo que este quedó tan frustrado que a la hora de negociar los derechos de su obra para el cine dejó por escrito que tenían que crear una historia nueva. Nada debía usarse su historia. Por eso, la producción de 1977 (tercera con Roger Moore) no tiene nada que ver con el libro. El único personaje que tiene una lejana inspiración en otro de la novela es Jaws (Richard Kiel), un papel secundario que fue tan exitoso que repitió participación en la siguiente película de la saga: Moonraker (1979).
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